Dando el paseo prometido [Sirius]

Sonreí, recordando viejos tiempos.

- Porque ella cambiaba muy amenudo su color de pelo - respondí - Y siempre jugaba a transformarse en cosas graciosas para divertirnos.

Observé que Sirius parecía llevarse bien con Tonks.

- Bueno, pero yo es que, sin ofender, considero una estupidez estar mostrando mi habilidad - respondí - Prefiero aprovecharla para casos importantes, además de que me resultará más útil si nadie la conoce.

- Porque yo también puedo hacer esas cosas - añadí mientras señalaba mi cabeza, sobre la cual habían aparecido unas peluditas orejas de gato - ¿Ves?

A la misma vez, mis pupilas se habían alargado como las de un felino.

- Es cierto - le di la razón - Tiene mucha más utilidad si nadie sabe que lo puedes hacer, porque así nadie sospecharía ¿no?

Entonces, cuando vi cómo unas orejitas de gato salían de entre el pelo de Alexandra, abrí la boca asombrado.
Además, al mirarla a los ojos me di cuenta de que eran como los de un felino.

- Es genial - dije con emoción - ¿Qué mas sabes hacer?

No quería pensar en lo adorable que se veía Alex con orejitas, sin embargo al cabo de unos segundos no pude evitar acercarme a ella y acariciárselas.

- Qué suaves - comenté riendo.

- Exactamente - asentí - Si nadie lo sabe, nadie podrá pensar que es una transformación cuando me vean.

Y, estaba por responderle en qué más cosas me podía transformar cuando Sirius se acercó a mi y me comenzó a acariciar las orejitas.
Estuve a punto de ronronear como un gato, pero me contuve. En cambio, me estremecí de lo agradable que se sentía aquello.

- ¡Deja de hacer eso! - me quejé ruborizada.

Noté como Alexandra se estremecía y reí por ello.

- Así que eres como un gatito ¿eh? - le pregunté divertido - Qué mona - sonreí, acariciándole una vez más la orejitas antes de dejarla como quería.

Hice un infantil mohín de disgusto.

- Jo, es que no esperaba que hicieras eso - le dije - Si no habría tomado el cuidado de que las orejas no se sintieran como las de un gato.

La miré sin entender.

- ¿A qué te refieres con eso? - le pregunté.

- A que puedo cambiar la esencia de mis transformaciones - respondí y añadí, suponiendo que no me había entendido: Me refiero a que si yo no quiero que cuando me acaricien las orejas sienta lo mismo que un gato, no ocurrirá, puedo hacer que sea exactamente como si llevase un disfraz.

- Impresionante - dije sorprendido - No sé si Tonks podía hacer eso... - comenté.

- ¿Puedes hacerme otra demostración? - le pedí con ilusión.

Asentí, sonriendo.

- A ver... - dije, pensando en que me podría transformar - ¡Ya está!

Una vez hube elegido lo que quería me concentré y lentamente mis manos se fueron volviendo grises, plateadas, brillantes... hasta que fueron de acero.
Se las mostré.

- Esto es bastante práctico - comenté - pero no te consejo que recibas un puñetazo mío así - bromeé, riendo.

Le cogí las manos. Era exactamente como coger el metal.

- Pero... ¿me sientes cuando te toco así? - le pregunté, pasando un dedo por el frío acero que eran sus manos.

Hice un leve encogimiento de hombros.

- No - respondí - Me siento extraña cuando me transformo en algo inanimado, pero puedo darle algo similar a la "vida".

Moví los dedos, algo que hubiera sido imposible si hubieran sido de verdadero metal.

- Por ejemplo, yo ahora si te siento, aunque tú aún notarás mis manos como si fueran de metal, quizás más cálido, pero metal - le dije - Esto es porque lo he adaptado a mí.

- No sé como explicártelo...

Tenía razón, yo seguía notando el metal, aunque un poco más cálido. No acababa de comprender el porqué, pero más o menos lo entendía.

