Re-Birthday

-... ¿Donde estoy?...-

Esa fue mi pregunta, cuando por fin abrí los ojos, no lograba ver absolutamente nada, todo era tan oscuro, nisiquiera lograba ver mis propias manos, me sentía completamente solo, triste, abandonado, y aturdido, como si tratara de recordar algo, pero no pudiera.

Fue entonces que un espeluznante grito fue escuchado por mí, y entonces, volvieron a mí todos mis recuerdos, todo lo que yo había ocacionado, muerte, destrucción, tristeza y desilución, no podía creer que yo hubiera hecho aquello, simplemente, me arrepentía con todo mi ser de mis acciones, y no pude evitar llorar desgarradoramente enmedio de aquella terrible soledad.

-Yo... deseo enmendar mi error... ¡No quiero seguir con esta culpa!-Exclamé a la nada, a pleno pulmón y con todas mis fuerzas.

-Solo tendras una oportunidad más... Gracias a la magia oscura que usaste antes para partir tu alma... Si vuelves a cometer el mismo error, te tendré aquí para siempre...-Dijo una extraña y grave voz.

Miré a todas partes, no ví nada, de repente, fuí cegado por una brillante luz blanca, calida y esperanzadora; no lo podía creer, era una segunda oportunidad, volví a nacer.

Poco duro aquella felicidad, pues de un instante a otro, perdí todo recuerdo y memoria que poseía, solamente quedé con algo de conocimiento, al parecer ese era un efecto de mi voluntad, para no repetir mis errores.

La luz cesó, yo estaba a mitad de una calle completamente solo, estaba vestido con un pantalón de mesclilla azul, tenis blancos con negro, una playera color negra, y un comodo sueter color café que me resguardaba del frio, pues en ese momento, el cielo estaba blanco y una suave nevada caía delicadamente.

Era diferente a mi "anterior vida", mi cabello ahora era de un color amarillo un poco extraño, mis ojos azul celeste, de mirada inocente y tierna, y mi piel había palidecido de manera exagerada, pero mis facciones continuaban igual a las de antes.

A mi lado, pude ver una pequeña ocarina en el suelo, un instrumento musical que al instante reconocí, me agaché y lo tome, sonreí como un niño con su caramelo y empecé a caminar sin idea de a donde iba, solo caminaba, era un nuevo comienzo para mí, una nueva vida.

No estaba feliz, todo lo contrario, estaba derrotada, sin ánimos para hacer nada. Ni siquiera quería comer, no iba al Gran Comedor con mis demás compañeros y no solía salir de la sala común más que para ir al baño y para ir a clase, aunque ya no rendía en éstas tanto por la mala alimentación que tenía, pero seguía estudiando con grandes esfuerzos, no hacía otra cosa. Al menos estudiar me distraía de mis recuerdos dolorosos. Pero aquel día Gael me había interceptado y me había dicho que me iba a llevar de paseo. Eso me emocionó en parte, porque no me había relacionado con nadie en días, los habías pasado como rata de biblioteca encerrada en mi cuarto, o en la sala común. Tal vez no merecía ni llamarme ''rata de biblioteca'' puesto que no había pisado dicho lugar desde, más o menos, el día en que fui a buscar información sobre los horrocruxes.

Gael me había ''secuestrado'' para llevarme de paseo y me obligó a ponerme botas porque estaba nevando. ¡Pero si no me importaba pisar la nieve! De todos modos obedecí tras rechistar una sola vez y salimos de Hogwarts sin problemas. Yo seguía llevando mi pizarra con mi tiza en las manos porque permanecía negándome a hablar. Una vez estuvimos en Hogsmeade, me paré a mirar a todos lados con curiosidad, como si fuera la primera vez que estaba allí. Como si no me hubiesen secuestrado en aquel lugar y hecho daño posteriormente...

Apartando esos pensamientos de mi cabeza, escribí algo en la pizarra y se lo enseñé a Gael:

¿VAMOS A COMPRAR CHUCHES?

Seguí caminando con la ocarina en ambas manos, la sostenía como si fuera mi mayor tesoro, cuidandola con las manos contra mi cuerpo, aun así, no borraba una inocente sonrisa de mi rostro, la cual era causada por todas las curiosidades que veía en mi camino, algunas lechuzas, articulos magicos, vagos dormidos en algunas bancas, me era divertido ver aquello.

-¡Ah, caramelos, yo quiero!-Exclamé para mi mismo de manera infantil, incluso parecía que me brillaban los ojos.

Y sin dudarlo, entré a la calida tienda de dulces, tan colorida como siempre debió ser, maravillado miraba a todas partes, había dulces de mil y un formas, tamaños y colores, sin pensarlo dos veces, pedí una pequeña bolsa y comencé a llenarla con dulces, que no tenía ni la menor idea de como pagaría.

