A flor de piel (Gael)

Llovía a cantaros esa noche, las gotas caían el cielo a una impresionante velocidad, golpeando fuertemente las ventanas de todo el castillo. Relámpagos centellaba el cielo negrecido por inmensas nubes de tormenta, truenos retumbaban las paredes de piedra, haciendo vibrar con su fuerza todo lo frágil de la fachada a su alcance. Era de noche y mi paseo habitual al bosque se había arruinado. La mayoría de las chicas aprovecharon el tiempo para hacer pijamadas (bastante ruidosas) en los dormitorios. Los varones también optaron en aceptar su idea (por alguna extraña razón). No podía dormir por el alboroto, así que bajé a la sala común, viendo como chispeaba el fuego de la chimenea. Estaba sentada frente a ella, en el suelo, enrollada con una manta, ya que parecía que mi pijama no era suficiente para mantener el calor.

A pesar del temporal, me sentía extrañamente cómoda; pensaba en tantas cosas… estar asolas era lo mejor. Recordaba algunos sucesos de la infancia, varias experiencias en Hogwarts. Reía y entristecía en sus ratos. Otra vez agradecí en estar sin compañía en esos momentos.

Entre mis manos tenía un cuaderno de hojas pintas y gruesas (casi como un pergamino), también tenía una pluma con la cual hacía anotaciones… era más que un diario, pero no dejaba de dar ese aire por el uso que le daba. Miraba como las palabras iban danzando entre las páginas cuando la tinta se impregnaba al papel. Suspiré y miré el fuego detenidamente. Varios recuerdos se revivían cuando mis ojos vagaban en el centellante color del fuego… extrañaba demasiado a mis hermanos, incluso a Raoul, sabiendo que me tenía cierto desprecio por haber sido la responsable de la muerte de Rocío y de ser yo la única de la familia en tres generaciones completas, en tener en el hombro izquierdo, la marca de los Dragofidelus.

Suspiré por última vez y pase suavemente mis dedos por la cicatriz de mi pierna… a veces me dolía al caminar, provocándome tropezones y caídas… supuse que era lo menos que podía pasar después de…

Escuchaba la lluvia caer detrás del cristal de la ventana, hacía un frio increíble, yo estaba mirando por la ventana viendo los arboles moverse de un lado a otro, simplemente sentado pues la tormenta no me dejaba dormir, era una de esas cosas que hacían que el sueño se me espantara y pensara que algo malo iba a pasar, sin embargo recordaba estar dentro de los muros de Hogwarts el lugar más seguro del mundo mágico o eso era lo que decía la gente aunque ya una vez me había toca ver una gran batalla en ese lugar al que muchos calificaban como “seguro”, mis compañeros de cuarto había ocupado la tormenta para contar historias de terror, pero como siempre yo no era muy afín a ellos por lo que estaba sentado al borde de mi cama viendo el tiempo, los destellos de luz que hacían iluminarse los terrenos, mientras pensaba todo lo que había vivido y si de algo estaba seguro es que había cambiado mucho, mi vida eran un montón de cambios, cambios buenos y cambios malos. Simplemente tenía que tomar como ejemplo mis amigos, hacía algunos de años los únicos amigos que tenían era una chica que de alguna forma habíamos terminado siendo inseparables gracias a sus padres y mi tutor. Si mi tutor, ese chico cuatro años más grande que yo que me había enseñado tantas cosas, que había sido de los primeros en poder abrir mi corazón, él sin duda había sido uno de los primero grandes cambios de mi vida, el primero de muchos acontecimientos que ocurrieron tiempo después… Mis pensamientos se vieron interrumpidos por una pregunta de mis compañeros de cuarto me habían hecho.

¿Y a ti como te gustan las chicas Gael?- dijo uno de los que estaban lejos, su cara se iluminó con un relámpago, tenía una cara de burla indescriptible, todo el castillo sabía que yo no salía con chicas.

Sabía que la pregunta la hacía solo por molestar, pero era de esa clase de bromas que me hacían enojar por lo que cuando la formuló le dediqué una mirada de odio tan profunda que pude notar un poco de susto, todos se quedaron callados unos momentos, no sabían cómo reaccionar pues también tenía mi propia fama ganada, no por nada era sabido que había acabado en la enfermería por tener un duelo con un gran amigo, pero esa ya era otra historia, aquí lo que me importaba es que se habían callado, lo malo es que empezaban a hablar de tetas, y sus formas y tamaños. Esto ya era demasiado para mi, por mucho ruido que hiciera la tormenta de afuera no podía acallar a la voces de mis compañeros por lo que decidí levantarme de mi cama, tomar un abrigo bastante caliente y tomar mi camino rumbo a la puerta pero antes de salir completamente de la habitación me giré para encarar a mis compañeros.

Soy gay, y me gustas tú Mauricio- dije con tono serio, de una forma tan creíble que ellos se quedaron callados, posiblemente durante un buen rato. Si había cambiado y nadie lo podía negar.

