Investigando un poco más [+18 Rocío Malfoy]

La primer noche finalmente había llegado a su fin, para el pelinegro todo había pasado muy rápido y recordaba vagamente todo lo que sucedido. En realidad, cuestiones como por ejemplo, ¿cómo había llegado a su sala común? Siempre sería un misterio, pero junto a aquella hermosa rubia lo había conseguido. En aquella oportunidad, la segunda noche, alrededor de las once, la había visto a la Malfoy en el Gran Comedor.

—Once y treinta, en el Embarcadero... —susurró en el instante en que pasó tras ella.

Con una sonrisa sumamente pícara, el pelinegro partió del Salón Principal de Hogwarts, para irse hacia la zona exterior. Avanzó rápidamente por los puentes laterales, descendiendo a toda marcha por ellos. En menos de cinco minutos, había alcanzado la zona a la que se disponía a ir. Un poco más, pocos pasos más, y llegó al borde de aquella zona. A sus pies, el lago mecía tranquilamente, mientras él, algo ya con calor, se deshacía de su negra capa.

Una camisa blanca, que dejaba al descubierto sus brazos, era lo que portaba el Slytherin en la parte superior. Debajo, sólo unos jeans algo desgastados completaban su vestimenta. Las zapatillas a modo converse las había dejado a un lado, estando ya, mojando sus pies con la fresca agua.

En pocos minutos, sintió unos pasos a sus espaldas, pero no se sobresaltó. Es más, su corazón se aceleró de la emoción.

Las palabras de aquel pelinegro habían hecho que la rubia sonriera con picardía. Mirando de reojo la figura de aquel joven alejarse tras ella, siguió su camino hasta la mesa de Slytherin. La sonrisa de felicidad se le había instalado hacía ya unos minutos. Al llegar allí, no pudo evitar cerciorarse de la hora observando el pequeño reloj labrado en oro que llevaba en el bolsillo de su túnica negra.

Quedaban a penas 35 minutos para estar allí por lo que se apresuró a cenar. Se limitó a tomar un par de frutas: frutillas, trozos de manzana, un fruto que desconocía el nombre pero que de sabor era parecido a la piña. Aquello había sido todo lo que comió y, en cuestión de minutos, volvió a erguirse.

Su cuerpo estaba cubierto por la típica túnica negra, la cual sostenía la insignia bordada de su casa predilecta. Como todo lo que usaba, aquella le quedaba ajustada al cuerpo y su cabello caía suelto por su espalda, dorado y resplandeciente como siempre.

Caminó decidida todo el trayecto hasta llegar a las afueras del lago. A lo lejos vio la figura de aquel ojigris estando sobre la orilla. Su sonrisa y su mirada brillaron mas que nunca. Lentamente fue acercándose dejando atrás sus zapatos, y comenzó a quitarse la túnica. Sorprendentemente, debajo solo llevaba puesto un pequeño vestido rosado, que apenas llegaba a tapar su parte trasera.

Con la agilidad típica de su condición, se posó detrás y, estirándose en puntas de pie, logró tapar los ojos del pelinegro. Se acercó a su oído y con un susurro provocador hizo que sus palabras fueran escuchadas perfectamente por él. — ¿Me esperaba, Sr. Black? — Seguido a ello, sacó su lengua y comenzó a lamer el lóbulo de su oreja, provocándolo y sin dejar de sonreír con picardía.

A continuación de aquellos amortiguados pasos, sintió como dos manos pequeñas y tiernas cubrían su rostro, dejándolo dado un momento sin visión. Los grisáceos ojos del muchacho, no lograron ver más al lago como lo estaban haciendo. Pero ya lo había intuido, y algo brotó dentro de él. Un segundo más tarde, luego de identificar aquella voz que tanto le gustaba, lo que la rubia había hecho lo había enloquecido por completo.

Sin detenerse y olvidándose de lo que era la prudencia, llevó sus manos por detrás a pesar de aún no ver. La intención fue clara, lograr rodear por la espalda a la muchacha, pero por accidente, se deslizó un poco más hacia abajo. Su cuerpo se estremeció un poco, sus manos a la atura media de la parte trasera de la vampiresa, habían sentido la piel de ella. No había trozo de tela que cubriera eso, el Black se enloqueció aún más.

—Creo que sí, señorita Malfoy... —volvió a decir, con un timbre de voz suave pero a su vez, muy provocativo.

Sonrió demasiado al sentir como sus manos tocaban su parte trasera pero, justamente, aquella zona en la que el vestido no llegaba a tapar. Mordió esta vez aquel lóbulo el cual lamía demasiado divertida.

Esta vez, dejó que los ojos del pelinegro se destaparan y comenzó a bajar sus manos por su torso, aun estando detrás de el. Lentamente fue desprendiendo uno por uno los botones de aquella camisa blanca pero, al llegar a la mitad, se detuvo. El aroma que desprendía aquel hacía que sus sentidos enloquecieran, y que sus ojos se tornaran lentamente de un color que a mas de uno hubiera aterrado.

