Luego del banquete (Rocío Malfoy) [Privado +18]

El banquete de inicio de curso ya había llegado a su fin, lentamente el Gran Salón comenzaba a vaciarse. Tanto alumnos como profesores irían en breve a descansar, puesto que al otro día las clases darían comienzo a primera hora por la mañana. Ante esta perspectiva el nuevo alumno de Slytherin se encaminaba por un pasillo justamente a su nueva sala común. Pero existía un problema, el galés desconocía la verdadera ubicación de dicha sala. Además ni siquiera conocía la contraseña de entrada, sin dudas, se encontraba en aprietos.

Pero para su fortuna, o eso creyó él, doblando al final de aquel pasillo por la izquierda le pareció visualizar la figura de una chica rubia. Según recordaba o la intentaba identificar por su espalda, se trataba de otra chica de la misma casa. A lo cual, acto seguido le pelinegro sin dudar la siguió. Avanzó rápidamente a lo largo del pasillo, sus pasos resonaron con eco por el lugar y aquello hizo detener a la rubia.

—Disculpa, soy Martin Black... —comenzó el chico aún sin ver del todo el rostro de la muchacha.—¿Sabes el camino a la sala común? —interrogó en el siguiente instante. La chica estaba a punto de girar su rostro, el Black ya se había detenido.

Finalmente, toda aquella bienvenida pomposa acostumbrada al inicio de cada curso, había concluido. Era entrada la noche cuando la mesa de Slytherin se desocupaba casi completamente. Aún una jóven delgada se encontraba allí. Su perfecto rostro observaba a los demás, analizando cada uno de los rostros. Había pasado un año desde su última visita a aquel lugar, antes de que todo ocurriese y su vida cambiara tan drásticamente.

Al observar que ya era tarde, la joven se irguió tomando sus cosas. Lentamente salió por la gran puerta de madera que separaba aquel recinto con los pasillos y comenzó a caminar. Todo le era muy familiar pero no podía recordar el camino hacia su Sala Común. Intentó hacer memoria pero fue en vano. Por ello, comenzó a caminar sin rumbo fijo hacia el final del pasillo.

Una vez allí, vió que aquel seguía hacia su izquierda por lo que dobló buscando con su mirada algo que le indicara hacia dónde ir. Por lo que se acordaba, estaba en un lugar apartado. Había pensado en preguntarle a algún alumno dónde se hayaba el lugar de reunión de los Slytherin pero al parecer no quedaba casi nadie circulando a esas horas.

No dió ni siquiera unos cuatro pasos luego de doblar cuando pudo oír perfectamente una respiración tras ella. Luego de eso, unos pasos cada vez más fuerte en dirección a ella. Miró de reojo sin dejar de caminar cuando la voz de un joven se escuchó. Sin duda alguna se dirigía a ella. —Disculpa, soy Martin Black... — Comenzó. .—¿Sabes el camino a la sala común?

La blonda vampiresa se detuvo en seco. Impresionantemente, aquel chico estaba en la misma situación que ella. Con tranquilidad giró su cuerpo para contestarle. Para su sorpresa, un joven de cabello negro y un cuerpo asombroso se encontraba frente a ella. La imágen de aquel hizo que la Malfoy sonriera gustosa. Al parecer, aquel ojigris era nuevo en aquel prestigioso colegio y ella practicamente también lo era.

— Buenas noches, Martín...— La voz dulce y melodiosa que poseía la ojimiel resonó de manera tenue en aquel pasillo. Sus ojos se habían posado en los del joven penetrando de esa forma su mirada. — ...mi nombre es Rocío, Rocío Malfoy y creo que estamos en la — Dejó escapar una pequeña risa ante la casualidad. Su mano se extendió y con mucha dulzura miró los ojos del Black sin quitar su hermosa sonrisa. — Mucho gusto.

Luego de una fracción de segundos donde el muchacho se encontraba expectante, al fin pudo contemplar el semblante de aquella chica. Sin evitarlo, el pelinegro sonrió a más no poder. Por dentro, una sensación de adrenalina recorrió su cuerpo entero. La belleza de la rubia era algo más allá de lo normal, y sus ojos, ¿qué decir de ellos?... Una tonalidad miel los invadía y hacía que el chico al mirarlos, se muriera de deseos. Parecía raro, tan sólo acababa de conocerla pero era demasiado bonita para que no llamara su atención.

