Another day, another drama [Edmond]

Pensaba que se perdería por los parajes que acompañaban e ilustraban las afueras del colegio así que tras asomarse por la fría ventana volvió la cabeza dentro de su habitación y optó por desaprobar aquella descabellada idea que acabaría costándole caro. Giró sobre sus talones mientras observaba como la larga túnica negra rozaba el suelo de la habitación, a la izquierda, sobre el pecho, se encontraba dibujado el escudo de su casa que con orgullo lucía. Miró un momento al techo improvisando algún plan definitivo para aquella aburrida tarde otoñal, suspiró al ver que no se le ocurría nada y, tras pensarlo unos instantes optó por dejarse llevar por el ritmo de sus pies.

Se miró al espejo antes de salir del habitáculo, ya de pequeña había sido muy coqueta y, ahora que la adolescencia se había topado con ella no podía evitar ese impulso casi mecánico de ver su rostro reflejado en la superficie de aquel marco. Hizo un par de muecas divertida sin pensar en lo que diría cualquiera que tuviera la decencia de pasar por la habitación en aquel momento. Observó una vez más la túnica agarrándola por las solapas, definitivamente no le quedaba acorde con esos pantalones pitillo color negro y la camiseta de lana de vívidos colores. Volvió la vista al espejo y dio una vuelta buscando posibles imperfecciones en su vestuario, al final, terminó por dejarlo pasar. Salió de allí dando un pequeño portazo y, tras eso, agachó la cabeza a modo de disculpa.

Casi sin desearlo, y tras un par de pasos monótonos, terminó por llegar al comedor. Todo había cambiado tanto en el año que había faltado que ya no creía poder volver a recuperar nada de lo que antes había. Las amistades, los recuerdos, las risas… todo volaba tras las grandiosas puertas de madera que adornaban la entrada a ese sitio. Sonrió casi inocente ausente rememorando aquellos momentos.
Se decidió tras unos segundos de incertidumbre y se instaló en la oscuridad de aquel sinuoso sitio que albergaba comidas, desayunos y cenas de miles de estudiantes. Rozó su mano con la mesas de olivo mientras en un leve murmullos cantaba demostrando así su dulce y cálida voz por la que tantos habrían pagado.
-When you walk away I count the steps that you take…- contó el fragmento de la canción que tantas veces había escuchado tirada sobre la cama de su habitación.

Era temprano aún... hoy no tendría que ir a clases... bueno, tampoco solía ir a ellas, ser el chico nuevo y no conocer los salones tenía sus ventajas. permaneció unos minutos recostado mirando el techo, mas no duraría mucho en eso, mientras estaba en Durmstrang, acostumbraba a salir a correr todas las mañanas, o a estar haciendo algo, pues.. los mayores no eran muy "agradables" con los tipos "flojos", En aquel instante, los recuerdos de su vieja escuela volvieron a su mente... habían sido unos espectaculares años, sin embargo, todo había terminado mal... tuvo que esperar dos años para poder entrar a una escuela de magia a sacar su último año, tuvo que valerse de la ayuda de su familia para no ir a Azkabán, había salido en los periódicos... no había sido un buen año, su último año en aquella escuela.

Esos recuerdos siempre endurecían el rostro de Edmond, sus facciones se tornaban frías y llegaba a parecer incapaz de esbozar una sonrisa, pero a pesar de todo, este año, su primer y último año en Hogwarts, había sido genial, había conocido muchísima gente, y le faltaba otra mucha gente por conocer, aquellos pensamientos le subieron el ánimo y le hicieron levantarse, paso a paso acomodó cada cosa en su lugar, solía hacer la cama sin magia para no perder su "humanidad", pues algo del mundo muggle conservaba, su independencia.

Una vez cada prenda estuvo en su lugar, Edmond se miró al espejo, como nunca lo había hecho antes, acomodó su cabello de forma bastante pretenciosa, para luego salir de su Sala Común y salir a vagar por el castillo, prometió salir a conocer y memorizar todos los salones dónde tendría clases, mas hacía eso luego, por ahora iría al Gran Salón, pues allí siempre había alguien para conversar, algo que hacer, o podía hasta encontrar la tranquilidad que necesitaba. Una vez estuvo adentro, vio una chica que le daba la espalda, tenía una estilizada figura y por bajo su tùnica se notaba que llevaba pitillos, Edmond sonrió y se acercó, le escuchó cantar una canción en tono bajo, a lo cual reaccionó cantando...

- Do you see how much I need you Right now?

Completó la canción... El chico tenía variados gustos para la música, y esa muggle de ojos azulados y penetrantes seiempre le había parecido admirable, de buena voz, y de faz angelical, Avril Lavigne era linda, y cantaba algunas cosas muy ciertas. Edmond se paró al lado de la chica y le miró con una sonrisa.

- Hola

La música danzaba en su mente mientras que ella mentalmente marcaba el ritmo de esa canción. Echaba de menos su MP3 y poder tirarse en el sofá de su casa para poner la MTV y disfrutar de una tarde tranquila plagada de palomitas cerca del calor que emanaba la chimenea. Esas imágenes y la sensación de comodidad la invadían mientras su mirada se perdía en la lejanía de la sala. Sus dedos seguían rozando con tranquilidad la lisa superficie de la mesa. Abrió la boca para proseguir la canción cuando, de pronto, una voz masculina cubrió lo que a ella le tacaba cantar. El temor caló en sus huesos haciendo que su rostro palideciese y se parara de golpe sin saber bien cómo reaccionar. Instintivamente mi mano se dirigió al bolsillo en el que por lo general se encontraba su varita, pero esta vez la rugosidad no estaba donde debía. Cerró los ojos un instante intentando recordar en qué lugar había dejado la varita. ”Idiota, te la has dejado de nuevo debajo de la almohada” se dijo mentalmente a si misma. El miedo a que algún ser extraño o a que alguien la atacara por la noche había conseguido que necesitara su querida varita de tallo fino para poder conciliar el sueño. El mundo se había agolpado sobre sus hombros en milésimas de segundo y ya no sabía bien como conectarlo de nuevo.

Inspiró hondo. ”Va, que no digan que eres una cagona Juliette” volvió a apoyarse a con su subconsciente mientras, armándose de valor giraba sobre sus talones. Todo su cuerpo se volteó hasta quedar frente al lugar de dónde provenía la voz, su pelo se había alzado levemente ondeando a causa del efecto que había provocado el movimiento y aún no era consciente de con quién se había topado. Sus ojos azules recorrieron el cuerpo del joven rubio al que alguna vez había visto en sus clases.
-Ho…hola.- dijo en un leve susurro mientras sus mejillas se teñían de una gracioso color rojo a causa de la vergüenza.

La chica parecía nerviosa, Edmond notó como la muchacha buscaba en el bolsillo donde seguramente estaba su varita, sonrió, quizá había sido precipitado acercarse a esa cilueta hermosa y extrañamente conocida, fue casi un minuto el que ella se tardò en reaccionar y pareció como una vida, Edmond no sabía de dónde recordaba a aquella muchacha hasta que ella se volteó y le saludó, con un leve tono carmesí que le quedaba espectacular, lucía en su rostro como una luz dos luceros azulados, la emoción invadió el cuerpo de Edmond pues no muy seguido se encontraba con tal belleza, como un chispazo vino a su mente el recuerdo de la chica, claro que la habìa visto en clase, debían de compartir alguna asignatura, sin embargo nunca antes habían conversado, quizá este sería un buen momento para realizar aquel.. "primer contacto" que hasta ahora no habían realizado.

- Hola.. tranquila, no soy un mortífago ni voy a matarte

Agregó riendo mientras como un reflejo ponía su ancha mano sobre la muñeca de la chica, como una caricia le dio dos palmaditas para que se tranquilizara, se quedó pegado otros segundos en esos ojos azules, la belleza que la chica irradiaba era infinita, era multiforme.... era omnipresente, parecía que todo el Gran Salón se veía hermoso porque ella estaba en él, Edmond rió ante sus locos pensamientos para luego mirarle e inquirir:

- Cómo estás?.. nos hemos visto en.. clase de.. pociones, no?