Relamiéndose divertida, comenzó a girar alrededor del fornido cuerpo que poseía el Black y, con mucha delicadeza y agilidad, fue depositando besos estratégicos recorriendo desde su oído hasta su cuello quedando totalmente frente a el.

El viento lograba que su fino vestido se pegara mas a su cuerpo y, para su mayor satisfacción, había agradecido no llevar sostén esa noche. Sus pezones lograban resaltar sobre aquella capa de tela la cual se tensaba cada vez mas a causa de ello.

— ¿Sabe que es peligroso estar aquí con alguien como yo, de noche, y con ese aire pervertido que me enloquece, Sr. Black? — Su sonrisa provocativa y aquel susurro sensual a centímetros de su rostro demostraba lo mucho que quería jugar aquella noche.

La camisa del muchacho lentamente fue desprendiéndose, la rubia lo hacía con una sutileza sorprendente que al Black le encantaba. Con suma agilidad, ella fue dando la vuelta para quedar frente a él. Sus ojos excitaron al muchacho, quien no quería más que jugar con ella, jugar de manera muy traviesa. Acercó su rostro con lentitud al cuello de la rubia, para lamerlo por completo.

Al distanciarse, notó como su lamida había humedecido el cuello de la chica. Y ya algo excitado, volvió a atacarla pero esta vez con sus labios, para chupar su cuello y dejar en él, una marca allí. A la vez, sus manos no aguantaron el impulso, posándose sobre los pechos de ella. Suavemente, los dedos del ojigris lograron atrapar los pezones de la chica, que resaltaban por sobre el vestido.

—Lo peligroso me calienta, me excita... y me hace hacer muchas locuras... —susurró aún chupando su cuello. Sólo él sintió algo que lo estremeció, sus jeans comenzaban a apretar aquella zona.

De un momento a otro, la rubia sintió como su cuello era lamido por el y pudo notar en la forma en que comenzaba a chuparla que le quedaría una marca en su nívea piel. Sus ojos resplandecieron de un color rojo sangre. Estaba jugando con fuego y se quemaría si seguía provocándola.

Dicho y hecho, no hubo que esperar mas. Un gemido ahogado de placer, se escapó de aquellos carnosos y delicados labios de la vampiresa. Sus pezones ahora eran apretados por sobre aquella ropa gracias a las manos del ojigris y había logrado excitarla tanto que le fue imposible retener aquello.

Una sonrisa de locura mezclada con picardía innata se grabó en el pálido y femenino rostro de la Malfoy. Su lengua había remojado sus propios labios mientras sentía los labios de aquel joven vibrar en cada palabra que decía, en su piel.

Muy divertida, comenzó a bajar sus manos lentamente por su torso. Sus manos iban con mas fiereza. Posó aquellas en cada lado de aquella camisa blanca y sonriendo, pegó un tirón firme que hizo aquello, mucho mas divertido para ella.

Las telas blancas caían al suelo hechas pedazos. El torso del pelinegro había quedado totalmente desnudo y la camisa rasgada sobre el suelo. Sin poder evitarlo, acercó sus labios al oido de este y ronroneó imitando tal cual un inocente felino.

El pelinegro comenzaba a adoptar una temperatura casi al punto de explotar, su camisa blanca, finamente tallada con detalles, yacía de a pedazos en el suelo. Aquello sólo había logrado algo, aumentar el deseo en su interior. El juego parecía irse de las manos de los jóvenes, el Black ya no lo aguantaba más, quería quemarse, jugar con ella y quemarse. Sus labios se despegaron del cuerpo de la vampiresa, y emitieron algo suave:

—¿Ahora que diré en la Sala Común señorita?... ¿Qué el sauce boxeador me atacó? —susurró mientras observaba la tonalidad roja de sus ojos.—Aunque, no van a creer que logró esto... —dijo de manera pícara, a la vez que...

Su mano dejó de tocar por un instante el cuerpo de la Malfoy, para ir al propio, descender algo más que el abdomen y tomar el bulto que comenzaba a agrandarse debajo del jean. Sus ojos brillaron con mayor intensidad, y sus manos sujetaron la cintura de ella, para aprisionarla y acercarla aún más. Bajándose un poco, sus labios se cerraron contactando el cuerpo de la rubia, esta vez, mojando su vestido rosa a la altura de sus pechos.

Una enorme lamida pasó de lado a lado, marcando una clara marca por sobre el centro de sus pechos, dejando ahora, más visible que nunca, los pezones en punta de la vampiresa.

Una pequeña risa de diversión se dejó escapar de los labios de la vampiresa. Sus ojos penetraban las pupilas grises de aquel Slytherin y cuando vio como su mano conducía hacia aquella parte de su cuerpo que tapaba su jean, sintió un deseo enorme por bajar allí con sus labios.

Acto seguido, lo que hizo aquel joven enloqueció completamente a la rubia. Sus pezones ahora se encontraban prácticamente a la vista ya que la fina tela se había traslucido provocando que los ponga mas en punta.

No aguantó mas, sin siquiera pensarlo, comenzó a bajar una de sus tiras que sostenían el pequeño vestido en sus hombros. Lentamente fue deslizándose por su cuerpo y sus tetas comenzaron a quedar a penas tapadas. Sentía deseos de que aquellos labios que poseía el fornido Black, se las chupara completamente.

