Another day, another drama [Edmond]

Sintió ante la voz temblorosa de su amada cómo la duda venía a su mente.. Juliette quizá lo hacía de como un reflejo, o como una necesidad, pero preguntó si acaso realmente sería solamente de ella, Edmond solo podía contestar una sola cosa en cuanto a ello - Sí... desde ahora en adelante soy solo tuyo- Tras contestarle y mirar su rostro todo rojo, le dió un besito, ese ubor le hacía ver tan linda, tan tierna, Juliette era un sueño, el sueño más lindo que había tenido en mucho tiempo, era perfecta... Para Edmond era increíble pensar en la idea de que la maravillosa mujer que tenía frente a él, también iba a ser solo para él, y que le pedía tan poco como su exclusividad.

- Juliette.. Juliette- Dijo estrechándola en sus brazos, necesitaba abrazarse a esa sierna de ojos preciosos, su cuerpo, su mente, su alma le exigían estar cerca de ella, ser uno solo, estar pegado a su amada, Edmond no podía negarlo más, la amaba, y la amaba con pasión, con locura, estaba "deeply in love with her"... El muchacho no podía ver más allá de esos ojos, no podía respirar más allá de ese perfume, y no podía sentir más allá de esa piel cálida y dorada que amaba y que probaría deseoso cuando fuera el momento. Esos silencios, esos silencios cómodos y placenteros con ella eran los únicos silencios que el chico había disfrutado en su vida, siempre había sido alguien de demasiadas palabras, de no quedarse callado nunca, pero con Juliette, había aprendido la magia y la hermosura del silencio. De ese silencio que solo en sus labios tenía sentido.

- No... no cariño.. nunca lo haré, nunca te soltaré... porque.. porque- Edmond tartamudeó ante la idea de decir esa palabra comprometedora y que en muchas mujeres provocaba rechazo, esa palabra apresurada y dolorosa, que una vez salía de la boca no costaba volver a pronunciarla... parecía ser la palabra más difícil del diccionario, y eso que solo tenía 3 letras y 3 fonemas... en realidad era algo ínfimo para lo que significaba, en realidad... ya no tenía sentido contenerlo y hacerse el tipo duro e insensible, solo quería estar en sus brazos y allí estaba, solo quería darle seguridad y en eso estaba... estaba... - porque te amo, Juliette- Agregó mirándole torciendo el labio levemente, a pesar de lo tentadora del agua, para Juliette parecía ser algo incómodo, algo... aterrorizante, allí, abrazado a ella, ambos miraban el enorme lago, y Edmond conoció la dolencia de su amada, el agua... le temía a esa cosa inolora, incolora e insípida, pero que a pesar de ser falta de muchas cosas, era acreedora de mucho, el chico le sonrió y luego, apegándose los labios de "su chica", susurró - Mientras estés conmigo no te va a pasar nada.. te prometo que yo te voy a cuidar siempre- Parecían promesas a largo plazo, parecían irreales, pero eran tan reales como ellos dos allí, abrazados, mirando el hermoso lago, disfrutando de un día en un colegio de magia y hechicería, amándose, comenzando a hacerlo... iniciando algo que quizá no tendría final. - Y por cierto.. de perfecto tengo lo mismo que de príncipe azul- Agregó riendo divertido y algo sonrojado, necesitaba liberar la tensión del momento.

