Cenizas en la lluvia

Cuando había abierto los ojos después de horas de intranquilo sueño lo que había esperado encontrarme golpeando la ventana de la habitación eran los cálidos rayos del sol al amanecer en lugar de las gruesas y heladas gotas de lluvia que en su lugar empapaban los cristales. Sin embargo, aquello no era algo que me molestara. En realidad, adoraba los días nublados, y siempre había pensado que el sonido del agua al caer era algo relajante. El hecho de abrir los brazos bajo la lluvia y cerrar los ojos con el rostro alzado hacia el cielo mientras las gotitas mojan y recorren mi cuerpo, era algo que me hacía sentirme libre de cualquier oscura emoción o restricción.

Por eso mismo, anhelando esa libertad que no había sentido desde que me encerraron en aquel colegio de magia, escapé en cuanto tuve oportunidad para observar los encharcados jardines desde una amplia ventana. Me había sentado en el alféizar hacía un buen rato y aún seguía ahí, rebuscando en mi chaqueta de cuero –odiaba el uniforme de Hogwarts- el paquete de cigarrillos que previamente había guardado. Lo saqué y cogí uno de ellos, colocándolo entre mis labios para prenderle fuego con el mechero.

Luego le di una larga calada antes de dejar que el humo abandonara lenta y calmadamente mis pulmones, deleitándome con el efecto que esto traía en mi organismo.

Paseaba por los desérticos pasillos de Hogwarts, aquel colegio bastante desconocido aún para mí. Era nuevo de aquel año, pero eso no me había impedido relacionarme fácilmente con los miembros de mi casa, siempre había tenido maña para conversar, aunque no fuera algo que me gustase en exceso. Prefería callar a hablar por hablar.

Mientras mis pies me guiaban solos sobre el suelo de piedra, mis ojos se desviaban a cada rato a los amplios ventanales que mostraban la lluvia en el exterior. Esos días me recordaban sin remedio a una de mis anteriores mejores amigas… bueno, la única mejor amiga que había tenido, aunque por diversas circunstancias que prefería no traer a mis pensamientos, habíamos acabado por separarnos. Esa chica se llamaba Danielle, aunque siempre habíamos sido Dan y Danny. Dos adolescentes con el mismo nombre pero totalmente opuestos en sí.

Me preguntaba dónde estaría, y cómo… quizás incluso me preguntaba con quién. Sabía que ella amaba la lluvia, y por eso inconscientemente esperaba encontrarla paseando bajo aquel manto de agua que caía. Sin embargo, dejé de pensar en todo aquello cuando sorprendentemente encontré al objeto de mis cavilaciones sentado en el alféizar de una de las ventanas, fumando como solía hacer. No sabía qué decir, qué hacer… había pasado mucho tiempo desde la última vez que habíamos estado solos en un mismo lugar. Por ello, incapaz incluso de retroceder para fingir que nunca había estado allí, me quedé quieto cual estatua observando cada uno de los añorados gestos de Danny.

Estaba dándole una segunda calada al cigarrillo, meditando si salir o no a los jardines para disfrutar al completo de la fresca lluvia, cuando oí unos pasos acercándose por el pasillo. En circunstancias normales habría ignorado completamente cualquier presencia, ya que yo nunca solía iniciar una conversación al no ser este uno de mis puntos fuertes; sin embargo, aquella vez el intruso traía consigo un característico aroma a comida recién hecha –quizás fuera un bizcocho- que me hizo quedarme estática por unos segundos, meditando qué hacer.

Sabía quién se hallaba tras de mí: Daniel, mi mejor amigo… o bueno, antiguo mejor amigo. Pensar en él hacía que mi corazón se encogiese de dolor ante los malos recuerdos, pero me negaba a mostrarme débil. Por ello, cuando vi que él no reaccionaba ni para hablar ni para marcharse, decidí girarme, apoyándome de espaldas en el alféizar de manera despreocupadamente pícara.

- Hola, Daniel – le saludé secamente, llevándome nuevamente el cigarrillo a los labios con pausa - ¿Acaso viste un fantasma que te impide irte de aquí? - pregunté, dejando que el humo escapara lentamente a cada palabra pronunciada.

Mi fría mirada fija en sus ojos culpaba sus actos pasados con resentimiento.

