Descubrimientos (Sirius o Cualquiera que no le importe sufrir un poco xD)

Hacía unos días había tenido aquella pelea con Robin y Alexandra, por ello era ya momento de cumplir con mi promesa: acabaría poco a poco con cada persona que les importase.
De casualidad había descubierto que el profesor cuya puerta de su despacho ahora golpeaba, les había dado clase a ambas, aunque con Alexandra había entablado amistad. Lo que no sabía era hasta que punto.

Esperé a ver si abría, pues mi intención era tantearle un poco en el papel de alumno antes de atacarlo, pero no parecía estar dentro.
Aguardaría unos minutos y si no entraría a registrar la habitación.

Por suerte había matado a una pareja antes de ir, porque ni no no habría tenido la más mínima paciencia para seguir con mi plan.

Un par de pasos hacia delante... tres hacia detrás.

- Venga, Alexandra, tú puedes... - me decía a mi misma.

Volví a caminar. Cada vez más cerca, más cerca...
Y me paré contra una pared, respirando profundamente.
No podía.

- ¿Cómo que no puedes? - me preguntaba a mi misma.

Mi intención era ir a hablar con Sirius sobre lo ocurrido. Quería dejar las cosas claras, porque llevaba ya más de una semana con aire melancólico y triste. Quería saber por qué me había hecho eso para poder quedarme ya tranquila y empezar a asumir las cosas con madurez. No podía pretender que Sirius me correspondiera si no era así.

Un poco más tranquila volví a andar camino de su despacho, y entonces lo vi.
Pero no a Sirius.
Si no a él. Al vampiro.

Ahogué un grito de sorpresa mientras mis ojos se abrían de pánico. ¿Habría hecho ya algo? ¿No lo habría...?

Corrí hasta él, colérica, y le agarré de la camisa, estampándolo contra la pared.

- ¡¿Qué haces aquí?! - chillé, asesinándolo con la mirada a apenas unos centímetros de él - ¿¡Le hiciste algo!?

Apenas pasaron unos segundos entre que percibí el olor de Alexandra y verme estampado fuertemente contra la pared.
Esbocé una sonrisa de medio lado, aquello se ponía interesante. ¿De verdad sólo eran amigos?

- ¿Y qué si lo hubiera hecho? - pregunté con soberbia - Sólo cumplo mi promesa...

La chica me miraba con inmenso odio, y eso sólo aumentaba mi diversión.

A pesar de que era más baja que él tenía la fuerza suficiente como para mantenerlo bien agarrado.
Mi adrenalina corría por mis venas como veneno, alterándome los nervios hasta límites inaguantables, tenía ganas de matar a aquel vampiro en ese mismo momento y de la manera más dolorosa, pero sólo le lancé un puñetazo al rostro que provocó que su nariz comenzara a sangrar.
Lo sujeté para no mandarlo al suelo del impacto y lo devolví a su posición inicial. Luego acerqué mi rostro a su cuello y lo olí. Bajé un poco por su pecho y subí a su mandíbula.
Cuando estuve conforme, me separé de él pero sin soltarle.
No olía a Sirius.

Había tomado la decisión de comprobarlo yo misma por el olor, a pesar de que quedara muy raro, ya que si no me habría estado torturando con la idea de que le había hecho algo sin decirme la verdad.
Para ello había mejorado con mis habilidades metamórficas mi capacidad olfativa.

- Ni lo has visto - concluí, ladeando una sonrisa - Hueles a sangre humana pero no es la suya.

Alexandra me pegó un puñetazo que casi me manda al suelo. Tenía mucha fuerza, pero me sujetó para volverme a estampar contra la pared. Luego...
Me quedé de piedra al verla olerme con tanto detenimiento. Se sentía... extraño. Tragué fuerte sin darme cuenta de que mi mandíbula había caído de la impresión.
Me limpié la sangre de la nariz cuando reaccioné, no sabía por qué mierdas me pasaba eso.

- No, no lo he tocado, aún - respondí, sonriendo de lado mientras me acercaba a ella - Aunque me da la impresión de que lo vas a lamentar mucho cuando lo mate... - le susurré al oído, dándole a entender que sospechaba que su relación iba más allá de la amistad.

Fruncí el ceño por su último comentario mientras mis puños se apretaban tanto alrededor de la tela de su camisa que casi se la rasgué. No debería haber descubierto mi debilidad.

- No te atreverás - le amenacé, mirándole fijamente a los ojos, el odio refulgiendo en ellos con casi tanta intensidad que mi poder.

Alexandra era poderosa, mucho. Pero no le tenía miedo. Su enfado me divertía, aunque su cercanía me tensaba, ¿Por qué? Ni yo lo sabía.

