El viento se llevará las palabras [Sebástian Ascott]

El lago, no había lugar donde mas le gustase estar, para ella ese sitio era ideal, además, estaba su árbol favorito, le encantaba subirse a él, siempre subía a las ramas mas bajas, pero no sabía porque, ese día le apetecía estar algo mas alto y subió algo mas de altura, donde las ramas asomaban por encima del lago, puesto que eran mas altas, también recibían mas luz del sol y eran mas largas, por eso asomaban sobre la superficie cristalina del agua.

Acababan de terminar las clases y aún llevaba el uniforme, pero sobre la camisa del mismo, llevaba una sudadera rosa, una de sus favoritas, llevaba el pelo recogido en una coleta con un lazo rojo y en su mano derecha una venda nueva, ya que la antigua se había ensuciado, odiaba que le doliera tanto cuando subía a los árboles y sabía que de seguro la regañarían por forzar la muñeca, ¡pero definitivamente no podía no subirse a los árboles! La deprimía no poder subir, la desesperaba.

Estaba sentada encima de aquellas ramas altas, con la espalda pegada al árbol puesto que no quería caer al agua. En su mano tenía una carta de su madre donde le pedía que buscase una flor de hibisco. ¿Para que rayos querría su madre un hibisco?

No hacía demasiado frío, sin embargo, en un momento dado el viento sopló con fuerza, tampoco era una gran fuerza, la suficiente para colocarla la capucha de la sudadera en la cabeza y arrancarle la carta de la mano.

- ¡Ah! ¡La carta! - exclamó para sí alargando la mano.

Sin embargo, el trozo de papel resbaló de sus dedos y voló hasta casi el final de la rama, donde se bifurcaba en pequeñas ramitas, quedando enredada entre ellas. Miró la carta molesta, no quería arriesgarse a caer al agua, pero tampoco quería perder la carta. Bufó y se puso a cuatro patas sobre la rama, comenzó a gatear por ella, intentando tener cuidado de no hacer movimientos bruscos y caerse. Con lentitud, sin prisas. Estaba ya sobre el agua, cuando vio que alargando la mano tal vez podría cogerla, de modo que es mismo hizo, alargó el brazo hacia la carta y trató de cogerla, le faltaban unos milímetros, solo un poco mas y recuperaría la dichosa carta.

El lago tenía hoy un color muy especial, un ligero aroma a rosas silvestres aparecía de cuando en cuando acompañado de pequeñas rafagás de viento que se perdían en el horizonte. Era un día perfecto para salir a hacer una de esas excursiones que tanto me gustaban. Me levanté de un brinco de la cama, me puse mi ropa, mi pantalón negro, una camiseta y la túnica de Slytherin que era aún más calentita que una chaqueta, y enfile camino por las escaleras abajo, era fin de semana y no tenía nada que hacer (había acabado mis tares unas horas antes en la biblioteca), pero antes tenía que pasar por la cocina, había estado durante toda la semana con un fuerte dolor de estómago que me había impedido comer mucho, ahora era el momento de ir a buscar las magdelenas (me gustaban mucho, especialmente las de chocolate xD) que le había dicho a Doris que me preparara, Doris era una de las cocineras que había en Hogwarst (en total había 6).

-¡Hola Doris!- exclame como si se tratara de un chillido provocado por el efecto de una maldición cruciatus a la vez que entraba por la puerta.
-Hola, querido- dijo ella con un ligero desdén de indiferencia. En la escuela Doris era como mi madre, había sido una amiga de la familia desde hacia ya muchos años y me trataba como si fuera el hijo que nunca tuvo.
-Me hiciste las magdalenas que te pedí?- dije mientras movía mi cabaza de un lado a otro como si fuera el péndulo de un reloj (un gesto que normalmete repetía cada dos por tres sin razón aparente).
-Aquí estan, espero que te gusten- agregó. La indiferencia que antes había iluminado se había convertido en alegria, tal vez estaba muy ocupada preparando la cena de todos los alumnos, asi que sin más dilación me fui de la cocina despidiendome con un "adios" sonoro, tal vez allí la estaría molestando cosa que ella odiaba a muerte.

Rapidamente salí de Hogwarst, no había tiempo que perder, quería ir a ver el lago, me habían contado muchas leyendes de que allí había sirenas y quería saber si esos mitos en realidad era ciertos. Andar por Hogwarst se estaba conviertiendo cada vez más en un deporte de riesgo, durante mi paseo hacia el lago conté treinta y tres agujeros de unos 30 cm de longitud, provocados a mi parecer por las repentinas nevadas de invierno, allí el clima era un tanto extremo y veranos muy cálidos e inviernos muy frios.

Al fin logré llegar (con mucho esfuerzo), una chica ,al parecer de Hufflepuff, estaba intentando coger un papel que colgaba de la rama de un árbol y yo estaba dispuesto a ayudarla. Corrí hacia donde ella estaba, saqué mi varita de la túnica y apunte hacia la carta -Accio, carta- dije, y la carta vino hacia mi. Pude recuperarla, me dirigí hacía ella con una sonrisa en la cara.

-Tenemos que aprovechar que en la escuela nos dejen usar la magia- dije mientras soltaba una pequeña carcajada -Ah, no me he presentado, soy Sebástian (me puedes llamar Sebas) y tu eres?- agregé, estaba mirandola directamente a los ojos, por cierto muy bonitos, esperando su respuesta.