Bajé las escaleras que daban a la sala común, tan adornada de colores azules en distintos tonos, con los sillones y sillas, butacas para los estudiantes, la chimenea encendida… La chimenea encendida. Ese era un signo de que había alguien más en la sala común, por lo que eché otra mirada y encontré una figura de alguien que se me hacía familiar, por lo que me acerqué a la figura, y cuando estuve lo suficientemente cerca pude descubrir el rostro de una gran amiga: Elizabeth. Al parecer tampoco podía dormir y no era extraño, con la cantidad de ruido que hacía la tormenta y lo que seguramente estarían haciendo sus compañeras de cuarto que no de la misma forma sería muy parecido a lo que estaban haciendo los míos.

Hola Eli- le dije mientras me sentaba en un sillón al lado del suyo para poder hablar con ella y estar cerca de la chimenea para que me calentara un poco- ¿Tampoco te dejan dormir?

Escuché que alguien bajaba por las escaleras, no le di mucha importancia, suponía que era alguna de las chicas “divas” que venían a molestarme, preguntándome y podía ser su modelo de maquillaje y peinado. Refunfuñé. Y me metí de nuevo en las palabras que escribía en mi cuaderno.

Cuando distinguí la figura que se acercaba, me volví con otra cara para recibirlo con una sonrisa. No era nadie más que Gael… era extraño pero ese chico vaya que me caía bien, ya que prácticamente compartimos vidas y tragedias. Llegando a Hogwarts, cada quien fue tomando su rumbo, pero eso no afecto nuestra relación.

-No –contenté bostezando-, malditas perras lloronas… “¿Ya viste lo sexy que se ve, Collin sin camisa?” –Fingí una voz chillona e irritante-, “Sí, pero se ve mejor sin la ropa interior”… “Wiii"

Contuve mis risas para que mi pésima imitación de mis compañeras no se viera atrofiada.

Cuando pude distinguir bien lo que estaba haciendo me di cuenta de que estaba escribiendo y me fijé un poco más en su cuaderno, tal vez era el que una día hacía mucho tiempo atrás había visto escribir en el, pero no podía estar del todo seguro, como fuera su comentario me distrajo mucho, al ver su actuación de las chicas de su cuarto no pude evitar reprimir una gran carcajada que salía de mi boca, era increíble que estuviera pasando lo mismo en mi cuarto, que irónico.

Pues así puedes imaginarte a mis compañeros- le dije mientras dejaba de reir, todavía con la respiración entrecortada- solo que con chicas- miré nuevamente el cuaderno en el que estaba escribiendo y la curiosidad inundó cada parte de mi cuerpo- ¿Ese es el cuaderno que estoy pensando?

Cuando preguntó acerca de mi cuaderno, sólo pude responderle con una sonrisa. Según yo recordaba, Gael no tenía buena memoria y solía molestarlo diciéndole que tenía una memoria de ardilla. Cerré el cuaderno y se lo entregué para que pudiese observarlo, la verdad no me importaba lo que leyera, todo lo que decía en sus páginas, el las vivió conmigo.

-Sí, es el mismo… lo encontré entre mis cosas y después de pasar estas “atareadas” semanas en Hogwarts, decidí retomar la historia.

Lo que contenía el cuaderno era una historia, como una biografía de Gael y mía, desde que tenía 6 años d edad; contaba cuando Raoul me "enseñó" a usar el arco y la flecha, travesiras con los trillizos y pleas con los gemelos, sólo que con los nombres de los personajes cambiados, al igual que unos detalles. En ese momento escribía lo que pasó una vez en el bosque prohibido (cuando conocí a Kyle y Julissa), las clases de hechicería elemental con Kyle en la cueva, la plática con Julissa, mi encuentro con Jhon, mi paseo por Hogsmade donde encontré a Margaret y la discusión en el río con Gael y Kyle al descubrir que ambos me ocultaban secretos bastante importantes.

Me concedió ese cuaderno, al parecer si era el mismo lo cual me sorprendió mucho, comencé a ojearlo poco a poco, la verdad es que no iba prestando mucha atención a las cosas que decía, algunas las conocía bien, sabía que yo aparecía en la historia 1 años después de que la comenzara a escribirlo, se notaban los cambios de letra, como con la edad iba mejorando su escritura, me sorprendía su letra cursiva, yo nunca pude hacerla así, mi mirada se posó en una página al azar y leí una línea de su historia, rápidamente me di cuenta de que se trataba de uno de los momentos más negros que habíamos vivido, el ataque a la casa de Elizabeth.