Escuchando atentamente las palabras de la chica llamada Rocío, el Black llevó inconscientemente su mano derecha a la cabeza. Luego de alborotar su cabello negro que mecía todo descontrolado, estiró imitándola su otra mano.

—El gusto es mío... —comenzó el chico. Pensando que aquello podía tomarse como un movimiento en falso, el galés se lo pensó dos veces. Pero el subconsciente le estaba ganando con creces. Se agachó un poco en dirección a la suave y delicada mano de la Malfoy, y depositó en ella un dulce beso. Cuando volvió a recuperar su compostura, un suave rubor recorrió el pálido rostro del animago.—¿Buscamos la Sala Común o prefieres matar el tiempo enseñándome el castillo? —dijo el chico aún con su vista clavada en ella.

La vampiresa se quedó atónita al ver la reacción del pelinegro. No solo había tomado su mano con dulzura sinó que también había depositado un pequeño beso allí. Si hubiera podido, las mejillas de la rubia hubieran quedado más que rojas. Aquel muchacho no se limitaba con ser hermoso. Era muy amable también. Los labios carnosos de la Malfoy se curvaban aún más demostrando una sonrisa perfecta en aquel semblante pálido y juvenil.

—¿Buscamos la Sala Común o prefieres matar el tiempo enseñándome el castillo? — Inquirió el Black mirándola. Sus ojos grises eran llamativos y no podía dejar de mirarlos. La idea de enseñarle el castillo le gustaba demasiado pero por desgracia tampoco recordaba demasiado los caminos y pasajes que rodeaban a Hogwarts. Debía buscar alguna excusa para seguir conversando mas tiempo con aquel y se alegró por saber que pertenecía a su misma clase.

Sin embargo, se arriesgaría a perderse con aquel pelinegro. Algo le decía que no iba a ser mala idea y un pensamiento rondó su mente lo que la hizo sonreír más aún. Sus rojos labios se despegaron y la voz melodiosa volvió a escucharse: — De cualquier forma, recorreremos el castillo.— Bromeó la ojimiel — No se donde queda nuestra sala por lo que podremos aprovechar de paso y hacer las dos cosas juntas, ¿Te parece?.— La chica esperaba con ansias la respuesta de aquel chico que llamaba demasiado su atención.

Por lo visto, para el Black las cosas no podían ser mejor. Era verdad, no tenía idea de donde pudiera quedar la Sala Común de Slytherin pero ya en aquel momento, le daba igual. Sólo quería perderse al lado de la chica a modo de excusa, y comenzar a conocerla un poco más. Ante aquella perspectiva de recorrer varios pasillos a su lado en busca de algo prácticamente imposible, el galés asintió gustosamente. La alegría era notoria, su pálido rostro parecía sobre iluminado en gran medida a causa de las antorchas del Castillo.

—Excelente Rocío, me parece una idea genial. —dijo el pelinegro. A su lado en parte se sentía muy bien, además la rubia quedaba pequeña a su lado, cosa que le agradaba en caso de tener que protegerla él mismo. Aquella loca idea de tenerla en sus brazos depositándole muchos besos y cariños, lo tentaban demasiado.—¿Hacia donde comenzamos? —preguntó.

Tenían unas tres direcciones para elegir, continuar derecho por aquel largo pasillo sin fin, o desviarse por uno de los lados, tanto por la derecha como por la izquierda se dejaba lugar a nuevos pasadizos. Desconocidos al menos en ese momento por ambos Slytherins. El animago sentía muchos deseos por volver a sentir la mano de la chica, pero sabía que a cambio de aquello podía recibir una bofetada. Y no quería enfurecerla.

—Existiendo chicas como tú, no sería necesario que hubiera estrellas ni luna por la noche. —dijo lentamente el animago al observar le cielo nocturno por un enorme ventanal. A continuación, su grisácea mirada se clavó sin poder evitarla en los ojos mieles de la Malfoy.

—Excelente Rocío, me parece una idea genial. — Comenzó el pelinegro mirando a aquella rubia de una forma extraña. Su sonrisa delataba lo feliz que estaba y provocaba que la Malfoy también lo esté. —¿Hacia donde comenzamos? — Preguntó mirándola por lo que ella comenzó a pensar inmediatamente. Intentaba recordar a dónde conducía aquel pasillo si seguían derecho pero no tuvo mucho éxito.