Amor se escribe con H, o por lo menos eso proclamaba la canción que horas antes había escuchado y ahora resonaba en su cabeza a causa del estado en el que se encontraba. Las nubes estaban demasiado cerca del suelo en comparación con su furtiva imaginación latente que la llevaba a volar sobre ellas recordándose en cierta manera a la mismísima Yasmine en la película Disney. Lo escuchó con atención, todas y cada una de las palabras que Edmond le regalaba la hacían sonreír dejando entrever como otras tantas veces la felicidad. ”Estúpida ilusa.” se dijo mentalmente mientras seguí abrazada a él dejando que el dulce aroma que su ropa desprendía se filtrar en sus fosas nasales de manera inevitable y duradera. Entonces, su corazón que parecía tranquilo volvió a despertar latiendo con desespero. El chico se había callado creando en ella una irremediable duda, igual todo esto había sido un sueño hasta ahora y en breves momentos despertaría dejando atrás toda clase de recuerdos. Todo se borraría de su mente con una gran goma blanca. Entonces, sus piernas comenzaron a flaquear ante tal confesión. Las manos le temblaban y sentía como, poco a poco sus ojos se humedecían. Se pellizcó creyendo que todo era un sueño. Cerró los ojos con ferocidad intentando evaporar cualquier duda y, entonces, una lágrima recorrió su rostro. No sentía pena, todo había cambiado por la felicidad infinita de un amor de cuento de hadas. Buscó los ojos del muchacho hasta que los dos chocaron en un intercambio de energía maravilloso. Se mordió el labio inferior.
-Yo…- tembló un momento antes de hablar. -tú también eres muy especial para mí.-terminó por decir por el miedo a caer en picado a un burda mentira del destino. El Karma la rozaba con las yemas de los dedos poniéndole la suerte de su lado y ella, se limitaba a dejarse cuidar por ese sentimiento.

Confiaba en él, lo hacía hasta la saciedad de manera irracional y sin previo aviso hasta el punto de que si era necesario se tiraría al agua para salvarlo. De nuevo la distancia se acortó gracias a él, ahora pensaba única y exclusivamente en su chico de ojos oscuros y pelo claro. ”Ya lo sé, sé que puedo confiar en ti” quiso decir más su labios no se movieron sintiendo aún cada roce del aliento del joven. Alzó la mano y acarició su rostro tras reír. -Pues debes ser perfecto, porque para mí eres mi eres un príncipe azul.- dijo frunciendo los labios. -Eres Ranvenclaw, por tanto, azul.- bromeó sin cesar sus caricias para luego besarle con pasión mientras sus dedos se entrelazaban en el pelo del chico.
Poco después, cuando creyó no poder hacer más duradero ese momento separó sus labios quedando totalmente sonrojada y abriendo los labios. -Sí, el rango de príncipe azul es tuyo.- añadió riendo para acariciarle el cuello pausadamente.

A pesar de que ese "tu también eres muy especial para mi" debió haber sido como un balde de agua fría para el muchacho, este se sintió casi tan alegre a como si hubiera escuchado un "te amo" por parte de la muchacha, Edmond comprendía lo que pasaba, Edmond sabía que en la mente de la chica sería difícil creer en palabras de amor en tan poco tiempo, y más aún, de una persona como él, sin embargo, Juliette mostraba con sus acciones que sentía lo mismo; sus besos, sus caricias, su calor, su entrega... Juliette era esa compañera que Edmond había buscado por toda su vida, o al menos por gran parte de ésta, más felicidad no cabía en el rostro del muchacho, se sentía dichoso, fantástico... Juliette, y solo Juliette le podría hacer sentir así. Ese choque de miradas al momento de la confesión había sido tan profundo que logró calar hondo en el corazón del chico, quien sintió que nisiquiera su cuerpo le pertenecía, desde ahora, todo, todo era de ella.

