Fanfic fail de un solo capítulo para estrenarme en el foro xD. Espero que guste y esas cosas.
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Cuenta la leyenda que Numitor, el rey de Alba Longa, fue destronado por su hermano Amulio, quien lo expulsó de la ciudad, y mató a todos sus hijos varones, con el fin de que ninguno de ellos pudiera arrebatarle de vuelta la corona. Quedó con vida la única hija de Amulio, Rea Silvia, quien fue obligada por el nuevo monarca a convertirse en sacerdotisa de la diosa Vesta, teniendo así que permanecer virgen.
Sin embargo, Marte, el dios de la guerra, deslumbrado por la belleza de la joven humana, engendró en Rea Silvia a los gemelos Rómulo y Remo.
Por temor al rey, que amenazaba con asesinar a sus pequeños, Rea Silvia los puso en una cesta en las aguas del río Tíber, y esta navegó cauce abajo, hasta encallar en la orilla, y dice la historia que una loba los encontró y los cuidó y amamantó hasta que fueron recogidos por una pareja de pastores…
En otro tiempo, en otro lugar, un niño caminaba por las calles silenciosas de la pequeña ciudad. No le importaba que ya hubiera anochecido, pues en ese momento de soledad y desasosiego nada le importaba. Se había escapado de casa mientras sus padres dormían, pues era su deseo hacer aquello solo, no quería que nadie más estuviera con él, y no era por la vergüenza de derramar lágrimas ante otras personas, pues poco orgullo de hombre podía haber desarrollado un muchacho que solo contaba con siete tempranos años, sino porque aquel momento era solo para ellos dos.
Se había parado a "tomar prestadas" unas flores del jardín de unos vecinos. Sabía que eso estaba mal, pero él no tenía dinero para comprar unas que fueran bonitas, sino el que sus padres podían darle, siempre preguntando para qué lo quería. Y ellos no debían saber que deambulaba por la ciudad por las noches. Lo hizo por necesidad.
La oxidada verja chirrió cuando fue empujada, pero cedió con facilidad. El cementerio. Era un lugar que a él le había parecido tétrico, pero que en ese momento se sentía como su propia casa. Quizás porque era la nueva casa de la persona que más había querido, así le gustaba pensarlo. Se arrodilló frente a la lápida, quitó las flores que había en el jarrón a su lado y colocó las que llevaba. Luego, acarició la fría losa de piedra.
Romulus Lupin
1960-1967
Hubiera deseado irse con él. Sentía como si su jovencísima alma hubiera sido seccionada aquella noche, en que una parte fue enterrada bajo la tierra en que hincaba sus rodillas y sobre la que caían sus lágrimas, y en sustitución hubieran puesto un monstruo. La noche de la venganza de Fenrir Greyback, quien, ofendido por el padre de los pequeños, atacó a los niños cuando se encontraban en casa a cargo de una niñera. Ambos resultaron mordidos, pero las heridas del menor de ellos eran tan graves que no había sobrevivido.
1971, Hogwarts. En el tren que debía llevarlo por primera vez a la escuela, conoce a James Potter, Sirius Black y Peter Pettigrew. El último trayecto hasta el castillo lo hacen en un carruaje. Remus se sorprende al ver a los animales que tiran del vehículo. Caballos alados, negros, con un largo cuello, pero lo más sorprendente es su cuerpo, esquelético, literalmente. Le da un breve golpecito con el codo al chico que va a su lado, Pettigrew.
- Ey, Peter, ¿qué es eso?
- ¿Qué es qué?
- Esos animales que llevan los carros.
El chico negó con la cabeza.
- Remus, no hay nada tirando de los carros.
- Pero…
- Relájate - dijo el chico sentado en frente, James -. Seguramente solo son sombras. Mis padres me contaron que los carros andaban solos, no hay nada que tire de ellos.
- De acuerdo…
Uno de los thestrals giró la cabeza, como si intuyera que alguien de ahí podía verle, al igual que, años atrás, había visto la cara de la muerte.
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