Cuando la vampiresa separaba los labios para sugerir un lugar y responder aquella pregunta, la voz del joven se volvió a oír: — Existiendo chicas como tú, no sería necesario que hubiera estrellas ni luna por la noche. — Sus palabras resonaron en un eco dentro del pasillo que se encontraba alumbrado a penas por unas antorchas que se colocaban sobre las paredes. La rubia había quedado atónita. Aquello había resultado bastante sorprendente y se avergonzó al escucharlo.

—Bueno, am... yo..— Titubeó sin saber que decir. Como de costumbre, mordió su labio inferior y respiró hondo a pesar de que no necesitase el aire para vivir. — Gracias. — Susurró mirando al Black y observó que éste también la miraba. Un sentimiento algo extraño había invadido su cuerpo. De pronto, la idea de poderlo besar había circulado por su mente provocando así que quedara mirando los labios del joven con suma fascinación.

Al cabo de unos segundos, se dio cuenta de lo mal que estaba quedando frente a él. — Bueno Martín, ¿Vamos?. — Dijo ésta e inconscientemente tomó la mano del ojigris para guiarlo hacia el lado izquierdo ingresando a un nuevo corredor. A no poco más de un metro se podía visualizar una gran escalera que conducía hacia la sala principal en el que varias aberturas se colocaban a ambos lados. En el centro, la puerta que dejaba salir hacia el exterior de Hogwarts se alzaba con grandeza e importancia.

La rubia deseaba salir hacia allí. Era de noche por lo que podría estar al aire libre y, además, estando con la compañía de aquel joven que tanto llamaba su atención deseaba estar allí cuanto antes. Su mano seguía sosteniendo la suya cuando se miraron. De pronto, su oído percibió el sonido del corazón del Black, latir más rápido. "¿A caso lo estoy poniendo nervioso?" Se preguntó la chica mirándolo y soltó su mano disculpándose con la mirada.

— Lo siento, perdón si te ha molestado. — Dijo la vampiresa con tono dulce. Sus orbes mieles observaban con muchas ganas al pelinegro y sin poder contenerse volvió a hablar. — Tengo demasiados deseos de salir del castillo e ir a algún lugar en el que solo podamos estar tu y yo.— Inmediatamente se arrepintió. Había sido tan descarada en decirle aquello. Ni siquiera lo conocía. Se imaginó mil cosas sobre ella que pudieron pasar por la mente del ojigris ante sus palabras.

El Black comenzó a caminar luego que la bella acompañante lo guiara por el castillo, nuevamente sentía como la delicada mano de ella era tomada por la suya. Ese sentimiento en el interior del chico hacía que millones de cosas alocadas pasaran por su mente, entre algunas, el deseo de probar sus deliciosos labios era sin dudas la que más lo enloquecía. Los impulsos reales por hacerlo ya eran muchos, pero Martín intentaba por todos los métodos controlarse. Y así fue, paso a unos nuevos caminos él continuaba de su mano.

Al cabo de unos segundos, ambos jóvenes llegaron a un lugar con varias bifurcaciones. La enorme puerta que se visualizaba en el centro a unos metros de ellos era la de entrada, tras ella, el exterior de Hogwarts bajo el cielo lleno de estrellas se mecía a sus pies. El galés desconocía si la enorme portada de roble se encontraba abierta, aunque conocía un sencillo conjuro por si debía abrirla mediante magia. Por fortuna, solía llevar su varita mágica resguardada en los bolsillos traseros de sus jeans.

El corazón del Slytherin comenzó a latir más aceleradamente, tal vez era por los nervios que le invadían el estar al lado de la Malfoy. Pero aquello no era normal para él, algo tenía aquella chica que lo ponía así, ¿al fin habría dado con lo que buscaba desde hacía mucho tiempo?...

—Por supuesto que no linda... —susurró cerca de ella a su oído. Acto seguido, sin evitarlo el Black sujetó la mano de la rubia. La tomó suavemente pero ya sin intenciones de guiarla o de manera inconsciente, lo había hecho porque lo necesitaba. Luego de eso, Rocío volvió a hablar y los orbes grises del muchacho se clavaron firmemente en sus dulces ojos.—Yo también... —dijo lentamente sincero.