Me sobresalté cuando Danny me habló, como si me hubiera pillado de sorpresa, a pesar de que había estado mirándola durante largo rato. Observé sus dedos encerrando el cigarrillo mientras se lo llevaba a los labios, dándole una lenta calada. Ahora tenía unas repentinas ganas de fumar yo también, sin embargo, cuando mi vista abandonó su boca para subir a sus ojos retrocedí inconscientemente un paso hacia atrás al ver en ellos el resentimiento reflejado. ¿Tanto me culpaba…? Recuperé la posición, procurando mostrarme más seguro de mí mismo de lo que realmente me sentía, ya que el hecho de que me hubiera llamado por mi nombre completo mostraba su distanciamiento.

- Eh, no, no realmente… pero en este castillo hay muchos fantasmas – respondí sin mucho sentido, pasándome con incomodidad una mano por el pelo.

Ya no supe qué más decir.

Analicé detenidamente cada uno de las reacciones de Dan… digo, de Daniel, ante mi presencia. Primero había retrocedido con aparente sorpresa e inseguridad, sin embargo, rápidamente se había recompuesto para mostrar su acostumbrada imagen de amabilidad. Aunque en este caso la entreveía algo tímida y forzada. Casi sonreí irónicamente, pero me obligué a permanecer fríamente impasible, mirándole con condescendencia.

- No me había dado cuenta… - murmuré con dureza, resoplando aburrida - ¿No captaste el mensaje entre líneas que pedía “amablemente” que me dejaras tranquila? – pregunté, cruzándome de brazos mientras tiraba la ceniza del cigarrillo por la ventana.

No quería verle, no quería estar obligada a soportarle. Aún me sentía traicionada por su abandono, por no haber tratado de impedir que mis padres, en su impulso egoísta, me sacaran del reformatorio. Probablemente no hubiera podido hacer nada… pero ni siquiera lo había intentado. Daniel había estado más preocupado por su novia que en lo que a mí me sucediera. No tenía por qué volver a confiar en él.

Apreté los labios en un acto nervioso, herido por su respuesta que, por otro lado, ya me esperaba. A pesar de todo, no era lo mismo saberlo uno mismo que el otro te lo confirmara; y en este caso Danny me había dejado claramente que no tenía la más mínima intención de intentar establecer una conversación civilizada conmigo. Sabía que estaba enfadada, y conocía la razón. Sin embargo, sospechaba que en el fondo de todo había algo más que la molestaba, algo más que escapaba a mi saber. Habíamos pasado tantos años juntos, tantos años de amistad sincera, que dolía verlos desaparecer por un distanciamiento que no estaba sólo en mis manos solucionar. Porque daba igual que yo me disculpara si Danielle no me perdonaba. Y lo había intentado, pero quizás no con toda la intensidad que ella esperaba.

- Esto… yo… si, quizás será mejor… que… - dudé, dando un paso atrás con intención de marcharme como ella pedía o, incluso, ordenaba. Sin embargo, mis pies no pasaron de ahí, quedándose clavados en el suelo para mi mortificación. Danny estaría pensando que era estúpido, o peor, que pretendía molestarla. Pero no era eso, simplemente… no podía separarme ahora que por fin tenía la oportunidad de hablar con ella. Si sólo pudiera retener la valentía que parecía escapar en su presencia…

Fruncí el ceño al ver que Daniel no hacía nada por marcharse, a no ser que esa insignificante prueba de echar a andar pudiera considerarse como un intento de complacer mi pedido. ¿Qué pretendía? ¿Por qué perdía el tiempo tartamudeando en vez de darse media vuelta y largarse? Sólo quería que me dejara en paz, que pudiera vivir sin recordarle. Quizás así acabara por olvidarle y, con ello, cerrando la etapa más oscura de mi vida. Quizás todo fuera incluso como mi estúpido psicólogo me había recomendado: “Aléjate de aquellos que te traigan malos recuerdos o te influencien en el camino equivocado, sólo así podrás recuperarte”.
Le di otra larga calada al cigarrillo en un infructuoso intento por tranquilizarme; tomando finalmente la decisión de llevar yo la iniciativa en ese asunto si quería zanjarlo cuanto antes.

- Ya veo… - murmuré, humedeciendo mis labios – Como quieras.

Y con las mismas tiré la colilla al lluvioso exterior antes de dar media vuelta con determinación para alejarme de allí.

Notaba el enfado de Danny “in crescendo”. Su ceño fruncido, su mirada peligrosamente analítica, su forma tensa pero lenta de fumar… En otros tiempos esa actitud me habría llevado a pensar en detener una próxima pelea frente a algún desafortunado, pero en aquella ocasión el desafortunado era yo. Sin embargo, a pesar de que me estaba preparando para alguna explosión de temperamento, Danielle se limitó a darse la vuelta e irse, dejándome allí con… ¿La palabra en la boca? No sabía si era correcto usar esa expresión, ya que en todo el rato que llevaba frente a ella mi capacidad para hablar parecía haberse esfumado.