Las imágenes empezaron a recorrer mi mente como pólvora ardiendo, imágenes confusas de algo que había pasado hacía mucho tiempo, podía escuchar los hechizos claramente por todas partes, una fuerte explosión venida de algún lugar no tan lejano que hacía que el miedo volviera a mí, una risa macabra de alguien que se deleitaba con lo que estaba pasando, un montón de encapuchados que entraban por no recordaba donde, otro flash y ahora me encontraba en un cuarto, escuchaba gritar a Elizabeth, enfrente de mí se encontraba un chico que me daba cierto aire de protección… Otro flash, y ahora estaba con Elizabeth en brazos de no sabía quién, a su lado estaba el chico de la habitación y estábamos caminando por lo que era un recibidor completamente destruido, con vidrios por todas partes y cuerpos, cuerpos de alguien a quién habían matado, sus charcos de sangre… Otro flash, ahora estaba viendo una enorme casa mientras subía a un coche apresuradamente, la casa tenía encima la marca tenebrosa y la casa se veía casi en ruinas como si estuviera a punto de caer.

Cerré el cuaderno, cortando las imágenes y volviendo a la realidad, todavía podía recordar los gritos de Elizabeth y la risa macabra de una persona que buscaba solo muerte, sonaban tan claramente en mi cabeza, pero ahora me encontraba en la sala común de Ravenclaw, con la misma chica que había estado esa noche conmigo y estábamos bien, pese a todo lo que habíamos vivido podía decirse que lo habíamos superado de manera extraordinaria. Miré a Elizabeth por un momento y entonces lo noté, ella también había cambiado.

Tal vez llegue a ser un gran libro algún día- le dije mientras se lo devolvía y me le quedaba mirando- además eres muy buena escribiendo.

Cuando me volví a ver el rostro de Gael, noté que s expresión cambió drásticamente cuando comenzó a leer, supe lo que leía, no hacía falta preguntarle… una punzada me recorrió el cuerpo, obligándome a retroceder la mirada y fijarla nuevamente en el fuego de la chimenea, como queriendo así quemar las imágenes que querían revivir en mi mente.

Cuando me devolvió al cuaderno, lo abrí nuevamente para continuar con mi escritura… tenía que hacer algo para liberarme del mal recuerdo. Respondí mientras escribía.

-Talvez… pero por ahora prefiero que quede entre nosotros…

Antes de que retomara nuestra plática, un fuertísimo trueno retumbó las ventanas del castillo, acompañado de una luz que surcó los cielos de tormenta enfurecida. Varios gritos de terror se oyeron en los dormitorios de las chicas, varias de ellas salieron corriendo hacia el dormitorio de los hombres.

-No creo que vayan a buscar refugio y protección con ellos…

El trueno que se escuchó debía admitirlo me había asustado, tanto así que di un pequeño, gran, salto en mi sillón y me seguía pareciendo tan ridículo que fuera capaz de enfrentarme a mortífagos mientras que un pequeño fenómeno natural me hiciera saltar de donde estaba, pero no podía cambiar eso, seguramente sería de las cosas que nunca cambiaría, pero eso no fue todo los gritos de unas chicas con gargantas bastante fuertes se escucharon desde las escaleras que iban hacía los dormitorios de las chicas, y segundos después se podía visualizar a las chicas corriendo a las escaleras por las que apenas unos escasos 5 minutos había bajado yo, miraba con una expresión un poco divertida el comportamiento de las chicas, era algo extraño el saber lo que iba a pasar allí arriba antes de que sucediese. Me reí ante las palabras de Elizabeth, al parecer ambos pensábamos igual.

Tienes razón- dije controlando un poco más la risa- lo más probable es que vallan a ver si necesitan ayuda en las camas- dije dejando notar un poco de ironía para después soltar otra carcajada.

No era el mejor momento como para estar felices y disfrutando de la buena vida, sin embargo, era lo menos que podíamos hacer antes de que lo peor llegase. Ahora que sabía los secretos de Gael y de Kyle… tenía demasiadas cosas en las que debía pensar.

Reí imaginándome la divertida escena que podría estarse llevando a cabo en los dormitorios, al mismo tiempo me recorrió un escalofrío de asco. Me envolví de pies a cabeza con mi manta y me acurruqué al pie de la chimenea para no pasar tanto frío. El otoño tomaba todo su vigor, y pronto el invierno nos congelaría hasta los calcetines.

-Cierto… -dije recordando-. Me llegó una carta de Thatcher esta mañana –tomé la carta que escondía entre las hojas de mi cuaderno y se la entregué-, Pregunta, si queremos pasar las fiestas navideñas con el y los trillizos o preferimos quedarnos en el castillo y vernos hasta el verano.

Yo tenía grandes ilusiones de volver a ver a los trillizos y a Thatcher, y ellos tenían aquel mismo sentimiento. No recordaba bien cuando había sido la última vez que nos reunimos para fiestas navideñas, ya que años anteriores, me quedaba en el castillo.

La risa fue disminuyendo hasta que se volvió vacio de palabras todo esto se había convertido nuestra vida, momentos felices que se estaban agotando y cada vez eran menos y por eso teníamos que aprender a vivir con ellos, en eso estaba pensando con mi mirada perdida en la ventana, con las gotas de lluvia empañándola cuando la voz de Elizabeth me distrajo de mis pensamientos, hablaba de las vacaciones de navidad, nos habían invitado a casa de Thatcher, me enseñó la carta que tenía en la mano y yo la agarré echándole una mirada a su contenido. Todavía me era sorprendente que esa familia me acogiera como si fuera parte de los suyos aun con todo lo que había llevado a su vida.

