Nubes Grises (Abigail Adams)

Era una tarde aburrida. No me sentía muy bien, así que me había saltado
las clases del día, quedándome en el dormitorio. Ni fuerzas para comer
tenía.

Cuando las clases finalizaron, comencé a sentirme mejor, así que bajé al Lago, a tomar algo de aire fresco. "Quizás me haga bien" pensé.

Al llegar a mi destino, abrigada hasta el alma, pues estabámos en pleno invierno, me senté bajo un árbol a la vera del Lago.

Estaba siendo un día extraño para Abigail. Y aumentaba, ya que Mer no había aparecido en ningún momento, a pesar de sus esfuerzos por encontrarla. Unas Ravenclaws, compañeras de su amiga le habían dicho que no se sentía bien, así que no había bajado del cuarto.

Al término de clases, la castaña tomó su mochila y se dirigió al Lago, a intentar entender algo sin la ayuda de su águila favorita.

Grande fue su sorpresa, sin embargo, cuando, al acercarse al Lago, vio una cabellera platinada muy familiar. Sigilosamente se acercó y tiró un mechón.

―Lo siento ―se disculpó―. Quería ver si era una ilusión ―repuso―. Saltearse las clases porque sí es mi marca registrada, Mer.

off: peeeeeeeeeeerdón por el retraso. Vino la mamá de una amiga y mi mamá me llamó para ver lo de los 15. Definitivamente, suertuda vos que viajás.

(Off: Ñaaaaaaaaaaaaaa... ¡Sabía que en algún momento lo ibas a admitir, Marina! Pero como se te ocurra no hacer la fiesta... *amenaza*)

Mantenía mi visión clavada en las calmas aguas del colegio. Pensaba en la inmortalidad del sapo, y mi sentido del oído estaba totalmente embotado. Hasta que un tirón en mi cabello me sacó de mi realidad alterna. La voz de Abi estaba cargada de reproche.

―Eres tonta, cariño ―repuse, ante sus idioteces―. No me sentía bien de veras ―dije―. No comí nada ―añadí, a la espera de su reto, clavando mi vista otra vez en el Lago.

Cuando Meredith le dijo que no había comido, Abigail se enfadó de sobremanera. Y eso que la serpiente no se caracterizaba por enojarse con facilidad. La águila había dejado de comer por demasiado tiempo, y la castaña no quería que volviera al hospital.

―Meredith Harker ―exclamó, con enfado―. ¿Tanto te gustó estar internada, que quieres volver a estarlo? ―preguntó, sarcástica. Al notar que iba a replicar algo, añadió―. Y no me digas nada. Quiero lo mejor para tí.

Alzó su vista al cielo gris que se cernía sobre ellas. Parecía que empezaría a llover en cualquier momento. Lo encontró graciosamente irónico, ya que el cielo se asemejaba a sus ojos: del mismo color, y a punto de largar a llover.

(off: te odio, María Sol ