Paseo (Sauron Black)

No podía quedarme sola con los libros y Luc en la sala común. Bueno, con los libros, Luc no podía quedarse quieto sólo para estar conmigo acompañándome, es decir, lo hacía. Se quedaba dando vueltas sobre sí mismo a mi lado sobre la mesa de la sala común de Hufflepuff. Pero eso no era vida para un perro -vale, sí, tampoco aquello era vida para una persona y menos de mi edad, pero yo estaba triste, aunque él sufría por mi culpa...- así que le había ordenado que se fuese a jugar con la nieve o a pasear por ahí, en aquel momento yo no era buena compañía.

Pero tenía que salir. Y ahí estaba yo, en los jardines, Luc me acompañaba con aire alegre y yo podía sonreír con él a mi lado y en aquel estado de ánimo, aunque por dentro no estuviese muy bien. Así, llegué paseando y paseando al bosque prohibido, de noche se veía aterrador. Me froté los brazos y suspiré de frío. Me quedé allí parada, mirando al interior del bosque, se escuchaban ruidos ahí dentro y Luc había adquirido una posición de defensa delante de mí.

Estaba todavía mirando hacia el interior del bosque cuando me pareció ver una sombra en él. Pestañeé varias veces y entrecerré los ojos mientras me colocaba mejor las gafas empujándolas por el puente. ¿Realmente había visto algo allí dentro o mi mente me estaba jugando una mala pasada? Me rasqué la frente, pensativa, cuando de repente, Luc empezó a ladrar incontrolablemente. Abrí los ojos más de lo normal, ¡Entonces no habían sido cosas mías, había visto algo en el bosque! Y por eso ahora Luc ladraba de aquella manera, porque había algo o alguien ahí dentro, y cerca. Retrocedí un poco justo cuando un chico cayó delante de mí. Solté un pequeño gritito y di un sobresalto del susto.

Luc seguía ladrando, yo fruncí los labios hasta que se convirtieron en una fina línea y miré a mi perrito, ladrando como un descosido en el suelo mientras daba saltitos del impulso de los ladridos. Miré al extraño mientras hablaba y a mi perro alternativamente y, finalmente, cogí a mi amigo en brazos para acariciarlo y acallarlo con cariño. Cuando dejó de ladrar volví a prestar atención al extraño. Vale, había salido del castillo, pero seguía sin tener ganas de hablar. Desvié la mirada, pensando en si decir algo o marcharme. Decidí contestar porque él no se quedaba atrás.

- Tú tampoco.-murmuré suavemente.- Y yo estaba aquí fuera mientras que tú vienes de dentro.

Luc se había callado pero continuaba gruñendo, eso sólo me avisaba de una cosa: No me podía fiar de aquel chico. Pero éste parecía saber cómo ganarse la confianza de mi pequeño carlino, dejó su mano cerca del hocico del animalito y vi cómo le olisqueaba con ánimo, después se recogió entre mis brazos y me lamió uno de ellos aunque tuviese la túnica puesta. Le sonreí y le acaricié la cabecita. Después miré al otro chico y fruncí ligeramente el ceño, simplemente mostrándole la cara apropiada, no podía sonreírle después de decirme lo último que había escuchado salir de su boca y tampoco iba a hacerlo si no lo conocía, o tal vez sí.

- No voy a entrar...-murmuré y me incliné hacia un lado para ver de nuevo el interior, porque él me tapaba la vista. Luego volví a quedarme recta mirándolo a él de nuevo.- Está prohibido, yo sólo paseaba por el jardín.-seguía sin alzar la voz, ya hablar en susurros era un esfuerzo para mí.

Acaricié un poco más a mi amigo y después lo dejé en el suelo, a pesar de haber dejado de ladrar, Luc se puso entre el desconocido y yo y tuve que hacerme hacia atrás para dejarle espacio al perrito. Éste seguía teniendo una posición de alerta permanente. Qué bien me habría venido que hubiese venido conmigo a Hogsmeade aquel día en que aquella mortífaga... Me dieron ganas de llorar en aquel instante, como si no estuviese suficiente mal ya para que ahora me viniese eso a la mente. Luc notó mi aumento de malestar y se giró gimiendo un poco. Yo me arrodillé a su lado y le acaricié, me sequé una lágrima y luego miré al extraño.