Avanzó a su lado sin dejar de mirarla hasta llegar a la enorme puerta de entrada. Detrás de ella se encontraban los terrenos del Colegio, sentía una adrenalina dentro muy especial, la combinación de nervios por romper tantas reglas pero a su vez, pudiendo estar en intimidad con ella, lo hacían más tentador. Volvió a despegar sus labios para hablar, y no sólo eso...

—Rocío... desde que comencé a caminar a tu lado, siento que ya no podré alejarme de ti... —comenzó lentamente titubeando en algunas partes. Se armó de valor para seguir, a todo esto, su otra mano comenzaba a ascender.—Y pues, me gustas mucho... —siseó lentamente como arrastrando las palabras.

Lo que dio lugar a que además de tenerla sujeta con la mano derecha, llevara la otra para acariciar su mejilla al mismo tiempo en que corría un rubio mechón de su cara. La distancia entre ambos había disminuido de forma considerable, y la Malfoy se encontraba prácticamente contra la puerta de entrada. El Black tan feliz, prosiguió actuando por los deseos de su interior. Acercó lentamente su rostro al de la hermosa muchacha, y cálidamente probó sus labios en un beso demasiado rico. Mientras miraba sus dulces ojos, el chico continuó besándola con demasiadas ganas.

Su mano izquierda en aquel momento, dejó de acariciar su mejilla para comenzar a descender a lo largo de su cuerpo. Por cada sitio que rozaba, suaves caricias eran convertidas. La detuvo al llegar a la cintura de la chica, pero los labios del pelinegro seguían profundamente fundidos con los de ella, parecía quedarse sin aire, pero no detuvo aquel grandioso beso.

Mientras caminaban por aquel sitio completamente vacío, la voz del joven se volvió a oír sobresaltando a la vampiresa. —Yo también... — Creyó que sus palabras habían resultado tontas para aquel pelinegro pero al parecer no fue así. Había tomado su mano nuevamente y todo indicaba que se sentía tan bien acompañado como ella lo estaba.

Una sensación extraña había inundado el cuerpo de la rubia luego de aquello pero se limitó a seguir en dirección a la puerta. Sentía como él la miraba y eso la hacía poner bastante nerviosa. Ahora que podía intuir lo que él pensaba con más claridad, el miedo al rechazo se le había ido por completo. Sus orbes mieles se clavaban en la puerta de madera mientras intentaba no sentir aquel latido que comenzaba a enloquecerla.

De pronto sintió lo acelerado que se volvía el corazón del Slytherin y sin poder evitarlo, giró su rostro buscando su mirada. Sabía que iba a decir algo por la forma en que latía su corazón y por cómo la miraba. La rubia había quedado de espaldas a la puerta mirándolo directamente cuando pudo escuchar, por fin, la voz del joven.

—Rocío... desde que comencé a caminar a tu lado, siento que ya no podré alejarme de ti... — Los ojos mieles de la rubia se abrieron con incredulidad. Parecía un sueño y lo hubiera creído si supiera que dormir no era lo suyo. No podía creer que aquel chico de físico increíble y rostro perfecto estuviera diciéndole aquello. —Y pues, me gustas mucho...

Se notaba que estaba nervioso pero a la Malfoy poco le importó. Lo último había logrado que su sonrisa dulce y tierna se ensanchara expresando toda la felicidad que corría por su helado cuerpo. Aún seguía tomada por su mano y deseaba que jamás la soltase. No entendía cómo era posible que aquel muchacho le encantara de tal forma. Recién lo había conocido y ya sentía aquello que hace a cualquiera enloquecer.

Sorprendentemente, la mano del pelinegro comenzó a ascender hacia su rostro y rozó su mejilla con delicadeza. Un estremecimiento poco común en ella recorrió todo su interior provocando que mordiera su carnoso y rojo labio inferior al sentirlo. Cada vez estaban más cerca y la puerta prácticamente rozaba la espalda a penas cubierta por aquella camisa de algodón blanca que se ceñía sobre el torso de la joven.

