Estaba dibujando el lago en todo su esplendor (¡Al fin!), cuantos dibujos me había costado llegar a alcanzar tal perfección. Lo había hecho con lápices de colores por lo que había sido aún más difícil, pero me estaba quedando tan bien. Un trazo por aquí, otro por ahí. Y entonces, escuché al alguien acercarse. Con mucho, mucho cuidado alejé el lápiz, de un color azul rey, para guardarlo en el estuche, no sería la primera vez que me distraía y acababa con un dibujo. Me giré y observé a una chica acercandose, pero no tenía muy claro si al lago o a mí.