- No tengo miedo de entrar.-dije, y era verdad, nunca me había dado miedo nada más que tener miedo, hasta conocer al vampiro que me había hecho tanto daño. Y a partir de ahí, mi miedo fue algo más normal, pero aquel bosque no me quitaba el sueño. Pasé a responderle a su pregunta sin levantarme del suelo.- Tengo quince años. Estoy aquí fuera con permiso, la enfermera quiere que salga del castillo aunque sea de noche.

¿Por qué me estaba retando? Me miraba con esa expresión en el rostro mientras me incitaba a entrar con, tal vez, provocaciones. Nunca había accedido a ellas. Y no me gustaban los chantajes, ¿Me iba a hacer entrar en el Bosque Prohibido? ¡Estaba prohibido! Me levanté del suelo sin quitarle los ojos de encima. La enfermera me había ordenado salir a tomar el aire y estaba tan desesperada porque lo hiciera que le daba igual si lo hacía de noche, me había dado permiso y McGonagall lo sabía.

Había dejado a Luc en el suelo cuando me levanté y seguía con la posición defensiva para protegerme del posible peligro que podía representar aquel extraño que quería meterme en el bosque, yo sabía que llegaba al colmo de la ingenuidad, pero no pasaba de él. Caminé un poco alejándome de él.

- No voy a entrar, está prohibido.-sentencié y caminé de vuelta hasta el castillo, Luc detrás de mí.

Sólo deseaba irme a dormir, era algo que necesitaba, las ojeras se habían incrementado en mi rostro por las largas noches de vigía y dedicación intensiva e innecesaria al estudio. Estudiar era lo único que hacía, y ahora que me había despejado un poco tomando el aire fresco de la noche me había venido todo el sueño como si me hubiese caído algo pesado encima.

Me giré cuando escuché lo que decía, frunciendo el ceño, y después miré hacia abajo. Mi cara se descompuso al ver a mi pequeño perrito inmovilizado intentando liberarse de aquellas ataduras. Miré con enojo al desconocido y luego intenté quitarle las cuerdas a Luc, el pobre perrito se quejó.

- Oh, lo siento mucho, Luc...-sollocé cogiéndolo en brazos y luego miré al chico.- ¿Por qué le has hecho esto? ¿Por qué quieres que entre ahí contigo?-exigí saber.

¿Que el perro era lo de menos? ¡Era uno de mis mejores amigos, para mí era importante! Comencé a ponerme muy nerviosa, aunque el perrito acabó siendo liberado pero después... ¡Después desapareció, aquella situación empezaba a desesperarme. Me levanté de nuevo del suelo, mirando a todos lados.

- ¿Luc?-lo llamé, insegura.- ¡Luc!

¿Por qué me tenía que pasar esto a mí? Salía después de muchos días aislada en el castillo y ahora me ocurría esto... Entonces... ¿Para qué salía? Me propuse no volver a salir de la sala común nunca más, tan sólo para motivos puntuales tales como las clases o ir a ver a mis padres, tenía que pensar en cómo conseguir material de clase sin ir al callejón Diagón.

Me acerqué a aquel extraño sin tan siquiera coger mi varita de detrás de mi oreja. Lo agarré por una manga y di suaves tirones, ya estaba llorando. ¿Por qué tenía que ser tan débil? Si fuese más fuerte no me habrían hecho tanto daño en tan poco tiempo. A veces echaba de menos el colegio muggle, en el que al menos no me lanzaban hechizos, tan sólo me ponían zancadillas.

- ¿Dónde está? ¿Qué le has hecho? Dímelo, por favor, haré lo que quieras...

Aparté la mano cuando él me la quitó de su manga y me la agarré con la otra mano, como si así la protegiera de cualquier cosa. Fruncí el ceño, ¿Por qué venía a darme lecciones ahora? El malo era él, el extraño era él, yo sólo estaba paseando, él quería que entrase al bosque prohibido retándome como si fuese un crío. Me estaba enojando. ¡Había enviado a mi perrito solo en medio del bosque prohibido, ¿Estaba loco?! Me alarmé completamente y me adentré en el bosque sin pensármelo dos veces y sin importarme el hecho de estar descalza.