- Entonces tu serás una princesa azul - Contestó riendo al escuchar sus palabras, las manos de Juliette no paraba de acariciar su rostro, su nuca, su cabello, Edmond lo disfrutaba en demasía, ese calor, esa frescura... esa fantástica sensación de estar siendo acariciado por esas manos que dejaban una huella de calor por donde fuera que pasaran. Juliette y sus caricias, tal caballo de Atila quemaban el cuerpo de Edmond ante cada roce, incluso su respiración en él le dejaba ese calorcito, que no se desvanecía rápido, que se quedaba allí, marcando presencia. - No.. creo que mejor te queda el apodo de princesa, princesa nada más - Ella debía ser la última princesa viva en este mundo y en el otro, sus modales y su léxico, sus rasgos, su finura... Juliette era perfecta como una princesa, pero eran sus emociones las cuales le hacían ser una criatura completa y maravillosa, Tras aquel beso profundo y delicioso, Edmond le miró con una ceja alzada, sintiendo un escalofrío en su nuca, ella solo necesitaba poner sus dedos allí y el sería su esclavo fiel, esa sensación era incomparable, allí yacía el verdadero punto débil del chico. El muchacho abrazó la cintura de la chica y miró el lago de reojo, meditó un segundo para luego acercarse a su orejita y susurrar sonriendo - Te gustaría bañarte conmigo en el lago?... te prometo qe no te pasará nada si te metes conmigo - Dijo como una propuesta, como quien invita a alguien a hacer una travesura, antes de alejarse de su orejita, Edmond tomó el lóbulo de Juliette entre sus labios, dándole un poco más de picardía al asunto, para luego quedarse frente a ella, mirándole y rozando su nariz con la de la muchacha, tierno, pues adoraba la carita que su chica ponía cuando hacían aquello.

El suelo comenzó a tambalearse haciendo su visión complicada y algo tortuosa. Todo temblaba, incluso ella a causa de la petición que el muchacho le hacía. Demasiadas emociones juntas que su pobre corazón no podía soportar y mucho menos sobrellevar. El que hasta hace poco era un completo desconocido ahora le pedía que se olvidase de todo el miedo rozara esa agua que una vez se había llevado a alguien especial y que aún no había vuelto. Sentía que era saltar un abismo gutural sin ningún tipo de paracaídas, lanzarse a la deriva sin provisión en un descabellado plan. Y entonces, de nuevo los recuerdos la volvieron a acechar, los gritos, los ruegos, rezos y demás palabras que no lograrían devolver lo que el profundo mar ya se había tragado.

-Yo…, yo…- comenzó a tartamudear nerviosa mientras sentía como las piernas le fallaban obligándola a sentarse en el suelo. Sabía lo que venía ahora, seguramente la piel comenzaría a palidecer dándole un aspecto enfermizo, ese que siempre adquiría cuando su corazón bombeaba más rápido de lo normal. -Yo no puedo Edmond.- dijo con la voz crispada. Todo lo que antes tenía un fondo rosa en estos momentos se tornaba negro, un pozo sin fondo en el que la sumían los recuerdos.
Dobló las piernas buscando crear el escudo que la envolvía habitualmente en estos casos, pero en esta ocasión no funcionó. Se sentía débil, frágil, desprotegida ante el tema Tabú que ella misma había creado en su mente. Se abrazó a las piernas y hundió ahí la cabeza mientras cerraba los ojos.
Otra vez había vuelto al pasado, a ese día que había empezado soleado en el corazón de la familia Selwyn que intrépida surcaba las carreteras grisáceas hasta llegar a la playa, la más cercana se encontraba a Kilómetros de su casa y por fin después de días de llantos fingidos y horas invertidas, habían conseguido convencer a sus padres para que esto ocurriera.

Suspiró sin alzar la melena que caía sobre sus hombros creando un manto cubriendo así sus ojos aguados a causa de la situación.
-Nos habíamos levantado temprano, más que otros días.- comenzó a relatar la Juliette en un intento de que Edmond entendiera el por qué de ese miedo irracional al líquido que adornaba el planeta Tierra. Tragó saliva antes de continuar. -Mi madre había preparado la comida mientras mi padre se encargaba de cargar las maletas en el coche. Nos había costado tanto convencerlos que mi hermano mayor y yo casi ni nos lo podíamos creer.- dijo antes de hacer una pausa acompañada por un suspiro, la imagen del rostro de su hermano no paraba de atacarla con dureza. Las lágrimas caían desbocadas sobre la piel de su cara. -Tardamos tres horas en llegar, el sol seguía resplandeciente y el coche no se había estropeado en todo el camino. La arena blanca nos esperaba y era sólo para nuestra familia. De repente, mi hermano salió corriendo hacia el agua sin advertencia alguna, yo o sabía nadar pero quería con él. El color del cielo se volvió oscuro y las olas comenzaban a ser más grandes y con mayor fuerza.- hizo una pausa para respirar profundamente y mover las manos bajo la maraña de pelo de manera que lograra limpiarse las lágrimas, las imágenes comenzaban a impactar contra ella. -Mi hermano comenzó a gritar pidiendo ayuda, y yo debía ayudarlo, tenía que salvarlo de esa locura. Pero…, pero…, no pude. Era demasiado tarde, mi padre se había tirado en su búsqueda mientras él ya había desaparecido.- finalizó con un fino y casi inaudible hilo de voz quebrada mientras las lágrimas caían ahora con más consistencia, de nuevo sollozó.