Sonriendo con mucha perversión en su rostro, la mortífaga pegó un salto con su delicado cuerpo y logró rodear la cintura del pelinegro con destreza colgándose de el. Lentamente dejó que las tiras cayeran solas por sus brazos hasta que los pezones frenaron la tela.

Con solo un movimiento podía hacer que su vestido destapara su torso completamente pero mejor se lo dejaría a el esa parte. Mientras, comenzó a besar todo su cuello y con una sensualidad increíble, respiró el aroma que poseía aquel joven. Comenzó a lamer su cuello con los ojos relucientes de aquel color rojo fuego.

Una de las tiras de aquel pequeño vestido rosa, había caído de su hombro lentamente. La zona de los pezones, quienes estaban en punta, debido a la humedad de la boca del pelinegro, se traslucían dándole un aspecto mucho más excitante. De repente, la rubia con un ágil movimiento, quedó subida colgándose del pelinegro. Quien ya desde hacía varios segundos, había perdido algo, la noción del espacio y el tiempo, sólo quería una cosa, jugar con ella.

—Esos ojitos me excitan, ¿me hará algo señorita Malfoy? —susurró mientras ella se relamía, y a continuación, pasaba su lengua por el cuello del Black.

Martín se encontraba en el paraíso, aquella pequeña y fina tela, que cubría su cuerpo, comenzó a deslizarse poco a poco. Las tiras ambas, ya no se encontraban sobre sus hombros, habían caído suavemente por sus brazos níveos. Tomando nuevamente las riendas, el Slytherin volvió a lamer el cuello de la blonda joven, descendiendo poco a poco. Llegó al borde de sus pechos, y con suma demostración de deseo, fue bajando aún más aquella pieza rosa.

Muy caliente vislumbró ante él aquellos voluptuosos pechos, que tanto lo enloquecían. Mirándola una fracción de segundos, lleno de lujuria, prosiguió a hacerlo. Llevó su boca y manos de manera suave a sus pechos, mientras con sus dedos sujetó uno de ellos, lo introdujo todo en su boca. Mojándolo por completo así, además, de juguetear con la lengua, ahora, de manera directa en sus pezones duros.

La zona baja del muchacho, comenzaba no sólo a crecer, también a lubricarse en la punta.

Lo que había hecho el pelinegro, a la rubia la enloqueció. Jadeó con locura en el momento en que sus labios chupeteaban sus tetas y como la manoseaba toda. Estaba realmente excitada y la lujuria que recorría todo su cuerpo se iba desatando cada vez con menos disimulo.

Tiró el cabello hacia atrás curvando su espalda, colgándose de el y disfrutando aun mas el contacto de los labios del Black en su cuerpo. Sus finas piernas se cerraban alrededor de la cintura de aquel con firmeza y su cuerpo parecía tan delicado como si fuera de cristal. Mas no era así ya que la fuerza que poseía la vampiresa era desconocida.

Jadeando de placer, volvió a pegar su torso a el y esta vez, el envión hizo que su cabello cayera por su rostro algo desordenado. La luna provocaba un resplandor entre dorado y plata en cada mechón de la rubia. Sus ojos rojos brillaban como rubíes y, poniendo sus pechos muy cerca del rostro del pelinegro, comenzó a descender lentamente hacia su cuello besando cada parte de su rostro.

Sus manos comenzaron a recorrer toda la extensión de su musculosa espalda mientras que lo besaba demasiado deseosa de el. Quería llegar a su cuello y morderlo. Probar el manjar de su sangre en sus labios y lograr sentir el sabor tan exquisito como lo era su aroma.

Acercándose a sus labios con mucha sensualidad y diversión, amagó con besarlo pero no. Apoyó su dedo índice allí y aproximó sus boca para susurrar sensualmente. — Lo deseo, Sr. Black. Y si no me detiene, hoy beberé su sangre de la forma mas placentera y creo que lo disfrutará. — Su sonrisa sensual se había transformado ahora ya que comenzaba a morder el labio inferior del mortífago. Deseaba besarlo con ansias pero también quería diversión.

Las estrellas resplandecían a lo lejos en el cielo, la luna le confería una luz tenue a los lujuriosos cuerpos de los dos jóvenes. El Black se encontraba al borde de la locura, cuando la muchacha se hizo hacia atrás, colgándose con mayor vehemencia de él, un impulso más caliente le hizo chupar cada centímetro de piel de sus perfectas tetas, las cuales comía como si de un caníbal se tratara.

Mordisqueando de manera juguetona, sus pezones, lo enloquecía, por completo. Las manos delicadas de ella, tocaban toda su espalda, quien lentamente a causa de la excitación y temperatura que el pelinegro tenía, comenzaba a gotear en sudor.

—Bebe, bebe todo de mi... Mi sangre... todo todo... —susurró en el momento, en que su cabello, todo alborotado de la rubia, cubría a medias su rostro.—Pero no aquí... —irrumpió a continuación.

