Chillé. Esa maldita enana me había asustado. La miré mal hasta límites insospechados, casi, casi, como si fuera Slytherin. Elianne se imaginó su piso y cuando entramos me senté, bueno, hay quién diría que me tiré, en el sofá del salón. Mmm... qué comodidad, pensé. Realmente me gustaba el piso de Elianne, era como un piso de esos que salían en la serie estadounidense que estaba tan de moda ese año: Friends.
-Dime, pequeño saltamontes, ¿qué te preocupa?-. Pregunté, bromeando. No era posible que a Elianne le pasase nada serio, ella tendía a exagerar algunas cosas que a la mayoría nos parecían chorrada. Y otras que a mí me importarían mucho a ella le daban igual. Ejem, sexo, ejem.