Una larga caminata (Angelina Riddle)

Esa mañana había madrugado. Era algo muy sorprendente por mi parte, pues nunca me levantaba tan temprano y aún menos si era domingo.

Una vez despierta, no había manera de volver a dormirme, así que pensé salir del castillo y dar un paseo. Me puse unos vaqueros gastados y una sudadera bastante ancha. Me calcé mis deportivas y salí.

Caminé por el bosque, con paso tranquilo, y llegué hasta el lago.

Bufé. Demasiado tranquilo... Me senté en la orilla y comencé a lanzar piedras al agua.

-Esto es un asco... -dije, mirando las ondas que se formaban en la superficie del lago.

Al cabo de un rato, me cansé y miré a mi alrededor. No sabía qué hacer para quitarme el aburrimiento que tenía.

Era otro de esos días en los que no había logrado dormir por culpa de mis tormentos internos, por lo que decidí ponerme un chándal y salir a correr o algo. En un primer momento tenía pensado ir por los jardines y volver a mi habitación, pero algo me llevó directa hacia el lago. Llegué silenciosa, como siempre, y observé que alguien lanzaba piedras desde la orilla.
- ¿Alguien más con mal sueño?- me reí para mis adentros y decidí acercarme a saludar.
- Hola, qué tal, soy Angelina Riddle: Angie si lo prefieres. ¿Puedo saber tu nombre?- le dirigí una sonrisa y le tendí mi mano a aquella curiosa chica que por alguna razón que desconozco me produjo buenas vibraciones.

Escuché una voz a mi espalda. Me levanté y me di la vuelta. Era una chica.

Se me estaba presentando. "Demasiada amabilidad..." pensé mientras estrechaba su mano.

-Yo soy Lydia, Lydia Halliwell... Y sólo me puedes llamar Lydia... -murmuré, devolviéndole la sonrisa.

-¿Qué haces levantada tan pronto? Todavía están hasta los profesores dormidos... -pregunté, volviendo a sentarme en el suelo.

Le ofrecí que se sentara a mi lado mientras cogía un puñado de piedras y volvía a lanzarlas al lago. Sonreí ante el pensamiento de que alguna de las piedras hiriera a algún pez, o a cualquier otra cosa.

Parecía una chica bastante diferente, especial. Me sorprendió su pregunta, pero pude responderla sin dar demasiados detalles.
- ¿Nunca has pasado una mala noche? Porque yo diría que sí. Si no, no me explico yo tampoco qué es lo que haces tú aquí.
Mientras yo hablaba ella se sentó de nuevo en el suelo y cuando terminé de responderle, tomé asiento a su lado. La observé en silencio mientras lanzaba piedras al lago. Parecía divertirle algo que le rondase la cabeza, pues una sonrisa se dibujó al poco rato en sus labios. Era una chica bonita, realmente llamaría la atención de muchas personas.
- Dime, ¿Qué es eso tan divertido que te cruza la cabeza?- cogí una piedra de su mano y la lancé al agua rebotó tres veces y luego se hundió.

-Suelo dormir poco... Aunque por la mañana no hay quién me levante. -murmuré, respondiendo a su pregunta-. Hoy debe de ser un "milagro" -comenté, pues a mí también me sorprendía estar levantada a esas horas.

La chica se sentó a mi lado, aunque con el travieso pensamiento que tenía en la cabeza no le presté mucha atención.

-¿Te imaginas que alguna piedra le diera a algún pez? -contesté, mirándola con una sonrisa divertida. Podría ser que se asustara de mi pregunta, pero yo era así; no me importaba su reacción.

-Eso sería divertido- reí con mi risa de niña la ocurrencia de aquella chica. Estaba segura de que me caería bien. Seguimos tirando piedras al lago durante un rato mientras yo pensaba en que nunca la había visto por la sala común.
- No recuerdo haberte visto nunca por Slytherin, ¿a qué casa perteneces?- una vez formulada mi pregunta continué con la tarea de matar peces a pedradas, pues en mi cabeza aquello tomaba un aire bastante más cómico que en la realidad.

Sonreí al ver a la chica lanzar piedras. "Es de las mías..." dije para mis adentros.

Era de Slytherin, su comentario me lo dejó bien claro, luego me preguntó a qué casa pertenecía.