Su corazón seguía latiendo con rapidez a causa del impacto que había causado la voz de ese improvisto acompañante. Era un sonido grave, profundo, pero aún así bello. Miles de pensamientos e ideas extrañas llegaron a su mente haciendo que ahora el corazón tuviera otra razón para latir con esa velocidad, algo en lo que antes no había caído y qué, ahora que empezaba a ser consciente de todo se acababa de percatar. ”Si me ha respondido cantando la canción es, sin duda, porque me ha escuchado” pensó sacando una teoría aplastante de las suyas. En cualquier caso la había oído cantar y, eso conllevaba un aumento del color que habían tomado sus mejillas sobre su piel tostada al sol del mundo Muggle, su mundo.
Los pensamientos de Juliette comenzaron a divagarse esparciéndose, como siempre, por caminos que ni su propia mente entendía y que al fin y al cabo lograban hacer que perdiera el hilo de cualquier conversación que tuviera en pié en ese mismísimo instante. De nuevo, esa voz sensual volvió a hacer que posara los pies en la tierra. Sus ojos repasaron el rostro del joven con facciones marcadas y aspecto duro. Río al escucharlo haciendo que se desvaneciera esa pequeña tensión que ella sentía.
-Así que pretendías matarme…- bromeó “seria” para luego guiñarle un ojo y, sin poder evitarlo más, reír con el tono suave que emanaba el timbre de su voz y con la mano izquierda ocultando su sonrisa a causa de la costumbre de los bracquets. Siempre había odiado que esos alambres –como les llamaba ella- adornaran su rostro.

Sintió como la gruesa mano del chico acariciaba su delicada muñeca para luego darle dos palmaditas. Ella como impulso llevó su vista hacia allí para luego alzarla hasta los penetrantes ojos de su acompañante y el color rubio de su cabello. No entendía cómo era posible que se quedara así de prendada haciendo que ese silencio no fuese incómodo. Movió la cabeza con rapidez intentando evadirse de aquel momento que sin duda le costaría más de un pensamiento sacarlo de su sesera.
-Sí, creo que sí.- dije ella risueña como siempre. -Soy Juliette, ¿tú?- preguntó curiosa.

Era entretenido ver como la chica recorría una y otra vez a el y al ambiente con esos luceros azules hermosos. Edmond sonreía de costado mientras disfrutaba de aquel silencio, para él, la chica era capaz de transformar un silencio incómodo en algo apreciable y placentero, sin embargo aquel silencio duró poco, pues la dueña de esas lagunas azuladas había irrumpido en el silencio con su suave y hermoso color de voz, cálido, ténue... femenino... desde su cara de ángel, hasta su estilizada figura eran altamente deseables, pero ahora, con su voz, le había demostrado a Edmond, que ella era irreal, que podía ser solo un sueño.

- Yo soy Edmond... un gusto

Dijo tomando la mano de la chica para guiarla a sus labios y darle un besito, caballerosamente, casi rozando sus labios en un contacto imaginario con la suave y delicada piel de la muchacha, tras reponerse de aquel beso, Edmond bajó delicadamente la mano de la chica y le quedó mirando de costado, mientras le sonreía dulcemente, para luego pensar en voz alta, como solía hacerlo.

- Eres una veela, cierto?

Aún no soltaba la mano de la muchacha, no se había dado cuenta de ello, pero estaba sujetando la pequeña mano de la chica entre su mano, sin apretarla, solamente como una mezcla entre sus dedos con los de ella, el chico sintió como sus dedos sentían mayor calor, a lo que miró ambas manos juntas, y la soltó algo avergonzado, imitándole y sonrojándose un poco. Mas el rubor de las mejillas de el, no podìa ser tan maravilloso como ese tono en el rostro de ella, Juliette era su nombre... Edmond no podìa despegarse de los ojos de Juliette, sentía como estos le devoraban y era tragado, era transportado a otro mundo, un mundo donde no había dolor, sufrimiento, donde de cierta forma dejaba de ser humano, al no sentir nada más que el paraíso. Pero no podía estar muerto... acaso ella lo transportaba al cielo en vida?... el peor de los infiernos era el cielo... pero... pero el cielo que su mirada le ofrecìa, era por lo menos, mucho mejor que la tierra

- D..De qué casa eres?

Inquiriò curioso, pues pensó que ella no había escuchado su pregunta acerca de su naturaleza Veela

Edmond, Edmond, Edmond… el nombre del misterioso chico que la acompañaba casi sin quererlo resonaba por las paredes de su mente intentando imitar el tono de voz que él mismo había utilizado y que por más que lo quisiera no lo lograba. Sin duda era un nombre hermoso y si se acordaba buscaría el significado etimológico de ese nombre en el libro que la acompañaba a casi todos lados y que ahora reposaba tranquilo en su baúl.
Se sorprendió por el gesto galán del chico dirigiendo la mirada a sus labios. La calidez de estos a causa de la cercanía directo con su piel la habían hecho sentir si más bien no, extraña. Pero quizás eso no era lo raro sino que esa sensación no era desagradable y por extraño que pareciese se podría decir que incluso agradable. Una sonrisa tímida asomó por la comisura de sus labios ante ese gesto que agradeció haciendo una ligera reverencia como en el pasado le habían enseñado. Su mano volvió al lugar en el que inicialmente estaban aunque no se separó de la de Edmond. Escuchó la pregunta de él y rió con una ligera carcajada, no entendía como la podía haber comparado con un ser de tal belleza pues ella era tan sólo una chica más, del montó, o por lo menos esa era su perspectiva además no se creía frívola ni mucho menos.

Sus pensamientos se volvieron a esparcir por tercera vez en muy poco tiempo y sintió como la mano de él se alejaba de la suya, ese calor que emanaban pasó a formar parte de las mejillas del chico que, graciosamente se habían encendido en un color rosado. Ella, sin pensarlo dos veces fue la que tomó la iniciativa y alzó su mano hasta rozar la aterciopelada de Edmond.

-Estás muy gracioso así.- susurró mientras una sonrisa sincera se dibujaba en sus finos labios. Su mano rozaba la mejilla encendida del acompañante sintiendo así ese agradable calor único. Los ojos de ella observaban los de él haciendo así que todo lo demás desapareciera y el mundo se detuviera en ese preciso instante que le estaba gustando demasiado. -Soy Ravenclaw.- dijo sin apartar la mano del rostro del joven. Con un ligero vistazo miró el escudo de la túnica de él. -Cómo tú- añadió devolviendo la mirada al lugar que le pertocaba.

Edmond realmente no sabía qué hacer o como reaccionar, era difícil mantener la calma ante esos ojos azules que lo asediaban, esa mirada cálida y abrasadora de Juliette le hacía perder el control, no sabía qué decir, no sabía como iria ella a reaccionar, la chica era tan impredecible para él que se sentía atemorizado por ella, al instante de preguntarle si acaso era una Veela, ella contestó con una risita suave que casi pareció una sátira a lo que el había preguntado tan seriamente, bueno... era casi imposible, mal que mal, no parecía ser calculadora, y además, no estaba bailando, y Edmond ya se sentía completamente atraído por ella y más.

Tras notar como sus manos habìan estado entrelazadas por un rato, Edmond las separó, alejando su mano de la de ella para no causarle incomodidad, el fijarse en esto hizo que el chico se sonrojara en demasía, sin embargo el rojo de su rostro no era nada comparado con el color que adoptó una vez la suave mano de Juliette acaricaba su rostro... Juliette, Juliette... Edmond sentía como que le gustaría gritar ese nombre una y otra vez a los cuatro vientos.. era un nombre perfecto para una mujer preciosa. Su piel de porcelana, su cabello que parecìa hilado en telar de oro, los zafiros que tenía por ojos... Juliette, Juliette.