Lentamente el ojigris aún cargando a Rocío, se hizo lugar como pudo en el pequeño bote de la orilla. No quería tierra firme, quería jugar de la manera más excitante posible, y si eso significaba disfrutar sobre el bote, así sería. Dentro del estrecho lugar, el pelinegro continuó haciéndose lugar para comer sus pechos, en cambio, sus manos habían bajado a su cola. Sujetaban ambas nalgas y las apretaban suave, cambiando de manera contraste a suaves palmadas.

No podía estar mas excitada, su cuerpo estaba absolutamente todo en contacto con el suyo y la forma en que mordisqueaba sus pechos había provocado un jadeo de placer constante y ya entrando en la locura.

Su cuerpo esbelto se sostenía de él y sus manos se agarraban firmemente de su espalda. Lo estaba disfrutando y las palabras que conllevaban la respuesta del pelinegro, hizo que un brillo mas intenso en esos rubíes se pudiera vislumbrar.

De golpe, el Black se hizo lugar en un bote que había a pocos pasos. La idea de hacerlo en el medio del lago la había excitado aún mas. Sus tetas, que se encontraban desnudas, volvían a ser chupadas por los labios del animago que tanto la enloquecía. Pero no soltó mas que jadeos hasta que una de sus enormes manos palmeó su cola y sonara en el medio del silencio de la noche.

Un gemido de excitación se pudo oír de los labios de la vampiresa. Aquello la había vuelto loca y quería mas. — Ay SI!, Sigue así. ¿Quieres que sea una niña mala? — La voz de fingida inocencia se ahogó con otro gemido. Otra vez comenzaba a mordisquear sus pezones y no iba a aguantar mas. Quería ser mala, muy mala. Y aquel pelinegro se lo estaba buscando.

Con un movimiento, logró que el joven cayera de espaldas al suelo del bote, el cual comenzaba a alejarse cada vez mas del embarcadero. Su figura esbelta y semi desnuda, se había posado sobre el cuerpo de aquel y comenzaba a hacer de las suyas.

Con sus manos comenzó a bajar. La brisa que recorría allí hizo que un placer enorme recorriera su cuerpo ya que en sus tetas, al haber quedado mojadas por todo lo que las había chupado el ojigris, podía sentir lo frío del aire.

Fue descendiendo poco a poco, trazando con besos un camino sinuoso por la musculatura de aquel joven el cual era su propio Apolo hasta llegar a su jean. Con la misma voracidad, arrancó las telas deshilachando corte por corte.

Finalmente, su boxer era lo único que lo tapaba... pero no por mucho tiempo. Enseguida, con suma lujuria, la vampiresa miró hacia los ojos de Martín y se relamió. Ahora, con lentitud, iba bajando aquel boxer y enseguida pudo ver su pene erecto y lubricado totalmente desnudo.

Sin mas, no pudo aguantar. Tenía aquella fruta prohibida que tanto deseaba probar allí, frente a ella. Lo caliente que se encontraba contrastaba con la helada temperatura de su propia piel. Sus labios se aproximaron a él y, sacando su lengua recorrió desde el comienzo hasta el fin , todo su miembro deteniéndose en la cabeza, jugueteando allí.

Aquello era lo mas exquisito del mundo y una sonrisa pícara se dejó ver en su rostro al igual que el brillo de sus ojos, el cual se encontraban tapados a medias por el cabello que caía por su rostro. La brisa estaba haciendo estragos allí logrando que se acentúe aún mas lo alborotado de su cabello.

En el mismo momento en que habían dejado la tierra firme, y se posaron ambos en el bote, el pelinegro se las ingenió para desanclar el bote y dejarlo a la deriva total sobre el lago. El peso que iba desbalanseándose poco a poco, era lo que en parte, conducía aquel bote. Cuyo destino era indefinible. Las palabras que se decían uno a otro, sólo provocaban en ellos una mayor excitación, unas ganas superiores, de portarse muy mal.

De repente, la rubia había lanzado al joven a la parte baja del bote, quedando todo su cuerpo extendido allí y sintiendo el peso de Rocío. En pocos segundos después, ella se había desecho del jean del ojigris, quien deseaba solo una cosa, que lo desnudara totalmente y comiera todo.

—Sí... por favor, cómelo... chúpalo... —dijo muerto de deseos. Y así fue, la rubia con una sensualidad inigualable comenzó a pasar su lengua por toda la extensión del miembro del Black, quien disfrutaba del exquisito contacto y además, sentía como su entrepierna se tensaba, quedando duro y erecto.

Desde allí el enorme pelinegro, estiró sus ambos brazos para alcanzar la cabeza de la Malfoy. Con suaves caricias, comenzaron a recorrerla toda. Revolviendo mucho su cabello, que continuaba todo desordenado cayéndole por todos los sitios, en parte, cubriendo su hermoso rostro. Pero por el contrario, la intensidad de sus ojos rojos traspasaba lo dorado de su cabello.

—Vamos vampiresa... quiero que bebas mi sangre. —dijo ya entre jadeos, estaba muy excitado y por como se lo estaba chupando, parecía que iba a morir de placer.