-Soy de Gryffindor... -murmuré, sin dejar de lanzar piedras.

La miré de reojo, esperando la típica reacción. Slytherin y Griffindor nunca se habían llevado bien, pero a mí me importaba bien poco... No había mucha diferencia. Las cuatro casas buscaban ganar siempre, ¿qué más daba pertenecer a Slytherin o a Griffindor?

- Así que Griffindor... no sabía que por allí también existía el instinto asesino- y reí de nuevo. Yo no era de la clase de Slytherin que no quería relacionarse con gente de otras casas. A mi me importaban más otras cosas. Y de momento Lydia no rompía mis esquemas de una buena amiga.
No existía tensión alguna en el lago y la sensación de conocer a alguien nuevo siempre ma hacía sentir feliz, radiante, por lo que con la siguiente piedra no pude evitar sonreír.

-Bueno... Griffindor me necesitaba... -dije, en tono de broma-. Era muy aburrido antes de que llegara yo.

Más bien, creía que el sombrero eligió esa casa para mí porque mi madre y mi abuela fueron de Griffyndor. Pero no me importaba; en el fondo me gustaba estar en Griffyndor.

La miré, estaba sonriendo.

-¿Qué te parece tan divertido? -pregunté, arqueando una ceja intrigada.

No podía parar de reír ante los comentarios de Lydia. Cada minuto que pasaba me aseguraba un poco más que de allí podría surgir una futura amistad. De ahora en adelante sospechaba que la conversación sería mucho más fluida, pues parecía que nos entendíamos a la perfección.
Al igual que a mí antes, a ella le sorprendió que yo sonriera, por lo que no dudé en contestarle resueltamente.
- Nada, es solo que me gusta conocer personas que me caen bien. Y, francamente, algo me dice que tú me vas a caer bien.

Parpadeé, mirándola sorprendida.

-Vaya... no eres tan superficial como otros de Slytherin... -dije, volviendo mi mirada hacia el lago.

Regresé a mi tarea de lanzar piedras. Al cabo de unos minutos, la miré y le sonreí.

-Tú también me caes bien... -le dije.

La observé detenidamente. Parecía un poco más joven que yo.

-¿De qué curso eres? -le pregunté.

Devolví la mirada a Lydia para responder a su pregunta.
-5º curso, quince años- cierto era que se notaba la diferencia de edad entre nosotras, ella sería uno o dos años mayor y los aparentaba de sobra.- ¿y tú?
Me sorprendió bastante que la conversación continuase siendo tan amena, me gustaba la compañía de Lydia.

-Sexto curso, dieciséis años. -dije mientras me estiraba.

Me tumbé en el suelo, boca arriba.

-No pareces tan inmadura como los demás chicos de Slytherin... -comenté, cerrando los ojos. Los rayos del sol caían sobre mi cara y no me dejaban ver bien.

- No lo parezco porque no lo soy- sonreí de nuevo mientras ella cerraba los ojos para que no le molestase el sol.- Ni tú como los de Gryffindor, al final ellos tienen tantos prejuicios como los de Slytherin, pero ni unos ni otros se dan cuenta de la estupidez que comenten.
Me dieron ganas de imitar su gesto, pero en vez de eso preferí aprovechar para seguir observándola. Lo hacía porque había algo especial en aquella chica, pero aún no acertaba a descubrir lo que era y no quería quedarme con la intriga.

Sonreí ante su comentario. Tenía razón, por eso se llevaban tan mal nuestras casas.

Aun teniendo los ojos cerrados, notaba su mirada en mí. No me molestaba; siempre me miraba la gente. Aunque su mirada no era de rechazo, como la de los demás.

Abrí los ojos y la miré de nuevo, sonriendo.

-Cuéntame algo de ti... -murmuré, intentando entablar un tema de conversación. No soportaba el silencio; eso era para las bibliotecas, y ahora no estábamos en ninguna.

Me alegró comprobar que la chica parecía compartir mis mismas ideas con respecto a nuestras casas. Parecía no gustarle el silencio, pues no pasaron ni unos segundos sin que ella volviese a hablar.
- Bueno... Soy una serpiente con corazón que no acaba de encajar del todo en un colegio lleno de prejuicios. Pero estoy acostumbrada a no encajar del todo en ningún sitio, por lo que creo que podré superarlo.- sonreí para enfatizar mi indiferencia hacia aquel tema y formulé mi pregunta- Y dime... ¿Qué es de ti?