Pues creo que podríamos ir – Le dije devolviéndole la carta, mientras miraba el fuego – ¿o tú que piensas?

Noté que Gael estaba más distraído que nunca, suspré y esperé su respuesta, aunque no fue como yo pensaba. Se veía muy triste y confundido. A lo cual yo respondí con una risa baja y volví a guardar la carta a donde la tenía antes. Pensé en su pregunta siguiente y la vrdad era que deseaba salir de toda esta magia y disfrutar un momento con lo que quedaba con mi familia. Aunque me preocupaba lo que dejaríamos atrás si nos marchabamos de Hogwarts durante algunas semanas.

-Francamente sí quiero ir con ellos, ahora que le devolví a Thatcher su maldita lagartija colorada... supongo que necesitará ayuda para controlarlo -Fueron tantos los problemas que me causó Mushu en el castillo, qu me ví obligada a mandarlo de nuevo a casa por medio de una lechuza, cosa que a él no le gustó para nada-. Además, tengo muchas ganas de ver a Alphonse y contarle todo lo qu ha pasado.

Mi voz era clara y alegre... enserio quería regresar con mis hermanos y divertirme con ellos como antes. Pero más que eso, deseaba retomar mi busqueda de R<aoul, hacía años que decidió alejarse de la familia (bueno, alejarse de mí). Me preocupaba su paradero.

-Entonces... cuando deje de llover, le madaré la respuesta a Thatcher... será divetido tortorar a Ariel con bolas de nieve -reí ante la idea.

Sonrie ante la contestación de Elizabeth, ya me esperaba algo así pues nosotros no estábamos acostumbrados a estar tanto tiempo alejados de nuestras familias y aunque la mía no era muy numerosa sabía que la familia de Elizabeth me recibía con los brazos abiertos como si fuera uno de ellos. Ahora estaba decidido, pasaría las vacaciones con la familia de Elizabeth, también quería ver a mi padre pero sabía que eso iba a ser casi imposible pues mi abuela estaba tratando de dar con él. Ahora que sabía que saldríamos de Hogwarts por el invierno tendría que llamar a la Orden para pedir que se nos pusieran todos los hechizos protectores posibles en una casa, así evitaríamos visitas inesperadas.

Pues pobre de ti – Le dije contestando a su comentario sobre Mushu – seguramente lo vas a encontrar enojado cuando regresemos y lo más probable es que te haga alguna de sus bromas.

Sabía que eso la haría feliz y a mí me serviría para distraerme un poco de todo lo que estaba pasando en mi vida sentimental, últimamente me deprimía más de lo normal al saber que estaba solo y no sabía muy bien porque.

Pero asegurates de decirles que no soy bueno jugando con escobas – le dije mientras esbozaba una sonrisa, pues recordaba que cuando nos poníamos a jugar quidditch era un desastre y yo solía ser el que terminaba con algún hueso roto – también diles que los miembros de la Orden pondrán conjuros alrededor de la casa, por protección.

No pude evitar la risa cuando Gael comentó lo de las escobas. Era tod una escena verlo montado sobre una escoba, persiguiendo a mis hermanos para no perder el partido de quidditch tan patéticamente. Tom,é mi cuaderno y lo abrí, buscando un pequeño relato en donde narraba precisamente esos problemas de quidditch.

-¿Te acuerdas de esto, Gael? -dije aclarandome la garganta para comenzar a leer-. "(...) Cuando los cinco estabamos ya en el campo improvisado de quidditch, que tenía Thatcher bien oculto entre sus inmensos terrenos verdes, Alphonse moría de ganas para empezar, que pronto comenzó a golpear a Ariel (que era el árbitro) para presionarlo y dar inicio al juego. Obviamente yo estaba en el equipo de Alphonse y sería quien buscaría la snitch. En el equipo contrario estaba Alphred y Gael (él pobre sería buscador también). Alphonse y Alphred serían tanto guardianes como golpeadores; les encantan los retos. Ariel que era el más justo y honesto de los trillizos, observaría cada uno de nuestros movmientos, especialmente a Alphonse que, por ser el mayor, gustaba de hacer trampas y travesuras en los partidos.

