Sentada en el Pasillo

''El Maravilloso Libro de las Maravillosas Criaturas Mágicas'' era el libro que tenía entre mis manos mientras caminaba en busca de un lugar donde leer. Solté una risita, el título era gracioso. Ese día se me habían vuelto a olvidar los zapatos e iba silenciosamente descalza por ahí.

Al final preferí quedarme en medio del pasillo, que estaba desierto. Me senté apoyada en la pared y comencé a leer.

-¡Vaya...!-exclamé, impresionada por lo que había en el libro, qué cosas.

Sentí una presencia cerca. Levanté la vista del libro con una sonrisa aún en mi rostro y vi a un chico algo mayor que yo mirando por una ventana. Nunca lo había visto que yo recordase.

Me encogí de hombros y seguí mirando mi libro con una sonrisa mientras movía los dedos de los pies a causa del frío.

... que los duendecillos de Cornualles son maldición...

¿Eh? Eso no estaba en mi libro.

Levanté la vista y ladeé la cabeza.

-¿Ocurre algo?-pregunté con amabilidad.

Vaya... Cómo imponía. Sólo recordaba a alguien así, y no me gustaba hacerlo.

No estaba de humor el chico, y quería ayudarlo a sentirse mejor, pero había aprendido a no meterme en problemas.

Ayuda si te lo piden, no te metas en asuntos por tu cuenta.-me decía siempre mi madre.

Asentí para mi misma. Me encogí de hombros y seguí mirando mi libro.

Levanté la vista otra vez para mirarlo, no me dejaba leer, así que cerré el libro y tras dejarlo a un lado, cerré los ojos.

Pero los volví a abrir al darme cuenta de algo.

-¿No crees que eso es peligroso?-dije haciendo un mohín. No quería que se cayera y se hiciese daño.

Hice una mueca con la boca, pensativa.

-Yo diría que sí.

Yo tengo vértigo, quizá sea eso... Pero no me da miedo cuando monto en escoba...

Solté una risita.

Aish... Ya me he reído en voz alta...

-No creo que te interesase.-dije con una sonrisa.

Se ha callado.-pensé.-¿Le digo algo? Mejor que no.

Tardé un poco en apartar la vista de él, parecía un chico muy extraño y reservado. Qué mono.

Bajé la mirada y abrí mi libro.

¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! ¡Duendecillos de Cornualles!

Veinte centímetros de... ¿Serpensortia?

Oh, no...-levanté la vista, se oían gritos a lo lejos. Me acerqué a la ventana sin importarme que él estuviera allí.

-¿Qué has hecho, Slytherin?-pregunté. No sabía su nombre, por eso lo llamaba así. Y... La pregunta era tonta porque sabía perfectamente qué había hecho.

-Lo cierto es que sé lo que has hecho, lo que me gustaría saber es por qué.-dije con calma. No estaba enfadada, más bien sentía curiosidad.

Lo miré enarcando una ceja y sonreí.

-No sé si lo sabrás, pero tú sí que molestas.

¿Por qué se había enfadado? Si no lo había hecho ni yo... Ah, claro, todo el mundo se enfada siempre.

Me encogí de hombros y murmuré un hechizo para que la serpiente desapareciese. Después me volví a sentar en el suelo.

-Tú no me has dejado leer y no me he quejado.-dije con calma.

Ignoré su mirada, me sonaba de algo, pero me daba igual. A mí no me daba miedo.

-¿Ah, sí?-pregunté mirando mi libro.