Esa noche, me encerré en mi habitación de la fortaleza, el clima afuera era terrible, pues una tormenta azotaba con fuerza, la lluvia caía como piedras, el feroz viento revoloteaba arboles y parecía arrancarlos, y los relampagos, dominaban el cielo completamente.
Tenía mi Ocarina en mis manos, aquel instrumentoque estaba aprendiendo a manipular, había decidido que ahora sería mi segundo Horrocrux, tal y como me había enseñado el Lord y me lo había ordenado, primero debía rasgar mi alma con la muerte, y despues transferirla a algún objeto.
Ya había asesinado a tantas personas, que nisiquiera llevaba una cuenta clara, por lo que sabía, que mi alma no podía estar más trizada, o al menos eso pensaba, así que estaba en condiciones de crear el horrocrux.
Tome mi varita, y apunté a mi corazón, susurré algo, y al ir apartando mi varita, una especie de pequeña "manta" rojo oscuro fue saliendo de mi cuerpo, lentamente esta comenzó a entrar por la Ocarina, hasta que el proceso terminó, nuevamente me sentía algo deprimido y debil, pero por alguna razón, no fue tan grave como la primera vez.
Me tire sobre mi cama, sosteniendo la Ocarina en mi mano derecha y contemplando el techo, el unico sonido que podía escuchar, era el de la tormenta afuera.