Edmond no tardó en comprender que el trauma que Juliette traía consigo era sobre algo horrible, algo sumamente personal y doloroso, sus gestos lo dejaban claro, el chico no pudo hacer nada cuando ella se sentó en el suelo y se abrazó a sus rodillas, Edmond se sintió fatal, pues la faz de su amada había cambiado completamente, solo logró pararse frente a ella y arrodillado posó su rostro en las rodillas de Juliette buscando su mirada, se limitó a escuchar la historia que entonaba lenta y pausadamente con matices de tristeza y pesadez, una vez comenzó con su relato, Edmond no emitió sonido alguno, había mil palabras de consuelo, sin embargo quería saber el todo de eso, pues aunque le hiciera daño a Juliette, a la larga el liberarlo quizá le quitara un peso de encima, y redujera ese dolor de su corazón, que como un monstruo incontrolable habitaba en su cuerpo y le hacía temer, titubear, llorar. A medida que la historia avanzaba, Edmond escuchó que Juliette tenía un hermano, y quizá en aquel momento comprendió para dónde iba la historia, el mar... era tan inmenso y poderoso que podía reclamar a quien quisiera y nadie podía detenerlo, pero... cómo explicárselo a la familia de aquella persona que Océano reclamó para sí?... era imposible...

Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de su amada, y el chico no sabía qué decir, cómo actuar, solo le miraba con sus manos y su mentón posados en las rodillas de ella, bajando la mirada sin decir nada, escuchando como sus palabras se iban perdiendo cuando su voz se quebraba y los sollozos le ganaban la partida, era una gran pena con la cual cargaba, Juliette había superado y encerrado a un monstruo muy grande, y ahora por culpa de él lo había dejado salir, Edmond se sentía culpable, en demasía, sus labios se arrugaron al escuchar que su hermano había desaparecido y que ella no había podido ayudarle... era una historia terrible, ojalá el tuviera alguna historia así para contarle y compartir en su sufrimiento, pero la verdad era que la vida del chico no había sido muy triste... no tenía en realidad nada que decirle... la cruz que el cargaba era ínfima comparada con la de ella, y seguramente la de ella era pequeña comparada con las de otros, a Edmond no le salían las palabras, así que no las ocupó, buscó el mentón de ella y se acercó a su hombro, recostándola suavemente se abrazó a ella en el pasto, le abrazó fuerte, para que llorara, para que gritara si ella lo quería, Edmond compartía su dolor, quizá no lo había sentido tanto, pero verle sufrir así, era bastante sufrimiento para él, se abrazó fuerte a ella y luego susurró a su oído, no como una palabra de consuelo ni como una frase titubeante - Todo estará bien... todo estará bien.- Quizá eran recién conocidos, quizá se amaban, pero por sobre todo, él se encargaría de hacerle sentir feliz, y si necesitaba recorrer cada océano del mundo lo haría para encontrar a el hermano de Juliette, si esque eso le hiciera feliz... Edmond haría cualquier cosa por hacerle feliz. Quería verle sonriendo y hacerle sentir segura... el chico quería estar con ella, para siempre si era posible, y para èl, era su responsabilidad el hacerle dichosa. - Tranquila... tranquila- Susurraba pegado a su oído y abrazado a ella, sin decir nada, y dejando caer un par de gotas por sus mejillas, ahogándolas para no sollozar.

