En busca de la varita

Caminé con calma por el Callejón Diagón buscando la tienda de varitas, sabía que era Ollivander's pero ni idea de dónde estaba.
''Ollivander's'' vi delante de mí.

¡Genial! ¡Ya había llegado!

Entré en el establecimiento y no vi a nadie.

-¿Hola? ¿Hay alguien por ahí?

-¡Buenos días!-sonreí a mi vez. Era tan agradable tratar con alguien amable.-Me gustaría comprar una varita que sea barata o de segunda mano, no tengo mucho dinero.

Estaba un poco nerviosa, aquello era algo nuevo para mí.

Paseé por delante de las varitas y miré los 1 y 2. Los 3 y 4 eran más bonitos. Muy cierto. Sólo era 65 galeones...

Me acerqué a una de modelo 4.

-¡Esta es muy bonita!-exclamé emocionada.-¿Puedo cogerla?-pregunté llevándome el dedo índice a los labios con timidez.

-Sí, sé a qué te refiers con eso del núcleo mágico.-sonreí.-He leído sobre eso, ¡Y sobre muchas cosas de magos!

Poco me faltaba para ponerme a dar saltos.

-Sí, sí, el 4 me ha gustado. Ya tengo ganas de saber qué varita me querrá.

Me puse un poco roja al ver que se reía. ¿Se reía de mí? Bueno...

Volvió del almacén y me dejó una varita. La tomé en mi mano derecha, y me sentí extraña. Ni siquiera sabía muy bien qué tenía que hacer.

Me quedé pensativa un momento y luego apunté al frente. Moví la mano y un rayo casi rompe una de las estanterías.

Rápidamente dejé la varita en el mostrador y me llevé las manos a la boca.

-¡Qué desastre! ¡Lo siento mucho!

Tomé la otra varita, preocupada, y apunté a la puerta, al menos así no tiraría ninguna caja.

¿Pero y si rompía el cristal? Hice un mohín y volví a apuntar hacia las estanterías.

Apreté la varita y cerré los ojos, tensa. Moví la varita y al abrir los ojos vi cómo una cajita se elevaba un poco en el aire y luego volvía suavemente a su sitio.

-¡Oh, esta vez no ha habido ningún estropicio!-exclamé emocionada.

La verdad es que me habría hecho gracia verme pues parecía una niña con un juguete nuevo.

Me reí ante su imitación de los que hablaban en la televisión vendiendo productos inservibles.

Saqué de mi bolsillo la cartera y le entregué los 65 galeones.

-¡Qué emoción! ¡Muchas gracias!-sonreí.

-Gracias. Hasta pronto.-sonreí.

(¡vale! )