Escapadita nocturna al campo de juego (Knox)

Lo sabía. Sabía que estaba quebrantando unas 50 reglas del colegio. Pero no podía fingir que me importaba, al menos no podía en esos momentos. Hacía demasiado tiempo que deseaba tener un pequeño momento para volver a lo que consideraba mi segunda casa, después de mi cálida madriguera de color amarillo y negro.

El campo de Quidditch de Hogwarts se encontraba bastante alejado del castillo, entre medias de él se dibujaba un gran terreno lleno de subidas y bajadas, poco cubierto de árboles,al contrario de los grandes jardines que se encontraban exactamente en la otra dirección.
Por supuesto, entrenar por la noche estaba terminantemente prohibido.Nada de posar un pie en los terrenos de Hogwarts dadas las diez de la noche. Dada mi condición Hufflepuff no tendía a incumplir las normas de la escuela pero no era capaz de acallar la necesidad creciente que me llamaba a hacerlo.

Mientras andaba con mis ojos fijos en el campo que se dislumbraba a lo lejos (no quería perderme, y mi varita alumbrandome el camino sin camino con el hechizo Lumos no era suficiente, por ello debía poner todos mis sentidos en llegar allí entera) pensaba en que me jugaba unos 70 puntos de mi casa, más o menos y que una buena compañera no pondría por delante sus intereses al de los demás. Esto me hizo estremecerme, además de que una pequeña brisa estaba ondeando por donde pasaba y sentí algo de frío.
No llevaba la túnica del colegio por temor a mancharla para ir mañana a clases, así que había optado por ponerme unos simples vaqueros azules con una camiseta de manga corta (amarilla). Me maldije por no haber pensado en que esto podría pasar. Aún así sabía que no me podia mentir.

- Nosotros también tenemos derecho a equivocarnos... - Era una perfeccionista, sabía que lo estaba diciendo para no sentir remordimientos de conciencia.

Pero no podía evitarlo. Echaba de menos encontrarme allí arriba con mi querida compañera. Solas las dos.

Mi adorada Nimbus 2000 iba colgada de mi brazo. Era casi exactamente igual a como cuando la saqué de su envoltorio en mi primer año de colegio. Mis padres, sabiendo como adoraba aquel deporte mágico, me la regalaron por mi cumpleaños. Toda la mesa de Hufflepuff (podría incluso decir que me miraban raro en las demás mesas) se me quedó mirando con una expresión entre rara y divertida cuando empecé a saltar con ella de un extremo a otro del pasillo entre las mesas y salí gritando del Gran Comedor: - Tengo que probarla ahora mismo! - me reí yo sola ante aquel recuerdo.

- Pronto habrá luna llena... - Alcé la vista al cielo nocturno de Hogwarts y vi la esfera plateada prácticamente completa. En un par de dias, tres como mucho, el lado oscuro de la Luna terminaría de esconderse precipitando inevitablemente la aparición del mío.

Me llevé las manos a la cabeza y me revolví el pelo, no quería pensar en otra noche en la Casa de los Gritos. Una noche seguida de una mañana en la enfermería para las curas pertinentes y alguna poción... la rutina de siempre.

Caminé a través del campo de Quidditch y me senté en una de las gradas inferiores del estadio. Los alumnos no tenían permitido salir del colegio por la noche más tarde del toque de queda pero por mi condición me habían dado un permiso especial para salir que normalmente usaba para sentarme a pensar en el lugar más tranquilo que había en Hogwarts a esas horas.

Sacudí la cabeza para apartar por un momento aquellos recuerdos de mi mente. Me pasaba constantemente. Aunque no era una persona que vivía su vida a través de su pasado, siempre me quedaba ensimismada en lo ya ocurrido. Supongo que era porque no podía mantener la cabeza en blanco.

Me dí cuenta entonces que había llegago a la puerta trasera del campo. Parecía que mis pies conocían el camino solos, porque yo no había prestado ninguna atención al recorrido cuando había empezado a recordar el suceso de mi escoba. Miré el reloj que tenía en el bolsillo. Eran las 11 en punto. Perfecto. Había calculado que atravesar todo aquello me llevaría más o menos eso. Porque una cosa era saltarse las normas y salir del castillo cuando no debía y otra muy distinta era llegar a las 5 de la mañana y que se me cruzara la señora Norris o me pillara la profesora McGonagall. Tenía pensado prácticar con mi escoba una media hora, como mucho una.

Entré al estadio y busqué las escaleras que me llevarían a las gradas, ya que los vestuarios que daban a las puertas de salida de los jugadores cuando había partido estaban bien cerradas.Y el conjuro Alohomora no habría servido esta vez, estoy segura. Estaba todo a oscuras así que pronuncié en voz baja el tan usado hechizo Lumos (que podía ser el hechizo más simple de todos pero era también uno de los más útiles) y las encontré no muy alejadas de donde me encontraba.

- Hoy es mi día de suerte. - sonreí para mi misma a la luz de mi varita.

Subí los escalones con cuídado de no tropezarme. Llegué arriba y salí al exterior. Una agradable brisa (esta vez si que me lo pareció) me dió la bienvenida.

- ¡Por fin! - exclamé entusiasmada al ver como el grandioso estadio se extendía delante de mi, casi llamándome a que lo surcara con mi escoba.

Me monté y casi antes de haberla tocado, ya me encontraba volando en circulos alrededor de aquel terreno majestuoso.