- Y tu te ves preciosa así

Contestó para retomar un poco la calma y la cordura ante la suave caricia de la muchacha, posando su mano en la mejilla de ella, de tal manera como ella lo habìa hecho en su rostro, Edmond sabìa que no podìa perder el control, no podìa quedarse sin palabras, bueno, a veces las palabras sobraban, ella se lo había enseñado con ese tacto que valía más que mil palabras, que le había hecho sentir mucho más... Juliette contestó ser de Ravenclaw, y el chico siguió preguntándose si acaso ella era real, era un águila... igual que él, era una chica hermosa e inteligente... era real?.. al menos su tacto, demostraba que lo era.

- Tienes unos ojos muy grandes y hermosos

Edmond hizo la asociación instantánea, si ella cantaba canciones de Avril Lavigne, era cercana al mundo muggle, y si lo era, de seguro conocía el cuento de la caperucita. Era tan extraño todo... el tacto de Juliette, su mirada, sus palabras, Edmond tomó la mano contraria a la que la chica estaba usando para tocar su mejilla y dejando de acariciarla, entrelazó sus dedos con los de ella, siguiendo el patrón del tacto... era tan cálida, tan suave, Edmond dio un paso más hacia ella, quedando aún a 1 paso más de distancia.

Lo miraba con curiosidad y extrañeza a la vez. Se sentía tan rara pues con nadie había logrado tal grado de complicidad sin mediar palabras antes y, en cambio, ahí estaba, deleitándose de la suave y más bien blanquecina piel del chico que por las mejillas se había tornado de un color más vivo. Le parecía increíble, casi imposible, no haberse fijado antes en la perfección del rostro de Edmond. Parecía sacado de una de sus tantas revistas de motos y algunas de las de sus amigas, aún así ahí estaba, disfrutando de aquel instante casi mágico. Había escuchado muchísimas veces el cumplido que había salido de los labios del chico y nunca había causado en ella tal efecto.

-Yo…, bueno, como las demás supongo- dijo casi avergonzada de nuevo. ”¿Qué te pasa Juliette?, deja de mirarlo” le gritaba su mente y aún ella seguía haciéndole caso omiso. Ahora un brillo que nunca antes había surgido en ella se había apoderado de sus ojos y no pretendía irse con tanta rapidez. Estaba cómoda en aquel lugar, en ese momento y aún más el instante. Las manecillas del reloj de su mundo ya no giraban, se habían detenido por un tiempo indefinido. Se sentía única, sólo ella y él, fuera los problemas. Sintió de nuevo el tacto d la piel del joven sobre la suya, un extraño escalofrío recorrió todo su cuerpo de cabeza a pies. Quizás aún no se había despertado y todo era un sueño, plácido, único. Pero era todo tan real, su piel, sus ojos, su cuerpo casi perfecto. Un suspiro se le escapó casi sin querer de los labios de la chica mientras volteaba la mano para seguir acariciando el rostro de él ahora con el dorso. Emanaba delicadeza, como siempre, estaba tranquila.

De nuevo, la voz grave que había escuchado con anterioridad volvió a retumbar en sus oídos haciendo que su mente la registrara y guardara almacenada para el recuerdo de lo que había sido en tan sólo unos instantes. El rubor volvió con violencia a sus mejillas mientras escondía su rostro bajo el cuello alto del a camiseta de lana color café que tantas veces le había dicho su madre que estilizaba su figura. Ahora sólo se podían apreciar con claridad sus ojos con aquel brillo y una pequeña porción de la nariz.
-Yo…, bueno, tú…- tartamudeó como cuando era pequeña dándole un aire un tanto infantil. -Tú también eres muy guapo.- acabó por confesar haciendo que el rubor de sus mejillas aumentase y desviase tanto la vista como su mano al suelo. Se sentía tan estúpida ante lo proximidad de aquel ser de belleza tan elevada que incluso le temblaban las manos a causa de los nervios almacenados. -Me siento idiota.- confesó armándose de valor y buscando de nuevo los ojos de Edmod. Su nombre volvió a retumbar en la cabeza de Juliette.

Juliette parecía dentro de su propio cuento de hadas, pues a pesar de estar físicamente en aquel sitio junto a él, sus ojos no iban más allá de lo que tenía al frente, Edmond sonrió agradado, pues no había nada más hermoso que poder estar así, con una mujer como ella, cerca... cerca. Una vez le escuchó responder ante su cumplido, Edmond se dio cuenta lo idiota que había sido, estaba claro que la chica lo había escuchado más de una vez, pues su belleza era evidente... bueno, una de sus bellezas, pues si se hubiera acercado con los ojos cerrados al origen de esa voz, y en especial de esa canción, seguiría aquí, con ella... pues no era su exterior lo que le hacía hermosa... este era solamente un complemento.
- No.. No.. no digas eso... tu eres... diferente- Contestó el muchacho utilizando su mano libre para algo, pasando su brazo por detrás de la espalda de Juliette, comenzó a jugar con su cabello, revolviéndolo y volviendolo a acomodar, Edmond no podía hacer más que ladear su rostro y mirarle, y mirarle otra vez, y mirarla nuevamente. Sonreírle... pues se merecia todas las sonrisas del mundo y más. El chico no perdìa el carmesí de sus mejillas, bueno, este se iba extinguiendo poco a poco, pues estar ante la presencia de tal ángel no era algo fácil de sobrellevar, en su mente pasaban un sinfín de historias, un sinfín de cuentos de hadas, en los que ella podría estar en peligro y él podría ir a salvarla, Edmond era mucho de fantasear, sin embargo no habìa nada que le gustar más que la realidad, a parte, para qué fantasear, si tenía una hermosa realidad al frente?

La mano de Juliette se volteó y Edmond extrañó el tacto al instante, pero este volvió antes de que el chico pudiera reclamarlo de vuelta, sus caricias, por dios!... Edmond se volvía loco por dentro, al mismo tiempo que trataba de guardar la calma por fuera, al parecer sus palabras le habían sido un poco osadas, o le habían gustado, pues se había escondido de él, para no dejarle ver ese maravilloso rubor en sus mejillas, Edmond sonrió al instante y nunca pensó que esas lagunas azuladas volvieran a él con tal potencia, tenían un brillo casi lunar, que le envolvía y no lo dejaba ir, esta vez si le estaban consumiendo, escuchó sus tímidas palabras, a lo cual negó bajando su mirada un poco, evitando la verguenza, para luego escucharle decir que se sentía idiota, idiota?... ella era todo menos una idiota, de seguro el idiota era él que se quedaba pasmado diciéndole solamente lo hermosa qe era, gesticulando a penas un par de palabras toscas y poco acertadas. - Idiota?... valla, veo que estamos en mundos diferentes, porque en el mío, el idiota soy yo- Agregó riendo levemente para dar el último paso hacia ella, quedando cerca, muy cerca, casi pegados, mirándose, el rostro de Juliette parecía más perfecto de cerca, Edmond no dudó en acercarse un poquito más, una vez estuvo a una distancia peligrosa, preguntó curioso-Por qué te sientes idiota?- con un deje de inocencia, siempre lo dejaba salir, pero quizá no siempre en el momento preciso, siguió mirándole, esperando una respuesta, mientras sus dedos entrelazados compartían calor y sensaciones, mientras la caricia de Juliette recorría su rostro, y mientras la mano de Edmond acariciaba tan sedoso y aromático cabello.

Sus ojos seguían inertes en los del chico, sentía que ya no había manera de despegarse de ellos y sabía que más de una noche soñaría en que volverían a mirarla a ella, sólo a ella. Se sentía dichosa por tales palabras, esas frases que conseguían que en su boca y provenientes de su voz quedaran perfectas. Sentía el impulso de atraerlo hacia ella, de sentirlo cerca y saber que ahí estaría pasmado. Era tal el grado de perfección con el que lo veía que ya creía haber muertos. ”Quizás todo esto es un sueño y ahora despertaré junto a papá y mamá con la chimenea en marcha” se dijo a si misma consiguiendo que su mente le jugara de nuevo una mala pasada. Quería pellizcarse y dejar de fantasear pero, se estaba tan a gusto en el mundo que ella misma había creado en un par de minutos que, para qué olvidarlo. Aún podía sentir la mano del chico acariciar su cabello, envolviendo sus dedos en él y haciéndole rizos que poco durarían a causa de las ondas predefinidas por su pelo.

-Porqué lo que tú dices hace que lo crea de verdad.- dije sin saber bien ni medir sus palabras. -Porqué salido de tus labios incluso parece especial.- añadió totalmente sumergida en el momento haciendo que la mano que aún se encontraba en el rostro del joven ahora se acercara sin temor a sus labios rozando las comisuras de estos con la fría yema de los dedos. Desvió la vista a su mano aún acariciando esos preciosos labios rosados algo carnosos, pero no demasiado, simplemente perfectos al igual que todo él.

La distancia que había entre los dos se había acortado haciendo que el corazón de Juliette volviera a revivir en un impulso loco de salir de su cavidad. Estaba nerviosa y su mente lo relacionaba con la noche anterior de abrir los regalos de reyes. Se mordió el labio inferior inconsciente de lo provocador que podía suponer eso y sentía como el aliento de Edmond azotaba cual brisa marina su piel morena. Suspiró acortando ahora ella su distancia. Haciendo que quedaran tan sólo unos centímetros de margen entre los labios de él y los suyos, esa distancia que esperaba rompiera algún día. Su mano volvió como un ligero espejismo al rostro del chico. Moría por probar el sabor de sus labios.

Las manos de Juliette, su tacto, su olor, su color de voz, todo lo que ella podía entregarle a Edmond era fantástico, y él lo deseaba, profundamente lo deseaba... había solo una cosa, que para el chico hacía falta... Edmond no podría aguantar un segundo más sin probar esos labios que se movían, que luego estaban intertes, y que luego se volvían a mover, que lo llamaban, que le hipnotizaban. El chico escuchó atento cada una de las palabras de Juliette, ja, no podía parar de repetir ese hermoso nombre en su mente, realmente no había nada más en lo que pensara; escuchó cada una de las palabras que de sus labios salieron, mirando de reojo aquellos rubíes que daban la salida al más hermoso canto. Una vez procesó lo que ella dijo, se quedó sin palabras, sin gesto posible, solo se enrojeció otro poco, recuperando el leve rubor que ya casi había perdido por completo.

La caricia de Juliette en su rostro se hacía más profunda y seguía quemando en el rostro de Edmond, era ese calor que calaba hasta el fondo, que le llevaba a sentir cosas inusitadas, esos dedos delgados y fríos pero de tacto cálido ahora recorrían sus labios, el chico no decía nada, solo disfrutaba... no podía hacer más, en un momento, vio como los zafiros de Juliette se enfocaban en algo que no eran sus propios ojos y comprendió en cierta forma en lo que ella pensaba. Lentamente y con cuidado llevó la mano de la chica a su cintura, para subir la mano que le apresaba a su rostro, perdiendo el control por un instante.

- No.. no es necesario decir más... solo déjame entrar en ese, tu mundo

Agregó para besarle, tocando sus labios con los de ella, eliminando el roce y probando esos labios carmesí que desde que le había visto habían sido su fantasía, su sueño y su objetivo. Edmond no detuvo el contacto hasta que el aire se hizo insuficiente, al separarse, estaba algo despeinado y levemente agitado, tomando aire, mirándole, sin soltar esa mejilla morena y suave, la cual acariciaba a intervalos, mientras se apegaba a ella, en un abrazo que no necesitaba entrelazar nada entre ellos.

”Tranquilízate Juliette” se obligó a serenar. El rubor había vuelto de golpe y sin previo aviso a las mejillas tornándolas por segunda u tercera vez rosadas a causa de la pequeña distancia que había entre ellos dos. Su corazón latía a un compás desesperado, nunca antes le había pasado y de nuevo, se volvía a sentir estúpida a causa de su falta de experiencias para estas ocasiones que según los sabios sólo ocurren una vez en la vida. Se había centrado en los labios de él, ya sería imposible eliminar la mirada de aquel lugar hasta que consiguiera lo que deseaba. De nuevo su voz rompió ese silencio que se creaba y que era inigualable. Aquellas palabras habían conseguido derretir a Juliette, se podría decir que en ese momento la tenía a sus pies y ya poco habría que hacer para lograr que la chica sacara de su mente ese rostro de cabellera rubia y facciones marcadas pero, a la vez, suave. Creía volar por mundos que jamás encontraría, por fin se había abierto esa puerta al sentimiento que tanto tiempo había dejado olvidado. ¿Quién había encontrado la llave?, ¿Ella o él?. La verdad, le daba igual, sólo deseaba disfrutar de la plenitud del momento.

Asintió de manera suave, sin mostrar brusquedad ni desespero. Podía sentir como la mano de Edmond se había parado en su cadera y aún así, ahí seguía pendiente, observando como poco a poco esa distancia ahora milimétrica desaparecía dejando paso a los labios que probablemente le daría el beso que tanto ansiaba. Cerró los ojos por instinto llevando la mano que se encontraba acariciando las facciones del chico hasta la nuca de éste, entrelazando sus dedos en la media melena rubia cual oro de Edmond. De pronto, sus labios se juntaron, su corazón ahora latía más rápido si eso era posible y sus impulsos la llevaban a desear que ese beso nunca acabara. Podía sentir como los deseados y cálidos labios de él avasallaban los suyos dejándolos casi en un segundo plano. Intentaba respirar con regularidad con la única finalidad de hacer más duradero el beso. Su mente volaba por lugares antes inexplorados mientras sus labios seguían ahí, juntos, colisionados en lo que ella denominaba una perfecta armonía. Él separó fue quien rompió el beso por la única razón de la falta de oxígeno, en ocasiones Juliette desearía no tener que respirar para vivir pero ya no les quedaba más remedio. Descendió la mano que tenía en el cuello del chico hasta su espalda mientras enfocaba de nuevo sus ojos con ese característico brillo a los de él. Estaba contenta, casi extasiada y ya no sabía cómo medir sus palabras así que decidió dar paso al silencio que los envolvía, de nuevo se habían quedado ellos dos solos en un mundo idílico creado por la alocada mente de la joven soñadora.

-Es increíble.- musitó para ella rompiendo el silencio sin querer. Sus pupilas azuladas seguían enfocando a Edmond. Entonces, una idea loca llegó hasta su mente, quizás se arrepentiría de hacerlo o sería algo que marcaría el futuro pero, le daba igual y para qué mentirnos, a Juliette le gustaba arriesgar. Subió sus largos brazos hasta pasarlos por el cuello de su acompañante para entrelazar luego sus manos, izquierda y derecha, en ese mismo sitio. Aumentó su altura ayudándose de sus pies, poniéndose de puntillas y, de nuevo volvió a juntar sus labios sin previo aviso. Buscando explorar algo más sobre ellos, abriendo la boca y ladeando ligeramente la cabeza.

Tras perderse en esos luceros azules, y caer en la tentación de esos labios de rubí, Edmond se quedó espectante de alguna reacción por parte de Juliette,aquel beso había sido maravilloso, pues en ese instante en el que sus labios estuvieron unidos, al menos el muchacho sintió como le daba una probadita al cielo, como una leve ascencion que acabó en el mismo momento en que el aire se acabó y el beso fue interrumpido, Edmond se quedó espectante mirándole, pues en este instante no había nada más importante para él que la reaccion por parte de esa muchacha de mirada soñadora, que le había regalado la llave de entrada a su mundo de fantasía, el chico disfrutó su estadía allí, y seguramente querría volver en no muchos minutos más, pues la sensación de ese tierno beso había sido realmente única.