Era todo demasiado perfecto y ya no aguantaba más. Sus ojos se clavaban en las pupilas color plata del Black y sintió como lentamente su rostro se acercaba de a poco. Aún sostenía su mano en la mejilla de la inglesa mortífaga cuando pudo sentir la respiración cálida y excitante del joven. Sin poder más, cortó los pocos centímetros que separaban sus labios y finalmente lo hizo.

Aquel beso era lo más exquisito que había probado en el mundo. No podía sentirse más llena de vida que en aquel momento. A pesar de ser un ser frío el Slytherin hacía hervir su sangre. Sentir como sus manos bajaban hacia su cintura le dio aún más confianza por lo que se recostó en aquella puerta tomándolo de la corbata verde y plata que llevaba en su cuello.

Con picardía en su rostro lo acercó de esta forma a ella y volvió a besarlo como nunca antes. Esta vez sentía como sus cuerpos se pegaban siendo interceptados a penas por las finas ropas que llevaban puestas. La idea de ir a los bosques había quedado en segundo o tercer plano para la vampiresa la cual ahora se concentraba en él. Deseaba besarlo para siempre.

Sentía como la respiración de su compañero de casa se entrecortaba dándose cuenta que ella podría aguantar pero él no. Lentamente separó sus labios permitiéndole que respire y mordió su labio con deseo. — Dios, a mi también me encantas. — Aquellas palabras salieron en forma de susurros. Sentirlo cerca, su aroma a humano, estaba despertando dentro el deseo que más temía de si misma. Solo quería una cosa: ser suya por siempre.

De repente las manos de la chica jalaron la corbata del pelinegro, quien sin evitarlo se apegó aún más a la rubia. Con ambas manos posicionadas sobre la cintura, la sensación que le embargaba al muchacho era demasiado tentadora. Volvió a probar los labios de la Malfoy besánsola con demasiada dulzura, se encontraban muy juntos y a la espaldas de ella, la enorme puerta de roble yacía quieta, sosteniéndola.

—Quiero... —comenzó a susurrar el Black, pero no pudo continuar con eso. Sus manos que aún se encontraban en la cintura de la rubia, sentían el borde de la fina camisa blanca que cubría su torso con deseos de subirla sólo un poco.—darte mucho más que esto... —siseó nuevamente en un susurro. Sus labios se apegaron otra vez a los de la Malfoy, pero en aquel momento todo parecía distinto.

El Black se sentía como en las nubes, aquello era demasiado hermoso, lo estaba disfrutando mucho. Además parecía mentira, como ya la primer noche había dado con ella y ambos se encontraban totalmente solos, nadie podría interrumpir aquel milagro que estaba dándose en aquel sitio. Lo que era peligroso podría ser si los descubrían los guardianes nocturnos, pero aún no había rastros de ellos.

—Rocío... —volvió a decir el animago muy suave. Sus manos parecían ya imposibles de contenerse, habían comenzado a subir aquella fina camisa dejando a la vista de sus grises ojos el abdomen de la rubia.

Con lentitud, la rubia comenzó a sentir como su fina camisa ascendía gracias a las manos de aquel pelinegro. Aquello la hizo estremecer. Previamente un susurro con su nombre se había escapado de los labios tan sensuales del muchacho estando a penas a unos milímetros de distancia. La sensación que provocaban aquellos besos y sus caricias eran extremadamente placenteras.

Sin siquiera pensarlo, la blonda comenzó a bajar con sus labios yendo hacia su cuello con una sensualidad innata. Al llegar a aquella zona de su cuerpo todo cambió en un minuto. Su aroma, la calidez de su piel. Percibió todo en un solo instante lo que logró que sus pupilas mieles comenzaran a emitir destellos rojizos. Conocía perfectamente esa sensación y no le gustaba en lo absoluto.

Era incontenible, sus sentidos se agudizaron aún más. Los latidos del corazón del Black, su respiración casi rozando su oído, el aroma inconfundible que poseía exactamente él. Eran únicos. Nada le había llamado tanto la atención antes como lo había logrado aquel joven. Deseaba probarlo. Olerlo, besarlo. Morderlo.

Mientras tanto, sus finas y delicadas manos comenzaron a descender por su pecho. Éstas desprendían con agilidad asombrosa uno por uno los botones de aquella camisa tan innecesaria. Deseaba saber lo que había debajo. Aquel cuerpo increíble que parecía tener el ojigris debía comprobarlo ella misma. Lentamente desprendió hasta la mitad ya que pudo ver perfectamente su pecho marcado.