Yo no tenía miedo de que algo que me golpearan durante el juego, pues sabía que ni Alphonse ni Ariel lo permitirían, aunque sí desconfiaba de Alphred pues parecía que aceptaba más a Gael como hermano que a mi. Suspiré cuando vi como los tres peleaban para ponerse de acuerdo para iniciar; observé a Gael, estaba frustrado y sudando de las manos, con la frente sudada y las mejillas más que coloradas, aferrandose fuertemente de la escoba de Thatcher le había prestado. Una vez teniendo a Ariel bien concentrado en hacer un buen albuitraje, sonó el silbato y pronto Gael y yo nos elevamos montados en las escobas, cruzando el helado cielo, persiguiendo una motita dorada que volba velozmente a distintas direcciones. Mientras, mis hermanos se peleaban por anotarse goles y a Ariel tratando de separarlos, cuando de pronto, una bludger salió disparada hacia el cielo, en dirección a Gael, pero antes de que pudiese gritarle "Cuidado", la bludger ya le había golpeado en la espalda, haciendolo caer de la escoba. Rápidamente cambié de dirección para intentar alcanzar a Gael y evitarnos una escena trágica pero justo antes de tomarle la mano... Alphonse golpeó fuertemente la cabeza de Gael (en el aire, impreconantemente) haciendole sangrar la nariz y caer de cara contra el suelo.

Ariel y yo salimos a buscar el cuerpo de Gael; Alphonse salió a buscar a Thatcher para que fuese a auxiliarnos. Cuando dimos con él, vimos que había caido en el jardín de el Señor Fizzing, el fauno vecino de mi padrino. Picoteaba a Gael con una rama para verificar si estaba vivo o no, mientras nos gritaba "No deberían arrojar personas con sangre a mi ja´dín, suficiente tengo con tenerlos como vecinos. Ahora me tiran su basura". Ariel no pudo evitar la risa, pero yo miraba con angustia a Gael que parecía tener la nariz, y la pierna completamente rota, de cabo a rabo.

Habíendo tratado las heridas de Gael, dentro de la cabaña de Thatcher, vigilamos muy de cerca todo lo que sucedía con él. Tan sólo esperabamos no tener que ir a buscvar un medimago. Cuando despertó, todos dimos un grito de alivio y emoción. Claro que a Gael no le cayó en gracia. De la nada, se acercó Alphonse a Gael y le dió unas palmadas en la espalda (bastante fuertes) diciendole "Gael... ese fue mi mejor partido, ojalá hubieras visto mi gran batázo que le di a la Bludger, y lamento haber confundido tu cabeza con la segunda, pero oye, gané el juego gracias a ti y a tu cabeza", simplemente mi hermano no tenía nada de verguenza. Tomé el pedazo de escoba rota de Gael y le di un golpe en la cabeza a Alphonse para callarlo.

Durante varios días, no haciamos más que recordar la paliza de Gael en el partido de quidditch (...)".

Habiendo terminado de leer (haciendo sus respectivos gestos y entonaciones a la lectura), observé a Gael tratando de contener la risa lo mejor posible.

-Oye, tienes que adimtir que Alphonse es un gran golpeador, en toda la extensión de la palabra -nopude más, me solté a reír-. y respecto a los hechizos pretectores, no creo que le moleste, incluso le vendrían bien, así alejaríamos al señor Fizzing.

Cuando Elizabeth comenzó a leer no pude evitar que los recuerdos tomaran mi mente, reviviendo ese día, solo podía pensar en que no sabía volar bien en escoba, y después de ese pequeño partido de Quidditch no me habían quedado ganas de volver a montarme en una, por el simple hecho de que el primer golpe que recibí ni siquiera estaba preparado y recorrió todo mi cuerpo, y por si eso fuera poco el dolor de otra pelota golpeando mi cabeza termino por dejarme totalmente desorientado, pero lo que hiso que perdiera la conciencia fue el golpe en el piso, después de que mi cabeza se estampara contra los matorrales dejé de sentir, solo pude ver negro. De vez en cuando mi cabeza lograba captar algunos sonidos he incluso mis ojos lograban tocar unas cuantas imágenes borrosas, que se fueron aclarando, hasta que pude distinguir a Alphose que me daba unas palmadas en la espalda, lo peor de todo es que fue justo en el lugar donde me había pegado con la blodger, su comentario me puso un poco de malas, pero sabía como eran, así que le dediqué una enorme mirada de resentimiento, para después soltar una pequeña risa.

Recordar todo aquello resultaba extraño, eran momentos en los que no teníamos ninguna preocupación, lo malo de recordar eso es que venían los comentarios ingeniosos, que no resultaron tan ingeniosos como se podría esperar de Eli, seguramente Alphose abría dicho algo mejor.

Pues sí, golpeaba bastante fuerte, para dejar traumado – le respondí tratando de parecer indignado.

Suspiré y me envolví nuevamente con la manta, mirando el fuego anaranjado y cómo la lluvia caía con fuerza. Esos momento vaya que eran especiales y lo que era moejor, tranquilos y llenos de paz (bueno, no tanto para Gael, debido a sus multiples accidentes que lo traumaban de un día para otro). Juste ese partido había sucedido unos meses después de la tragedia en la mansión, y Thatcher nos había llevado a su cabaña para despejarnos de todos los males del mundo mágico y respirar aire fresco.

-¿Recuerdas esas tardes en la cabaña de Thatcher, cuando llovía así de fuerte? -dije señalando a la ventana-. Ariel si sabía cómo entretenernos... más cuando se comenzaba a pelear con Alphonse.

Reí para mis adentros, imaginándome nuevamente auqellas aventuras...