Tras escucharle susurrar "increíbre" a la muchacha, Edmond ladeó el rostro, sorprendido, pues jamás se habría imaginado esa respuesta por parte de Juliette, quien hasta ahora había destacado por su silencio, por su tacto por la ausencia de palabras, Edmond sentía como esas pupilas azules se clavaban en sus oscuros ojos, esosmzafiros no dejaban un instante sola a su oscura mirada, el chico sentía como su mirada lo devoraba a cada segundo, lo disfrutaba, lo disfrutaba demasiado. En una cadena de movimientos, Edmond se vio encerrado en los brazos de Juliette, quien entrelazaba sus manos tras la nuca del chico, esa imagen era fantástica, digna de una postal, digna de un sueño.
- Sí, tu mundo es increíble- contestó mientras le miraba fijamente a los ojos y entrelazaba ambas manos en la cintura de Juliette, quien se ponía de puntitas y le besaba una vez más, sin previo asviso, Edmond solo siguió el beso delicioso,
el húmedo contacto, hasta encontrarse con la sorpresa de que la boca de la chica estaba abierta y que su cabeza se iba ladeando poco a poco, el chico invadió la boca de ella con su lengua, para jugar con la suya y así disfrutar de un nuevo sabor de una nueva sensación... Juliette era fantástica, sin palabras era capaz de tanto... Edmond no resistía más... para él, la búsqueda de esa persona que era "solo para él".. su persona "idónea" era una verdadera travesía sin retorno, pues hasta ahora, lo había creído algo imposible... Había conocido muchas chicas lindas en su viaje, pero ninguna, ninguna como Juliette... ninguna le hacía sentir como ella lograba hacerle sentir.

El beso fue largo, placentero, los ojos de Edmond brillaban de emoción una vez se hubieron separado denuevo, quería decirle muchísimas cosas y ninguna al mismo tiempo, quería salir corriendo con ella de la mano para recorrer el castillo entero y al mismo tiempo quería permanecer allí, apegado a ese sueño hecho realidad... ese sueño con nombre precioso, ese sueño de ojos hermosos y labios ardientes - Eres preciosa... eres preciosa... Juliette... eres preciosa- susurró apegado a los labios de la joven.

De nuevo sus labios habían chocado creando en Juliette una pequeña corriente eléctrica que conseguía recorrerle el cuerpo desde los pies hasta la punta de la nariz. Sus ojos aún estaba cerrando disfrutando de los que ella imaginaba unos preciosos labios rosados que ya una vez había sentido sobre los suyos y que por extraño que pareciese había añorado. Sintió la lengua de Edmond danzar con la suya en una perfecta canción sin letra, como la versión original de alguna película. El sabor de sus labios, su cuerpo, sus ojos, esas facciones marcadas.... lo hacía todo tan especial que la chica no pudo evitar soñar despierta pues en ese instante se sentía como una verdadera princesa de cuento. Única y como no, afortunada. Deseaba no acabar nunca con ese instante. Los oídos se le habían taponado, el suelo le daba vueltas de manera vertiginosa y un nudo se le comenzó a crear en el estómago haciéndole suspirar casi sin quererlo. Sus manos acariciaban el pelo de Edmond rozando alguna que otra vez la nuca mientras las manos del chico seguían entrelazadas en la cintura de ella. ”Juliette, no sigas por este camino...” le dijo su mente haciéndole recordar malas experiencias, pero ya era demasiado tarde, la razón había dejado paso al corazón y los latidos de este eran los que marcaban sus ganas de seguir con aquel momento y guardarlo en su mente para el recuerdo.

De nuevo el beso finalizó, ella no deseaba abrir los ojos, no quería despertar de ese momento pues no sabía con exactitud qué se podría encontrar. Terminó por ceder a la curiosidad de ver, mejor dicho apreciar de nuevo esa cara que ahora le resultaba de lo más conocida. La primera imagen fueron los ojos de Edmond. Otra vez contrastaban con los suyos pero esta vez tenían un brillo extraño, peculiar. Quería saber lo que pensaba, lo que opinaba, pero ese silencio era tan especial que temía romperlo con cualquier estupidez. Tenía miedo de perder lo que aún no tenía aunque a simple vista pareciera ilógico o simplemente imposible.

Sonrió de lado ante las palabras del rubio Ravenclaw que tenía delante, de nuevo sus mejillas se habían tornado de un brillo carmesí desprendiendo el mismo calor que hacía unos minutos. Una risa aguda que denotaba nerviosismo salió de su boca haciendo que se sonrojara un poco más, si eso era posible.
-Eso es que tú me ves con buenos ojos…- dijo con modestia mientras deshacía el lazo que formaban sus dedos tras el cuello del chico.
Apoyó su cabeza con tranquilidad sobre el pecho de esto aún sintiendo cierta vergüenza. Podía escuchar como latía el corazón de Edmond mientras ella intentaba acompasar sus respiraciones con el único objetivo de formar una sola.

-Es extraño.- habló de nuevo en un leve susurro. -Estoy tan a gusto ahora mismo.- añadió sin prestar atención a sus palabras mientras bajaba la mano izquierda también al pecho de su acompañante.

- Debería verte con otros ojos?

Contestó con una sonrisa de dicha al ver como las manos de Juliette se deshacían de su cuello y el rostro de ella se apoyaba en su pecho, Edmond no podía hacer nada más que sonreír, disfrutar, suspirar. El calor del rostro de Juliette sobre su pecho le abrasaba y le hacía sentir mil cosas lindas, Edmond no estaba acostumbrado a estos sentimientos, a estas emociones, el chico no sabía precisamente qué era lo que significaba esta sensación de calor que invadía todo su cuerpo y hacía que su mente le llevara a mundos donde se proyectaba estando con ella, Edmond imaginaba un mundo con ella, un mundo para ellos dos, un mundo perfecto, o al menos este mundo, pero con ella, eso le haría perfecto.

- Yo también, Juliette... me siento tan bien estando contigo

Dijo como un susurro con su mentón apoyado sobre la larga y preciosa cabellera de la chica de piel dorada, Edmond soltó la cintura de la chica y buscó sus manos, ambas, para entrelazar sus dedos con los de ella, para compartir ese lazo por el mayor tiempo que fuera posible, pues el chico aún no concebía que ella fuera real, aún seguía pensando que esta maravillosa muchacha era un sueño. Un sueño hermoso. Edmond arrastró las manos de la chica y las besaba a intervalos mientras dejaba el rostro de ella descanzar sobre su pecho, su piel era tan suave, tersa, dorada como nunca antes había visto, el chico estaba maravillado ante las características de la chica, todo le hacía maravillosa, todo le hacía fantástica.

- Juliette... Juliette, Juliette, podría decir tu nombre todo el día, preciosa

Ahora repetía su nombre en voz alta mientras se apegaba a ella y disfrutaba su tacto, ese calor delicioso, la respiración de la chica más maravillosa que había conocido en su pecho. Los pensamientos de Edmond estaban tan lejos de esa situación, y al mismo tiempo estaban cerca de ella, le llevaba en sus fantasías variadas y placenteras, todas eran así.. todas eran placenteras, Edmond se agachó levemente
para besar la cabecita de la chica, aspirando el aroma de su fragante cabello.

Se había dibujado en el rostro de Juliette una sonrisa tonta, diferente a todas las demás y que escondía mil y un sentimientos arraigados y que ella aún desconocía. Se sentía extraña, diferente, pero le era tan placentera que le daba igual. Había comprado una billete hacia un lugar inhóspito y ya no tenía retorno, la poca cordura que le quedara la había perdido por el simple hecho de escuchar el corazón de Edmond.
-¿Con qué ojos me miras?- preguntó con su suave voz intentando ponerlo en un aprieto. ”¿Qué pasa Juls, te has fumado algo?” le dijo su mente ante la perspectiva de futuro de que todo acabara siendo color de rosa en un mundo imaginado. Se sentía andar sobre las aguas, alejada de cualquier duda o entredicho. Tan sólo deseaba escuchar un poco más la voz del joven Ravenclaw sobre el ambiente del comedor.