- ¡Luc!-chillé buscando a mi perrito. ¿Cómo lo iba a encontrar de noche en aquel lugar enorme? Me clavaba ramitas en las plantas de los pies pero no me importaba, sólo me importaba encontrar a mi amigo. Seguí llamándolo y entonces escuché un ruido.- ¡¿Por qué no sales en vez de dejarme sola?!-grité pensando que era el extraño de antes. Pero no, no era él, era un escarbato que parecía haberse perdido. Me quedé pensando en sí ayudarlo o no, tenía que encontrar a Luc, pero me daba pena dejar al pobre escarbato solo... Por ello lo cogí en brazos y seguí caminando, él parecía estar asustado por algo.

Una cosa enorme de color negro apareció y abrí los ojos. Una acromántula, no me gustaban las arañas. Cogí mi varita de detrás de mi oreja rápidamente y apunté al bicho gigante con ella.

- Inmovilus.-conjuré. Después de eso pensé que el escarbato estaría más calmado pero no fue así, seguía intranquilo, mirando a todos lados y chillando suavemente de vez en cuándo mientras yo llamaba a Luc a gritos. Llegó un momento en que el escarbato dio un chillido más agudo y más fuerte que los demás. Todo comenzó a congelarse y me froté los pies en busca de calor. Mi mente no quería pensar en la posibilidad más acertada. Como siervos de la noche, dos dementores bajaron del cielo acercándose a nosotros, yo retrocedí tragando saliva. Sin pensármelo dos veces me di la vuelta y eché a correr hacia el lado contrario.- Tranquilo, pequeño, te protegeré.-le dije al escarbato, que chillaba como un loco. Me di cuenta de que era una cría. Pobrecito, ¿Dónde estaría su madre? La respuesta llegó enseguida. Había un escarbato más grande tirado en el suelo, como si estuviese congelado... ¡¿Por qué había dementores en Hogwarts otra vez?! No era momento para pensar en eso en aquel momento. Seguía corriendo con el escarbato en brazos, tenía que encontrar a mi perrito para poder salir de allí cuanto antes.

Entonces otros dos dementores se interpusieron entre el camino y yo. Corrí hacia otro lado, otro dementor me cortó el paso. Lo apunté con mi varita. Tenía que pensar en cosas bonitas, recuerdos alegres, pero por desgracia ese tipo de cosas estaban muy enterradas en aquel momento. Intentaba murmurar un Expecto Patronum pero estaba demasiado asustada, me temblaba todo el cuerpo, incluso la voz. El escarbato se me cayó de los brazos y se escondió entre mis piernas, aterrorizado. Yo estaba absorta mirando aquel espectro que se acercaba a mí. Lo que prentendía no tardó en suceder, caí al suelo de rodillas mientras recordaba una y otra vez el suceso con la mortífaga anciana, jadeaba como si tuviese hipo, intentando que parase, no podía. Y seguramente Luc ya estaría muerto...

Tanto fue el sufrimiento y la desesperación que mi consciencia acabó escapándoseme, me dejó, perdí el sentido y me desplomé completamente en el suelo.


Cuando abrí los ojos me encontré con que estaba en un lugar totalmente vacío, parecía el interior de una caja enorme de paredes blancas, no había ventanas ni puerta, no había nada de nada, sólo una intensa luz de color mortecino. Entonces tres televisores se acercaron a mí y me rodearon, impidiéndome cualquier vía de escape. Primero se encendió uno, iba por Hogsmeade y era de noche. Una niña que yo conocía muy bien iba de vuelta a casa hasta que se topó con una sombra en la oscuridad, una sombra que resultó ser un vampiro que la torturó macabramente convirtiéndola en un juguete o una obra de arte, como él decía. Me tembló el labio y me giré hacia otro lado, alejándome del objeto. Pero entonces me topé con otro de los televisores que me cortaban el paso, se encendió y se vio otra imagen. Andrew estaba muerto y la niña sollozaba y lloraba como nunca antes lo había hecho, más o menos como hacía yo ahora. Se encendió la otra televisión y vi a la misma niña, en las mismas calles de Hogsmeade, se había tropezado con una ancianita aparentemente simpática, aparentemente porque después la llevó por la fuerza a la Casa de los Gritos, donde usó con ella varios hechizos hirientes, uno más que los demás, pues la había herido mental y físicamente.

Chillé, muy alto y muy agudo. Una televisión más se abrió paso desde el suelo, aún así seguía encerrada entre los cuatro aparatos. Se encendió, todo estaba oscuro. La misma niña estaba tumbada en el suelo con los ojos cerrados, su perrito estaba tirado en el suelo y parecía muerto, el chico de antes estaba a su lado. Una pequeña criatura se acercaba, era un escarbato. Miré a mi alrededor, las televisiones seguían emitiendo aquellos horrendos recuerdos, supe exactamente lo que debía hacer. Me arrojé al interior de la televisión que había salido por último y una luz cegadora me invadió.


