Recuperando la amistad [Danny]

Llevaba unas cuantas horas buscando el árbol adecuado. Miraba por todos lados, a una orilla del río, en la otra, siguiendo su recorrido descendente, llegando hasta los rápidos… pero no había manera de encontrar aquello que necesitaba. De vez en cuando iba entonando también alguna canción para que los pájaros trataran de acompañarme. Era una costumbre, quizás algo estúpida, que había adquirido cuando estaba rodeada de aves. No me gustaba cantar en público, y por ello lo reservaba para momentos de intimidad. Si no, simplemente me limitaba a silbar.

Seguí caminando durante un largo rato hasta que oí algo que no correspondía a ningún sonido animal: pisadas humanas. Busqué el origen de este sonido, encontrándome para mi sorpresa una persona conocida sentada en una roca de la otra orilla. Era Finnick, uno de mis mejores amigos que había tenido la suerte de encontrar en Hogwarts. Alegre, me apresuré a saludarle:

- ¡Hola! - grité, tratando de que me oyera pero... no hubo respuesta alguna. Al fijarme bien, me di cuenta de que tanto la distancia, como el ruido del agua, como el hecho de que se hallaba dibujando, le impedirían si quiera darse cuenta de que estaba allí, así que me busqué un sitio por el cual poder pasar al otro lado de manera relativamente fácil y sin mojarme. Lo encontré en unas rocas que atravesaban el caudal del río, empezando a saltar de una a otra con algo de cuidado pero bastante agilidad hasta que…
Mierda, se me resbaló un pie.

Por suerte, conseguí mantener el equilibrio lo justo para aterrizar al otro lado, pero casi acabé encima de su caballete. Frené justo a tiempo para darme en la cabeza contra una rama. Genial.

- Auch – me quejé, sintiéndome estúpida y torpe a partes iguales. Antes no me ocurrían esas cosas – Hola... – saludé mientras me tocaba la frente y me las apañaba para sonreírle a pesar de mi incómoda “entrada triunfal”. Pff... dónde quedaría mi control de los actos y emociones...

Noté la mirada de Finnick recorriéndome y me pregunté si tendría algo extraño, por ello descendí la mirada para encontrarme cubierta de ramitas y algunas hojas. Fruncí el ceño ¿Tanto había perdido la práctica desde la última vez que me interné en un bosque? Recordaba la de veces que me había escapado a uno cercano del reformatorio, la manera en la que siempre había logrado moverme silenciosa e imperceptible… Suspiré y empecé a sacudirme los pantalones.

- Oh sí, no puedo evitarlo, me encanta eso de ser el centro de atención – respondí, aunque era evidente por mi tono de voz que era totalmente mentira. No había nada que odiase más que llamar la atención, a pesar de que me diese igual lo que la gente pensara de mí. Total, ¿quiénes eran ellos para juzgarme…?

Cuando creí que estaba más o menos libre de ramas y derivados, al menos hasta donde yo veía, alcé de nuevo la mirada hasta aquellos azules y brillantes ojos que Finnick poseía.

- ¿Qué haces por aquí? – indagué, recordando entonces la presencia del caballete a mi lado – Bueno, ya, pregunta tonta. Estás dibujando – me contesté a mí misma, rodando los ojos. Él siempre había tenido una habilidad especial para la pintura, algo que yo admiraba. Sus cuadros sencillamente me fascinaban, y por eso pregunté en seguida: ¿Puedo ver?

Sabía que algunos pintores no gustaban de enseñar su obra antes de que esta estuviera acabada, y como nunca había visto a Finnick pintando, no sabía si él tendría esa misma costumbre.

A pesar de que creía haberme librado de todo cuanto me había caído encima en mi paseo por el bosque, Finnick acabó por quitarme otra ramita del pelo. Por su sonrisa se podía ver lo divertido que le parecía mi torpeza, y acabé por sonrojarme mínimamente mientras fingía un mohín de disgusto que quedó más infantil de lo que me hubiera gustado. Luego me abrazó levemente y yo, para una mayor mortificación mía, me estremecí un poco. ¿Pero se podía saber por qué me pasaba eso? Esperaba que fuera porque no estaba demasiado acostumbrada a los comportamientos amables y no porque fuera él quien lo hacía.

