Por fin habían terminado las clases de ese día, cansada, había decidido salir a dar un paseo, le gustaba dar largos paseos para relajarse, pero al acercarse al lago, no pudo evitar querer acercarse y subir a su árbol favorito.
Cuando llegó, haciendo gran demostración de su torpeza, tropezó con una raíz algo salida y estuvo a punto de caer, sin embargo, por suerte, consiguió agarrarse al tronco.
Observó las ramas del árbol y alzó sus manos, poniéndola sobre uno de los robustos troncos de madera, probó a impulsarse, pero aquella estúpida herida le entorpeció y le hizo caer al suelo, esta vez sin poder evitarlo.
Observó de nuevo el árbol y suspiró. Genial, no podía trepar hasta que su mano estuviese recuperada, se sentó con la espalda pegada al árbol, se abrazó las piernas y escondió el rostro entre sus brazos.