Escuchar las súplicas de aquel mortífago de sangre Black hacían que la rubia aumentara sus deseos por poseerlo totalmente. Sus labios, ahora rozaban la cabeza de su miembro con sutileza y seducción. — ¿Tu dices que si yo chupo un poquito aquí me darás de tomar lechita? — Sus palabras habían salido en un tono de voz inocente y sensual.

Al ver su reacción, sonrió con demasiada satisfacción y enseguida lo fue introduciendo en su boca, succionándolo todo y queriendo que se muera de placer. Mientras tanto, aquel vestido rosa de suma suavidad, se fue deslizando con destreza y disimulo por el cuerpo de la Malfoy. Ahora, solo una pequeña tanguita blanca la cual, en la parte de atrás a penas se sostenía con una serie de cadenas en oro y aplicaciones de piedras preciosas las cuales brillaban ante el resplandor de la luna.

Su pene estaba entrando absolutamente todo en la boca de la vampiresa y cada vez se mojaba mas. Quería que esté por llegar a aquel orgasmo que tanto la enloquecía. Sus manos comenzaron a masturbarlo sin quitarlo de sus labios y mientras tanto, un jadeo de excitación salía de manera tenue de sus labios ya que todo lo que le estaba haciendo al pelinegro la excitaba demasiado.

Cuando vio que él ya no podía mas. Lo sacó con velocidad de su boca, y gateó sensualmente subiendo por su cuerpo con aquellos besos peligrosos. Se posó abriendo sus piernas encima de él y comenzó a rozar su conchita, a penas cubierta por aquella ropita blanca, con su pene erecto que tanto la excitaba.

Ahora si sus labios habían comenzado a rozar lujuriosos los de el joven y deseaba llenarlo de placer. Aquellos besos eran apasionados, sus caricias llenas de deseos y sus cuerpos sudados, desnudos en la penumbra de la noche, creaban una atmósfera erótica y sensual. Los jadeos de los dos slytherin era lo único que se escuchaba allí, acompañado por el sonido del agua y de la brisa.

La forma en que la rubia estimulaba el pene del pelinegro era única, lo volvía loco y sólo lograba algo, hacerlo jadear una vez tras otra. Sentía el impulso, sentía aquel líquido que significaba la finalización del acto prohibido, lo sentía, en cualquier momento acabaría si aquella vampiresa no dejaba de chupar todo su miembro. Finalmente, ella se apartó a medias y él pudo despegar sus labios.

—Oh... si nena... —jadeó muerto de excitación. Había estado a segundos de correrse todo, de llenar la boca de la Slytherin con aquella sustancia caliente.

A continuación ella prosiguió a besar los labios del pelinegro, el Black hizo exactamente lo mismo, uniéndose ambos por su boca. En un beso por demás, exquisito, muy rico y delicioso. Ambas entrepiernas se rozaban una y otra, con un leve movimiento muy excitante, que lo único que lograba era, cada vez endurecer más el miembro del chico sintiendo la humedad de la blonda. Sólo aquella tanguita blanca, era lo que cubría el cuerpo de ella.

—Necesito bajar y probarte... —susurró luego, moría de deseos por ello, quería oírla gemir antes incluso de que la penetrara.—Quiero verla chorrearse toda... lamerla y beber... —sentenció muerto de deseos.

La forma en que jadeaban ambos producía una excitación descomunal en la vampiresa. Las palabras del Black hicieron que se enloquezca como nunca. — Ay si, hazme lo que tu quieras guapo. — Esa sonrisa pervertida y socarrona se volvía a formar en los labios de la blonda.

Lamió aquellos labios que tanto le encantaban y llevó una de sus manos al pene del Slytherin. Mientras lo masturbaba, fue directamente a su oído. — Apúrate o no me aguantaré. — Aquellas palabras habían salido de los labios rojizos de la Malfoy entre súplica y diversión.

Enseguida penetró los ojos del pelinegro con sus orbes color carmín y su sonrisa pícara brilló nuevamente. Se estaba divirtiendo y no solo eso, estaba gozando del placer sexual mas increíble de su vida.

El hecho de que ella asintiera hizo que el pelinegro se incorporara, pero antes de hacerlo, nuevamente una delicada mano tocaba su parte íntima. La blonda había comenzado a masturbar el pene del chico que moría de placer, la miró muerto de deseos y no daba más, sino paraba iba a acabar todo en ella, y como estaban las cosas, chorrearía toda su mano y parte del abdomen. Todo eso si no paraba, y cada vez le daba más duro.

—Aish señorita Malfoy, si no para... la llenaré de leche. —susurró y a continuación, moviéndose de manera ágil, quedó encima de la vampiresa.

El animago se las ingenió para que Rocío no lo masturbara más, puesto que fue bajando poco a poco y de esa manera, todo iba a ser muy rico para ella. Primero lamió sus pechos, mientras sus manos los sujetaba a ambos. Sus pezones estaban más en punta que nunca, y el hecho de rozarlos con los dedos y lengua, bastaba para excitar más al chico.

