Chloe caminaba por los jardines felizmente, a pesar de que era pleno invierno, un pequeño y lejano sol se dejaba ver en el cielo despejado. Que calentase era otro tema, pero a la chica, la simple presencia del astro la alegraba. Había estado nevando las noches anteriores, y ahora el césped estaba cubierto de un manto blanco en proceso de derretirse. Chloe estaba cansada de tanto caminar, llevaba como media hora sin descansar y no encontraba la ocasión para hacerlo. De repente, vio una roca, milagrosamente seca. La chica corrió hacia ella y se subió, con cuidado de no resbalarse, se sentó y levantó el rostro hacia el sol, cerrando los ojos.