Después de escapar de Azkaban

Me lo imaginaba.

- Lo supongo, pero lo haré aunque no me lo pidas – y le correspondí la sonrisa por primera vez.

Por primera vez vi la sonrisa de Sirius, y eso me alegró, porque ver la alegría en alguien que había sido prisionero de Azkaban era casi imposible.

- Cabezota – dije finalmente, confesando entre risas lo que había pensado antes.

Al ver que la chimenea se estaba apagando me incliné sobre ella para avivar el fuego, con la mala suerte de que hice un mal movimiento y me volvió a doler el tobillo.

- Joder… - susurré muy bajo, esperando que Sirius no me hubiera oído.

Al menos empezaba a notar una mejoría, por lo que suponía que mi magia estaría regenerando ya la fractura.

Reí brevemente ante su sinceridad y su contagiosa risa, pero me callé al ver que mascullaba algo al moverse. Se me había olvidado preguntarle por el tobillo.

- ¿Qué te ha pasado? - le pregunté, señalando su tobillo vendado.

Vi que se había dado cuenta de que me había quejado.

- Nada, una torcedura provocada en mi maravilloso aterrizaje - bromeé, aunque no era cierto que sólo fuera una torcedura.

Lancé nuevamente un hechizo para avivar el fuego y volví a mi posición inicial, aquella en la que el tobillo no me doliera.

Escuché su respuesta, pero al ver su tobillo me di cuenta de que no podía ser cierta, aquel vendaje era el que se usaba para las fracturas.

- Te lo rompiste – afirmé, y entonces, caí en la cuenta de otra cosa - ¿¡Y te fuiste andando hasta Hogwarts así?! – exclamé - ¡Qué locura! Te podrías haber puesto peor, sobre todo al pasar por el Sauce Boxeador.

Me sorprendí por su exclamación, pero más aún porque supiera que se podía llegar a Hogwarts pasando por el Sauce.

- ¿Cómo sabes que se puede llegar aquí a través del Sauce Boxeador? – le pregunté – Y no te preocupes, ya viste que no me ha pasado nada – añadí.

Sonreí por su sorpresa.

- Yo he sido joven mucho antes que tú, Alex – respondí – Y ese pasadizo fue hecho para un amigo mío llamado Remus – confesé.

Entonces, me puse en mi posición de padre protector.

- Y no me vengas con que no te ha pasado nada, porque al final esas irresponsabilidades se pagan.

- No te pega ponerte serio, Sirius, así que no lo intentes – le dije, sonriendo – porque como has dicho, tú fuiste joven antes que yo, y seguro que hiciste muchas más locuras y más peligrosas que sólo irte andando con un tobillo roto.

Y, movida por la curiosidad, le pregunté:

- ¿Por qué se hizo eso? Quiero decir, el túnel hasta aquí.

Reí por su picardía.

- Me has calado bien, ¿Eh? – dije - ¿Tanto se me nota que fui un trasto?

Luego pensé como explicarle lo del túnel, optando finalmente por la verdad dicha de manera corta y sencilla.

- Bueno, Remus era un licántropo, y entonces no existía la poción matalobos – le expliqué – Albus fue muy considerado al admitirlo en Hogwarts, la verdad. Pero las noches de luna llena lo traían aquí, donde lo dejaban consumirse en su propio dolor. Por eso James y…

Al recordar aquellos tiempos no pude evitar ponerme melancólico, a la misma vez que la rabia me inundaba por haber traído a mi mente el nombre de Peter. Aquel traidor…

Sonreí por su primer comentario.

- Si, si que se te nota – le saqué la lengua con gracia – y no sólo un trasto, si no también un mujeriego – reí.

Sin embargo, cuando vi que se entristecía por los recuerdos dejé de lado las bromas.

- Ey, no pienses en esas cosas – le aconsejé, poniéndole una mano en el hombro en señal de apoyo – Esta noche vamos a relajarnos, a despreocuparnos y a pensar en positivo.

Incliné un poco la cabeza hacia un lado.

- Aunque claro, si necesitas desahogarte primero, soy todo oídos.

- Es que pensé en la causa de mi encarcelamiento – expliqué – Pero también en mis amigos James y Remus…

Suspiré profundamente.