La noche era fría y yo no quería subir a mi dormitorio por una sabana, la verdad es que tenía miedo de lo que podría encontrar allí así que me contenté con llamar una manta del mi cama con un hechizo accio para poder cubrirme del frio que ya me estaba afectando. Las palabras de Elizabeth me hizo recordar esos días en que la vida era más tranquila y apacible sin ninguna preocupación más que la de crecer tranquilos, pese a todos los accidentes que tenia fue una época que no cambiaria.

Si, recuerdo como salíamos a correr bajo la lluvia, terminábamos todos empapados y en muchas ocasiones llenos de lodo por los empujones – si que podía decir que esa era una época que me había gustado mucho – o las guerras de lodo que inexplicablemente siempre terminaban ganando tus hermanos, ahora pienso que ocupaban algún hechizo para lanzar tantas bolas de lodo.

Era verdad lo que decía lo recordaba, muchas veces nos veíamos acribillados por bolas que no sabíamos de donde venían pero, ahora que ya había crecido, cuando nos volviéramos a encontrar las cosas serian distintas, estas vacaciones seguramente tendríamos una guerra de bolas de nieve y tenia algunos trucos contra ellos.

Estas vacaciones nos vamos a divertir mucho ya verás – le dije contento de lo que estaba por venir.

-Por supuesto, ya quiero ver lo que hará Alphonse par las fiestas... cada año hace una travesura en grande... ¿Recuerdas que la última vez incendió el jardín del señor Fizzing?, eso fue lo más épico que se le puso haber ocurrido a mis hermanos.

Mis hermanos si que sabían cómo meterse en problemas, no era de extrañarce que el Hogwarts los conocieran cómo: "Los tres embrollos", eran los que más frecuentaban la oficina del director... no recuerdo cuantas veces tuvieron que cambiar la contraseña de aquel despacho. Eran los heroes de los estudiantes revoltosos y los más buscados por los profesores y los directores de TODAS las casas.

-Recuerdo que cuando entrámos a primer año y ellos estaban en su último año, hicieron alianza con Peevees Pobre del profesor Snape... jamás supo quien hiso explotar su salón de posiones... creo que aún están las manchas de lo que parecía algo baboso y púrpura... que lástima que no estuviste...

Recordaba que tuvieron que pasar semanas par poder reutilizar el aula de posiones, y el profesor Snape nunca se enteró de quienes habían sido los culpables.

Escuché las palabras de Elizabeth, la verdad es que si me podía imaginar a sus hermanos metiéndose en problemas, los conocía lo suficiente como para saber que si eran capaces de eso y más, así que no me fue muy difícil imaginar lo que me contaba Elizabeth, y por alguna extraña razón me sentía aliviado de no estudiar en Hogwarts cuando ellos estuvieron aquí, pues seguramente ellos estarían haciéndome bromas constantemente, además de que no me habían desagradado mis estudios privados en Francia, había aprendido muchas cosas y algunas que seguro no abría aprendido en Hogwarts, y bueno también me había enamorado y sentido el desamor, pero esa era otra historia que no sabía casi nadie, solamente mi padre, Alex Russo y bueno obviamente mi amor secreto.

Espero que no sea una gran broma contra nosotros – le dije refiriéndome a su primer comentario – tengo que admitir que me abría llamado la atención ver que es lo que hacían, pero también creo que me hubieran jugado muchas bromas, además de que no me arrepiento de haberme quedado en Francia, aprendí algunas cosas para defenderme.

-No lo creo, no son tan malos, cuando mucho hubieran hecho pruebas de sus trampas contigo... y no conmigo -refunfuñé cómo si estuviese molesta, pero en realidad sòlo intentaba no reírme.

Alphonse era el mayor de los trillizos, por lo tanto era el lìder y el heroe en cada situaciòn; Alphred que era el segundo, siempre le ayudaba a planear con dedicaciòn cada una de sus travesuras, el más justo y el que de lo tres, RAZONABA las cosas antes de hacerlas y Ariel que era el menor, era su "mano ladrona", en pocas palabras, el que conseguìa distraer a todo aquel intruso y el que conseguì todo el material necesario. "Los tres embrollos" Los más encantadores y traviesos chicos de su generación en Ravenclaw.

-Nunca me has contado de cómo era tu vida en Francia... creo que apenas me acuerdo de tu padre.

Escuché las palabras de Elizabeth y por mucho que intentara dibujar a sus hermanos de niños bondadosos sabia cual era su naturaleza y para qué negarlo me asustaban un poco pues eran de la clase de chicos que siempre trataba de evitar, sabía que podían llegar a sur muy salvajes como ya me lo había hecho recordar Elizabeth, además de que mi vida en Francia no había sido tan mala era por mucho más tranquila que en Hogwarts de eso podía estar seguro pero me había gustado.