Ya sus ojos se había vuelto de un color rojo carmesí. Sus pupilas brillaban intensamente bajo las pocas luces que iluminaban aquella sala principal y sus labios rozaban finalmente la cálida piel del joven. Respiró hondo intentando controlarse. El tener aquel joven tan cerca la enloquecía. Sería poco prudente hacerle tal cosa ya que había un sentimiento más en el fondo.

Sin explicación e increíblemente, aquello no era solo atracción sexual. Sabía que pase lo que pase aquel muchacho de ojos grises y cabello negro iba a meterse tanto en su mente que jamás lo podría olvidar. No sabía por qué ni cómo se sentía así. Su corazón frío e inmóvil parecía latir con fervor ante cada movimiento que él hacía.

Aquellas manos frías como la nieve se metieron dentro de la camisa blanca a medio prender y pudieron sentir finalmente la calidez que desprendía el animago. Sus labios comenzaron a recorrer su cuello logrando contener el deseo de beber su sangre y trazaron un camino lento hacia sus labios. —¿Qué me hiciste?— siseó allí sintiendo la vibración de sus labios al hablar. Aún sus pupilas seguían ardiendo en llamas clavándose en las orbes platas de aquel mortífago.

Las manos de la rubia comenzaron a acariciar el pecho del chico, quien ya en aquella zona nada lo cubría. Para él, era mejor así ya que las delicadas manos de la Malfoy eran muy suaves, muy cálidas y emanaban un calidez sobrehumana. Ante aquella sensación, sólo pensaba algo que necesitaba más y más, probarla en todas sus dimensiones. En aquel momento podía sentir en su cuello los finos labios de ella, quien comenzaba a enloquecerlo por completo. Negó suavemente ante las palabras de la rubia.

—La cuestión será lo que te haré ahora... —siseó con un tono de voz muy pícaro. Sus manos nuevamente tomaron a la chica de la cintura, sabían que aquel lugar era demasiado peligroso como para comenzar a hacer algo. A un par de metros más allá, el Black vislumbró lo que parecía ser un aula vacía, no sería mala idea ir hasta allí.

El inconveniente erradicaba en cómo llegar hasta la nueva habitación, puesto a que ninguno de los dos estudiantes se veían dispuestos a interrumpir aquella escena. Pero tarde o temprano podrían descubrirlos, pero ya al Slytherin nada le importaba. Imitando a Rocío, comenzó a desabrochar con lentitud un par de botones con la mano derecha. Al mismo tiempo, su mano izquierda comenzaba a descender poco a poco hasta llegar a su cintura. Pero no, ya no sería su cintura a donde quería llegar él con su mano, por ello, bajó otro poco.

En aquel lugar podía con su mano acariciar uno de los muslos de la chica, sitio donde su calidez era prácticamente igual o un poco más elevada, a lo que el animago comenzaba a darse cuenta que esto recién comenzaba. Rozó su piel sutilmente y ascendió un poco, con su paso, la fina falda de colegio que la Malfoy llevaba, comenzaba a levantarse un poco, lo que la dejaba más vulnerable. Sin ya contenerse, el Black llevó sus labios al oído de ella y susurró con suavidad.

—Quiero sentirte toda, toda por completo... —ante aquello, continuó acariciando las mismas zonas. Las caricias de la rubia transformaron al chico, quien cada vez sentía más deseos y sed, sobre todo eso último, que sólo probando algo especial se iría, y aquello especial no era agua, era algo que sólo la chica podría emitir.

—La cuestión será lo que te haré ahora... — Las palabras del Black se escucharon en aquel solitario pasillo en forma de susurros enloqueciéndola completamente. Acto seguido, una de sus manos comenzó a desprender su entallada camisa de algodón. Poco a poco, su sostén rosa se dejaba ver de manera atrevida por el nuevo escote que el pelinegro provocaba.

Al mismo tiempo, pudo sentir como su falda subía lentamente debido a las caricias que él estaba llevando a cabo en uno de sus muslos. Esto provocó que la vampiresa se estremeciera. Sus ojos rojos como rubíes brillaron y su lengua remojó sus propios labios. Todo era de verdad excitante y la lentitud con la que se estaban llevando a cabo los movimientos de cada uno era perfecta.

