Cazando (Sólo para valientes xD)

Era de noche. Estaba por los alrededores de Hogsmeade porque iba a ir hacia Hogwarts para empezar un curso como si tuviera solamente la edad que aparentaba. Sin embargo, lo primero era hacer una paradita para comer.

Con un Imperius atraje a la primera víctima que vi paseando sola por la calle, se trataba de una mujer de unos veinte o veinticinco años, y la llevé más allá de la Casa de los Gritos.
Una vez amordazada le quité la maldición para que pudiera ser consciente de todo lo que iba a hacer. Me encantaba ver a la gente sufrir...

Empecé lanzándole un par de cruciatus, y para que los escandalosos gritos de la mujer no llamaran la atención del pueblo la hechicé con un Silencio. Me daba la impresión de que estaba intentando pedirme clemencia, pero lo que ella no sabía es que eso no existía conmigo.

Luego le lancé el hechizo Sectusempra, uno de mis favoritos, pues me permitía provocarle numerosos cortes a la víctima de los cuales beber. Y eso fue lo que hice.

Finalmente, cuando la desconocida ya estaba casi moribunda ataqué su cuello y le robé su último hálito de vida.
Satisfecho bebí hasta la más mínima gota de sangre que hubiera por sus venas.

Una buena caza para comenzar la noche.

Aunque aún estaba entretenido terminando a mi víctima, pude percibir cerca mío el olor de una humana.
Giré mi rostro manchado por la sangre hacia ella, sonriendo con maldad.

- ¿A dónde te crees que vas? - pregunté mientras dejaba a un lado el cadáver y me levantaba.

Reí malvadamente por el miedo que demostraba aquella mujer. Nadie podría entender nunca lo que me gustaba aquel sufrimiento que mostraban todas las personas ante su muerte inminente.

- Siento tanto que me hallas encontrado así... - ironicé, mientras lamía la sangre de mis comisuras y caminaba hacia ella con parsimonia - Quizás en otra situación nos podríamos haber llevado bien... ¿No crees, preciosa?

Tan sólo salté a un lado para esquivar el hechizo mientras sonreía complacido. Bueno, al menos consumiría un poco la anterior víctima para hacerle hueco a su sangre, porque no iba a servir de nada que intentara defenderse.

En menos de un abrir y cerrar de ojos ya estaba frente a ella, cortándole el paso.
Negué con la cabeza.

- No está bien atacar a las personas ¿Lo sabías? - pregunté con burla.

Caminé hasta ella.

- Cuánta soberbia... - comenté - Y qué poco te durará en cuanto empieze a torturarte... - sonreí con maldad.

- Entonces lo único que me pedirás será piedad.

Aún no la atacaba porque estaba esperando a que me diera un poco más de diversión.

Me distraí al ver el primer ridículo hechizo que había lanzado la mujer, pero eso fue la causa de que me diera el segundo en la mandíbula.

Maldije mi descuido y me llevé una mano al rostro, tocándome la zona golpeada.

- ¿Las lucecitas son una llamada para encontrarme un postre? - pregunté - No te servirá de nada, acabaré con quien venga después de que lo haga contigo.

- ¡Incarcero! - exclamé, apuntando a la mujer con la varita, la cual cayó al suelo amarrada por gruesas cuerdas.

Reí, complacido por la situación.

- Has tardado menos de lo que pensaba en suplicar - respondí - Qué decepción, ¡Pensé que me entretendrías más tiempo!

Me arrodillé a su lado y clavé mis uñas en su brazo, haciéndolo sangrar.

- Mm... hueles bien, será agradable disfrutar de ver cómo te desangras poco a poco...

- La verdad es que sería una pena matar a una belleza como tú sin haberla disfrutado antes... - comenté, mientras levantaba su brazo y lamía su sangre.

- Exquisita... - murmuré - Pero no me interesa entretenerme mucho contigo, ¡Crucio!

El hechizo le dio de lleno al estar a tan poca distancia, haciéndola gritar como a mí me gustaba.

Hacía unos días que había ocurrido aquel suceso en la tienda de varitas. Desde entonces había estado más deprimida que de costumbre, y eso se reflejaba en el color más oscuro de mi pelo y en mi apariencia más madura y fría.

Aquella noche me enfundé en una chaqueta y pitillos de cuero y salí a pasear por Hogsmeade, pues no me podía estar quieta.

Cuando llevaba ya un tiempo caminando vi en el cielo unos destellos rojizos. No sabía qué sería, pero decidí acercarme a indagar.

Lo que encontré fue a Alina siendo torturada por lo que creía que era un vampiro.
Mi primer impulso fue dejarla allí por venganza, pero después recapacité.

- ¡Depulso! - exclamé, y sin usar la varita el hechizo le dio de lleno al vampiro, ya que este estaba distraído en su objetivo, apartándolo de la mujer.

Luego deshice el encantamiento que la ataba y la ayudé a levantarse.

- Vete de aquí, yo me encargaré de él - le dije.

- Si, yo misma - dije molesta aún por todo lo sucedido, aunque me llamó la atención que dijera bien mi nombre.

- Y en serio, vete, me las apaño mejor sola - insistí - Además, ni siquiera estás en condiciones de luchar, apenas te aguantas en pie - señalé.

A la misma vez que hablaba mantenía vigilado al vampiro.

Sin esperármelo me vi lanzado unos metros atrás por el hechizo de una chica que acababa de llegar. Luego la mujer que iba a ser mi presa huyó. Al final le había funcionado su plan...

Miré a la chica enfadado mientras me levantaba, se había atrevido a interponerse en mi camino.

- ¿Estás segura de que podrás sola contra mi? - pregunté, sonriendo con desquiciada maldad mientras me pasaba la varita de una mano a otra.

El vampiro se levantó y yo me miré las uñas con absoluta despreocupación.

- Si, seguro - respondí - Yo sola me basto para acabar contigo y con cuantos se me pongan delante.

Notaba el poder de aquel chico, pero eso no me intimidaba.

Aquella chica se notaba mucho más segura que la anterior mujer. Me temía que me iba a dar problemas, así que decidí que lo mejor era acabar pronto.

- ¡Crucio! - exclamé, lanzándole el hechizo que le dio de lleno.

El Cruciatus me dio de plano, pero tampoco había hecho nada por evitarlo. Sin embargo, me quedé impasible ante la maldición.

Luego de unos segundos de mirar como si nada al vampiro, le pregunté:

- ¿Y bien? ¿Quieres hacer algo más antes de que ataque yo?

No pude evitar sorprenderme por el poder de aquella chica, pero me molestaba que se burlara de mí.

- No, da igual, ya calenté, así que ya puedes empezar - le respondí con la misma despreocupación.

Sonreí, aquello iba a ser divertido.
Un segundo después ya estaba tras su espalda.

- Como quieras... - susurré, sacando la varita y apuntándole.

- ¡Desmaius! - pronuncié, y un haz de luz roja, más potente que la luz blanca que salía normalmente, fue directo hacia él.