- Lo sé, sólo ironizaba – me expliqué, soplando a un mechón de pelo que caía sobre mis ojos para retirarlo. A veces la gente no captaba mis sarcasmos por la seriedad con la que los decía.

Luego me guió hasta lo que se hallaba dibujando para mostrármelo, colocándome frente al caballete. Pude notar por un momento su inquietud, pero apenas la grabé en mi memoria, pues al instante ya me había separado de él para mirar más detenidamente cada trazo pincelado en el lienzo. Observé desde un lado y desde el otro, probando ángulos para captar los diferentes efectos de luz que Finnick estaba comenzando a darle a la composición. No entendía mucho de pintura, pero si tenía claro cuando algo me gustaba, y ese cuadro, definitivamente, caminaba en aquella dirección.

Cuando pasaron algunos minutos en los cuales contemplé en silencio lo empezado, me giré hacia él con una amplia y sincera sonrisa dibujada en el rostro: - Quiero verlo acabado, y sólo entonces te diré que opino – concluí, y aunque mi brillante y emocionada mirada hablaba por sí sola, iba a mantener mi palabra. Quería ver a Finnick transmitiendo sus sentimientos al lienzo, verlo concentrarse y tratando de expresar con un pincel lo que su inspiración guardaba – Sé que un cuadro difícilmente se termina en un día, pero aún así… me gustaría poder observarte mientras lo pintas. Si me lo permites, claro - le pedí, mis ojos sobre los suyos mientras esperaba su respuesta.

- Bueno, eso lo descubriremos cuando lo termines – respondí con algo de gracia. Sin embargo, dudaba seriamente que mi opinión no fuera buena, por alguna extraña razón sabía que en ese cuadro Finnick iba a lograr plasmar lo que su alma quería expresar. Había pintores que trabajaban por dinero, volviendo su arte algo comercial, pero él… él no, él ahora mismo lo estaba haciendo por el simple placer de disfrutar creando una pintura, poniendo una parte suya en el proceso. Esperé expectante mientras se alborotaba el pelo, pensando que era bonito cómo los rayos del sol sacaban reflejos dorados de este. Finalmente, obtuve la contestación que quería y, aunque por un momento estuve tentada de agradecerle vivazmente su permisión, decidí controlarme un poco. No debía ir expresando tan a la ligera cada mínima emoción que me recorriera… ¿verdad?

Me senté donde me indicaba y subí las piernas también a la roca, apoyando los brazos sobre las rodillas y a su vez colocando la barbilla sobre estos: No se me da muy bien eso de hacer monólogos, pero pf… intentaré no ser una estatua humana – acepté, pensando qué contarle para tratar de cumplir su pedido. No era lo mío eso de decir cosas personales, no me gustaba hablar de mí, así que los temas de conversación se reducían bastante. Además, verlo dibujar era tan hipnotizante que me costaba pensar si quiera para no perderme nada – Eh… ¿sabes? Había venido buscando madera, pero creo que lo que encontré es aún más interesante – comenté, y era cierto. Buscar el árbol adecuado para lo que quería era un aburrimiento, pero ver la fluidez con la que Finnick movía el pincel por el lienzo era impresionante. Quizás luego me diera un poco de rabia cuando llegara a Hogwarts sin lo que había ido a buscar, pero tenía claro que me iría con una buena experiencia grabada en mi memoria.

Decidí que aquella postura que había cogido no era tan cómoda como había pensado, así que me las apañé para poder tumbarme boca abajo, apoyándome en otra roca más, y mirar a la vez cómo Finnick iba dándole forma a aquel paisaje que yo había percibido desde el principio. Me hallaba tan ensimismada en cada pincelada que apenas noté cómo me observaba; pero cuando escuché su comentario, mis ojos se dirigieron al instante hacia a él. No llegué a captar su mirada, pero quizás fuera mejor, porque la turbación se reflejaba claramente en mi rostro. ¿Por qué habría dicho eso?

