Investigando un poco más [+18 Rocío Malfoy]

Se quedaron un rato allí pero enseguida el joven propuso regresar. La verdad era que la lluvia había comenzado a aumentar y la brisa era cada vez mas fría. Asintiendo, la Malfoy miró los ojos del pelinegro el cual ya sostenía los remos en sus manos. Su cabello caía ya mojado sobre su rostro y sobre su pecho, goteando a penas por su cuerpo.

— Vamos, además ya es tarde para estar aquí. — Susurrándole, acercó sus labios a los del muchacho y comenzó a besarlo lentamente. Aquel beso era con una dulzura divina y, mientras el joven comenzaba a remar de regreso al embarcadero, la rubia no dejaba de besarlo y de hacerle mimos por todo su cuerpo.

—Cielo, sólo cúbrete tú. Con tus besos, no necesito más calor. —susurró sonriendo el Black.

Estaba muy contento, no podía ocultarlo. La felicidad le invadía el rostro, y exteriorizaba absolutamente todo incluso, en contra la voluntad del Slytherin. Ya no podía pedir más, bueno, tal vez sólo algo más. Pero para ello, antes debían regresar, ya se lo pediría a la rubia en el momento oportuno.

En pocos minutos, el pelinegro aún con los remos en los brazos y los besos dulces, sumamente exquisitos de la vampiresa, continuaba acercándose a la orilla. Cuando logró alcanzarla, estiró el brazo para llegar a la cadena. De esa manera, ancló aquel bote que tantas cosas podía decir si hablara.

—Aish... nuestra ropa. —dijo divertido el pelinegro. A aquellas alturas, ponerse aquellas prendas sería lo mismo que la nada, se encontraban hecha sopa.

Su negro cabello también caía sobre su rostro empapado, las gotas en parte le imposibilitaban la visión. Pero a Martín poco le importó, tomó el boxer y lo que quedaba de su jean. Como pudo se lo colocó. Para su sorpresa sus zapatillas se habían desaparecido, al parecer, habían caído al lago. La camisa ya era lo mismo, irrecuperable.

<<Pero valió la pena, vaya si lo valió>> pensó para sí.

La capa también se encontraba por allí, pero no la necesitaba a pesar de llevar el torso desnudo. Prefería que la usara aquella rubia, por la cual, temía que se enfermara. A lo cual, fue con ella en las manos para dársela.

—Am... úsala tú, no la necesito. —estirando su brazo logró dársela.

La rubia seguía dándole pequeños besos dulces por el cuerpo de aquel joven mientras llegaban hacia la orilla. Cuando él mencionó su ropa, cayó en la cuenta que aún seguían totalmente desnudos. Pudo aguantar su risa hasta que vio como había quedado aquella camisa blanca que había estado en el torso del pelinegro.

— Aish, lo siento. — Dijo riéndose con dulzura y vergüenza. Sus ojos se fijaron en los grises mientras buscaba su vestido rosado. Recorrió el bote sin éxito e hizo lo mismo cuando llegaron al muelle. Mordió su labio preocupada por ello y se avergonzó.

Por suerte, Martín le ofreció su capa y apenada la tomó. Si hubiese podido ponerse roja, lo hubiese hecho hacía vario rato. — Gracias. — Susurró mientras tomaba aquella capa y se la colocaba alrededor de su cuerpo tapándose.

Con lentitud, se acercó al pelinegro y depositó un beso dulce en su cuello. Comenzaron a caminar por aquel lugar camino al gran castillo y con mucha suavidad, tomó la mano del muchacho. Cruzó una mirada de dulzura y sonrió al ver su cabello alborotado al igual que el suyo. Se veía realmente atractivo. Era hermoso, sexy, dulce y no cabía dudas que era el joven perfecto.

—Descuida, fue genial como lo hiciste. —susurró volviendo a reír.

El amor y cariño que había tomado por aquella rubia, era imposible de medir. La quería demasiado, la amaba mucho y quería que fuera su chica. Abrazados el uno junto al otro, avanzaron por aquellos caminos que bordeaban el enorme Castillo de Hogwarts. En cuestión de minutos, alcanzaron la perta de roble, tomaron el camino hacia las Mazmorras. Estaba sumamente feliz.

—Siento que toda tu ropa se perdiera. —dijo volviéndola a abrazar con mucho más amor, intentando secar aquella capa con la calidez de su cuerpo.

Finalmente llegaron a su Sala Común, aparentemente desierta.