Mi padre… El pasaba todo el tiempo que podía conmigo, siempre trabajaba por las mañanas y yo me quedaba en casa con Loan, lo recordarás, fue el chico que me sacó de tu cuarto, cuando nos quedábamos solos a veces íbamos a la playa a nadar un poco, cuando eso ocurría le gustaba llevarme donde las sirenas que no eran tan agresivas como las que tenemos aquí en el lago negro, y cuando nos quedábamos en casa nos poníamos a practicar hechizos a veces hechizos que me superaba por mucho y me costaron en aprender, también se dedicaba a enseñarme una larga lista de libros, con decirte que todavía no he terminado de leerlos todos – hice una pequeña pausa recordando estos momentos, me encantaban las clases con Loan, era el único chico con el que había socializado en Francia – luego antes de la hora de comer llegaba mi padre Alain, para entonces Loan y yo habíamos estado en la cocina, preparando la comida y entonces Alain le daba las gracias a Loan por cuidarme y nos quedábamos solos comiendo y hablando de lo que habíamos hecho en el día, había veces en que mi padre volvía de buen humor e invitaba a Loan a quedarse a comer con nosotros entonces se hacía un leve silencio en la sala como si mi padre y Loan no supieran tratarse…

Mi voz quedó apagada pensando en ese momento, pensando el porqué de una relación como la que tenían ellos, en realidad pocas veces se dirigían la palabra solamente cuando mi padre le pagaba a Loan al final de mes y ya, en ese momento caí en la cuenta de que mi padre y Loan nunca se habían llevado bien y posiblemente ese fuera uno de los motivos por el que mi padre me envió a Hogwarts.

Escuché atenta el relato de Gael, lo miraba a los ojos de vez en cuando y la mayoría del tiempo miraba el chirporrotear de la chimenea de la sala común. La lluvi ya había bajado su intensidad, ahora sólo se escuchaban los truenos y los golpeteos de las gotas de lluvia cómo un leve murmullo, que incluso era tranquilizante y arruyador, cerré los ojos para concentrarme en las palabras de Gael y tratar de recordar mejor a Loan... me costaba trabajo... pero ya tenía unas cuantas facciones reconocidas, lo que no podía traer de vuelta a mi mente, era el sonido de su voz.

Recordaba bien cuando Loan llegó a rescatar a Gael de la habitación... era más que obvio que jamás en mi vida olvidaría el día de esa tragedia. Aun sufría pesadillas por el terror que pasé en aquella masacre. Tantos gritos e dolor, la sangre derramada en el piso, las risas de maldad desquiciada... los cuerpo tiesos de aqeullos que amé, que dieron su vida para mantenernos con vida. Tan sólo rogaba al cielo que aquel sacrifisio de vida no fuese en vano cuando llegara el momento decisivo para todos en el mundo mágico.

Pronto el fulgor de la chimenea se comenzó a consumir, la leña se estaba volviendo rápidamente en cenizas blancas, se notó drásticamente el cambio de temperatura, haciendome reaccionar y temblar ligeramente. Me enrrollé más de lo que podía con la manta y suspiré, clavando la vista en las cenizas de la chimenea que ya estaban blancas y revoloteando debido al calor del fuego.

-Loan... -dije en vos baja-, no lo recuerdo bien pero si lo identifico... Por lo que me cuentas, me recurda un poco a Thatcher, el afuerza me quiere enseñar Alquimia y Magia Hermética. Odio los veranos con Thatcher -refunfuñé en tono de broma, ya que, no podía pasar el verano con alguien más.

Todavía los recuerdos que esos años revoloteaban en mi cabeza como llevándome al pasado a un lugar en paz donde la guerra no existía y mis penas no eran más que tratar de entablar una conversación con gente que vivía debajo del agua y de la cual apenas sabía cómo hablarles, recordaba que eran buenos tiempos en los que no tenía nada de lo que temer pues tenía a mi padre y a Loan, que me habían prometido que me protegerían por siempre yo había decidido que lo mejor era confiar en su palabra era la única que tenía. Pero habían pasado años desde que eso ocurrió y ahora pensaba como es que Loan con la edad que tenía sabía tantas cosas sobre la magia pues si me ponía a cavilar todavía había muchas cosas que no me había enseñado y le había visto hacer, desde pequeño me había demostrado que tenía conocimientos muy avanzados en la magia pero nunca me había dicho él porque, seguramente seguiría siendo una incógnita.