Optó por no decir nada ante aquella extraña coincidencia entre los dos extraños que hacía apenas minutos se conocían, ¿existiría el amor a primera vista?.
Amor, esa palabra tan efímera que dicha de boca de alguien queda incluso grandilocuente. Ese miedo a aceptar verdades como puños, a compartir, a sentir millones de cosas a flor de piel para alguna vez dejar reposar una húmeda lágrima sobre el rostro. Amor, era algo ya imposible de ver, una palabra que Juliette creía borrada en su diccionario personal y ahora había vuelto. Amor, un simple sentimiento.
Alzó el dedo dibujando figuras sin ningún tipo de criterio, cosas abstractas dibujadas en el momento y que se quedaban marcadas unos instantes en la camisa del joven Edmond. Las palabras sobraba, o por lo menos así lo veía ella. Se sentía mística. Bueno, para qué mentir, ni ella sabía con exactitud cómo se sentía. Entonces las manos de él buscaron las suyas para entrelazarse por segunda vez en ese día, ella no puso objeción alguna. Podía sentir como los labios del chico rozaban sus manos, como ella había quedado rendida a sus pies, a un sueño infinito, al mismísimo Edén. No le daba tiempo a echar de menos el sonido de la voz del muchacho pues de nuevo volvía a pronunciar su nombre. Edmond, Edmond, Emodn… pensaba ella. Su mente se había atascado con una palabra fija y ya no la podría sacar. Cerró los ojos.

-Despiértame de este sueño.- musitó en voz baja para ella misma. -Necesito despertar para ver la realidad- añadió aún con los ojos cerrados y apretando sus manos contra las de él. -Es que incluso parece de verdad- dijo abriendo de nuevo los ojos y alzando el rostro de manera que pudiera disfrutar de la maravillosa vista que esa altura apreciaba. Rozó sin querer su nariz con el cuello de él y sonrió. -Gracias.- dijo ahora un poco más fuerte para volver a apoyar la cabeza en su pecho.

Edmond escuchó la pregunta de Juliette, a lo cual no supo cómo contestar, en realidad una sola respuesta pasaba por su mente, era una sola palabra, de dos sílabas, comenzaba con A, y terminaba con MOR, pero el chico no podía ocupar esa palabra, no podía mencionar ese término, no tenía intencion de esptantar a ese ángel que ahora respiraba en su pecho y dibujaba imaginarias figuras con sus dedos sobre la camisa del muchacho, Juliette, será amor?, Al igual que gran parte de los de su género, Edmond le tenía miedo a esa palabra, miedo a lo que significaba y miedo a lo que estaba sintiendo, pues nunca había sentido algo tan inmediato y profundo, algo tan encantador... tan... diferente.

El muchacho negó con en rostro en modo de respuesta, alzando levemente sus hombros, para darle a entender que no sabía, luego agachó la cabeza para estar más cerca de sus ojos, le sonrió de costado y volvió a besar su cabecita, sus manos y finalmente miró hacia la puerta, mal que mal, estaban en el Gran Comedor, y en cualquier momento podría pasar algún profesor o alguna otra persona que se podría quedar mirando o decirles algo, pero realmente, qué importaba? qué importaba todo?... nada... todo valía e importaba nada, pues estaba con su ángel de ojos color mar, con su ángel de labios color sangre, de piel dorada, de cabello sedoso, con SU ángel.

Edmond se sentía completo, para él eso significaba amor, el encontrar a ESA persona, esa persona que es solo para ti, a esa persona que te hace sentir lleno, completo, hasta antes de sentir el calor de Juliette, el chico se había sentido vacío, incompleto, sin amor, pero al fin lo había encontrado o al menos eso sentía. Se había cansado de admirar amor en la vida, amor en los demás y amor en la naturaleza, quería SU amor, SU amor... por eso sentir esto, con ella, era extraño, irreal, y maravilloso.

-No.. No... la realidad está aquí, eres tu la que hace que todo esto parezca un sueño- Contestó mientras respiraba pesadamente sobre la cabellera de Juliette, se estremeció levemente al sentir la nariz de ella en su cuello, pero trató de disimularlo, en vano. "Gracias" fue lo último que dijo antes de volver su cabeza al pecho del muchacho, Edmond se quedó pensativo, se quedó meditante, sonrió levemente hasta que escuchó unos pasos al interior del Gran Comedor, que retumbaban en todo el salón, una profesora, de cilueta delgada y vestido negro, con sombrero y de edad avanzada miró la escena por sobre sus anteojos pequeños, sonrió al ver el rostro de susto del muchacho y luego dijo: - Chicos, estos no son lugares para estar así, por qué no mejor van a caminar por los pasillos o a algún lugar más adecuado?- Edmond se quedó estupefacto y miró a Juliette sonriendo, tomó su mano y agachó su cabeza levemente en señal de respeto . - Ju..Juliette.. vamos a.. caminar por ahi?- inquirió tímido y más rojo de lo que antes estaba.

Estaba tranquila, reposada, escuchando el leve sonido que hacía la respiración de Edmond bajo aquel tranquilo lugar. Le parecía infinito el tiempo a su lado, lo más seguro es que ya hubiera pasado más de una hora y ella aún seguía ahí, pasmada, pensando en todo lo que había pasado. En los labios de Edmond, los ojos de Edmond, el torso de Edmond y en resultado todo él. Necesitaba volver a sentirlo, añoraba el dulce sabor de sus labios aunque se conformaba con el aroma que su ropa emanaba. Suspiró como una tonta al escuchar las palabras del muchacho, interiormente rezaba porque no fuera otro simple fanfarrón que tan sólo buscaba una noche de locura y desenfreno pues con ella, no lo conseguiría.

-Deja de alabarme.- dijo con tono de niña pequeña como cuando les haces enfadar mientras daba un ligero golpe en el hombro de Edmond. -SAbes que eso no es verdad, yo sólo soy yo...- dijo alzando de nuevo el rostro. -Tú has entrado aquí de golpe y has puesto mi mundo patas arriba.- confeso aún con la cabeza apoyada en el pecho del otro Ravenclaw.

De golpe todo aquel ambiente se rompió a causa del sonido de unos pasos acercarse por la espalda de Juliette. De repente un cohete con rumbo a la tierra le había hecho volver a poner los pies en la polvorosa de manera que todo aquel instante se había quedado de lado. ”Qué oportunos” pensó casi enfadada. Le tentaba tanto patalear como cuando era pequeña que le costa sangre y sudor evitar hacerlo. ”Que no nos riñan, que no nos riñan” añadió su mente mientras su dedos se curvaban de uno encima del otro buscando atraer a la buena suerte. Alzó la vista hasta Edmond, su cara de susto lo decía todo y, sin quererlo, una risa salió de ella sin poder evitarlo. Enseguida y como actoreflejo la mano derecha acudió rauda y veloz hasta posarse sobre su rostro. Se giró justo a tiempo para que la mujer de aspecto cansado y aires desgarbados comenzara a hablar, una sonrisa casi maligna se dibujó en los labios de la profesora. Juliette desvió la mirada algo avergonzada y sonrió al percatarse de que el dulce rubor había acudido a sus mejillas. Ella asintió.

-Creo que nos han pillado.-susurró en el oído de Edmond para luego besar su mejilla y tirar de él hacia fuera cogiendo su mano con fuerza. El pelo de Juliette ondeaba tranquilo sobre su espalda mientras ella seguía adelanta riendo y pasando las puertas del comedor.

- Nos han pillado?... no estábamos haciendo nada malo Dijo una vez ya estaban fuera del Gran Comedor tomados de la mano como una verdadera pareja, Edmond se sentía como en las nubes y era feliz de caminar así con ella, mientras las miradas celosas de los demás Ravenclaws se centraban en ellos y también de algunos Griffindors y hasta Slytherins, Juliette le guiaba quien sabía donde, Edmond solo la seguía divertido, mirando como su cabello se ondeaba por efectos del viento y el movimiento, había sido chistosa la manera en la cual se les había "recomendado" abandonar el Comedor, Edmond reía mientras caminaba, un par de chicos le hicieron un gesto de desagravio, a lo cual Edmond no tardó en detenerse y tirar de la mano de Juliette, para que volviera hacia él, una vez ella estuvo cerca y frente a él, Edmond le abrazó por la cintura y le besó de improviso, para disfrutar de esa sensación deliciosa y fantástica que solo sus besos le daban, una vez dicha corta muestra de cariño se terminó, Ed se quedó pegado a la frente de la chica, frotando la puntita de su nariz con la de Juliette, en un tierno besito esquimal, allí, pegado a su rostro, el chico susurró.