- La verdad es que tienes razón, debería olvidar por una noche, aunque no puedo evitar que los recuerdos me carcoman…

Yo sabía la razón por la cual Sirius había sido encarcelado porque se lo había oído decir alguna vez al Lord cuando hablaba con un tal Peter Pettigrew. Sabía que este era el culpable de la muerte de los Potter, pero no acababa de tener claro qué relación había tenido con ellos. Sin embargo, no iba a ser aquella noche la que le preguntara a Sirius.

- Bueno, pues vamos a buscar un tema alegre ¿vale? – le animé, aunque no tenía muy claro de qué hablar sin recordarle a sus amigos.

Después de unos segundos de silencio, concluí en que no sabía que decir.

- ¿Se te ocurre alguno? – pregunté apenada.

Sonreí al notar que Alexandra estaba haciendo su mejor esfuerzo por hacerme olvidar.

- Bueno, la verdad es que lo que tengo ganas de preguntarte no es precisamente algo alegre… - le dije, mirándola de reojo.

Me encogí de hombros.

- Es igual, pregúntame lo que sea y ya veré si te respondo – le dije.

Asentí y lancé la pregunta sin andarme con rodeos.

- ¿Por qué eres mortífaga? Quiero decir, es que no pareces como ellos…

Me había temido esa pregunta, por supuesto, así que no me tomó de sorpresa.

- Para rescatar a mis padres – respondí sin más – Aunque la otra pregunta sería… ¿cómo lo has sabido?

Tenía lógica que fuera para rescatar a sus padres, ya que bajo la tutela de Voldemort probablemente habría aprendido bastante para sortear las barreras de Azkaban, a parte de experiencia.
Me quedé pensativo unos segundos.

- Lo deduje, la verdad – respondí – No lo sabía a ciencia cierta, por supuesto. Pero no podías ser auror, no tenías pinta de ser una presidiaria… por descarte lo pensé. Además, al verte realizar el Fuego Demoníaco se me despejaron bastante las dudas.

- Buena deducción – le halagué, sonriendo – Y… ¿no te molesta que lo sea? – le pregunté, temerosa de su rechazo.

- Por supuesto que me molesta – respondí – Pero no de la manera en que piensas.

- Me molesta que alguien tan bueno como tú sirva a un monstruo como Voldemort – le dije, sonriendo – Deberías de haberte unido a la Orden del fénix, no a él. Quizás te hubiéramos podido ayudar.

Sonreí tristemente por su respuesta.

- Quizás no sea tan buena como piensas – murmuré – Una buena persona no arruinaría la vida de otros por su objetivo. Eso es egoísta.

Entonces le miré por lo de la Orden del Fénix.

- ¿Perteneces a ella? - le pregunté.

[Te has cambiado de chica! ]

Me entristecí al ver a Alex así, se notaba que había pasado por mucho.

- Tú si eres buena - le dije dulcemente - Nadie que no lo fuera habría hecho lo que has hecho tú por mí hoy, eso dice muchísimo a tu favor.

- Y sí, pertenezco a la Orden del Fénix - respondí.

[Eh... si, no te gusta? .__. ]

Me alegró que pensara eso de mí y, aunque no estuviera del todo de acuerdo, le mostré mi agradecimiento sonriéndole abiertamente.
Sin embargo, saber que pertenecía a la Orden del Fénix me hizo quedarme pensativa.

- Eso nos sitúa en bandos contrarios - comenté al cabo de unos segundos, mirándole tristemente - Y algún día nos acabaremos enfrentando cara a cara...

[Es Polina, por supuesto que me gusta XD, tiene una cara muy dulce ]

No pude evitar pensar que Alexandra tenía una sonrisa muy bonita, pero su comentario me preocupó.

- No, yo nunca combatiría contra tí - respondí - Sería incapaz de atacarte.

Fruncí el ceño.

- Siendo mortífaga como eres me va a ser muy difícil cumplir mi promesa de protegerte... ¡Estás en peligro continuo! - dije, molesto por aquella situación.

[^^]

- Si es necesario tendrás que atacarme - respondí - Y ya te dije que no necesito que me protegas... - suspiré - Me he valido sola toda mi vida.

- No, ¡ni siendo necesario! - negué - Nunca, y óyeme bien, nunca te haré daño si esa decisión está en mi mano.

La miré seriamente, dándole a entender que no mentía.

- Y ya no vas a estar sola - le dije - A partir de ahora vas a tenerme a mí, aunque para ello tenga incluso que suplicarle a Voldemort que me deje unirme a él.