Comprando una nueva varita

Definitivamente, aquella no era una varita para mí. Estaba medio rota y alguien como yo no podía llevar la varita de un abuelo suyo. En su casa no eran más tontos porque no podían... Bajé la cabeza con resignación y abrí la puerta.

- Buenos días -dije al dependiente-. Querría adquirir una nueva varita, por favor.

Las miré de nuevo. Había una que me llamaba especialmente la atención.

- Me gusta la seis -dije después de mirarlas un poco más.

Alargué primero la mano hacia la vrita más larga, pero nada más cogerla me dio un calambrazo y tuve que soltarla de golpe.

- Uff... Me parece que esta no - dije sacudiendo un poco la mano.

Con cierto respeto acerqué la mano a la otra varita, la de tejo. En cambio, esta hizo que subiera una cálida sensación por mi brazo. La punta brilló como un parpadeo. La miré y la cogí con las dos manos, sinriendo.

Miré a la chica.

- Creo que esta es -miré de nuevo la varita-. Sí, es esta.

Saqué el monedero y le tendí a la chica el dinero.

- Muchas gracias -así la varita con fuerza-. Que tengas un buen día. Hasta otra.

Incliné un poco la cabeza en señal de despedida y salí de la tienda