Quien bajó un poco más, llegando a la altura del abdomen. Allí la miró con picardía, quedando en una muy alocada. Probando algo elemental, llevó una de sus manos a la entrepierna de la rubia. Era increíble, el calor que emanaba su conchita a la vez, que también se humedecía. Al borde de la fina tira de aquella tanga, podía verse el líquido producido por ella a causa de la excitación. Sin evitarlo, el Black bajó con su boca y comenzó a lamer absolutamente todo.

El sabor a ella era único, delicioso, tentador; se quedó con deseos de más, y eso buscó, corriendo con los dientes aquella última prenda. Ahora la rubia, tanto como él, yacía desnuda en el piso del bote, sin darse cuenta que aquella noche quedaría afónica de tanto gemir. El Black acarició con sus manos los muslos de ella, para abrirla de piernas poco a poco, y entrar de lleno con su boca, a lamer, chupar y succionar toda su entrepierna, haciendo además un poco de fuerza con su lengua para adentrarse en ella.

La rubia sabía que si seguía masturbándolo terminaría por correrse todo en sus manos y en su abdomen pero enseguida el la apartó. Sin siquiera darle un segundo, la vampiresa quedó debajo y, ahora, el control había quedado en manos del pelinegro el cual la miraba con lujuria.

Sus palabras habían hecho sonreír a la Malfoy sin más. Sus ojos resplandecían y parecían poseedores de luz propia. Sentir como sus labios chupeteaban sus tetas y lamían sus pezones con tal agilidad, provocó que jadeos incesantes salieran de sus labios unos tras otros.

Por fin, aquel mortífago había llegado a la altura de su entrepierna y, la manera en que empezaba a tocar su conchita absolutamente toda empapada hizo a la rubia temblar. Inconscientemente llevó sus manos a su propio cabello y enseguida gimió.

Si, había quedado totalmente desnuda ante él y su lengua estaba lamiendo toda su conchita la cual no paraba de chorrear ese líquido natural femenino. Su cuerpo se arqueó de placer mientras que gemía más y más. Aquello era sumamente excitante y sabía que si seguía iba a morir de deseos.

— Oh dioss... siiiii..... hazlo mas. Diosss, asi asi... — Comenzó a gemir y decir entre jadeos la Slytherin sin ningún recaudo. Se estaba volviendo loca y aquel silencio que había existido esa noche, se había roto con los gemidos de la rubia. Era demasiado placer aquel y deseaba que no terminara mas. La destreza con la cual su lengua recorría todo de ella excitaron.

De pronto, sus sentidos se agudizaron. Sus ojos carmesí se tornaron esta vez del color de la sangre en estado puro. Sus labios enrojecieron de manera sobrenatural y su piel empalideció. Un respiro profundo logró llenar aquellos pulmones inertes de el aroma a sexo que desprendían ambos cuerpos, especialmente el del muchacho.

— DIOS! Para o no aguantaré. — Sus manos se apretaron en los hombros del Black. Los finos y delicados dedos de aquella joven hundían los omóplatos de aquel musculoso animago y su voz se había escuchado con una intensidad y seducción descomunal.

Los continuos jadeos y gemidos agudos de ella, lo volvían loco, no había otra explicación. Lo encendían de una manera única, lo derretían por completo. Pero lo que hizo que su cuerpo entero estremeciera, había sido las últimas palabras de la vampiresa, lo habían detenido y desde su conchita toda chorreada, la miró. Los ojos carmesí de ella lo excitaron mucho más, y antes de volver a la boca de Rocío, el pelinegro hizo algo más.

Abrió bien grande su boca, lo máximo que pudo, y se posó intentando meter toda su entrepierna en la boca, comiéndose desde los labios húmedos hasta lo interior. De manera ágil y excitante, lamió por último un poco el clítoris de ella, que tanto le gustaba. Ascendió su cuerpo para quedar a la par de la rubia, pero su mano continuaba allí debajo, con dos dedos logró introducirse en aquella zona caliente y mojada, era delicioso.

—Ahora vendrá lo mejor... —dijo divertido y muerto de placer. Los dedos que momentos antes habían tocado la zona íntima de la vampiresa, ahora apretaban con ganas los pezones, mojándolos con aquel flujo.

Tomó hábilmente su pene totalmente duro y erecto con la mano, dispuesto a rozar toda la entrepierna chorreada de la Malfoy, sentía deseos de hacerlo, y no aguantó más. Con un movimiento lento, sintió como toda la extensión de su miembro se introducía en la rubia. Sintió a su vez, además del placer inigualable de la penetración, como la conchita lo esperaba caliente y lubricada totalmente. El olor que ambos desprendían al hacerlo, mataría al Black.

Aquellas palabras de la vampiresa habían sido en vano. La forma en que chupeteó toda su conchita la enloqueció por completo. Sus manos se aferraban aún mas en sus hombros cuando comenzó a subir hacia sus labios.

El placer que sentía la rubia era inigualable. Gemía sin parar y más aún cuando sintió sus dos dedos entrar completamente en su interior. — DIOS!!! — No paraba de gemir más y mas. Su respiración agitada se escuchaba en aquella noche a penas iluminada y el calor del ambiente comenzaba a hacer efecto.

