Habitación de Rocío Malfoy (Martín) (+18)

El camino de vuelta a la habitación junto a aquel joven que tanto la había atrapado había sido sumamente tranquilo. Enseguida habían atravesado la sala común la cual se encontraba alumbrada a penas por las llamas encendidas en la chimenea.

No había absolutamente nadie allí pero la vampiresa no se detuvo. Sus ojos mieles, que brillaban aún más por la luz cálida del fuego, miraron los grises del pelinegro con mucha dulzura e intensidad. Lentamente, tomando su mano, comenzó a caminar hacia las escaleras donde se encontraba su habitación. Sus ojos miraban a ambos lados para cerciorarse de que allí no hubiera nadie hasta llegar a la puerta labrada en roble.

Con una de sus manos giró el pestillo de oro que poseía aquella abertura y logró abrirla. Extendió su mano y subió la llave de luz iluminando su cuarto. Todo estaba intacto y prolijo. Tenía la costumbre de mantener todo en órden y la enorme cama de dos plazas ubicada en el centro de la habitación hacía presencia con su pulcro y adornado acolchado a tono con el decorado.

Lentamente se volteó a ver a Martín mientras retrocedía lentamente. La capa seguía alrededor de su cuerpo y sus ojos mieles penetraban los grises del Black con inquisición. Una sonrisa dulce colmó su rostro y lentamente, tomando su mano, lo invitó a pasar. — Siéntate como en tu habitación. — Susurró dulcemente.

Habían llegado a la puerta del retrato, lugar donde debieron inventar una buena excusa para que aquel cuadro del santo y seña, no los dejara dormir en el corredor. La Sala Común por suerte estaba desierta, y en el sendero que dividía, las habitaciones de los chicos y chicas, el Black se detuvo. No quería separarse de la rubia, por lo que sin oponer resistencia, dejó que la Malfoy lo condujera hacia su habitación.

La cual hallaron al apenas subir las escaleras, abrir una puerta de roble, ante ellos la imagen de una hermosa y ordenada habitación fue lo que se logró ver. Todo concordaba, cada detalle, los colores, absolutamente todo. Además contaba con una vista al lago, donde criaturas marinas iban y venían, no era de extrañar, estaban en las Mazmorras del colegio, sitio subterráneo.

—Gracias Rocío, muy bonita habitación. Aunque... tú lo eres mucho más. —dijo mientras sus mejillas se encendían de manera tenue.—¿Podremos? —dijo algo nervioso el ojigris, mientras señalaba la perfecta cama tendida.

La rubia sonrió con mucha dulzura al escucharlo mientras que caminaba hacia el tocador para poder buscar una toalla. Al llegar allí comenzó a quitarse la capa quedando nuevamente desnuda y enseguida pudo escuchar la pregunta de aquel pelinegro. Le llamó la atención pero no entendió mucho a que se refería por lo que asomó su rostro para verlo.

— ¿Que cosa? — Y al momento en que terminó de preguntar, lo entendió. Una sonrisa avergonzada se dibujó en su rostro y sus ojos mieles brillaron de forma inesperada. — Am... claro... pero... yo quiero darme una ducha primero. Tu... ¿Quieres?— Tenía unas ganas inmensas por que aceptara por lo que, esperando la respuesta, volvió al cuarto de baño.

Lentamente abrió el grifo de agua caliente y la mezcló con el agua tibia. Puso a llenar la bañera enlosada blanca y, tomando un frasco dorado, esparció allí un poco de jabón para lograr que se llenara de espuma. Su cuerpo a penas tapado con una toalla la cual desprendió con delicadeza, se encontraba húmedo a causa de la lluvia.

— Si decides venir, deja la ropa en la silla que está a la izquierda, que luego le diré a uno de los elfos que la laven.— Su voz melodiosa había retumbado en el baño. Se aproximó a uno de los costados en donde había un equipo de música moderno y lo encendió dejando que suene Don't Cry, canción de su banda preferida. Esperaba que no le molestase aquella música.

Seguidamente, ingresó a la bañera y se sentó allí. El agua tibia hizo que su cuerpo se relaje completamente. Cada músculo comenzaba a destensarse y sumergió hacia atrás su rostro para que su cabello se mojara completamente. Luego volvió a emerger respirando profundo limpiando con sus dos manos su rostro. Se sentía demasiado bien.

El pelinegro en parte se sentía aún como extraño en el lugar, aún no estaba completamente seguro y convencido de estar allí. Pero aquella chica todo lo podía, lo derretía con cada cosa que le decía y ya era obvio, la quería y mucho. Ante su invitación titubeó un momento, aquella inseguridad volvía a estar latente, pero nada iba a perder si aceptaba. Por el contrario, podía disfrutar aún más.

—Al final, acepto señorita Malfoy. —dijo sonriendo al entrar al baño.

La muchacha ya se encontraba en la bañera, cubierta absolutamente toda por el agua y la espuma producida por el jabón. Pero en el fondo sabía que la rubia estaba desnuda, al igual que en el bote. Y sólo pensar eso, se estremeció poco a poco. Sólo el boxer quedaba como prenda, si es que podía llamarse algo.

—Lo dejaré aquí. —aclaró al dejar aquella prenda donde Rocío le había indicado.

Se encontraba desnudo nuevamente, al igual que la vampiresa que tanto amaba. Dio unos pasos hacia la bañera y lentamente, fue adentrándose en ella. El agua estaba perfecta, muy caliente y relajante.