- Todos nos están mirando Juliette... estoy feliz, porque acabo de comprobar que no eres un sueño

Luego miró hacia un costado y sintió un golpe de viento cargado con partículas de agua, gracia del lago, que en sus aguas calmas albergaba quien sabìa cuantos misterios, a Edmond le invadió la emoción, y apretando la mano de Juliette apuntó el lago con cara de pregunta.- Vamos?, mira.. allí parece perfecto- Apuntaba un àrbol que quedaba casi frente al lago, no estaba tan lejos, tendrían que caminar el tiempo suficiente como para conocerse mejor. Edmond se sentía feliz, en demasía, estar con ella, estar con aquella maravillosa mujer le hacía feliz, le hacía dichoso, no querìa separarse de ella ni por un segundo, Juliette era perfecta, era perfecta, quizá demasiado perfecta para él... El chico ladeó su rostro y luego le dió un beso en la mejilla, para salir ahora él tironeando del brazo de la muchacha mientras caminaba hacia el lago, sin siquiera aún haber escuchado su respuesta, allí había un defecto: A ratos, Edmond era demasiado instintivo.

- Umm.. cuál es tu color favorito? Preguntó mientras caminaba tironeándole, pasando indiferente entre los chicos y chicas que volvían sus miradas hacia ellos.

Caminaba, saltaba, danzaba al son de la música de la alegría. Seguía ese ritmo que sólo podía oír ella pues venía de su corazón y poco la importaban las miradas de desacato que propiciaban el resto de compañeros de aquel colegio. Ella era feliz en ese momento, en ese instante, en su vida. Podía sentir aún la mano Edmond sobre la suya. Edmond, había visto su rostro en contadas ocasiones y hasta hace poco ni habían hablado, en cambio él ya había adquirido un lugar demasiado importante en el órgano de la vida. Tiraba de él sacándolo de aquel lugar caminando hacia ningún sitio con la única esperanza de que el vínculo que los unía no se separase nunca. Ella sonreía, estaba radiante, más que en cualquier otra ocasión y eso se podía ver en su rostro tintineante. De golpe, toda esa magia se paró cuando él tiró de su brazo haciéndola retroceder. Todo había pasado ten deprisa que ahora sólo podía sentir los labios del Ravenclaw sobre los suyos. Otra vez el corazón se la había acelerado latiendo desbocado mientras ella se limitaba a cerrar los ojos y seguir la perfección de ese baile ancestral que la llevaba al punto más álgido de felicidad. No acababa de entender cómo era posible extrañar unos labios y aún así, su mente lo hacía. El sabor de la boca de Edmond la inundó haciéndola sentirse dichosa. Sabía que las manos de él se habían vuelto a posar en su cintura y no pretendía alejarlas de allí. Se le hizo corto, demasiado, todo había sido tan repentino que ni siquiera le había dado tiempo a reaccionar como Dios manda. Entonces, sus narices se rozaron en ese dulce beso de esquimal que consiguió derretirla y ensancharle la sonrisa, si eso era posible. Abrió los ojos cuando habló.

-Entonces soy yo la que está soñando despierta.- dijo aún en un leve susurro tan sólo audible para Edmond. No pretendía que medio colegio se enterara de que estaba loquita por sus huesos aunque una prueba más que evidente había sido el beso recibido. Su vista seguía fija en ese rostro ahora conocido que a su vez miraba por las columnas del colegio, esas que daban al precioso árbol frente al lago. El agua le daba miedo, incluso estando alejada de ella, pero esta vez iba a confiar, a llenarse de valor para cruzar aquel lugar. Sintió como él tiró de su mano al igual que había hecho ella anteriormente y sólo pudo reír y seguirla para luego volver a reír con ese sonido armonioso. Sus pies se trababan cada ciertos pasos y pensaba que en breves se caería. Estaba loco, ¡ni si quiera le había dejado responder!, pero eso era lo que le hacía especial, diferente a todos los demás y tan parecido a ella misma. Logró ponerse a su altura con tiempo mientras, jadeante apretaba su mano para hacer notar que ella aún estaba ahí, con él. Escuchó su pregunta.

-¿Mi color favorito?- repitió mordiéndose el labio inferior dubitativa. -Mi color favorito es…- añadió mientras le hacía parar para ella ponerse frente a él y subiéndose sobre sus pies para poder verle mejor. -Mi color favorito es el de tus labios.- dijo acariciándolos con la yema del dedo para luego besarlos con lentitud y suavidad. Mostrándole el cúmulo de sensaciones que tenía mezcladas dentro de ese diminuto cuerpo. -No quiero que se te olvide el color de los míos cuando beses a otra- musitó después separándose escasos centímetros. Una desastrosa imagen mental se había creado en su cabeza y ya no sabía como eliminarla. Pese a todo, era feliz en su compañía, nunca lo había sido tanto.

Medio colegio les había visto, y para el chico eso le era indiferente, al mismo tiempo que tenía ganas de que todos supieran que su corazón pertenecía a esa mujer de hermosos luceros azulados, que su cuerpo y su alma eran completamente de ella, que su vida de locuras y excesos había acabado, que ahora podía obtener toda la locura y desenfreno que necesitaba estando en esos brazos dorados de ella. Para el chico era fantástico sentir que Juliette sentía lo mismo, o al menos algo parecido, sus palabras y su mirada lo dejaban claro, un sueño?... Edmond estaba lejos de ser eso, sin embargo, para su hermosa Juliette el sería lo que ella quisiera que él fuera. En la mente del chico solo cabía la imagen de Juliette, el sabor de sus besos, la sensación de su piel y el cómo éste se derretía ante los ojos azules de la preciosa mujer que tenía al lado, de la preciosa mujer que le acompañaba, ella era tan cómplice, "es perfecta", pensaba el chico mientras se separaban y posteriormente comenzaba su camino en dirección al lago, Edmond mal qe mal sabía que si se quedaban estáticos en un sitio terminarían haciendo lo mismo que en el Gran Comedor.

Siguió tironeando del brazo de su querida en dirección al lago, sin haber esperado su respuesta, pero al mismo tiempo fue disminuyendo la velocidad, ¿Y si ella tenía algun trauma?, y si simplemente no quisiera ir?, Edmond torció el labio como lo hace siempre que se da cuenta de que ha hecho algo que no está cien por ciento bien, tentó a mirar atrás cuando sintió que Juliette ya no estaba tras él, y terminó viendola delante, esos segundos fueron como en cámara lenta, ella se subió en los pies del muchacho, al instante a Edmond se le ocurrieron mil bailes así, o verle con un hermoso vestido y a ambos bailando en Navidad, valla, estaba soñando despierto una vez más. El color de sus labios?... Juliette sabia como ser tierna y apasionada al mismo tiempo, y esa carcaterística le hacía enloquecer, Edmond nunca en su vida pensó encontrar una mujer así... tan fantástica, tan... perfecta.

Juliette acarició los labios del muchacho con la yema de sus dedos y luego besó a Edmond con lentitud y ternura, Cómo era posible? Ese beso le traspasó tantas sensaciones al chico, era imposible, cómo podía... sentir tantas cosas?.. era...
En realidad no había palabras para explicarlo. - Besar a otra?... no, no... yo no quiero a otra... yo te quiero a ti - Contestó hablando lentamente, negando con el rostro mientras le explicaba, en realidad Edmond no tenía un pasado muy de santo, sin embargo, estaba dispuesto a cambiarlo todo por ella, no podía estar ya sin ella. - Dame tu color, que no puedo vivir sin el, Mi Belle- Agregó en ese extraño y perfecto francés qe a veces salía a relucir de sus labios, algo extraño, pues Edmond siquiera había estado allí en su vida. - Prométeme que tu... cuando pruebes otros labios que no sean los míos, pensarás en el calor que éstos te dieron el día de hoy, vale?- A pesra de querer volverla a ver, Edmond no sabía si acaso lo haría, no sabía si acaso ella desaparecería... el colegio era tan grande... aish, pasaban tantas cosas por su mente, tantos pensamientos negativos, pero eran todos anulados por el hermoso color de los claros ojos de Juliette... Edmond estaba seguro que esa luz que Juliette generaba era lo que necesitaba para eliminar la oscuridad de su vida y su corazón.

