Comprando un....

Estaba terminando de limpiar la tienda, solo me faltaba devolver algunas jaulas a su lugar, y mi aspecto no era para nada elegante. Tenia puesto un viejo oberol, con las rodillas desgastadas y varias manchas cuyo origen es, cuanto menos, dudoso lo "adornaban". El pelo, que llevaba atado para mayor comodidad, estaba bastante sucio y tenia una pequeña mancha de barro en la cara.
Al escuchar entrar un nuevo cliente a la tienda, me arregle lo mejor que pude antes de salir del deposito. Claro que sin espejos era dificil que viera la mancha en mi cara y con el oberol no podia hacer nada.
- ¿En que puedo ayudar... te? -
Cuando me di cuenta que era Alex quien habia entrado quise que la tierra me tragara, no podia permitir que me viera metida en esta cosa.

No podia creerlo no solo tenia que atenderla en este estado deplorable, sino que ademas estaba limpiando una mancha en mi cara. El momento tierra tragame quedaba ofialmente abierto hasta nuevo aviso.
- Una desicion genial, sin duda -
Sumamente incomoda por la situacion me dirigi hacia la jaula del fenix que Alex habia señalado rascando mi nuca en un gesto inconsiente.
Con cuidado tome la jaula entre mis manos, no queria asustar al ave, que miraba atenta todo lo que estaba sucediendo. Parecia interpretar el intercambio y eso la habia puesto un poco nerviosa.
- No te preocupes, dale tiempo a que se acostumbre a la situacion. Este ave en particular lleva bastante en el local, pero se adaptan rapido -
Le comente a Alex al ver el aleteo apresurado del ave dentro de la jaula.
Seguia sin poder quitarme la vergüenza de ensima, pero ya podia disimularla un poco mejor. O eso creia yo, ya que no podia contrar mi mano que a cada rato viajaba a mi nuca.

Noté que Kiara se había avergonzado por mi gesto, así que procuré no incomodarla más y presté atención a lo que me decía sobre el fénix.
Cuando lo trajo hasta mi y lo observé encerrado en aquella jaula no pude hacer otra cosa si no abrírsela con sumo cuidado. Yo había trabajado en una tienda de lechuzas, así que más o menos sabía lo que hacía.

Mirando al fénix a los ojos metí la mano con suavidad en la jaula y acaricié su cálido plumaje.

- No te alteres, Osiris, te voy a tratar muy bien - le prometí, diciéndole ya el nombre que había pensado - Y estoy segura de que nos llevaremos muy bien.

Él me miró atentamente, parecía notar mis buenas intenciones, y lentamente se fue tranquilizando.
Cuando vi que ya estaba totalmente calmado, retiré la mano de la jaula y dije:

- Sal, conmigo no estarás nunca encerrado.

Así, el fénix que ahora se llamaba Osiris aleteó un poquito y salió de la jaula, volando majestuosamente por el techo de la tienda. Luego se detuvo y se posó sobre mi brazo. Tenía cierta afinidad con los animales.
Sonreí y miré a Kiara.

- Si quieres te acaricio a ti también a ver si te calmas - bromeé, viendo que no cesaba de rascarse la nuca.

- ¿Cuánto es?