Sonreí ampliamente.
- ¡Por supuesto! - exclamé, perdiéndome nuevamente entre las estanterías a saltitos alegres.
Al cabo de unos escasos minutos llegué cargada con un caldero bastante grande y que me costaba llevar, pero no por ello mi cara dejaba de reflejar una despreocupada felicidad.
- Son 20 galeones - le informé a la chica.