Quise responder algo, quitarle hierro al asunto; pero tras abrir los labios sin que ningún sonido escapara de ellos, volví a tratar de centrarme en cómo dibujaba. Sin embargo, desde que Finnick había hecho ese comentario fijarme en el cuadro parecía menos importante, en cambio ahora observaba el gesto de concentración que hacía cuando trazaba alguna línea especialmente compleja, ya fuera por su ángulo o su sutileza, o también en cómo sus dedos se movían hábilmente para completar algún árbol. Por suerte, me obligué a mirar de nuevo el lienzo justo cuando él volvía a dirigir la mirada hacia mí. No debería haberme distraído ¿se me habría caído el control de emociones al río? Porque de ser así debía ir ahora mismo a buscarlo. Merlín…

- Eh… no, ni siquiera necesitaría la madera ahora que estoy en un colegio de magia – respondí, riendo un poco - aunque realmente sé hacer buenos fuegos a la manera muggle. Eso de tener amigos pirómanos tiene sus ventajas…- bromeé, pensando en que verdaderamente era así como había aprendido – Y… buscaba madera para hacer un arco, porque no me dejaron entrar el mío a Hogwart.

Esa había sido una de mis mayores pérdidas, más allá del alcohol en mi maleta o algún objeto peligroso como la navaja que me había adjudicado nada más volver al reformatorio por segunda vez. El arco que me había regalado mi profesor de gimnasia al tercer año de entreno con él había sido una de las mejores cosas que nunca me habían dado. No había sido nuevo, la cuerda a veces se destensaba e, incluso, algunas astillas se me clavaban de vez en cuando en los dedos; pero para mí había sido perfecto. Con él había aprendido y ahora… ya no estaba. Al pensar en ello bajé la mirada sin darme cuenta.

- Sí, eso es lo que pretendo, hacerlo ya dentro del colegio para que nadie sepa de su existencia. De todos modos, tengo localizados en un libro algunos hechizos de ocultación que pienso aprender para ayudarme a ocultar el arco – respondí, aún con la mirada agachada mientras sin darme cuenta trazaba con un dedo figuras informes en la arena frente a la roca. Por esta razón no me di cuenta ni de que Finnick dejaba de pintar, ni de que se echaba hacia atrás para mirar su cuadro, hasta que ya lo tuve en frente mío. Alcé la mirada hasta sus ojos y me sentí cohibida. Pero…¿por qué? ¿Por la cercanía o porque era él? Ni sabía que había retenido la respiración hasta que se alejó y exhalé el aire contenido en algo similar a un suspiro de alivio. Habiéndome criado en un ambiente donde los sentimientos no existían y sólo las acciones, únicamente era habilidosa en anular cualquier emoción. Pero parecía que con él ni eso podía hacer.

Lejos de toda cavilación sobre ese tema, me ilusionó bastante, para qué negarlo, que quisiera que le enseñara a utilizar el arco. Por ello volví a sonreír casi sin darme cuenta.

- ¡Claro! – exclamé alegremente, dejando caer la cabeza sobre la roca al instante siguiente, resignándome a que aquel no era mi día para mostrarme seria. Por suerte Finnick volvía a estar concentrado en el lienzo, y yo hice lo mismo, dándome cuenta de que… Wau, si que había avanzado en ese poco rato que había estado distraída… ¡Y le estaba quedando genial! Casi expresé eso en voz alta, pero me contuve justo a tiempo para cumplir con lo que había dicho de opinar únicamente cuando el cuadro estuviera terminado – Tú tendrás que enseñarme entonces a pintar, porque lo mío no son los pinceles… me va más un simple lápiz sin color y sin complicación - expliqué, encogiéndome de hombros.

Sonreí un poco ante su ofrecimiento. Realmente había pensado llevar todo ese tema del arco yo sola, como algo personal que nadie más iba a saber. Pero desde el momento en el que me había encontrado con Finnick, ese secreto se había acabado, pasando a incluirle a él también. Era una tontería pero… estaba tan acostumbrada a mi soledad que compartir algo tan insignificante como aquello me parecía más de lo que era. Extrañamente, no acababa por disgustarme la idea

– Me vale, así practicaremos juntos – respondí, ampliando la sonrisa aunque sabía que no podía verme mientras dibujaba como ahora. Noté que parecía empezar a cansarse mientras un leve matiz de ansiedad por conseguir algo aparentemente inalcanzable se reflejaba en su mirada. ¿Qué buscaba plasmar? Desde donde yo veía, el cuadro estaba perfecto, pero él, como autor, anhelaba expresar algo que para el resto pasaba desapercibido. ¿Y decía que no era un experto?

