Para leer hay que estar sola... (Beatrice)

Había terminado de leer todos los libros que tenía en Hogwarts y no podía esperar a que papá y mamá me enviaran alguno desde casa. Necesitaba ir a comprarme uno como fuese. ¡Tenía la excusa perfecta! Había de comprar un libro para la clase de Encantamientos por lo que podía pedir permiso al mismo profesor Grey. Me dirigí a su despacho y toqué, pedí permiso amablemente para poder ir al Callejón Diagón. Le expliqué lo que quería hacer: Comprar un libro de gusto personal aprovechando que tenía que comprar el de su asignatura. Me dejó ir siendo muy simpático conmigo, era un profesor bastante agradable.

Así, salí de Hogwarts y volé hasta el Callejón Diagón, no quería arriesgarme a que me pillaran por el camino. Había que ir con precaución a todos sitios, me habría gustado llevarme a alguien conmigo pero no quería esperar más a eso. ¡Quería ya un libro! Al llegar al Callejón, bajé y escondí mi escoba por ahí. Entré en Flourish y Blotts y compré el libro de Encantamientos y otro que me había llamado la atención, ¡Ya tenía para leer! Me coloqué el libro de clase bajo el brazo y caminé con el otro libro abierto -mientras lo leía- hacia donde había dejado mi escoba.

Seguía leyendo, tanto que, cuando miré un momento a mi alrededor despegando la vista del libro, me di cuenta de que me había pasado del lugar en el que había dejado mi escoba. Me rasqué la cabeza, ¿Dónde estaba? Ah, no me había ido tan lejos. Me di la vuelta y seguí caminando sin aprender de mi acción anterior porque continué leyendo el libro, no podía dejarlo. Incluso había olvidado que por mi descuido podía resultar herida si atacaban el Callejón, no sería la primera vez...

Justo estaba por llegar a donde se encontraba mi escoba cuando sentí un golpecito en la espalda. Di un salto por el susto y me di la vuelta rápidamente a punto de coger mi varita de detrás de mi oreja. Por el movimiento se me cayó el libro que había estado sujetando bajo el brazo. Me agaché y lo cogí apresuradamente para luego sacudirlo con pesar, odiaba que los libros sufrieran algún daño, por pequeño que fuese. Miré a la chica que me había asustado y la reconocí, la había visto en la enfermería aquel fatídico día...

- Hola,-saludé amablemente.- te he visto en el colegio, estabas en la enfermería...-evité hacer una mueca. Recordar aquello no me sentaba bien.

Cuando me quedé contemplándola ella se presentó con una sonrisa tímida, quizá la había intimidado con mi mirada sin darme cuenta. Asentí con la cabeza forzando una sonrisa, ahora el recuerdo de lo sucedido me rondaba la mente y no se me iba, además no sabía qué detalles conocía ella y me interesaba saberlo.

- Yo soy Robin.-me presenté yo a mi vez. Miré mi libro cuando me preguntó y así permanecí durante un momento, pensando en el día en la enfermería. Me acordaba de que había pasado días con las piernas abiertas, de que no me tenía en pie porque me dolía y de que... De lo triste que estaba pero, por suerte, ya no me afectaba ''tanto''. Aunque la idea de haber perdido algo tan valioso de aquella manera era algo... No vergonzoso, podría decirse que era más bien... Algo injusto y doloroso.

Suspiré tras ese rato y alcé la mirada del libro a la chica de Slytherin, aún con la mente en otro lado. Quizá parecía tonta pero sólo estaba pensativa y algo compungida por aquel recuerdo. No respondí a su pregunta o, mejor dicho, se la respondí con otra cuestión.

- ¿Sabes lo que ocurrió, lo que ocurrió exactamente?

Ella había ido a la enfermería aquel día por algo, seguramente para cerciorarse de que los rumores que había por todo el colegio eran ciertos o no. ¿Por qué no darle una respuesta ahora y sacarla de dudas? Ese rumor parecía haber quedado en el olvido, nadie lo comentaba ya, eso era un alivio. Pero es que no tenían de qué hablar, porque yo no soltaba prenda, no había contado nada de lo sucedido a nadie, ni siquiera a Kyle. Nadie más que yo, Jacob y aquella mortífaga lo sabíamos. ¿Y por qué le iba a decir a Beatrice, una persona que acababa de conocer, lo que había pasado? Tal vez confiaba en ella... No era de extrañar que me llamasen tonta y de todo pensando de esa manera como sólo yo lo hacía.

La miré, ella sonreía. Claro, imaginaba lo que había pasado según los rumores que habían infundido sobre aquella persona, y no se equivocaban pero que lo dijeran por todo el colegio me hacía sentir fatal... Sobre todo porque algunos lo podían usar contra mí y dañarme seriamente con ello. Junté mis manos sin dejar de moverlas.

- Lo que dijeron en el colegio era cierto. Pero fue una mujer, con un hechizo.

Escuché el grito que había proferido, apenas se oía pero como estaba cerca pude percibirlo. Hice una mueca con los labios y miré hacia otro lado mientras me frotaba el brazo. Después ella pareció quedarse pensando en algo, tal vez se estaba imaginando lo que había pasado. Yo no podía recordarlo, no podía, el sólo hecho de hacerlo me hacía daño, como si se me clavara algo en el pecho y en donde me habían herido físicamente. Me sentí cansada de repente y me aferré a mi libro con fuerza mientras miraba al suelo. Poco después, cuando no pude soportar más estar metida en mis pensamientos, volví a alzar la cabeza, justo cuando ella sacudía la suya. Después sonrió, yo hice otro mohín. Respiré con un poco de nerviosismo.

- Yo tampoco.-dije y sonreí de forma amarga. Y luego, como si no hubiese pasado nada y como si fuésemos amigas de toda la vida le mostré mi libro nuevo para que lo viera.- Mira el libro que me he comprado, Beatrice, es estupendo.