Había logrado contenerse hacía un momento pero todos los movimientos del joven parecían querer incitarla aún más a cometer aquello que tanto temía. Sus manos sintieron el calor ardiente que emanaba la piel del ojigris y se estremeció. Momento seguido volvió a escucharlo: —Quiero sentirte toda, toda por completo...

Ya era demasiado, no aguantaría mas. Tomó una de sus manos, la que desprendía su camisa, y comenzó a guiarlo a través de un pasaje por el cual ningún alumno transitaba jamás. Aquel no llevaba a ningún lado y había resultado inútil en aquel castillo...hasta entonces.

Con sensualidad increíble, la rubia comenzó a caminar hacia el obligándolo a retroceder hacia la pared de piedra. Mientras tanto, sus manos quitaron la camisa dejándolo con su torso desnudo y logrando enloquecerla. Al conseguir que su espalda chocase con la fría superficie, no dudó ni un segundo. Sus labios comenzaron a rozar los suyos sin escrúpulos.

Ahora, sus manos habían quedado libres por lo que no tardó en ocuparlas nuevamente. Descendieron con picardía por su pecho y su abdomen, detallando cada uno de sus músculos, hasta llegar a la altura de su pantalón. El uniforme estaba totalmente por demás en aquella escena y la vampiresa lo había notado perfectamente.

Con un movimiento rápido y casi imperceptible, quitó aquel cinto que rodeaba la cintura del mortífago. Lo tiró hacia un costado, cayendo sobre la camisa que previamente había arrojado y lo miró con una lujuria incontenible. Seguidamente, comenzó a bajar con sus labios por su cuello lamiéndolo suavemente. No se atrevió a morderlo ya que temía no poder parar después.

Finalmente, llegó a aquella zona en la que tanto tenía ganas de jugar. Con sus manos desprendió de forma ágil el botón de su pantalón y miró fijamente desde allí los ojos del pelinegro. Con provocación, sus labios rojos se despegaron para emitir a penas un susurro: —Llegó la hora de divertirse. — La sonrisa de la Slytherin se dibujó a la perfección en su pálido rostro y notó como su corazón comenzó a latir precipitadamente.

Sin más preámbulos, entró en acción. El boxer negro que llevaba puesto se pudo ver inmediatamente a que la blonda quitara su ropa. Con fascinación, sus ojos rojos observaron aquella parte en que podía notarse toda la excitación que el joven poseía. Relamiendo nuevamente sus labios, comenzó a besar en esa zona al pelinegro mientras que su mano lo rozaba completamente preparándolo para algo mucho más rico.

El Black sintió sutilmente como su camisa era totalmente quitada por las manos de la chica, en apenas segundos, su espalda ya desnuda se apoyó contra la fría pared en un nuevo pasillo. En aquel lugar ya no habría ningún problema, raramente los alumnos pasaban por allí, al fin estaban a salvo, podrían realizar todo lo que quisieran sin miedo a ser descubiertos por sorpresa.

—Comienza cuando quieras... —siseó con suavidad el pelinegro. Ante aquello, la rubia se encontraba a la altura ya de sus boxers. Los cuales rozaba con sus manos e incluso sus labios lo habían besado; eso excitaba de gran forma al mortífago, quien sin poder evitarlo, sentía como lo que aquella ropa cubría, comenzaba a tensarse poco a poco.

Inconscientemente miró a la chica a los ojos, sus grisáceos y acostumbrados ojos profundos, quedaron clavados en los carmesí del a Malfoy. Aquella mirada de la chica no era común, hacía que en el interior del muchacho algo comenzara a surgir de una manera lujuriosa, quería probarla en todas sus dimensiones, cada centímetro de piel, cada partecita de su cuerpo. Pero primero, comenzaría ella.

—Sólo hazlo... —dijo muerto de deseos al mirarla. La chica en aquella posición estaba a punto de enloquecerlo por completo, sus ojos desde aquella perspectiva poseían algo más allá de lo normal, lo excitaban mucho.—Eso sí, luego alístate tú... —sentenció apoyado a la pared, entregado totalmente por lo próximo que haría la rubia.