- ¿Eso quiere decir que te puedes transformar, por ejemplo, en un árbol? - le pregunté realmente intrigado - ¿O en un libro?

Devolví mis manos a su estado original, sin darme cuenta de que Sirius aún las tenía entre las suyas.

- En teoría, al menos en árbol si podría transformarme - respondí, sonriendo - Pero nunca me he animado a hacerlo, me da algo de miedo no poder revertir la transformación... Sólo lo he hecho parcialmente.

- En libro ya... no lo sé, porque es algo sin vida, y tendría que lograr que la tuviera - comenté - No es algo fácil.

- Claro, tiene que ser difícil - admití - Pero es muy emocionante que puedas hacerlo - sonreí.

- Aunque... pensándolo bien, no me conviene en absoluto que una mortífaga sea capaz de hacer eso - comenté.

Aún seguía cogiendo las manos de Alex sin darme cuenta.

Fruncí el ceño por su comentario y retiré bruscamente las manos, apartando el rostro hacia otro lado, molesta.

- Vaya, gracias por la muestra de confianza - le dije dolida.

Me sentí realmente mal cuando me di cuenta de lo que había dicho.

- Alex, lo siento... - me disculpé, abrazándola - Soy imbécil, no tengo cuidado con mis palabras.

- Sabes que yo confío en tí, no lo dije por eso...

Dejé que me abrazara, pero no se lo correspondí.

- El problema es que sí lo dijiste por eso - respondí tristemente - En el fondo piensas que haré lo que me mande el Lord sea lo que sea, incluso si eso te perjudica.

Sabía que había molestado a Alex, pero tampoco era justo que desconfiara así de mí.

- Eso no es cierto - le rebatí, separándola de mí lo justo como para mirarla a los ojos - Sé que no me harías daño por tu propia voluntad, sólo que... no siempre se puede elegir.

Entonces la volví a abrazar, pero esta vez más fuertemente. No sabía a quien le estaba dando apoyo, si a ella o a mi mismo.

- ¿Por qué tendrías que haberte unido a ellos? - pregunté para mí - Tú eres buena, no sé que haces allí...

Finalmente le correspondí el abrazo.
No le respondí a su pregunta, ya que parecía estar más dirigida a él mismo que a mí, además de que días atrás ya le había dicho la razón. Sin embargo, no pude evitar pensar que en verdad no era tan buena como él creía, y que quizás tuviera razón al desconfiar de mí.

Suspiré tristemente.

Noté su tristeza.

- Ay, vamos, no te pongas así - le pedí - Que me apenas entonces a mí - bromeé, aunque era cierto. No me gustaba ver a la gente triste, y menos aún a Alexandra.

- Cuéntame que te pasa - le dije.

- Nada - respondí - Es sólo que... quizás no sea tan buena como crees - confesé.

Volví a separarme de ella, nuevamente para mirarla a los ojos con intensidad.

- No digas eso, está claro que eres buena - rebatí - Eres una buena persona en un grupo de malos.

Entonces, de pronto, se me ocurrió una idea.

- ¿Y por qué no te unes a La Orden? - le pregunté esperanzado - Nosotros te protegeríamos, y nos podrías ser de mucha ayuda..

Sirius tenía que dejar de hacer eso, no podía estar mirándome a los ojos con esa intensidad y a tan corta distancia sin esperar que me alterara en sobremanera. Me sentí arder.

- No dudo que os sería de ayuda, pero protegerme no sería fácil - respondí - Dejar al Lord está claro que no podría a no ser que me gustara tener a un grupo de psicópatas tras mi cabeza el resto de mi vida - intenté bromear - Y hacer de espía... es peligroso, no quiero arriesgarme hasta que halla rescatado a mis padres.

- Joder... tienes razón - mascullé con resignación - No dejaría que te expusieras a eso peligros.

- No quiero que te pase nada... - murmuré sin darme cuenta.