Sin mas, los labios rozaron los del animago y no pudo aguantarse. Habían empezado a besarse mas que nunca. Aquel no era solo un sentimiento frío ni sexual. Era más que eso. Aquella rubia de ojos carmesí estaba obsesionándose con aquel pelinegro y cuando creyó conseguir el control nuevamente, el pene erecto y caliente penetró su conchita provocando que gimiera como nunca.

— AHHHHHHHHH...... oh diossssss..... ahhhh ahhhhh..... — El movimiento que provocaba aquello logró que ese "control" se perdiera de inmediato. Sus dientes se afilaron y su agilidad se intensificó. La silueta de la Malfoy siendo penetrada por Martín era tan excitante para ambos. Sin poder dejar de gemir, bajó con sus labios por todo su cuello y llegó allí, donde tanto quería morder.

— DIOSSS, prepárate... — Pasando la lengua con provocación y diversión, muerta de deseos y de placer sin dejar de mover su cadera para que siga entrando en ella, mojando toda su caliente y tensa piel. Sin mas, no aguantó. Abrió sus labios de forma sensual y dejó a la vista sus filosos colmillos blancos los cuales repentinamente, perforaron la piel del pelinegro vorazmente.

Lo había mordido, estaba succionando su sangre mientras se pegaba a el y lo abrazaba demasiado fuerte. Seguía entrando en ella y aquel calor inmenso la colmó. El clímax la estaba llenando y cuando tuvo suficiente, gritó en un gemido de placer que hizo que finalmente llegara al orgasmo completo.

Su cuerpo se curvó nuevamente y su cabello alborotado cubrió parte de su rostro cayendo hacia atrás. Sus labios se encontraban cubiertos de la sangre de aquel que, sin lugar a dudas, amaba con lo único que aún le quedaba: su alma.

Los movimientos iban aumentando su intensidad, el hecho de que cada vez la excitación se acrecentaba aún más, la vampiresa sacaba a luz el don de su condición, aquella agilidad sobrehumana sorprendente. Con aquello sólo lograba calentarlo más, y lo más rico, era que el pene penetrándola una y otra vez, lograba esa sensación exquisita. En combinación con los sonoros gemidos de la rubia, todo era mucho mejor, más caliente.

Cuando faltaba poco, cuando los cuerpos se encontraban sudorosos y muertos del placer, ambos, Martín lo vio venir, sabía lo que la mujer de ojos rojos iba a hacerle. Pero no le importó, es más, en el momento en que los afilados colmillos de la blonda se clavaron en su cuello, un sentimiento de vértigo aumento haciendo que cada vez estuviera más cerca de correrse. Ya no daba más, los gemidos continuos de Rocío lo mataban.

—AY DIOSSS... —gritó el ojigris en un último jadeo mortal.

No logró contenerse, pareció que todo se había venido abajo. La excitación había alcanzado el punto máximo, y desde muy dentro, sintió como algo salía de él caliente, y llenaba toda la vagina de la vampiresa, que chorreando, ahora no sólo de aquel flujo, también del semen del Black que había escupido. El miembro continuaba entrando y saliendo, a un ritmo ahora disminuido pero profundo. Cuando todo parecía volver a la normalidad, Martín la visualizó.

—Yo... yo te amo... —fue lo último capaz de decir. Se sentía algo débil, pero todo había sido maravilloso. No quería irse de aquel lugar, no quería apartarse de aquella vampiresa, que tanto le gustaba.—Bébela toda... —siseó refiriéndose a su sangre.

Se sentía completa, ya no podía pedir mas. Ahora que sus ojos comenzaban a volver poco a poco al miel natural, sentía culpa. Había mordido a aquel joven que, encima, se había dado cuenta lo mucho que lo amaba.

No podía dejar de respirar agitadamente. Relamió sus labios y bebió toda la sangre que había en ellos. De golpe sintió como su semen entraba todo en ella acabando los dos prácticamente al mismo tiempo. Ahora su vagina chorreaba ese líquido blanco hirviendo y su corazón inmóvil parecía querer latir.

Mirando sus ojos, exhausta sobre aquel bote, logró escuchar aquellas palabras que la estremecieron. Mordió su labio inferior con aún un poco de sangre y respiró profundo. Se sentía viva y todo gracias a él. Aquello había sido más que hermoso. El placer que había sentido en manos del Black sería incomparable y no quería que nunca mas, nadie la tocase. Quería solo sus manos, su cuerpo y sus labios. A nadie mas.

Agitada cruzó una mirada dulce con aquel joven y enseguida sonrió. Comenzó a reirse con dulzura y llena de felicidad. Llevó una mano hacia la herida que le había provocado y comenzó a acariciarle allí despacio para que no sienta dolor. Lentamente acercó sus labios a su cuello y, antes de sacar su lengua, susurró. — Lo siento, de verdad, perdóname. Yo te... te amo.

Finalmente, lamió allí, bebiendo las gotas de sangre que habían brotado luego y limpiando la zona de la herida. Sin poder evitarlo respiró sintiendo el aroma de su piel y lo abrazó. Se había sentado en aquel bote y lo había abrazado fuerte ocultando su rostro en el cuello de Martín respirando aquel aire húmedo que circulaba por el mar. Pronto vendría la lluvia y no quería irse de allí jamás.

