Kayla había despertado con ánimos de volar esa mañana, por eso, bien temprano, incluso antes del desayuno, se levantó sin remolonear mucho, cosa rara en ella, se vistió, fue a buscar una de las escobas del colegio y se dirigió al campo de quidditch.
Por suerte no había ningún equipo entrenando esa mañana, de modo que aprovecho para montarse en la escoba y elevar el vuelo.
Hizo unas cuantas piruetas y se preguntó si realmente tendría que haber hecho las pruebas para el equipo de quidditch, pero a ella le gustaba mas volar por libre.
Realmente estaba preocupada, había pasado mucho tiempo desde que dejó de ser pandillera, pero la relación con su hermano gemelo seguía estancada y eso le dolía, él solía meterse con ella y no acostumbraba a darle demasiadas muestra de cariño, pero a pesar de ello sabía que en el fondo él la quería, ¿no? ¿¡NO!?
Ante sus cacaos mentales, la escoba se tambaleó y tuvo que hacer un gran esfuerzo para poder volver a estabilizarla. Antes de que la cosa fuera a peor, aterrizó molesta consigo misma y se dio cuenta de algo: hasta que no arreglará ese tema o dejara de preocuparse, no podría volar.