Enseguida sintió la presencia de él en el cuarto de baño. Sus ojos mieles brillaron con ganas y sus mejillas parecieron arder. Una sonrisa de felicidad mezclada con sensualidad se había dibujado en su níveo rostro al momento en que vio al pelinegro completamente desnudo, ingresando en la bañera.

Mordió inconscientemente su labio inferior. Su cuerpo estaba todo cubierto con aquella capa de espuma blanca sumergido en el agua hasta la altura de sus senos. Lentamente, observó como el ojigris se acomodaba dentro y estiró su mano para que no quede alejado. Quería que se sentara detrás de ella.

— Ven, ponte aquí. — Susurró la Malfoy a penas audible ante la música que sonaba en aquel sitio. Señaló donde quería que él se ubicara, justo detrás de ella. Sus ojos con aquella dulzura natural penetraban las pupilas del Black de manera única. Sentía un inmenso amor por el y aquello la sorprendía a si misma. ¿Cómo había podido sentir tanto amor por aquel joven en tan poco tiempo?

—Bueno vida, por cierto, hermosa canción. —murmuró el pálido mortífago al escuchar las melodías de Don't Cry, de las canciones más hermosas que conocía.

Todo era muy tranquilo, la atmósfera del lugar era apaciguadora. Era tranquilizante, relajante, y en combinación con aquella canción, era perfecta, irremplazable e inigualable. Martín se había apoyado al borde de la bañera, abierto de piernas sentía en sus muslos parte del cuerpo de la blonda chica. La cual desnuda ante él, tenía la mayoría de su esbelto cuerpo cubierto por espuma. Había tenido un deseo impulsivo, y sonrió al saber que ella no podía verlo.

—¿Y si lo hago yo? —suavemente deslizó su mano hacia la pequeña de la chica, no le quitó el jabón pero si la guió por el hermoso cuerpo de la vampiresa. Comenzó a pasar la esponja por el cuello y entonces, se decidió.—Relájate, ¿sí? —prosiguiendo, volvió a hablar.—Lo haré yo, tus manos al costado cielo.

Las manos del Black, en contraste, eran enormes. Tomando aquella esponja buscó un poco más de jabón, y comenzó a acariciarla a su vez con la libre, recorriendo su espalda. La suave y sutil esponja se paseaba por la parte delantera, fue perdiendo altura pasando por ambos pechos, el abdomen, y finalizo en la entrepierna. Sitio donde sin querer, o queriendo, la esponja se resbaló cayendo al fondo de aquella pequeña pileta. Y Martín aprovechó ese instante, para rozar con sus dedos aquella zona deliciosa.

—Te amo. —dijo al compás que sus dedos, pedían permiso para entrar.

Cuando se ubicó detrás suyo, el pelinegro comenzó a acariciar a la rubia con suma delicadeza. Al haber sonreído ante el comentario sobre la canción, la joven había comenzado a enjabonarse el cuerpo lentamente.

Para su sorpresa, las manos del ojigris le quitaron la esponja de sus manos y, pidiéndole que se relaje, empezó a trazar un camino por todo su cuerpo pasandole aquella. Todo era realmente relajante y divino. El Black provocaba en la vampiresa un deseo profundo de poder decirle que era suya para siempre.

Lentamente, comenzó a notar como aquel camino se dirigía hacia la zona de su entrepierna y se estremeció. Al caerse la esponja, la suavidad con la que Martín había comenzado a acariciar allí, hizo a la rubia jadear a penas sintiendo como se excitaba.

Finalmente jadeó mas. Sus dedos comenzaron a rozar mas profundamente aquella zona y miró de costado a aquel humano que tanto la fascinaba. Había dicho que la amaba y eso la estremeció. Al parecer, él también sentía eso por ella y su sonrisa de felicidad enseguida apareció.

— Y yo a... — De pronto, se quedó sin aliento. Uno de sus dedos comenzaba a pentrar allí provocando que la ojimiel ahogue un gemido. —Dios. Te amo, Martín te amo. — Sus palabras salieron a la vez que sentía como el deseo aumentaba. Quería ser suya para siempre y la delicadeza con la que la tocaba era enorme.

El gemido de la chica más maravillosa del mundo, lo había estremecido por completo, una leve corriente invadió su cuerpo entero y una sensación rica llegó centrándose justo en esa zona, era inevitable. El agua cálida y el no ver, hacía las cosas más lindas y delicadas, todo era disfrutar, de eso se trataba, y así lo tomaban aquellos dos Slytherin.

—Sabes algo, quiero que salgas conmigo. —susurró apegando su torso a la espalda de la rubia. Aquello lo había meditado desde que se encontraba en el bote a medias en el lago, o tal vez antes, pero desde ese momento, aquella idea se había hecho más firme.—Es que no sólo me agradas, y no sólo me gustas... —volvió a emitir en apenas palabras audibles.

Su otra mano también fue contorneando su cuerpo, desde la zona baja de su espalda a su cintura, de su cintura a su abdomen, para finalmente bajar junto a la otra.

—Me enloqueces, y te amo. Rocío te amo. —culminó y con ambas manos allí comenzó a tocarla. Con suavidad, fue rozando la zona exterior, acariciando sus labios hasta encontrarse con su clítoris. Y la otra, había entrado en un movimiento constante pero lento, a su vagina, alternando ritmo con ahora dos dedos. Muy suave, pero sintiéndolo todo.