Los latidos del pelinegro comenzaban a volver a la normalidad, recuperando la media común de cualquier ser humano. Incorporándose a medias junto a ella, la abrazó rodeándola toda por la cintura. Quería demostrarle que la quería, que la quería mucho y deseaba estar con ella, en aquel momento y en cualquier otro. Aquella rubia le había llamado la atención desde la primer noche, y allí, aquello era impagable.

—No Rocío, no importa de verdad. —dijo esta vez sonriendo. Pero muy diferente a segundos antes, aquella sonrisa era con amor, con suma dulzura, y más que nada, totalmente real, aquellas palabras sólo eran sinceridad pura del Black.

Sus cuerpos desnudos comenzaron a sentir lentamente unas gotas provenientes del cielo, la lluvia había comenzado. Ellos aún se encontraban a mitad del lago, debían ser no menos de la una de la madrugada. El tiempo había pasado sin dudas, pero no, el pelinegro no quería irse de allí. Sólo quería estar a su lado, y nada más. Disfrutar de aquella velada un poco más, era una belleza, aquella rubia era hermosa por donde se la mirara.

—Am... ¿podemos quedarnos un poco más aquí? —preguntó totalmente interesado. Quería saber que opinaba aquella chica, que aún al igual que él, se encontraba desnuda. Y al percatarse de aquello, el pelinegro la abrazó nuevamente hasta volver al piso del bote. No quería que sintiera frío o algo así, por ello, la intentó abrigar con su calor.

Una por una, las gotas de agua provenientes del cielo comenzaron a caer sobre la nívea piel de la rubia y sobre el cuerpo del Black. El aire comenzaba a ser mas fresco y un estremecimiento recorrió en su totalidad a la Malfoy.

Era todo tan lindo, la forma en que la abrazaba y el aroma tan divino que desprendía aquel joven lograban relajarla completamente. Sus palabras con aquel tono dulce y amable, hizo que una sonrisa delicada se formara en el rostro de la muchacha. Su cuerpo estaba pegado al suyo, refugiada en su abrazo, y sus manos no dejaban de acariciar el pecho del ojigris.

Al escucharlo, asintió de inmediato. — Si, yo también quiero quedarme mas rato aquí. — Su voz dulce y melodiosa había vuelto y sus ojos ahora mieles penetraban el oscuro lago que se confundía con el cielo en el horizonte. Lentamente, sintió como el mortífago iba acomodando sus cuerpos para quedar de nuevo recostados sobre la madera del bote y sonrió.

Ahora, había pegado su cuerpo al suyo y sintió la calidez increíble que poseía aquel joven. Abrazándolo fuerte, pudo notar como trataba de darle calor, algo que necesitaba. Su sonrisa no se iba y, apoyando su rostro en su pecho acurrucándose en él, susurró lentamente. — Bonito, tu te enfermarás. Mejor déjame ver si hay algo.

Con mucha dulzura, dio un vistazo al bote. Increíblemente, en una de las puntas, donde habían quedado las ropas de los dos, había una especie de cobertor aparentemente de lana. Estirando sus manos, logró alcanzarlo y, a pesar que a penas estaba un poco húmedo por las pequeñas gotas que habían caído en el, podía abrigarlos.

Lo extendió sobre sus cuerpos, especialmente en el de Martín. Al menos llegaba a cubrir sus piernas y parte de su torso. Por el contrario, a la ojimiel lograba taparla completamente hasta la zona de sus pechos. Pegándose más a el, susurró en su oído. — Siento no poder ser caliente como tu para darte calor. Es algo ilógico querer calentarse con un cubito de hielo...

Lo último lo dijo bromeando y una pequeña risita dulce salió de sus labios. — Te amo Martín. — Susurró a penas mirando como su mano acariciaba el pecho del muchacho.

Las suaves palabras de la rubia, volvieron a derretir al Black. Quien no podía quitarle los ojos de encima, Rocío era un ser demasiado hermoso, demasiado dulce, demasiado tierno. Al rodear su cuerpo con los brazos enormes, sólo intentaba retribuirle algo de lo mucho que le había dado ese día, al igual que la primer noche. Martín deslizó una de sus manos para alcanzar el rostro de la chica, acariciándolo con mucha ternura.

—Awww... no te preocupes por mi linda, enserio, estoy bárbaro. —susurró. Pero a decir verdad, la Malfoy trajo aquella especie de capa que cubrió buena parte de ambos.

A pesar de ser verano, estar allí de noche, cercanos a la una y treinta de la madrugada, con una intensa llovizna, propiciaba algo de frío. Por ello, Martín intentando adoptar una actitud prudente ante el verdadero deseo y las ganas, le propuso algo contra su voluntad a aquella maravilla que tenía en brazos. Mirándola a sus ojos, que tanto le agradaban.

—¿Quieres regresar al Colegio?... Es que hace frío linda, y no quiero hacerte mal. —inquirió tomando parte de los remos, para regresar al embarcador. Aunque aún seguía abrazándola, y debajo de aquella manta.