¿Y esa palanca? [Libre]

Grisco estaba paseándose por Hogwarts en una de sus horas libres, al parecer ya había terminado su redacción sobre como aturdir a un chispurple sin ninguna varita. Estaba mientras, deambulando por uno de los pasillos de Hogwarts en el 4º Piso. Se había acercado a algunas clases para ver quien había y que estaban dando, reconoció a unos pocos profesores. Mientras, seguía caminando por los pasillos, se paró en seco cerca de la estatua de Leffias Srodringuer, un mago que inventó la poción multijugos. se había fijado en la pared detras de la estatua, parecía que salia de ella algo, como una palanca o un interruptor. No sabía muy bien que hera. Antes de hacer nada, una mano lo tocó en el hombro.

Caminaba por los pasillos del cuarto piso en dirección a las torres cuando reconocí a una figura de espaldas a mi. Parecía que ya era costumbre verle en este tipo de encuentros, por lo que me acerqué por su espalda y le puse una mano sobre el hombro.
- Hola, Grisc. ¿Cómo tú por aquí?- le dije con una sonrisa.

Oh, hola Angel, le dije sorprendido. No esperaba encontrarmela en el pasillo 4º, y mucho menos cerca de la estatua de Leffias Srodringuer. Ni siquera, esperaba verla en la escuela, ya que había excursión a Hogsmeade y hacia un dia explendido. Bueno, estab inspeccionando la estatua, le dije. Creo que hay una palanca o un interruptor detras de la estatua. Le dije a Angelina.

No pude evitar una sonrisa cuando me dijo lo que hacía.
- Parece que nunca aprendes... ¿Es que no te cansas de tener accidentes?- sonreí aún más y luego le dije- Bueno, aunque no hayas preguntado, yo iba hacia las torres, pero me quedaré aquí un ratito a ver si encuentras algo o fue un falso presentimiento.- Realmente me apetecía quedarme, pues en compañía de Grisco no había quien se aburriese. Además hoy no había casi nadie por el colegio a causa de la excursión. Yo no había podido ir porque la lechuza con el permiso se había perdido por el camino, así que una aventura me subiría el ánimo.

Ya bueno, esque soy un iman para la mala suerte, dije sonriendo, al parecer, yo ya me habia acostumbrado a los accidentes que tengo casi a diario. Bueno, me gustaría saber por que hay aqui una palanca. ¿res que la devería accionar? LE dije, daba igual que me dijese, la accionaría de todos modos.

Sabía que la pregunta la hacía solo por incluirme en la conversación, porque en su cara se leía sin ningún problema que quería accionar la palanca. Puesto que negarme solo serviría para gastar saliva, me decanté por la otra opción.
- Pues claro que debes accionarla. ¿Qué es lo peor que puede pasar?¿Que nos abramos la cabeza?¿Que nos coma vivos una acromántula? Nah, no veo por qué no.- bromeé mientras reía mi propio comentario.

Asenti con la cabeza sonriendo, esperaba que no ocurriera ninguna de esas cosas, acciné la palanca, aunque no ocurrio nada en ese momento. De repente, la estatua de Leffias Srodringuer giró sobre si misma, entonces, bajó como si fuese una trampilla, dejando ver una puerta. ¿Pasamos? Le dije a Angelina

Al ver la puerta, me adelanté a Grisco y, mirándole con una sonrisa, abrí la puerta mientras decía:
- Las damas primero, ¿no?- y me adentraba por ella hacia un pasadizo estrecho y alto de tierra- Pasa, no parece peligroso. No veo ni acromántulas ni pozos...

Entré por la puerta, había una sala blanca, al parecer de marmol, aunque con un suelo de madera, no habia ventanas, solo una llama azul en medio. Había asientos y estanterias, ademas de una mesa enorme debajo de aquella llama azul. Parecía confortable, con lo que me senté en uno de los sofases de la habitación. Es verdad, dije, no hay ni una acromantula a la vista, dije bromeando. Oye Angel, le dije, ¿tu sabes que sala es esta?

Mientras miraba absorta la sala, oí la vos de Grisco como un eco lejano y le respondí en un susurro.
- No, pero es como... una nube...- y así era, subí la mirada por las paredes hacia un techo completamente blanco al que la llama arrancaba pequeños destellos de vez en cuando. Parecían estrellas en pleno día... Me quedé unos minutos mirando al techo embelesada, hasta que pregunté sin apartar del techo la vista:
- ¿Y tú?