Sonreí. Nunca había encontrado a nadie que se sintiera fuera de lugar. Pensaba que ya iba a ser yo la rara por no encajar. Me devolvió la pregunta y no sabía cómo responder.

-Al igual que tú, yo no encajo en este colegio repleto de hipócritas. Estoy aquí porque me lo pidió mi abuela. También porque este colegio me necesita para que se puedan romper las normas... -murmuré, mientras me tumbaba en el suelo y ponía las manos bajo la nuca.

Aunque la mi último comentario sonase con tono burlón, en el fondo no lo era. El colegio tenía demasiadas normas, para mi entender.

Parecía que la chica y yo nos entendíamos bastante bien, qué digo, si éramos casi iguales. Ella, al igual que yo, disfrutaba de la vida con pocas normas y rompiendo las que le pusiesen. No podía creer haber encontrado en Hogwarts una persona así.
- ¿Sabes el modo de hacer este colegio más entretenido?- dije, con una pícara sonrisa- No te tomes absolutamente a nadie en serio. Yo es lo que hago, y no me va nada mal. Si te tomas tu estancia aquí como un juego, la vida se hace mil veces más divertida.- Sonreí nuevamente, pensar de aquel modo me hacía estar feliz.

Asentí, divertida.

-Es uno de mis juegos preferidos... -murmuré-. Además de gastar bromas...

Esta chica comenzaba a caerme bien. No sabía de qué más hablar, así que volví a sentarme para lanzar piedras al agua otra vez.

-¿Sabes? Creo que eres la primera persona en el colegio con quien entablo una conversación interesante... -comenté, mirándola de reojo.

Según parecía por el tono de la chica tampoco parecía que hubiese mantenido muchas conversaciones, pero yo no era nadie para decidir eso, por lo que mejor estaba calladita. Parecía que el tema de conversación se había acabado, por lo que decidí tumbarme sobre la hierba y cerrar los ojos, sumiéndome así en mis pensamientos. Seguía atenta, no obstante, por si Lydia decidía hablar. Mi cabeza ya no daba para más y no se me ocurrían más temas de conversación, por lo que me relajé y me limité a escuchar el silencio.

Dejé de lanzar piedras y la miré un momento. Me sorprendía que una chica tan mona como ella no encajase en esa casa tan superficial.

Me encogí de hombros. Seguro que ella lo eligió así...

Me tumbé junto a ella, mirando el cielo.

-Con lo guapa que eres, me extraña que no te quieran con ellos... -murmuré sin dejar de mirar el cielo.

Me sorprendió el comentario de Lydia. Abrí de nuevo los ojos y me incorporé apoyándome en mis antebrazos.
- No es que ellos me rechacen abiertamente... Es más bien que me siento actuando... Como que no puedo ser yo misma... Como si tuviese que ser quién cada persona espera que sea. Contigo es diferente. Me gusta tu compañía porque siento que puedo ser yo misma. En todo este rato me he sentido totalmente liberada. He sido yo misma completamente por primera vez desde que llegué a este lugar.

Sonreí al escuchar sus palabras.

-Me alegra que estés a gusto a mi lado... Normalmente, suelen estar incómodos. No tengo pelos en la lengua y no me da ningún reparo callarme... Por eso mismo no me soportan... -murmuré, cerrando los ojos-. Mucha gente no soporta que les digan sus defectos... -añadí con una risita.

Tuve que reír ante sus palabras y no pude reprimir el impulso de responder.
- Pues hay dos opciones: o yo no tengo defectos, o somos tan parecidas que no te parece que los tenga, porque todavía no me has sacado ninguno...- Sonreí, pues me sentía feliz. Parecía que también Lydia se sentía bien a mi lado.

-Entonces es que somos iguales... -dije sonriendo.

A decir verdad, era la primera persona con la que estaba siendo tan simpática.

-A decir verdad, suelo ser mucho más sarcástica... Esta mañana no sé qué me pasa... -murmuré, algo extrañada.