Paseo por las Mazmorras [Elianne]

Estaba siendo una tarde especialmente aburrida para Abigail, quien no tenía ganas de preocuparse ni de ocuparse de nada. Había hojeado todas las revistas que tenía a mano por centésima vez, no le apetecía leer ni escribir, ni subir a su cuarto a buscar una baraja de naipes.

―Venga Abigail, debes hacer algo con tu vida ―se murmuró a si misma. Salió de la Sala Común de Slytherin y se quedó rondando en las mazmorras, más por vagancia a subir que por otra cosa.

Por otro lado, tampoco le molestaba estar allí. El clima uno o dos grados más frío que en el resto del castillo y ligeramente más húmedo le agradaba. Le recordaba a casa.

Se recostó contra una pared y se sentó en el piso, hundida en sus pensamientos, que poco a poco, increíblemente, dejaban de estar. Antes de lo que quisiera darse cuenta, su mente estaba en blanco otra vez. Bufó.

Elianne estaba aburrida. Muy aburrida. Llevaba demasiado tiempo sin hacer nada ilegal o inmoral o raro para un Slytherin. Ese último mes había sido como una niña de papá. Se había comportado como un pequeño fantasmilla, no había hablado practicamente con nadie. No se sentía especialmente sociable. Cogió un cigarrillo y se lo colocó en la boca con cierta pasimornia, luego lo encendió con un mechero. Ella no era de esos que creian que la magia era la solución a todo y desde luego no se iba a arriesgar a quemar su rostro por preferir un hechizo.

Le dio una calada suave, mientras miraba a su alrededor, las mazmorras no le disgustaban sin embargo no eran su lugar favorito en el mundo. A decir verdad, prefería los jardines, era un lugar mucho más luminoso.

Entonces vio a Abigail nosequé, sentada en el suelo, perdida en sus pensamientos. Menudo aburrimiento... Aunque Elianne llevaba demasiado tiempo sin hacerlo. No. Bueno, empezaba a desvariar. -Hola.- Dijo, sacándose el cigarrillo de la boca.

Una voz femenina sacó a Abi de sus ―nulos― pensamientos. Levantó la vista y vio una chica que se le hacía familiar, aunque no recordara su nombre (y es que Abigail era mala, malísima recordando nombres), con un cigarro en la mano.

―Hola ―la saludó, parándose. El nombre de la rubia regresó a su memoria―. ¿Elianne, no? ―preguntó, para cerciorarse.