[Off Rol// Vamos a poner a tu chico a prueba, a ver que tal se le da bajo el agua Wink

]

Ariel dio un brinco cuando la carta salió volando y resbaló un poco de encima de la rama. Se giró hacia el chico, quien le estaba diciendo que aprovechara que podía usar magia, cuando se presentó y le preguntó por su nombre, la chica intentó sentarse mejor en la rama, para no estar a cuatro patas, pero para no variar, su torpeza hizo acto de presencia y resbaló aún mas, cayendo al lago, sin darle apenas tiempo de contestarle.

Había caído de espaldas y ahora flotaba boca arriba bajo la superficie del agua. Lo primero que sintió fue miedo, ¿querría comérsela el calamar gigante? Y lo segundo fue, para su sorpresa, tranquilidad. Estar flotando bajo el agua, la sensación de ingravidez y el hecho de que su ropa flotara a su alrededor, le daba una sensación de paz que la relajaba. Se dio el lujo de quedarse así un rato, cosa que hizo que el nudo del lazo, ya de por si flojo, se acabara de deshacer y se hundiera. Ariel fue tras el trozo de tela, que fue a parar entre las algas, no era una parte demasiado honda, apenas unos 3 o 4 metros. Metió la mano entre las algas y agarró el lazo, se dispuso a subir hacia arriba, sin embargo su mano se enredó entre las algas, llevó su otra mano hacia ellas, intentando desenredarse, pero no parecían querer dejarla escapar. Ahora se arrepentía de no haber subido en cuanto cayó. Llevó una mano al bolsillo de la falda, donde llevaba la varita, pero no estaba, miró hacia arriba y la vio flotando en la superficie del agua, se le debió haber salido del bolsillo cuando cayó. Debía seguir intentando deshacer el abrazo de las algas alrededor de su mano, si no se ahogaría.

Yo salidé a la chica y la pregunté su nombre, ella se dispuso a responderme pero tuvo la mala suerte de caerse al lago de espaldas. Que chica más torpe pensaba mientras podía observar como flotaba boca arriba encima del agua y también es algo extraña. Las dudas asaltaron mi cabeza ¿que haría esa muchuchas con la carta? A mi no me hacía gracia, pero la chica parecía que se estaba divirtiendo mucho, observaba alternamente sus ropas que flotaban y habían quedado completamente mojadas y el agua que la rodeaba. Durante unos minutos la escena no cambió, es más había pensado incluso sobre si esa chica tendría alguna especie de trastorno mental. Su pequeño lazo se hundió en el agua y ella ignorante de si misma lo siguió como si se tratara de un objeto espacial para ella. Al ver que no necesitaba ayuda me sente en el suelo con las miernas cruzadas y me dispusé a comer una de mis ricas magdalenas. Había pasado mucho tiempo y aún aquella extraña chica no había subido a la superficie, cosa que de por si era extrana, no tenía gracia esa broma, así que me asomé a la orilla y pude ver através del agua borrosamente como había quedado enganchada con un alga. -Jo, que pereza- dije mientras me quitaba la túnica para poder rescatarla. Acto seguido me lanzé al agua (que por cierto estaba algo sucia) y nade hacia el fondo, aunque no había mucho que nadar, la profundidad en ese punto era muy poca. Mirando hacia las algas dije -Diffendo- a la vez que apuntaba con mi varita. La chica ya estaba libre, la cogí y subí junto a ella hacia la superficie. Parecía un poco conmocionada había estado muchos segundos debajo del agua, -¿Estas bien?- la pregunté con cara de enfado, me había hecho tirarme al agua para salvarla y ahora también mi ropa estaba empapada.

Spoiler:

Notó como su mano quedó libre y miró hacia el chico que en ese momento la estaba cogiendo, tosió un poco y notó su cara de enfado, cosa que hizo que su desviara la mirada y enrojeciera levemente.

- Sí, lo siento, hize que te mojaras - se disculpó - soy Ariel Eriksen.

Salió del agua y observó sus ropas mojadas, no se atrevió a quejarse, pero buscó rápidamente en su memoria un hechizo para secarse, sin éxito alguno.

Spoiler:

La chica se disculpó por el incidente, y no era para menos ahora estba empapado, suerte que antes de haberme lanzado al agua, había dejado mi túnica de Slytherin a la orilla del lago. Se llamaba a Ariel (un nombre que nunca había escuchado) y después decierme eso pude observar como su rostro enrojeció, como si se tratara de que tenía algo de verguenza y estaba aún más pensativa.

-Tienes que tener más cuidado de por donde vas, si no hubiera estado yo aquí hubieras muerto ahogada- dije mientras cubria mis espaldas con mi túnica verde, y mi rostro reflejaba un descontento permanente.

Giré mi cuerpo y me dirigí hacia ella y pensandolo mejor, me quité la túnica y se la entregé, no podía permitir que después de casi haberse ahogado se muriera de frio.

Suspiró, lo cierto era que tenía razón.

- Soy tan despistada - se quejó en voz alta - siempre estoy pensando en otra cosa yo me caigo o me pierdo, soy muy torpe y tengo muy mala orientación.

Y era cierto, siempre se perdía, por alguna extraña razón, nunca llegaba a la biblioteca, siempre que lo intentaba acababa en otro sitio y cuando tenía que ir a clase, acababa en la biblioteca, no solo eso, casi siempre que se perdía, acababa en el bosque prohibido, ya había acabado ahí dos o tres veces.

Notó como el chico le entregaba la túnica, sus mejillas se encendieron y le miró entre la vergüenza y la culpabilidad.

- No te preocupes yo estoy bien, encima que me has salvado no puedo dejar que cogas frío, bastantes problemas te he dado - dijo insistiendo en devolverle la capa - no quiero ser desconsiderada ni desagradecida, es solo que me sentiría culpable si te resfriaras por mi causa.

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