Descubrimientos (Sirius o Cualquiera que no le importe sufrir un poco xD)

Alexandra me pateó el culo y me mandó al suelo. Mientras me incorporaba vi cómo ella se lanzaba a través de la ventana. Me pasé una mano por la zona golpeada y me acerqué hasta el ventanal, mirando hacia abajo.
Me parecía que era demasiado ágil para tratarse de una humana normal.

Dispuesto a seguirla me subí al alféizar y me tiré al jardín. Sabía que lo hacía para no estropear el castillo, pero al menos así no nos interrumpirían la pelea.

Mientras caía apunté a Alexandra y grité:

- ¡Oppugno!

De manera que, como la última vez, lo cristales rotos salieron disparados en un vuelo cortante hacia ella.

Al estar mirando hacia arriba pude ver rápidamente todos los cristales que volaban hacia mí.
Esperé a que estuvieran muy cerca y... desaparecí.

Todos los cristales se clavaron en la hierba, haciendo imposible caminar por ahí ahora si no querías acabar con los pies cortados.

Aparecí a unos metros de distancia y apunté al suelo donde el vampiro iba a aterrizar.

- ¡Deprimo!

Y un enorme agujero se abrió en la tierra.

Alexandra desapareció en el último momento y luego apareció para crear justo donde iba a caer un enorme agujero. Me faltaba poco, muy poco para precipitarme dentro, pero apunté al suelo con la varita y exclamé:

- ¡Depulso! - de manera que, al estar en el aire, el efecto fue inverso y el que salió disparado hacia arriba fui yo. Caí en suelo llano, muy cerca de ella.

- ¡Incarcero!

El vampiro aprovechó inteligentemente el efecto del Depulso para evitar caer en el agujero que había creado debajo suyo. Luego me lanzó un Incarcero y, debido a la cercanía, me fue imposible esquivarlo.
Las gruesas cuerdas se amarraron alrededor de mis pies y manos, impidiéndome moverme, pero sin llegar a hacerme caer.

- Eres bueno - acepté. Era uno de los pocos que me había dado tantos quebraderos de cabeza a la hora de los duelos - ¿Si acabas conmigo dejarás a Sirius en paz? - le pregunté, sin hacer ningún intento por resistirme a su hechizo.

Mi hechizo la encadenó. Luego me hice el pensativo durante unos segundos ante su pregunta, como si necesitara pensármelo, aunque no era así.

- Mmm... no - respondí finalmente, sonriendo - entre otras cosas porque yo no quiero acabar contigo, sólo quiero divertirme un rato...

Señalé nuevamente a los cristales que se habían clavado en la hierba.

- ¡Oppugno!

Y todos se elevaron en el aire antes de lanzarse hacia Alexandra que, debido a las ataduras, le iba a ser casi imposible escaparse esta vez.

Esta vez no pude evitar los cristales a tiempo, que se me clavaron horriblemente en todas las partes del cuerpo. Me mordí el labio inferior para no gritar. Uno de los afilados vidrios había atravesado mi muslo completamente, y la sangre brotaba a borbotones de la herida.

- Eres un maldito sádico - le dije cabreada, mientras transformaba mis dedos en cuchillas como la última vez y cortaba las cuerdas.

Me caí al suelo debido a que la pierna más herida fue incapaz de sostenerme. Me llevé las manos al profundo corte para tratar de cortar la hemorragia, o me desangraría en cuestión de minutos.

No es que me importara morir, la verdad, aunque como él había dicho que no quería matarme, tampoco tenía miedo de ello.

Esta vez observé más detenidamente su transformación. ¿Sería posible que aquella chica... fuera metamorfomaga avanzada? Qué interesante y práctico...

Aprovechando que se había caído al suelo la pateé en el estómago, dejándola extendida sobre el suelo con mi pie presionando dolorosamente su abdomen.

- Lo sé, soy un sádico - dije, sonriendo totalmente complacido por sus palabras.

Probablemente le habría roto alguna costilla o quizás algo más grave, pero no me importaba. Sin dejar de pisarla fuertemente, me agaché y clavé mis uñas en el corte de su muslo, abriéndolo aún más, observando impasible como el músculo desgarrado luchaba por no romperse. Hinqué mis dedos en su carne y me dediqué a rascar, sacando después la mano para lamer la sangre.
Delicioso espectáculo...

El vampiro me dio una patada que me dejó tumbada sobre el suelo, jadeando de dolor. Después me pisó con violencia y oí el "Crack" que hicieron algunas de mis costillas al romperse. Tosí y noté como la sangre resbalaba de la comisura de mis labios.
Joder cómo dolía...
Temía que el hueso roto hubiera afectado a algún órgano vital.

