Estaba cansada del ruido del castillo y decidi caminar un poco. Sin darme cuenta acabe en la orilla del lago, pero no me importó. Ante mi se abria un paisaje explendido. Estaba atardeciendo y el sol se estaba perdiendo para dejar paso a la luna pero aún se reflejaba en la superficie unos tibios rayos.
Me quedé a contemplar esa maravillosa escena, me quite los zapatos y me sente en el cesped.
Y aunque a mi no me gustaba mucho la tranquilidad, supe apreciarla en ese momento.