En un mundo fantástico [LIBRE]

Entré en la biblioteca dando saltitos. Sin embargo no hacía ruido pues iba descalza.
Me dirigí a la sección de libros de lectura y vi un libro llamado ''Los Cuentos de Beedle el Bardo''. Jamás lo había visto. Lo cogí con curiosidad y fui a sentarme a una mesa que estaba vacía.

Al poco rato me sentí incómoda por lo que me levanté y volví a sentarme pero en el suelo, con las piernas cruzadas como los indios. Lo hice en un lugar en el que no pudiera molestar y me sumergí en el libro.

Ya yo no estaba en la biblioteca del colegio, ahora me encontraba en un puente que se mencionaba en la historia.

''Cruzaban el puente hooola...'' ¿Hooola? Levanté la vista del libro para ver a una chica delante de mí. Me sobresalté un poco y lo demostré haciéndome instintivamente para atrás.

Miré a la chica y recordé que la había visto antes.

-¡Hola!-exclamé en voz baja.-¡Eres la chica de la tienda de varitas!

Me levanté del suelo y le tendí la mano.

-Yo me llamo Robin. Pero también puedes llamarme Sunset. Como quieras.-sonreí. Moví los dedos de los pies sintiendo un poco de frío por andar descalza.

-No, los zapatos son mi enemigo mortal.-reí.-Simplemente prefiero andar descalza siempre que me es posible. Aunque no tengo nada en contra de los calcetines, ni de los zapatos tampoco, pero mis pies se sienten libres si van descalzos. ¿Verdad?-miré hacia abajo y moví los dedos como si así me contestara a mí misma.

La miré, perpleja. Yo eso sólo lo había hecho una vez.

-¿Paseas por las noches?-pregunté con curiosidad.-¡Qué divertido!

-Sí,-comenté.-lo sé muy bien. Mis papás solían llevarme de vez en cuando a las afueras para que pudiera ver las estrellas. La próxima vez que vayas a pasear por las noches iré contigo.

-Yo jamás delato a nadie. No sirve de nada, sólo para perjudicar. Y nadie es mala influencia. Yo hago lo que creo conveniente y nunca he metido en problemas.-sonreí.-Sé que una vez me escaqueé de tomar el té en el salón de Madame Tudipié con mi madre.-reí.-Pero es que no me gusta nada nada el té, y de todos modos le expliqué por qué no quería quedarme. Yo fui a Honeydukes. ¿Te gusta el chocolate? A mí me encanta...

-Eso es porque los papás quieren tanto a sus hijos que temen que les pase algo, porque no confían en ellos. Si tú no quieres hacer una cosa, no la harás. Por eso mis papás confían en mí y me dejan ir a cualquier sitio.

Miré mi libro tras su pregunta y le mostré la portada.

-¡Los cuentos de Beedle el Bardo!-exclamé en voz baja.-¡Son estupendos! ¡Algún día buscaré la varita de saúco!

-Yo no creo en la maldad.-sonreí balanceándome de delante hacia atrás.-La buscaré algún día, cuando sea mayor de edad. Y cuando la encuentre, la dejaré donde está. Solamente quiero verla alguna vez.

Tenía la sensación de que no le interesaba mucho lo que yo decía, pero daba igual.

-Tengo catorce.-sonreí.-¿Lo preguntas por algo en especial?

-¿Mi forma de pensar? Siempre he pensado así, desde que tenía uso de razón. Incluso me acuerdo de mi vida a los dos años, te lo puedo jurar.-dije soltando una risita.

-Lo recuerdo como recuerdo lo que hice la semana pasada.-sonreí.-¡Fue muuuuy divertido tener dos años!

-¡No, qué va! Nunca he dado motivos a mis padres para echarme una bronca. Ellos jugaban conmigo toooodo el día, sobre todo mi madre, porque mi padre tenía que trabajar por las mañanas.