A mi lado se encontraba Robin, una chica a la que había tomado cierto aprecio, desde que la conocí supe que tenía que ayudarla, lo que le había pasado era horrible, así que ahora quería hacer que viera el mundo un poco más blanco, era lo que se merecía. Yo como ella habíamos estado muy ocupados con los estudios sin mencionar que ella siempre que podía se escapaba del contacto con humanos, lo que no podía ser posible, así que cuando me la encontré no la deje negarse a acompañarme a Hogsmeade, pero no quería ponerse unas botas y aun así la persuadí para que se las pusiera.

Ahora nos encontrábamos caminando por las calles heladas de Hogsmeade, con unos buenos brigos, yo no llevaba más que mí dinero y mi varita, pero ella llevaba una pizarra y una tiza, no quería hablar y era otra de las cosas que pensaba corregir, pero eso no era lo importante inmediatamente, ahora tenía que distraerse y cuando escribió que quería dulces le di una cálida sonrisa muy escasas en mi y simplemente moví la cabeza en un gesto afirmativo, y empezamos a caminar en dirección a la tienda de dulces. Después de algunas calles recorridas llegamos a Honeydunkes, le abrí la puerta a Robin para que pasara y después entre yo, la tienda estaba cálida a comparación del clima que hacia afuera, estaba lleno de dulces de todos los sabores, pero había algo que me llamaba la atención, era un chico que se me hacia conocido y sin embargo no sabía decir de dónde, por lo que le tome un brazo a Robin y en voz baja le pregunte:

¿Reconoces a ese chico? – le dije señalando al chico con la mirada – es que estoy seguro de que lo conozco pero no se de donde.

Mi rostro esbozó una sonrisa al ver cómo Gael asentía con la cabeza tras mi pregunta escrita, ¡Íbamos a comprar chuches! Ese hecho tan sencillo era como una luz en medio del infierno que estaba viviendo psicológicamente. A pesar de esquivar a las personas para estar a solas con mis pensamientos, él podía ser perfectamente una excepción, era buena compañía. Tal vez, algún día le diría lo que él quería saber cuando fue a la enfemería aquel día que prefería no recordar.

Cuando entramos en Honeydukes, el ambiente me embriagó; Las estanterías llenas de golosinas y el olor a dulces recién hechos me hicieron sonreír más ampliamente. Fue entonces cuando Gael me sacó de mi ensimismamiento, diciéndome que había un chico en la tienda que le resultaba familiar. Yo miré al chico fijándome con curiosidad y mi cara pasó por una expresión de sorpresa y, posteriormente, de susto. Varios recuerdos vinieron a mí: Voldemort, Azkaban, la muerte, un beso, los horrocruxes... ¡Los horrocruxes! ¿Era posible que...? Me di cuenta entonces de que la pizarra se me había caído de las manos. La cogí y, de forma agitada, escribí llenando el negro de la pizarra:

¡¡ANDREW!!

Y se lo enseñé a Gael.

Estaba muy divertido comprando dulces y devorandolos, pero me dí vuelta en cierto momento y ví una chica, con una pizarra y que en ella, tenía mi nombre escrito, ¿qué significaba aquello?

Mi corazón latió con fuerza por unos momentos, como si yo conociera a esa persona, yo lo sabía, no de donde ni cuando la había conocido, pero yo sabía que si, estaba completamente seguro, guardé mis caramelos en un bolsillo y con paso timido me acerqué a la pareja de jovenes.

-Disculpa... ¿Por qué tu pizarra tiene mi nombre escrito?-Pregunte amablemente a la chica.

Miré la expresión de Robin al mostrarle al chico desconocido y por la cara que puso supuse que si lo había reconocido, así que no estaba loco sí que había visto a aquel chico en alguna parte y aunque no estaba seguro algo me decía que en Hogwarts, pues no sabía donde más podría ver a alguien que también conociera a Robin. Ella escribió su nombre en la pizarra que tenía, y mentalmente me estaba tratando de recordar a aquel chico, desafortunadamente tenía poco de conocerlo, apenas había hablado con él, pero podía recordar lo que había hecho cuando… Murió. Una ola de Mortífagos atacando Hogwarts, ese era al recuerdo que tenía de él, encabezando una gran batalla en nuestra contra, así que cuando vi que se acercaba, llevé mi mano a mi varita, no quería asustar a Robin pero tampoco quería que le hicieran daño.

Mi mente se sorprendió al escuchar las palabras del chico, pues al parecer no conocía a Robin, pero todo esto era muy extraño, había visto como lo mataba Kyle, además de que no parecía recordar nada y su aspecto había cambiado… ¿También abría cambiado en el interior?

¿En serio no recuerdas nada? – le pregunté al chico un poco confuso por la situación