Luego empezó a clavarme sus uñas en el músculo y me mordí fuertemente el labio inferior para aguantar los gritos, hasta el punto de que me hice más sangre de la que ya de por si manchaba mi boca. Cerré los ojos.
Tenía que lanzar algún hechizo, pero el dolor no me permitía concentrarme.

Miré su expresión contraída por el dolor mientras limpiaba mi mano de su sangre, de extremadamente delicioso sabor... ¿Habría cambiado la composición de ésta la primera vez que la probé? Porque recordaba que me había sabido muy mal...
Pero ahora aquella sangre era viciante, y daban ganas de morderla para beber y beber... pero sin matarla, porque me interesaba que aquel manjar perdurara más tiempo.

La chica mordía sus labios manchados de aquel líquido vital, e incoscientemente me acerqué a su rostro, arrodillándome sobre su maltratado abdomen, para pasar mi lengua por la sangre que había resbalado hasta llegar a la comisura de sus labios, los cuales delineé también, de manera casi tan íntima como lo hubiera hecho un amante.

Deliciosa, demasiado deliciosa....

Estaba tratando de concentrarme en algún hechizo, pero todos parecían haber huido de mi mente, y fue entonces...
Oh, Merlín...
El dolor cuando el vampiro se arrodilló sobre mi fue aún más insoportable, tenía la impresión de que me iba a partir por la mitad, pero eso no fue lo peor, si no cuando noté como limpiaba con su lengua la sangre que resbalaba de mis labios hasta llegar a ellos.

Ahora si tenía miedo, hacía mucho tiempo que no lo sentía y era horrible...
Tenía pánico de lo que se le podría estar pasando por la cabeza.

- ¿Qué... que pretendes? - le pregunté con la voz ahogada por el dolor, mirándole a aquellos ojos rojos que estaban demasiado cerca...

Me miró a los ojos y vi en ellos el reflejo del miedo, cosa que provocó que una sonrisa sádica se instalara en mis labios, relamiéndome ante el espectáculo.
Aquello se estaba poniendo muy pero que muy bien.

- Lo de siempre... - respondí, mientras cogía uno de sus brazos y pasaba mi mano por él suavemente. Luego lo apunté con la varita y empecé con mi típico juego de cortes, pero estos eran al azar - ... Disfrutar... - completé.

Así empecé a lamer nuevamente su sangre, limpiando la cara interna de su brazo en la cual le había hecho los cortes. Después le provoqué unas cuantas heridas más y fui subiendo hasta llegar a su hombro, en el cual me entretuve un rato.
Sus cortes se quedaban enrojecidos pero no sangrantes, ya me encargaba yo de que no fuera así.

Jadeé del dolor. Mi brazo tenía un entramado de cortes que lo dejaban en un aspecto deplorable. El vampiro se dedicó a lamer más detenidamente la sangre de mi hombro, y tenía miedo de que siguiera más allá.

Su sonrisa no me había gustado nada, pero sus palabras menos aún. ¿Las habría dicho con una doble intención?

Intenté revolverme bajo él ya que no lograba hechizarle, aunque lo único que conseguí fue que un grito ahogado escapara de mis labios ante el doloroso movimiento.

Cuando Alexandra se removió debajo mío la cogí por el cuello con fuerza para mantenerla quieta, casi ahogándola.

- Ni se te ocurra moverte, será peor para ti - le dije, apuntando esta vez a su cuello, mientras alzaba violentamente su barbilla para tener más acceso a él.

Nuevamente una ráfaga de Diffindos cortó su blanca y perfecta piel, abriendo unos cortes muy suaves en aquellas arterias vitales. Pasé mi lengua por ellas y disfruté del pulso acelerado que se notaba allí. La música del miedo...

El vampiro agarró mi cuello con violencia y me cortó también allí. Me retorcí cuando empezó a lamer las heridas. No quería... estaba demasiado cerca...

- Para... - le pedí, tratando de apartarlo.

Tosí un poco de sangre, me estaba ahogando y no sabía si por la presión alrededor de mi garganta o porque alguno de mis pulmones se hubiera visto afectado por las costillas rotas. Me sentía débil ¿A dónde había huído mi magia?
Si él se descontrolaba un poco, sólo un poco... podría acabar conmigo.

Alexandra seguía tratando de escapar.

- Cállate - le ordené, mordiendo entonces la base de su mandíbula a modo de castigo para limpiar después la sangre con la misma dedicación de siempre.