- Tú eres tan bueno pintando como yo con el arco – respondí, correspondiéndole la sonrisa de manera enigmática. Quizás él no lo hubiera notado, teniendo en cuenta que nunca me había visto disparar, pero acababa de hacerle un cumplido. Modestia aparte, consideraba que mi puntería con las flechas era casi perfecta, y en consecuencia, consideraba lo mismo respecto a su habilidad con el pincel.

Luego me hizo notar aquel punto y yo resoplé divertida.

- Bueno, sí, si no tuviera color no se vería – contesté – pero sabes que me refería al lápiz gris que se ha usado toda la vida para escribir. Ese no tiene complicación de uso.

Miré entonces con calidez a sus ojos agotados y añadí: ¿Por qué no te sientas un rato? Quizás necesites dejar a tu musa un poco tranquila antes de continuar. Has pintado mucho.

Tenía ganas de ver el resultado final, por supuesto, de observar de cerca y al detalle cada pincelada, pero prefería esperar a que Finnick descansase y terminase el cuadro en todo su esplendor que lo hiciera a duras penas sólo por seguir con mi pedido.

Finnick se sentó a mi lado… o bueno, no era ese el término totalmente apropiado, pero el caso era que nuestras caras habían quedado a la misma altura aunque de maneras totalmente diferentes, porque yo estaba tumbada y él erguido. Así se me hacía raro mirarle, quizás demasiado próximo.

- No dudo que con un lápiz se puedan hacer cosas maravillosas, pero no será en mis manos – respondí a su vez, mirándole desde aquella extraña posición – Y si dices que me enseñarás a qué te refieres… significa que realmente admites que haces cosas fantásticas a la hora de dibujar – señalé entonces, sonriéndole divertida.

Coloqué entonces los brazos a modo de almohada, apoyando una mejilla en ellos para estar más cómoda. Aquello era relajante, con la suave música del agua, la fresca sombra de los árboles, el lejano canto de los pájaros… incluso podría llegar a dormirme, pero no era plan. Si hubiera estado sola no habría dudado en echarme una siesta, pero en presencia de Finnick no me parecía ni si quiera de educación. Aunque… ¿cuándo me había preocupado yo por la educación? Bah, qué más daba, no me parecía adecuado y punto.

- Yo más que de pintar, porque parece que ese don te lo llevaste tú solo, soy de cantar – confesé, únicamente por decir algo en aquel silencio que se había formado – quizás por eso me gusten tanto los pájaros. Siempre están entonando alguna melodía, aunque admito que ante todo envidio su libertad – al desvelar aquello, sonreí un poco y alcé la mirada al cielo, observando las esponjosas nubes blancas que se deslizaban por este. Siempre me había preguntado cómo se sentiría el atravesarlas, cruzar entre ellas antes de sobrevolarlas y ver ese mar de imaginarias olas cargadas de espuma. Antes esa posibilidad me era inalcanzable, pero en aquel mundo de magia donde todo era posible las oportunidades se habían abierto ante mí.

- ¿Sabrías expresar la libertad en un cuadro? - pregunté al cabo de un rato en un suave tono de voz, como si tuviera miedo de estropear la calma establecida. Mi vista seguía perdida en la inmensidad azul.

Cuando Finnick volvió a hablarme, bajé la mirada del cielo para verle a él. Sin embargo, no fue algo necesario, ya que aún seguía con los ojos cerrados, relajándose. Desde mi ángulo de vista lo único que podía ver de él era su perfil, perfectamente armonioso, por cierto; sobre el cual caían algunos mechones de su pelo dorado. Si me fijaba bien podía ver que hasta sus pestañas poseían ese color del oro, razón por la que pasaban desapercibidas a no ser que te fijases detenidamente en ellas.

- Como quieras, entonces. Aunque no me importaría verlos hecho por ti – respondí, encogiéndome de hombros aunque no pudiera verme – Y… no sé, tendría que probar más en serio.

De pronto un alboroto en la copa de los árboles me hizo alzar la vista hacia allí, buscando el origen de ese ruido. Aparentemente eran un par de pájaros peleándose, y fruto de ese enfrentamiento, una pluma blanca descendió hasta posarse en la cabeza de Finnick sin que este se diera cuenta. Sonreí un poco y se la quité con cuidado, mirándola detenidamente para tratar de adivinar de qué pájaro sería.

