Los muggles dicen muchas tonterias pero hay una cosa que es cierta, que cuando tienes lo que quieres ya no lo quieres, y es lo que me paso cuando descubri que podia entrar en hogwarts. Siguiendo ese gran consejo que nos proporcionaron nuestros amigos inutiles sin varita decidi ir a las calles de londres haber si algun filosofo callejero soltaba algo por esa boca que nunca habia hablado de magia. Londres no estaba mal como ciudad, habia magos pero siempre preferiria mi amado Hogsmade aunque se pasara de rutinario e insulso. Siempre me hubiera gustado que hubiera una gran ciudad magica y no tener pueblos sosos para habitar. Cogi un mapa que en realidad era de una ciudad llamada Tanger que me habia encontrado en el suelo y empecé a mirarlo con aire de turista para que no sospecharan de que pasara un tiempo parada en un lugar o que recorriera una zona 5 veces mientras prestaba atencion a alguna conversacion. Cuando ya anochecia me seente en un escalo me quite las zapatillas que me apretaban los pies y empecé a hacer fuegos fatuos enanos para divertirme cuidando de que ningun muggle me viera.