- ¿Eso es una amenaza? - le pregunté tratando de separarme un poco de ella - ¿Qué pasa? ¿Le hiciste algún favor al profesor para que te subiera la nota? - insinué vulgarmente.

¿Cómo se atrevía ese idiota a decir eso? Sin embargo, decidí que ya era hora de dejar de divertirle con mi enfado.
Sonreí de medio lado con una mezcla de misterio y picardía, totalmente a la manera Slytherin.

- ¿Qué, te interesa otro a tí? - le pregunté con diversión.

Estaba a punto de llegar a mi despacho cuando vi junto a la puerta de este a una pareja de alumnos contra la pared. Ambos muy juntos, demasiado.
Mis ojos se abrieron al reconocer a la chica, la cual estaba muy cambiada desde la última vez que la había visto.
Se trataba de Alexandra.
Pero al chico no lo conocía, y se le veía joven y guapo.

Rápidamente las ideas encajaron en mi cabeza y llegué a una conclusión: Alexandra estaba allí con su conquista para vengarse por lo que le había hecho.

Mi enfado fue enorme y me acerqué a ellos con el mal humor bullendo a mi alrededor.

- No me esperaba esto de ti, señorita Peverell - gruñí con frialdad, taladrándola con la mirada.

Me sorprendió el cambio de actitud de Alexandra. No me habría imaginado que era capaz de responderme al mismo nivel. Sin embargo, estaba pensando qué decirle cuando oí unos pasos acercarse.
Sonreí ante la oportunidad mientras deslizaba una mano de la cintura a la cadera de ella.

- Por supuesto - respondí en un tentador susurro. En ese momento se oyó la voz del hombre.

Internamente reí victorioso, él debía de estar viendo a un chico acariciando a su novia, aunque nada más lejos de la realidad.
Me lo confirmó el hecho de que pareciera tan enfadado. A ver cómo se las apañaba ahora Alexandra...

Al notar su mano en mi cadera de tensé, pero más aún al oír unos pasos acercarse.
Joder...
Sirius.

Me separé del vampiro y me giré temerosa hacia el profesor. Estaba enfadado, y me temía que pensaba que aquella situación la había planeado a propósito.
En parte se lo merecía, pero en verdad yo nunca le habría hecho eso.

- No es lo que parece... - atiné a decir, dándome cuenta tarde de que eso era lo mismo que había dicho él.

Vi como Alexandra se separaba del chico, aunque fue demasiado tarde, ya que había visto cómo este acariciaba su cintura.
En un momento podría haber pensado que no era lo que parecía, pero la frase de ella, que era la misma que había dicho yo, me daba a entender que, efectivamente, estaba vengándose.
Me dolía mucho, pero no iba a dejarlo pasar.

- No sé que me haría creer que eras diferente al resto de Slytherins - ataqué - Eres una víbora igual que los demás, siempre dispuesta a hacer daño.

La miré con inmenso odio. Me sentía defraudado y extrañamente celoso, porque aunque me hubiera separado de ella para que pudiera encontrar a alguien mejor, al verla con otro, me daba cuenta de que me molestaba.

Sus duras palabras me hirieron. Me llevé una mano a la boca, consternada.

- Y yo no sé por qué creí que me conocías más... - me defendí con voz temblorosa.

El vampiro debía de estar pasándoselo en grande con aquella humillación que estaba recibiendo.

En un principio me pareció que Alexandra era sincera en sus palabras, pero luego recordé lo que había visto y resoplé con sarcasmo. Estaba actuando, seguro.

- Ya, claro - respondí hiriente - Yo también creía que te conocía más, pero ya ves - me encogí de hombros - Las apariencias engañan ¿no?

No pude mirar más a Sirius, por lo que aparté la mirada.

- Efectivamente, las apariencias engañan... - le di la razón, pero no porque sucediera lo que él pensaba, si no todo lo contrario. Aunque hubiera parecido que estaba tonteando con el vampiro, en verdad mi propósito había sido quitarle el interés por Sirius. Quería protegerle... quizás lo había logrado, quizás ahora el vampiro lo dejara en paz al haberse enfadado conmigo... pero a qué precio.

Gruñí, molesto, cuando me dio la razón.

- Así que es cierto, ¿no? - pregunté dolido - Eres una persona horrible, Alexandra, diría que mejor no haberte conocido, pero al menos me serviste para sacarme de Azkaban. Sin embargo, ¿Qué esperarme de una mortífaga?

Sonreí con superioridad, mirando al chico. ¿Sabría aquello? Con suerte la rechazaba por ello.

- Que te lo pases bien liándote con ese, si es que sigue queriendo - mascullé - Espero no volver a verte - y me giré airado, echando a andar de vuelta por donde había venido.

