Nueva varita

Otro día más. Más varitas que arreglar, otras tantas que fabricar... la monotonía me cansaba, todos los clientes habían llegado a parecerme iguales, y eso que el Señor Ollivander me había insistido una y otra vez que todos eran diferentes y que por ello no había ni una sola varita igual a otra.

Cuando oí a alguien entrar me levanté de la mesa en la que estaba trabajando y me dirigí a la parte principal de la tienda dispuesta a atender al hombre que había llegado.

- ¡Buenos días! - respondí alegremente, pues a pesar de mi gran aburrimiento siempre tenía una sonrisa para la gente - ¿En qué puedo ayudarte?

Asentí vivazmente, sonriendo.

- Ajá, si, estudio allí, aunque este es mi último año - respondí mientras pensaba qué varita le podría ir bien a aquel hombre.

Entonces mi mente conectó las ideas.

- ¡Ah! ¿Es un nuevo profesor? - aventuré, porque podría ser esa la razón de que me preguntara si estudiaba allí.

Mientras hablaba mis manos rebuscaban en los cajones del mostrador, recordaba tener un par de varitas allí que le podrían ir bien.