Y quería limitarme a observarla marchar, pero no pude. Mis pies habían reaccionado finalmente, y no en la dirección contraria como mi mente indicaba que hicieran, si no llevándome tras Danielle.

- ¡Espera! – la detuve, mi mano extendida en un intento de agarrar su brazo, pero deteniéndose a causa de mi inseguridad a unos centímetros de este – Yo… - ¿Yo? ¿Yo qué? ¿Qué le decía? ¿Por qué no la había dejado irse si mi boca se negaba a pronunciar más de dos palabras coherentes?

Bajé mi mano, incómodo por mi arrebato.

Cuando empecé a caminar sentí como una barrera se levantaba entre nosotros. Solo era eso, una sensación, pero casi temía que, si me daba la vuelta, realmente pudiera ver ese muro de cristal separándome de Daniel. Un muro infranqueable que se ensanchaba a cada segundo, haciéndose cada vez más duro y opaco. Podía percibirlo en mi mente, tan claramente, que tuve la tentación de mirar sobre mi hombro para ver si mi temor se había materializado. Pero no llegué a hacerlo, en su lugar me detuve al oír las apresuradas pisadas de Daniel acercándose a mí.

Me pidió que aguardara y sentimientos contradictorios me recorrieron ¡Deseaba tanto hacer como si nada hubiera pasado…! Volví para enfrentarle y me topé con su mirada, teniéndome que recordar que yo nunca, nunca, sería débil, y por tanto, no podía ceder ante la más mínima muestra de interés que me mostrara alguien. Aunque ese alguien hubiera sido un tiempo atrás mi mejor amigo. Debía mantenerme firme en mi decisión.

Miré la mano que había quedado suspendida a escasos centímetros de mi brazo y fruncí el ceño, retirándome de ahí. Luego esperé a que continuara.

- ¿Tú…? – le insté, mi vista fijamente clavada en sus cristalinos ojos.

Aunque hubiera tenido algo real que decir, tanto el hiriente rechazo de Danny al retirar el brazo, como su intensa mirada fija en mí, me hubieran desarmado al instante. Sin embargo, ni siquiera había planeado cómo continuar la frase. Me quedé en silencio, cambiando mi peso de un pie a otro mientras mordía mi labio inferior con algo de nerviosismo.

- Yo… me preguntaba… - comencé, teniendo que aclararme la garganta al salir mi voz ronca y débil. Esto me permitió unos segundos más para meditar mi respuesta - ¿Qué tal has estado? – solté finalmente, queriendo darme de cabezazos contra la pared ante semejante estupidez de pregunta. Danny probablemente pensaría lo mismo, por lo que la miré apenado.

Al oír su pregunta dos reacciones opuestas se despertaron en mí: Por un lado, la simpleza de tan insustancial comentario me había decepcionado; pero por el otro, su mirada apenada que indicaba que él sabía lo estúpido que había sonado me sacó una media sonrisa divertida mezclada con la melancolía de los recuerdos. Recuerdos poblados de sonrisas más sinceras y alegres que aquella.

Suspiré quedamente.

- Bien – mentí, alzando con resignación la mirada al techo mientras me volvía a cruzar de brazos - ¿Tú? – pregunté sólo por cortesía.

Probablemente, si viera aquella escena desde fuera, me estaría riendo por la situación, por tal conversación carente de trascendencia y sentido, llevada a cabo únicamente para rellenar el vacío de la separación entre Daniel y yo.

Sabía que su respuesta no era sincera, pero en aquellas circunstancias no podía hacer nada por indagar sobre aquello que causaba su malestar y que, quizás, también condicionara su relación conmigo. Me hubiera gustado poder sentarnos juntos para hablar y que se desahogara; a lo mejor incluso habría acabado abrazándola para reconfortarla; sin embargo, no era posible.

- Igual – contesté a su vez, correspondiendo su sonrisa para darle a entender que mi “Igual” tenía tanto de sincero como su “Bien”. Y sabía que ella me comprendería. Siempre lo había hecho.