Y yo que había creído en ella... ni siquiera se había dado cuenta de que la había dejado porque era lo mejor. Aunque pensándolo bien... ¿De qué me quejaba si ese había sido mi propósito, que estuviera con alguien adecuado?
Suspiré.
Bueno, lo hecho, hecho estaba, quizás no era tan malo acabar así...
Pero los celos...

Qué dolor...
¿Cómo iba a imaginarme que el sufrimiento psíquico pudiera llegar a ser peor que el físico? Quizás lo había sabido en un pasado... pero ahora me pillaba de imprevisto.

Sirius se había marchado, pero había tratado de herirme al máximo. Y lo había logrado. Me llevé la otra mano al pecho como la última vez, sentía que el corazón se me partía, pero sólo era eso, una sensación, en verdad este lo único que hacía era latir, latir fuertemente.

Cerré los ojos mientras me apoyaba contra la pared y me dejaba resbalar hasta el suelo. Subí las manos de mis labios a mis ojos para que el vampiro no viera las traicioneras lágrimas que comenzaban a fluir de ellos.

Sólo había tratado de proteger a Sirius... y el ahora no quería volver a verme.
Todo era tan injusto...

Mi intento porque el chico no se diera cuenta de mi llanto fue infructuoso, pues sollozos ahogados escapaban de mí sin poderlo evitar, y mi cuerpo temblaba débilmente.

Primero me divertí por la escena, aunque mi rostro permaneció impasible en todo momento ya que si no podía estropear la situación. Luego me sorprendí cuando Sirius [había descubierto que así se llamaba ese profesor] le dijo a Alexandra lo de "Qué esperarme de una mortífaga".
¿Así que aquella chica servía a mi padre?
Eso explicaba bastantes cosas... pero eso no la iba a librar de mí.

Sin embargo, al verla llorar de aquella manera no sabía si alegrarme o no. A veces los humanos eran muy exagerados con los sentimientos, pero los de ella se veían sinceros.

Permanecí en silencio, mirándola, mientras pensaba qué decir ahora.

Lloré en silencio, enterrando la cara entre mis rodillas. Durante todo el rato que me llevó serenarme estuve notando la mirada del vampiro sobre mí, así que una vez más tranquila alcé la vista y le miré dolida y molesta.

- Adelante, ríete de mí - le animé, cansada de todo - Es divertido, ¿verdad?

Me lo pensé unos segundos antes de negar con la cabeza.

- No - respondí - No es divertido, la gracia está en verte sufrir por mi culpa, no por la de otros. Además, estás llorando por un desengaño amoroso, eso sólo resulta pesado y cursi.

Hice un movimiento aburrido con la mano.

- Así pues, voy a terminar para lo que he venido - le dije, dándome media vuelta con la intención de seguir los pasos de Sirius. Porque si, mi intención era acabar con él.

Me costó un poco entender que había querido decir con lo último, y cuando lo pillé me levanté de golpe, secándome las lágrimas y sacando rápidamente la varita, con la cual le apunté.

- Ni se te ocurra - le amenacé.

Sonreí mientras me giraba hacia ella. Por fin algo de verdadera diversión.

- ¿Y por qué no? - pregunté mientras llevaba una mano al bolsillo donde guardaba la varita - No deberías lamentar tanto su pérdida después de lo que te ha dicho... ¡Depulso!

El hechizo fue lanzado rápidamente hacia ella.

Salté hacia un lado para evitar el hechizo, el cual me había pillado un poco por sorpresa, y este fue a impactar con una armadura, que se hizo añicos con un enorme estruendo.
Hice una mueca, así íbamos a llamar la atención.

- Pues si, si que me importa - repliqué - Así que pienso defenderle a cualquier precio.

- ¡Expelliarmus!

Su hechizo estuvo a punto de darme, así que la imité y salté hacia un lado, provocando que el conjuro impactase con una ventana que estalló en millones de cristales. Me cubrí con los brazos por si alguno salía disparado hacia mí y luego volví a mirar a Alexandra.

- Entonces debes de quererlo mucho... - comenté - Genial, así cuando lo mate sufrirás más.

Sonreí sádicamente y volví a mover la varita.

- ¡Diffindo!

Una ventana se rompió a causa de mi conjuro. Me cubrí yo también de los cristales y luego hice un ágil salto para esquivar el nuevo hechizo, pasando por encima del vampiro y cayendo tras él. Sonreí y le pateé, literalmente, el trasero, mandándolo al suelo unos metros más lejos.

- Venga, sígueme - le animé burlona. Entonces corrí hacia la ventana y me lancé con la ligereza de un felino a través de ella.

Mi intención era evitar cargarnos todo el castillo, además de que dentro acabarían descubriéndonos.

Caí en la hierba fácilmente de pie y miré hacia arriba, esperando a que bajara el vampiro. Me había tirado desde la primera planta.