- Una pluma – dije sencillamente, girándola entre mis dedos. Era suave, no demasiado grande, por lo que el pajarillo que la había perdido tampoco lo sería. Escuché mientras tanto a Finnick hablar: Tampoco he tenido oportunidad de decírtelo – respondí, sabiendo que quizás ni con esas lo hubiera sabido. No solía ir desvelando por ahí que me gustara cantar, porque lo consideraba algo relativamente fuera de lugar en alguien como yo. Prefería mantenerlo en secreto – Pues… nunca se me ha dado eso de cantar en público – y era cierto. Aunque en el reformatorio había estado en un grupo de música las mejores canciones siempre me salían cuando estaba yo sola, alejada de todo ser que no fuera algún ave de las que tanto me gustaban – mi sueño es poder hacerlo como un pájaro, libre, en las alturas, únicamente rodeada de nubes o sobre algún altísimo árbol - sonreí - sé que suena irreal, pero tengo toda la intención de lograrlo.

No pude evitar reírme un poco ante lo fácil que había cedido Finnick a mi interés por ver cosas dibujadas por él. Realmente yo no solía exigirle nada a nadie, y por ello no me hubiera importado que se negara; sin embago resultaba agradable ver lo dispuesto que parecía para contentarme. Muy pocas personas se mostraban tan atentas conmigo a no ser que buscaran algo a cambio: Me empiezo a sentir como si hubiera frotado una lámpara mágica y me hubiera encontrado con un genio – bromeé, sonriendo divertida - ¿También tengo un límite de tres deseos? Porque de ser así me gustaría aprovecharlos bien.

Luego asentí con la cabeza mientras me giraba y me tumbaba de espaldas sobre la roca: Me parece bien, yo trataré de tenerlo lo antes posible – contesté, girando el rostro para poder mirarle, de manera que mi pelo resbaló por la piedra y por poco no rozó el suelo, cayendo en cascada. De todos modos, tampoco me importaba, ya que de ser así no me hubiera tumbado despreocupadamente como si ni más ni menos me hallara sobre un cómodo sofá o una cama - así que sólo faltaría acordar día y lugar.

Por un momento nuestras miradas se cruzaron, pero luego él volvió a mirar hacia delante y yo alcé la vista nuevamente a las alturas, sonriendo para mí misma – Sería un bonito reto – respondí, colocando de manera distraída la pluma frente a mis ojos, de manera que su blanco contrastaba con el azul del cielo y se difuminaba en la claridad de las nubes - ¿Pero serías capaz de lograrlo?

Cuando Finnick comentó que en vez de toparme con un genio me había encontrado con un loco, mi corazón se encogió un poco por la pena. No entendía como nadie había sido capaz de meter a alguien tan bueno como él en un manicomio. No se lo merecía, había sufrido una injusticia muy cruel. Yo en parte comprendía mi internamiento en un reformatorio, pero él… ¿cuál había sido su error? ¿Ser mago? : Pues ojala hubiera más gente igual de loca que tú – respondí a su vez, pensando en la cantidad existente de gente malvada pero teóricamente cuerda.

Luego me recordó lo de los hechizos de ocultación, aunque realmente no los había olvidado, simplemente había creído que los aplicaríamos ya con el arco terminado. Sin embargo, tampoco me molestaba la idea de quedar dos días con él, podría ser… divertido.

- Sí – contesté entonces, sonriendo un poco – sólo pensé que haríamos las dos cosas juntas, pero por separado también está bien. Además, eso de la comida suena interesante.

Y de pronto, sin haberme dado tiempo a responder a su siguiente pregunta, Finnick tocó mi hombro y nos desapareció de allí. La sensación de vacío que experimenté al momento siguiente me abrumó, sobre todo al mirar hacia abajo y darme cuenta de que nos había aparecido en la copa de un altísimo pino, dejándonos sentados sobre una de sus ramas. Sobre nuestras cabezas el inmenso cielo azul nos recibía, cortándome por unos instantes la respiración ante tal inmensidad.

- Oh, dios, esto es… alucinante – murmuré, con la impresión reflejada en mi mirada mientras observaba hasta donde mi vista alcanzaba, que era mucho teniendo en cuenta la altura del árbol. Casi parecía haber escogido uno de los más grandes, ya que bajo nosotros las copas de los más pequeños oscilaban al viento. Y si cerraba los ojos como ahora hacía y me concentraba sólo en el susurro de las hojas, prácticamente podía creerme libre. Total y completamente libre.