Al pensar en eso, me quedé en silencio, observándola mientras recordaba algunos sucesos entre nosotros. Por ejemplo, me acordé de cuando en el comedor del reformatorio solía darle siempre mi fruta, pues a ella le encantaba, llegándose a ganar incluso por mi parte el mote de “Mockingbird”, el pájaro que a ella tanto le gustaba y que también solía alimentarse de frutos. Por otra parte también me vino a la memoria lo sorprendente que fue ver a Danielle en los entrenamientos de tiro con arco, ya que su puntería era sencillamente asombrosa.

Podría haber rememorado tantas cosas…

Al ver a Daniel sonreír casi creí por un momento que volvía a estar en el pasado, que sin darme cuenta había retrocedido y nada de lo sucedido había tenía lugar. Se veía aún tan amable… que me tuve que recordar que realmente estaba en el presente y se suponía que estaba enfadada con él. Bueno, no se suponía, verdaderamente lo estaba, pero me costaba muchísimo ignorar tantas buenas memorias que tenía con él.

Me empecé a sentir incómoda tras unos segundos de silencio en los cuales él se limitó a observarme. No sabía si estaba perdiendo el tiempo esperando algo que… ni siquiera tenía claro qué esperaba exactamente que aconteciera en aquella conversación, pero no creía que limitarnos a mirarnos el uno a otro fuera a tener alguna utilidad o trascendencia.

- ¿Algo más? – cuestioné entonces, esperando a ver si Daniel tenía algo que añadir.

La voz de Danny me sacó de mi ensoñación. Parpadeé momentáneamente confuso y fijé más detenidamente mi mirada en sus impactantes ojos. ¿Qué era lo que había dicho? Me había quedado tan absorto en los recuerdos que lo único que habían captado mis oídos había sido un leve murmullo sin apenas sentido. Traté de guiarme por el contexto y finalmente deduje cuál era su pregunta.

¿Algo más? Por supuesto, había muchísimas cosas que podría haber dicho, sucesos por contar, disculpas por pedir, problemas a desvelar… Sin embargo, como llevaba pensando ya largo rato para recordarme que no debía presionar la mínima relación que ahora tenía con Danielle, me dije a mí mismo que aquel no era el momento.

- No, no realmente – contesté, negando con la cabeza para darle más énfasis – Pero… - ¿Lo voy a decir? Si... – me alegro de volver a verte – añadí, dibujando una insegura sonrisa en mi rostro.

Capté fácilmente el momento de vacilación de Daniel. Acostumbrada a conocer sus reacciones, sabía prácticamente qué pensaba por la expresión de su rostro. Y en aquel momento percibí que él había dejado que su mente volara a otro lado. ¿Cuál? No lo sé, quizás al mundo de los recuerdos… pero fuese lo que fuese, había ocasionado que dudase al responderme. Estaba segura de que apenas y habría escuchado mi pregunta.

Luego, su comentario me impactó. ¿Sería tan sincero como sonaba? ¿Realmente se alegraba de haberse encontrado conmigo? No creía si quiera que me hubiera echado en falta, después de todo, había estado muy ocupado con su chica… Aunque, ahora que lo pensaba, ¿qué habría hecho con su novia? Ella debía seguir en el reformatorio si no la habían soltado ya a la vida adulta…

Me quedé impasible, negándome a mostrar ninguna reacción que delatase el remolino de confusión que Daniel me había provocado. Luego caminé un par de pasos hacia atrás mientras hablaba:

- Bien, pues si eso es todo… - concluí, ignorando su confesión – Que te vaya… -¿bien? – Eh… adiós.

Y tras obligarme a apartar los ojos de él, me di definitivamente la vuelta para perderme por algún pasadizo que me llevara lejos de allí, preferiblememte al exterior para pasear bajo la aún presente lluvia.

En lugar de ofenderme por su despedida, sonreí con dulzura. ¡Aquello era tan típico de Danielle…! Siempre trataba de ocultar sus sentimientos, y normalmente lo lograba tan bien que parecía poco más que una estatua de hielo. Sin embargo, aquella vez sus ojos centelleantes de duda habían expresado lo que sus labios se habían negado a confesar, otorgándome una esperanza que hasta ahora creía perdida: la oportunidad de volver a estar como antes. Toda aquella conversación me había aclarado un poco las cosas, y sabía que si insistía en arreglar la situación, acabaría lográndolo.

- Hasta pronto… - murmuré, quizás demasiado tarde, ya que para cuando había logrado responder, Danny ya se hallaba algo lejos de mí. Parecía que aquel día no estaba muy rápido con mis contestaciones.

Pero al menos ya tenía clara una cosa.
A partir de ahora, mi propósito sería recuperar la amistad perdida.