Buscando libros

Ingresé en Flourish y Blotts para comprar los libros que necesitaba para el año escolar. Miré las estanterías, repletas de volúmenes de distintos tamaños y colores. Los títulos anunciaban las más diversas clases de cosas, desde libros de historia hasta infantiles.
Uno en particular me llamó la atención: era de color negro, y no llevaba nada escrito en el lomo. Me acerqué lentamente, y estiré la mano, dispuesta a tomarlo.

Estaba a punto de tocar aquel libro que tanto me atraía, cuando alguien chocó contra mí, haciendo que perdiera el equilibrio. Me balanceé sobre mis pies y logré no caerme, pero me encontraba un poco aturdida.
Cuando la dependiente dijo mi nombre, entonces pude volver a concentrarme.

- ¡Alexandra! - exclamé, todavía un poco mareada. Parecía que aquel libro tenía algún conjuro de esos que ella había nombrado, o, tal vez, el golpe había sido más fuerte de lo que creí.

- No sabía que trabajabas también aquí. - comenté, olvidando su pregunta.

- ¿Eh? - pregunté, confundida, y me sostuve la cabeza con la mano. Respiré hondo, y luego de unos segundos logré estabilizarme. - Sí, ya estoy bien. - respondí finalmente, sonriendo, como era mi costumbre.

- ¡Vaya! Así que, ¿en muchas tiendas? Bueno, será que no podré librarme de ti. - dije en tono bromista, para demostrarle que realmente estaba bien.

Me sorprendí cuando me dijo los lugares en los que no trabajaba, porque eran la gran minoría.

- ¿Qué? ¿Eh? - pregunté confundida cuando me hizo esa pregunta. - ¡Ah, sí! - entonces recordé por qué había ido a ese lugar. - Eso es exactamente lo que busco. - confirmé.

Vino a mi mente la imagen de aquel libro extraño que había estado a punto de tomar, e, involuntariamente, me volteé a ver el estante en el que se encontraba, pero el lugar en donde debería estar se hallaba vacío.

Pestañeé sorprendida, diciéndome que no tenía importancia, y volví a mirar a Alexandra.

- ¿Libro Invisible de la Invisibilidad? - pregunté, curiosa y divertida. - No suena a algo muy útil.

- ¡Ah, muchas gracias! - exclamé, al tiempo que me entregaba los libros.

Era una pila enorme, y no sabía cómo iba a hacer para poder sostenerme en pie siquiera, mucho menos como caminaría llevándola, pero entonces recordé que estaba en el callejón Diagon. No había muggles allí, y estaba permitido hacer un poco de magia, aún siendo menor de edad. Le apunté a la pila de libros con la recién adquirida varita, encogiéndola hasta el punto en el cual su tamaño y peso era llevadero.

Luego, saqué de mi bolsillo el monedero ampliado mágicamente, y saqué de él los 50 galeones.

- Aquí tienes, Alex. - dije, entregándole el dinero. - ¿Puedo llamarte Alex? - pregunté, un poco preocupada, no vaya a ser que se molestara.

Me relajé, y luego volví a sonreír.

- Muy bien, Alex, creo que sí, nos veremos en otra tienda. - saludé, alejándome hacia la puerta con los ahora minimizados libros.

Abrí la puerta de la tienda, mirando de reojo antes de salir hacia el estante donde había estado el Libro Invisible de la Invisibilidad, y me sorprendí al ver que volvía a encontrarse allí, como una ilusión óptica, haciéndole burla a mi cordura.