Esperando a Malfoy (Federico)

Después del almuerzo, volví a mí despacho. Cerré la puerta y me senté en mi sillón. Saqué mi celular y escribía un mensaje mientras esperaba al alumno. En mi cara se dibujaba una sonrísa. Enseguida dejé de sonreír y me puse a pensar. Sí, mi mente pensaba en qué le voy hacer al alumno.

Llegué tal y como me había dicho. La puerta estaba cerrada, por lo tanto toqué y la entre abrí. Me asomé. -¿Se puede? Pregunté.

Miré hacia la puerta que se abrió y ví a Malfoy. Lo hize pasar. -¡Pasa y cierra la puerta! Le dije serio.

Entré y cerré la puerta detrás de mí. Me acerqué a su escritorio con la cabeza bajada. Por primera vez en mi vida le tenía miedo... pero no al profe, sino a las represalias que va a tomar. Intenté inventar una excusa. -Ehh... yo... Pero sólo logré sacar estas dos palabras.

Se lo corté enseguida. Dejé el celular en la mesa y me levanté. Me acomodé el saco y puse las manos en la cintura. Con eso demostraba superioridad. -¿Me puedes explicar qué carajo fue esa bromita dentro de mi clase? Estaba demasiado molesto. La palabra bromita la dije en mi tono característico. -¡No siempre puedo defenderlos! Le estaba reprochando en cara. -¡Ahora me veré obligado a bajarles puntos! O sino, la directora se va a encargar de mí por no actuar corectamente y romper el reglamento. Se lo reproché en cara.

Mientras el profe me regañaba, estaba mirando el suelo. Después lo miré. -¡Disculpeme! Yo sólo lo estaba defendiendo. Estaba triste. Núnca antes un profesor nos quiería bajar puntos por eso, ni tampoco se pondría del lado de los demás descuidando a su propia casa, y más, por haberlo defendido. -No podía soportar ver que lo estaba tratando de esa manera. Lo estaba desafiando... por si no se había dado cuenta. Le aclaré. -Y para nada se trata de una rivalidad entre las casas. Lo único que quiería era hacerlo que deje de burlarse de usted. Suspiré. -Entonces... ¿cuál es mi castigo? Le pregunté, mientras estaba nervioso, esperando el castigo... asi como un condenado a muerte espera su fin.

Suspiré, mientras volteé de espaldas, mirando por la ventana. Enderezé mi espalda, mientras mis manos estaban en los bolsillos del pantalón. Volteé hacia él, mirándolo. -Mira como vamos hacer...! Me puse de pie frente a mi escritorio mientras miraba con autoridad al chico. -Yo no te bajo puntos a tu casa, si estás a mi servicio! Le propuse. -¿Qué dices? ¿Lo tomas o lo dejas? Le pregunté.

Estaba de pie, frente al escritorio del profe, mirándolo. Pensaba en su propuesta. Pero ¿qué será lo que querrá? -Ehh... y ¿en qué consiste el hecho de que yo esté a su servicio? Mas bien... ¿qué es lo que tengo que hacer? Le pregunté.

Estaba de pie, enfrente de mi escritorio mirándolo. Por su cara me dí cuenta que aceptará enseguida así que le enseñé el sillón. -¡Sientate! Me senté en mi sillón y agarré el celular en la mano para jugar con él. -Lo primero y la más importante cosa que tienes que hacer para ayudarme es prestar mucha atención a lo que ocurre en el colegio. Cualquier movimiento extraño vienes y me lo reportas ¿entendido? Tomé una gota de mi café y seguí. -Lo más importante... necesito que estés al tanto y me mantengas informado sobre todo lo que hace la alumna Chloe Bingley. Ultimamente los ví demasiado acercados así que supongo no te será muy difícil acercarte a ella. Me eché para atrás con el sillón y enderezé mi espalda. En mi mano tenía el celular y jugaba con él apoyándolo en mi pierna. Miré al chico. -Y lo más importante quizás... Lo miré de arriba abajo. -Tienes potencial para un buen mortífago. Tus padres están dentro de la organización así que por lo tanto y sin comentarios te quiero dentro de la organización de mortífagos. ¿Qué dices? Le pregunté. -Mira que otros no tienen tu privilegio. Tienen que pasar por pruebas y pruebas... tú entras gratis. Le sonreí.

Suspiré. No tenía de otra que aceptarlo. Pero pensé pedirle un plazo para que me lo piense y lo analise. -Ehh... ¿quiere que yo sea un espía? Le pregunté. No estaba de acuerdo, pero tampoco tenía de otra. -Chloe es mi amiga y no quiero traicionarla. Le dije. Escuché su propuesta de unirme a los mortífagos. -¿Cómo? Suspiré. -¿Cuánto tiempo me deja para pensarlo? Le pregunté. La verdad es que quiería un tiempo para analisar y pensar si acepto o no la oferta.

-¡No seas tonto, mijito! Ese mijito lo dije en el estilo de Aldo, pero sin usar la irónia. -¡Nadie tiene porqué enterarse! Yo no voy a decir nada, tú tampoco tienes porqué contarles a los demás. Le dije. -¿Qué dices? Le miré. Lo escuché que quiería unos días para pensarlo. Suspiré. -Está bien. Te doy tres días para pensarlo. Pero ya sabes: o mi propuesta o les bajo puntos! Espero seas muy inteligente y sepas lo que tengas que elegir! Le dije. -¡Y ahora te puedes retirar! Le dije.

Lo miré. No me quedaba de otra. Por suerte ya tenía tres días para pensarlo y darle una respuesta. -Está bien. ¡Gracías! Le agradecí por lo menos por los tres días de plazo que me dió. ¿Y ahora qué? Tres días... tres días pasan rápido. -Entonces yo en tres días lo busco o ¿me busca usted? Era algo imprescindible. No podía huir o evadir la respuesta. Me quedé de pie mirandolo y esperando la respuesta.

Me parecía bastante inteligente. Sabe perfectamente que de otra no tiene: o les quito puntos, o acepta trabajar con y para nosotros. -Yo te busco, no te preocupes! Le dije. Cogí nuevamente el celular y empezé a jugar con él. -¡Y ahora te puedes retirar! Le dije.

-Ok. Suspiré. No tenía de otra. -Le tendré la respuesta para cuando me busque. Le dije mientras me levanté y me acerqué a la puerta. -¡Adiós, profe! Me salí dejando solo al profe.

Después de irse, respiré hondo y me quedé viendo unas cosas. Sabía perfectamente lo que le conviene así que no tenía ni la menor duda de que llegaría con la respuesta adecuada y positiva.