Desperté de sopetón, gritando desgarradoramente.

Estaba algo confusa, aunque acabase de ver los sucesos que acontecían en el lugar ya no los recordaba bien. Alguien me abrazaba, recordé quién era. El mismo sujeto que me había hecho entrar en el bosque. ¿Es que no había pasado realmente? Girando la cara un poco pude ver a Luc, ¿Entonces no lo había metido en el bosque? ¡Pero parecía muerto! Sí había pasado porque yo acababa de recuperar el sentido, algo había pasado. Aquello llegó a mi mente como un destello, dementores. Habían sido cinco, lo recordaba. Había allí también un escarbato, pero qué criatura tan bonita. Ya no chillaba, ahora soltaba unos suaves gruñidos. Me separé de aquel extraño que había hecho que entrara en el bosque y me acerqué a Luc, yo ya no gritaba, sólo lloraba. Tomé a mi perrito en brazos y acerqué mi oído a él, su corazón latía, entonces sentí unos lametones en la oreja y lo miré, estaba despierto y muy animado, me hizo sonreír tristemente. Luego miré al todavía extraño, mi sonrisa se borró y las lágrimas continuaron descendiendo por mis mejillas.

- No vuelvas a hacerme esto...-pedí en un murmullo. El escarbato se acercó a mí dando saltitos y le pasé un brazo por detrás para pegarlo a mí en un abrazo.

Me asusté un poco cuando vi que se acercaba a mí pero no me moví, y no me hizo daño. Tan sólo secó mis lágrimas. Su mano estaba muy fría, quizá debía ponerse guantes y abrigarse bien. Después miró al cielo, tal vez pensaba en algo. Yo también pensaba, pensaba en qué había pasado. Él me había sacado del bosque, y me iba a proteger de los dementores si volvían a atacarme... Me había hecho entrar en el bosque pero luego me había sacado y me había dicho aquello.

Dejé en el suelo con cuidado a mi perrito y al escarbato y abracé al chico. Los dos animales se pusieron a jugar. Aumenté un poco la fuerza en mi abrazo y suspiré varias veces. Me froté un poco contra su pecho, buscando algo de comodidad, estaba algo cansada.

- No hay nada que perdonar, pero no quiero volver a entrar ahí...-susurré.- ¿Cómo has podido con cinco dementores juntos? Pareces joven...

Me abrazó algo más fuerte y yo suspiré, necesitaba un abrazo, últimamente los necesitaba y no me había dado cuenta hasta ese momento.

- Gracias...-susurré, un poco temblorosa, empezaba a tener frío. Seguro que era madrugada casi por la mañana, a esas horas era cuando más frío solía hacer. Sentía que mis pies eran dos cubitos de hielo, estaban congelados y los tenía entumecidos. Las palabras que dijo después me hicieron sentir como una inútil, era verdad. Me había pasado días y días estudiando en la sala común, leyendo hechizos y demás asuntos relacionados con el estudio, incluso de otros cursos superiores, pero después siempre perdía en los duelos, SIEMPRE. No sabía luchar, por eso siempre me hacían daño, tanta teoría y tan poco práctica...- Robin Sunset.-hice una pausa mientras miraba su mano, sujetando la mía con suavidad. Suspiré y lo miré a él de nuevo.- Por favor... Enséñame a llevar la teoría a la práctica.

Él sonrió y, seguidamente, suspiró. Después se quitó la túnica y me la puso por encima, eso me sentó bien, porque tenía muchísimo frío. Igualmente seguía temblando.

- Gra-Gracias...-titubeé aún temblando de frío. Él se levantó del suelo tras mirar al cielo, yo había hecho lo mismo. Qué color más bello, era el color del amanecer, lejos de quedarnos a ver cómo salía el astro rey, me levantó del suelo para dejarme de pie. Luego comenzó a darme órdenes de forma muy dura y severa, pero tampoco era para tanto, los profesores solían ser así también, la disciplina era muy importante. Pero sí me sobresalté cuando me gritó ¿Por qué tenía tanta prisa? No lo entendía, pero no lo hice enojar y cogí rápidamente a Luc y al escarbato sin nombre.- Ya está...-dije un poco cohibida.