Mi deseo de beber hasta matarla iba cada vez aumentando más, pero no... no lo haría. Aquella chica me interesaba, y sólo por eso la iba a dejar vivir.

Entonces me separé para mirar su rostro y vi que nuevamente la sangre manchaba sus labios. Me acerqué a ellos y los lamí nuevamente para luego... besarlos.

No sé por qué lo hice, pero si, la besé con rudeza, saboreando la sangre de su boca.

Cerré los ojos con fuerza cuando me mordió, apretando la mandíbula. Tenía que quitármelo de encima ya...

Y fue entonces cuando me... ¿besó? Si a eso se le podía llamar beso... porque lo hacía con la violencia que le caracterizaba. ¿Qué hacía? ¿Cómo me libraba de él? Necesitaba que mi magia respondiera joder...
Mi cuerpo se había quedado estático de la impresión. Sentía sus labios sobre los míos... como una vez habían estado los de Sirius. Todo esto era su culpa... ¿Por qué tenía que estar protegiendo a alguien a quien no le importaba?
Tenía ganas de llorar, eran ya tantas cosas las que me hacían daño...

Como Alexandra no hizo ningún intento por apartarse yo seguí profundizando el beso.
Qué delicioso sabor... pero... ¿Qué era lo que me gustaba ahora? ¿Su sangre o sus labios?
No estaba seguro, y eso me hacía sentirme extraño.

Tampoco me daba cuenta de que la mano que había estado agarrándola por el cuello ahora acariciaba desde su rostro hasta su clavícula con suavidad.

Me sentía humillada. Nunca hubiera creído que aquel vampiro podía llegar a caer tan bajo. Se estaba aprovechando de mi debilidad para hundirme aún más en la miseria. Lo que estaba haciendo me degradaba hasta el punto de que me sentía como un objeto.

A cada segundo que seguía besándome, a cada instante que su mano pasaba por mi piel, mi ira crecía, y crecía...

Finalmente, corrompida por el enfado las fuerzas volvieron a mi y le golpeé en la cara, mandándolo al suelo lejos de mí.
Hice caso omiso a mis heridas y me subí sobre él para seguir pegándole puñetazos en el rostro con violencia. Uno tras otro, uno tras otro... primero con una mano y después con la otra...

- ¡Te odio! - grité por cada golpe. Podía sonar estúpido, podía sonar infantil, pero era lo que sentía...

Traicioneras lágrimas resbalaban de mis ojos, expresando el dolor tanto psíquico como físico que me había causado. Aquella humillación...
Mis golpes se habían aflojado por los temblores que recorrían mi cuerpo. Estaba tan débil...

(OFF Rol: mira en tu correo, Matthew :3 Álex, cielo, borra este mensaje (creo que puedes ya que eres Administradora, ¿no? O me pides, sino, que lo borre yo por MP) en cuanto Matthew lo haya leído ^^ ¡Gracias y perdonad que os interrumpa!)

(Ya vi el correo -___-)


Estaba empezando a disfrutar verdaderamente con el beso cuando Alexandra me pegó fuertemente en la cara. No me lo esperaba, así que el golpe me mandó al suelo.
Inmediatamente después ella se subió encima mío para seguir pegándome. Y dolía, vaya que si, porque aquella humana tenía más fuerza que la que debería. Sin embargo, no la detuve, porque no eran sus golpes lo que quería parar, si no sus palabras.
¿Por qué? Ni yo mismo lo sabía...

Así que la dejé hacer hasta que noté que algo húmedo caía sobre mí. La miré y vi que lloraba. Se la veía muy débil...
Cogí sus manos y detuve sus golpes, mi vista fija en sus ojos. Lentamente la acerqué a mi y la volví a besar con una suavidad y delicadeza impropias. Luego me separé antes de que fuera capaz de reaccionar y sonreí.

Un segundo después, había desaparecido de allí...

Mis manos temblaban al pegarle, pero seguí hasta que él me paró. Los sollozos recorrían mi cuerpo inevitablemente. A través de las lágrimas veía sus ojos rojos mirándome. Y después... me acercó a él, uniendo sus labios con los míos en un beso extrañamente cuidadoso y dulce....

Pero no me dio tiempo a reaccionar, porque un segundo después sonrió y me ví arrodillada sobre la hierba. Había desaparecido.

Me quedé estática durante unos momentos, golpeada por la impresión. Lentamente me llevé una mano a mis labios y lloré más fuertemente, encogiéndome sobre mí misma.

¿Por qué me había humillado de aquella manera?