El frío de la soledad la había atacado. Temblaba pese a que era cubierta por las largas mangas de la túnica más bien oscura y los brazos de Edmond que podía sentir a la perfección. Se había quedado como en estado de Shock, de colapso total, mientras una y otra vez una imagen se repetía en su mente. El duro tormento que había logrado arrebatarle el sueño tantos años ahora volvía y era tan real que incluso dudaba no estar en ese instante reviviéndolo. Hubiera jurado que las gotas de agua aún rozaban su cabello y rostro mientras observaba la cara de espanto de sus padres y el consiguiente escalofrío.
Despertó. El sentimiento de angustia comenzaba a oprimirle el pecho haciéndola dificultosa la respiración. Alzó la cabeza clavando la vista al mar, al lejano frente que una vez se había llevado a un ser querido y que en este momento temía volviera a acontecer. Inspiró hondo mientras palabras alentadoras del chico que tenía delante la animaban a dejar pasar el mal trago para otra ocasión. Cerró los ojos con fuerza, pero otra vez la escena, los gritos se habían quedado sellados en su mente para el resto de la existencia. Sintió los labios de Edmond cerca de su oído, era extraña la seguridad que lograba hacerle sentir ese chico con tres míseras palabras que poco habrían hecho venidas de la boca de otra persona.

Abrió los ojos de nuevo, en un principio la vista era borrosa, pero la fuerza que el joven emanaba hacia ella la obligaba a voltearse hasta divisar su rostro. Algo la sorprendió. Edmond y las lágrimas que danzaban por su rostro. Estiró la mano con delicadeza hasta posarla sobre el rostro de él. -Yo…, lo siento Edmond.- comenzó disculparse mientras alejaba las lágrimas del rostro del chico. -No he podido evitarlo.- comentó en un suspiro entremezclado con un sollozo. Era extraño pero el agua seguía brotando de los ojos de Juliette, pero ahora sentía miedo a otra cosa.
-Gracias por escucharme.- añadió apoyando su cabeza junto con la cabellera rubia del joven. Buscó sus manos deshaciendo el abrazo con las piernas para, temorosas, rodear el fornido cuerpo de su acompañante. Se sentía estúpida, idiota y miles de sentimientos más por pedir lo que iba a hacer pero, tras enfundarse valor y un poco de suspicacia volvió a hablar rompiendo el silencio. -Ed, tú…, ¿te puedes quedar conmigo esta noche?- preguntó mirándole a los ojos para luego volver la vista al suelo. -Es que yo tengo miedo.- confesó avergonzada, sabía que las pesadillas la acecharían esa noche. -Por lo menos hasta que me duerma.- le miró suplicante.

Juliette parecía pasar de un estado crítico a uno un poco más sobrellevable, la faz de la chica se relajaba a pesar de que lágrimas seguían brotando de sus ojos preciosos, el cielo de su mirada se había nublado de repente y se había puesto a llover, llovía sobre Edmond, y él seguía confundido, sin saber si acaso sería bueno o malo que ella sacara afuera todo este dolor que de seguro le hacía morir por dentro, o quizá hasta ahora era un trauma (no superado, claro estaba), bueno... era algo que para Juliette era doloroso, sumamente, y por ende era un tema doloroso para el chico también, Edmond no aguantaba verle sufrir, llorar, de repente, se volvió de tal manera que logró ver como el muchacho lloraba levemente, pegado a ella, Juliette borró las lágrimas del rostro del muchacho, y éste, al ver que ella no podía parar de hacerlo, y se disculpaba, negó rápidamente: - Shh... Juliette... Yo quiero estar contigo, en las buenas y en las malas - Agregó con una sonrisa, borrando una de las lágrimas que caían por el rostro de la chica con un beso, ambas manos de Edmond se posaban en las mejillas de ella, acariciandolas para borrar sus lagrimas, no podía evitarle que llorase, pero si podía acompañarla e incluso llorar con ella si era necesario. Sería injusto que solo compartiera sus sonrisas.