Inspiré profundamente el aire fresco y abrí los ojos, fijándolos en Finnick mientras mi corazón latía cargado de la alegría y la emoción del momento: No tengo palabras – susurré, cohibida – todo esto es tan… - ni siquiera sabía como expresarme ¿Cómo hacerlo? Sonreí apenada – muchas gracias por el gesto, de verdad.

Cuando Finnick dijo aquello mis mejillas enrojecieron un poco, por lo que agaché la mirada para disimular. Sin embargo, quizás no fuera tan buena idea, ya que la altura era tal que casi me mareé al ver el suelo. Por suerte yo ya había escalado alguna vez por los árboles, aunque nunca había llegado tan alto. De todos modos, apoyé una mano en la rama para sujetarme por si acaso.

- Aún así… darte las gracias es mostrarte que de verdad aprecio lo que haces – respondí – Además, ya que yo aún no he hecho nada por ti, agradecerte es lo mínimo que puedo hacer.

Aquello era cierto, Finnick siempre trataba de agradarme pero… ¿qué había hecho yo por él? Nada, al menos no conscientemente. El problema era que tampoco sabía qué podría gustarle. Entonces, me recordó lo de cantar, y yo miré mis pies colgando en el vacío. Cantar… no era gran cosa para compensar todo, pero por algo se empezaba. Sin embargo, aquella petición me cohibía un poco.

Suspiré profundamente: Bueno… lo puedo intentar – cedí, mordiéndome el labio inferior con nerviosismo mientras pensaba qué podría cantar. Oh, vamos, ¡no podía ser tan difícil encontrar una melodía cualquiera..! Pero sí, lo era.

Finalmente, cerré los ojos para aislarme de todo cuanto me rodeaba, principalmente de él y de aquella cercanía que tanta confusión me causaba, y comencé a entonar una canción cualquiera:

Are you going to Scarborough Fair?
Parsley, sage, rosemary and thyme
Remember me to one who lives there
He once was a true love of mine

Bien, no era la mejor elección pero… mis ideas no habían dado para más. Por otro lado, la melodía era suave y armoniosa, y concordaba bastante bien con el tono de mi voz. No tenía problemas en llegar a las notas más altas o complejas. Además, había dejado que mi mente vagase en la brisa que danzaba a nuestro alrededor, de manera que podía imaginarme sola en medio del cielo.

Tell him to make me a cambric shirt
Parsley, sage, rosemary and thyme
Without any seam nor needlework
And then he'll be a true love of mine

Have him to find me an acre of land
Parsley, sage, rosemary and thyme
Between the salt water and the sea-strand,
For then he'll be a true love of mine.

Y la última parte... Si hubiera tenido una guitarra o un piano la grandeza de la música habría sido mayor, pero me tenía que conformar con mi voz para hacer la melodía de fondo.

Are you going to Scarborough Fair?
Parsley, sage, rosemary and thyme
Remember me to one who lives there
He once was a true love of mine

Cuando terminé, permanecí unos segundos con los ojos cerrados, volviendo a centrarme en que estaba sobre una rama y no flotando cual nubecilla por ahí; aunque ahora que regresaba a la realidad y al hecho de que acababa de cantarle a Finnick, no me hubiese importado ser parte del cielo y camuflarme. Ah, dios, tendría que haber pensado mejor…

Le miré con algo de timidez: Bueno… no es gran cosa. Me he limitado a cantarte una parte de una canción tradicional inglesa, Scarborough Fair – le expliqué – La letra me gusta bastante: relata la historia de una joven que ha sido abandonada por su pareja, pidiéndole al que escuche la canción que vaya a la Feria de Scarborough a decirle a su antiguo amado que si quiere volver con ella debe hacer una serie de cosas imposibles. Hay más, pero yo sólo he dicho dos: que le haga una camisa sin costuras y que le consiga un acre de tierra entre el agua y la arena de playa - al terminar de hablar, una sonrisa se dibujó en mis labios, aunque no supe exactamente por qué. Quizás fuera por la inseguridad y los nervios que estaba sintiendo.