Edmond esperó, le miró y finalmente besó una vez más sus labios, jugueteando con sus lenguas que volvían a danzar a ese son de sus corazones, era una sensación fantástica y placentera, compartir un nexo tan profundo en aquel momento era preciso y espectacular. Una vez el beso hubo terminado, el chico se abrazó a la cintura de su preciosa, para luego decir - No te muevas - Mientras comenzaba a caminar con ella aún en sus pies, no quedaba mucho para el lago, y era entretenido caminar de aquella manera, Edmond reía divertido y miraba a su compañera, esperando alguna reacción ante sus locuras.

Se sentía una perfecta bailarina sobre los pies de él, su amado. El corazón le latía de nuevo desbocado. Sus labios habían vuelto a colisionar creando aquella extraña energía que recorría el cuerpo de Juliette haciéndola temblar. Esa perfección, el Karma que solo conseguía hallar cuando él estaba a su lado parecía que volví a rozarla haciéndola a la vez dichosa y afortunada. Pero como todo empieza, también acaba y ahora ese beso tan placentero se había quedado en un simple recuerdo que ella creía nunca más volver a sentir, perderlo para siempre. Abrió los ojos, con lentitud, queriendo retener el tiempo en ese instante, intentando evitar una respuesta dura que creía iba a salir de los labios carnosos de Edmond.

El suave tono de la voz del Ravenclaw se volvió a hacer notar dejándola a ella de lado, prendándola de ésta y llevándola como en otras tantas ocasiones a ese su Edén divino, su máximo tesoro. yo te quiero a ti… yo te quiero a ti… yo te quiero a ti…[i] resonó en su mente una y otra vez creando en ella una sonrisa instantánea. [i]a ti… volviço a recordarle su mente jugándole una mala pasada. De golpe, todo a su alrededor se tambaleaba, el suelo comenzaba a ser deforme y en su estómago se había formado un nudo imposible de digerir. Su cuerpo se había convertido translúcido en un mundo lleno de color irradiando la alegría que ella misma sentía. -¿Qué otros labios quieres que pruebe si no son los tuyos?- dijo casi atropelladamente, haciendo el ligero tono carmesí. -Prométeme que eres sólo para mí y yo seré para ti.- dijo en un leve susurro abrazada a la espalda del chico para no caer, pues era postura era por lo menos, extraña. Acariciaba su cabello rubio con quietud, tranquilidad y sosiego.

Sus labios, de nuevo esos labios finos volvían a besarla transmitiéndole el calor que sólo él lograba hacerle sentir. No debía, es más, no quería despertar de ese sueño infinito de palabras bonitas y sentimientos únicos. Sus lenguas danzaban de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha haciendo ese beso cada vez más apasionado. El besó finalizó y ella se quedó expectante, cumpliendo la petición que Edmond le había propuesto y que le vino de nuevo cuando comenzó el movimiento. Ella como actoreflejo pasó sus brazos por la cintura del muchacho, rodeándola para no caer al suelo de culo y ser el hazme reír del colegio.
-¡Estás loco!- exclamó riendo para luego besar su pecho inundándose de su aroma. Haciéndola contenta y de nuevo y para siempre, feliz.

- Desde el primer momento en que te vi, que ya soy tuyo - Conestó, ya sin meditar en lo que decía, sin meditar en la idea de caer o de ser un hezmerreír, un enamoradizo, o lo que fuera que ella fuese a pensar de él, Edmon estaba enamorado de esa chica de piel dorada y ojos color del mar, no podía evitarlo, no podía detenerlo. Juliette estaba abrazada, bien abrazada a él, y él sentía su calor, la hermosa chica acariciaba su cabello con tal suavidad y ternura que, en conjunto con las palabras de ella, hizo que los colores se fueran al rostro de Edmond.

El camino hacia el lago comenzó, con Juliette aferrada a su cintura, y de espaldas, la chica claramente le temía a caer, pero... era ese "caer" el más doloroso de todos?, bueno, Edmond no dejaría que ella siquiera cayera de esa manera... y si ella caía, él caería con ella, el chico se estaba proyectando mucho más allá de lo físico, aún con las mejillas de color rojizo, estaba volando, mucho más arriba de las nubes, a ratos nisiquiera sentía sus extremidades, solo sentía a Juliette, quien siempre sabía como hacerse presente, Edmond bajó su mirada y vio como ella depositaba un beso en su pecho, el muchacho sonrió agradado, feliz en exceso... Juliette, y solo Juliette había logrado algo así en él.

- Loco?.. quizá.. pero loco, loquito por ti- Contestó riendo hasta que tras dar unas largas zancadas tomó las manos de Juliette y dieron un par de vueltas asímismo como estaban, con ella sobre sus pieces, más cerca de su altura, pero aún así escondida en su pecho, Edmond disfrutaba cada segundo con esa preciosa mujer, y estaba claro que estaría con ella, que sería de ella, para siempre. El camino se hizo corto, y el hermoso lago ya se presentaba ante ellos, lo más cercano al mar, lo más cercano a los ojos de Juliette... misterioso, profundo e imponente, tenía muchas coincidencias con la musa que acompañaba a Edmond, eso le causó asombro, el chico apretó la mano de Juliette como con emoción, mirando el lago con los ojitos brillantes, demasiado maravillado.
- Es hermoso, míralo.- dijo casi exclamando, dejando los ojos de su querida solamente para mirar aquella otra maravilla.

Las palabras, los sueños, la perfección. Todo cobraba vida en la enrevesada de mente de Juliette haciéndola divagar por todas y cada de una las palabras que Edmond le dirigía. ”¿Desde el principio?” se repitió mientras inconsciente mordía su labio superior con tranquilidad. Su imaginación flotaba con ellos dos de las manos. El calor corporal que Edmond le emitía y el mental le hacían sentir tal grado de plenitud que repudiaba la idea de volver a una realidad alternativa. -¿Sólo para mí?- bromeó nerviosa casi con un leve tartamudeo seguido del enrojecimiento de sus mejillas.

Se aferraba a él. No deseaba caer de ninguna de las maneras pues pese a que la literal dolía, en estos precisos instantes la subjetiva vencía el dolor que cualquier otra pudiera crear en ese pequeño corazón latiente a dispensas de lo que ocurriera. Lo idolatraba, era su Adonis personal y como una estúpida había acabado confesando su amor a un corazón loco por vivir cualquier locura a su lado. Se imaginaba a ella misma de mayor, y él, ¿Cómo sería?. Ella haría lo que fuera por que esos labios volvieran a predicar su nombre con perfecto francés. El camino se le estaba haciendo eterno, más largo que de costumbre y eso la obligaba a meditar un poco más en ese silencio elaborado por un simple despiste. Por la básica, única y llana falta de palabras que no expresan nada.

Rió al escucharlo. -Tanto como yo por ti.- añadió ella cogiendo con fuerza las manos de su amado. -Edmond, no me dejes caer.- susurró con media sonrisa en el rostro dándole un doble significado a la frase hecha. En ese instante tenía ganas de gritar, pedir, rogar al mundo que detuviera su tiempo para poder apreciarlo junto a él.
Bailaron como nunca lo había hecho. Se sentía bien por la simple razón de encontrarse entre los brazos de él. El agua de lago la mandaba nadar, se quedó mirándolo totalmente prendada, casi hechizada. Ahora los ojos de la joven sólo estaban dispuestos a observar la quietud del lugar.

-Es perfecto.- sin soltar la mano del chico. Las pupilas azuladas seguía un punto fijo, invariable. -Tanto como tú.- añadió tras una leve pausa. Sonrió de lado y luego avergonzada alzó la vista hasta él. -Ven, vamos más para allá.- dijo señalando el borde rocoso plagado de pequeñas hierbas. Se paró en seco recordando el miedo irracional a nadar y como acto reflejo sus brazos rodearon la cintura del joven. Apoyó la cabeza sobre su hombro. -Me da miedo el agua.- confesó aún sonriente en un estado catatónico. Los malos recuerdos se evaporaban dejándole paso libre a él.