Recuerdo, una vez que estábamos practicando con el hechizo Incendio, practicábamos dentro de la casa, mientras preparábamos la comida y entonces yo lancé un incendio, era de las primeras veces que lo ocupaba, todavía era muy pequeño apenas sabía que tanto poder podía lanzar con ese hechizo, así que ocupé todo mi esfuerzo en tratar de hacerlo impresionante – le comencé a contar a Elizabeth mientras mi mirada se perdía en la ventana como si con las gotas que caían en ella pudiera ver el pasado claramente y sumergirme en el – así que pronuncie el hechizo y una gran flama saltó de mi varita yo me impresioné mucho al ver el tamaño de la flama, apenas tenía 12 años, lo malo es que al dar el brinco apunté con mi varita hacia la estufa donde se estaba preparando la comida, Loan se encontraba a mi lado y por un momento también se sorprendió, todo pasó tan rápido, de un momento a otro tenía el fuego encima, parecía que iba a quemarme pues había explotado la estufa y Loan con un simple movimiento de varita hizo que en lugar del fuego aparecieran burbujas de jabón que chocaron contra nosotros. Yo estaba muy asustado pero él parecía tranquilo y divertido incluso se echo a reír mirándome, no pude evitarlo también me reí con él, lo malo es que mi padre ya estaba afuera de la casa y escuchó la explosión y con todo también entró corriendo muy asustado, para encontrarse con una lluvia de burbujas en su sala y nosotros dos riendo mientras tratábamos de explotarlas todas, mi padre se enojó muchísimo ese día, estuvo a punto de despedir a Loan, pero logré después que se disculpara con él por haberle gritado.

Ese día me había parecido un día tan increíble, lo mejor de todo es que nunca me enseñó en volver fuego en burbujas, siempre que hablaba con él sobre el tema me decía que era un hechizo muy complicado que necesitaba mucha concentración y un fuego natural, además que mucha potencia con el fuego y que era peligroso que practicáramos con el, así que nunca pude aprender ese hechizo.

-¿Burbujas? -reí también al escuchar su relato-, ¡Qué divertido debió haber sido eso!, y ahora que lo mencionas... ya recordé el temperameto de tu padre. Siempre me dió miedo, incluso los trillizos lo evitaban cuando lo veían cerca. Eso, por una parte debe ser bueno.

Jugué con mi cabello mientras hablaba. Ya que lo pensaba... caí tarde en cuenta que hablaba demasiado de los trillizos y Thatcher. Callé de pronto y me quedé quieta con os ojos bien abiertos. Intenté recordar a Christian y a Christopher... sus voces, sus facciones, sus actitudes, sus travesuras, sus logros... pero por más que me esforzara no podía lograrlo cómo yo deseaba. El eco de sus voces era demasiado tenue cómo para distinguirlo. Suspiré frustrada e intenté de nuevo, pero no conseguía recordarlos. Me despejé por unos minutos para ver a Gael y sonreírle.

Volví mis ojos al fuego... quería recordar a mi padre y a mi madre. La voz de mi madre era exactamente igual a la mía, al igual que sus facciones y su figura, tan sólo nos diferenciaba nuestras formas de ser, ya que ella era más irónica y sarcástica en TODO lo que hacía. Mi padre no lo olvidaría, era igual a Alphonse. Supongo que esa era la razón por la cual, mi hermano mayor y yo nos llevabamos tan bien.

-Creo que lo mejor de aprender magia al ser niño, son los accidentes que causas y las maneras más espontaneas para resolverlas -dije distraída pues aún intentaba recordar a aquellos que habían muerto, sin exito.

Escuché las palabras de Elizabeth la verdad es que si había sido muy divertido y tenía razón, mi padre tenía un temperamento muy especial, en muchas ocasiones muy radical y sobre todo le gustaba que las cosas se hicieran a su manera, era estricto pero lo era aún más cuando se trataba de mi seguridad, seguramente se debió a que los primero años de mi vida no me vio crecer y eso había afectado a su juicio sobre mí, pensando que sería más débil y debía protegerme a toda costa de lo que me deparará el mundo… Se había equivocado en eso, el mundo me había puesto aprueba tanto física como mentalmente y aunque todavía no estaba seguro de haberlas superado con creses seguía vivo para poder decir que era un superviviente.

Pude notar en la cara de Elizabeth que estaba pensando en algo que le molestaba o le hacía sentir mal era difícil saberlo, posiblemente estaba recordando algo, había tantas cosas que podíamos recordar cosas que habíamos pasado juntos y cosas que habíamos pasado separados, y si lo pensaba ya habíamos vivido mucho, algunas cosas que otros jamás pasarían a vivir y sufrir… Me dedicó una sonrisa que le devolví para después girar a ver la chimenea y las pequeñas flamas que parecían bailar.

Esos pequeños accidentes me encantaban, sobre todo cuando no nos interrumpían – le dije recordando que en muchas ocasiones eran momentos muy románticos que habían quedado opacados por la inoportuna llegada de mi padre…

-Te diré algo, bastante sincero.... -suspiré un poco enojada conmigo misma pero sin dejar de usar ese tono sarcástico de mi madre.

Pero antes de que pudiese decrile algo, otro rayo cayó a tierra, haciendo retumbar las ventanas, que el sielo se iluminara y otros gritos de niñas resonaran en la sala común. Claramente logé escuchar una voz que decía: "Lewis, no mesueltes", había tantas formas de interpretar esa frase tan poco peculiar en una noche de tormenta. Tan sólo hice una mueca de asco yreí burñandome del rostro de Gael.

-Dios, cómo dan verguenza... -dije con repulción-. Cómo te decía.... te tengo envidia. ¡Listo, lo dije!