Juliette deshizo el abrazo con sus piernas, rodeo el cuerpo del muchacho, y él sin decir nada se quedó escuchándole, ladeando la cabeza y mostrándole una sonrisa. Su faz fue cambiando a medida que la chica gesticulaba su pregunta, con dudas, titubeante le pidió algo que, para Edmond, valía por el "te amo" que ella no le dijo, antes de que ella terminara sus explicaciones, el chico exclamó: - Sí - No se perdonaría que pasaran por su mente pensamientos terribles y dolorosos, y que ella estuviera sola en aquel momento, quería hacerle sentir segura, a parte... no había imagen más hermosa que verle dormir, eso era seguro. - Bésame? - Preguntó el chico, como si necesitara comprobar algo, como si le estuviera pidiendo un favor tan importante como el que ella le acababa de pedir a él. Mientras ellos estaban allí juntos, lo que había sido un hermoso día, empezaba a terminar, el sol... imponente y poderoso, perdía lentamente la guerra contra la brillante y plateada luna... las estrellas comenzaban a notarse en el cielo, y las nubes desaparecían lentamente, Edmond se quedó mirando a Juliette, pegado a ella, acariciando su mejilla con ternura, y esperando una respuesta.

Parecía que poco a poco y con destreza la presión del pecho que aún sentía Juliette iba desapareciendo dejando paso a la armonía que tanto había ansiado. ¿Cómo eran posibles esos cambios tan continuos de estados de ánimos? Ni si quiera ella lograba entender la magnitud de sus sentimientos. Estaba plena, es más se sentía plena junto al chico que en silencio forzado aguardaba sereno junto a ella. Se acurrucó en su pecho posando una mano también sobre este para más comodidad, su rostro seguía enrojecido a causa de la precipitada petición que había escapado de los labios de la joven. Para nada quería ser una buscona y mucho menos semblar una cualquiera. Suspiró y pensó en lo que diría su madre, seguramente la regañaría por la poca educación que estaba teniendo en ese preciso instante, le habría achacado las lagrimas escondidas que aún se refugiaban en sus ojos junto con los suspiros silenciados que rondaban su cuerpo. Cerró los ojos un instante, quería sentir el latido del corazón de Edmond junto al suyo, acompasarlos para que fueran sólo uno, una unidad casi perfecta que dejaba atrás la melancolía inicial.

Suspiró una vez más y un rayo de esperanza iluminó su rostro quedándose guardado en el brillo especial de sus ojos color azul lapizlucí. La respuesta afirmativa del Ravenclaw le había devuelto la ilusión de que la desesperación acabaría pronto. Aunque pronto, el semblante serio cambió dejando paso a la sorpresa. Sus ojos estaban muy abiertos y la boca ahora tenía una graciosa forma de “O” que resaltaba esos labios carnosos de los que gozaba. Le miró a los ojos, adelantando la mano que tenía posada en su pecho hasta el rostro del chico y la otra hasta el lado contrario, estaban frías pero no le importaba pues añoraba el calor humano.
-Los besos no se piden.- dijo acercándose hasta él y besándole la punta de la nariz. -Se roban.- bromeó rozando levemente sus labios color escarlata con los de su amado. No se atrevía a demostrar todo lo que sentía pero sabía que la mirada de Edmond la hacía grande. Lo miró por unos instantes sonriendo de lado con esa delicadez propia de la chica. Acarició su rostro con el dedo pulgar rozándole los labios.
-Tu mirada me hace grande.- dijo cerrando los ojos un momento y rozándole la nariz. -Sobran las palabras.- añadió sin abrir los ojos para luego tranquilamente juntar sus labios colisionándolos , juntos otra vez en un beso que esperaba ser infinito. Lo besó con ternura, con delicadez y pasión antes escondidas para los demás.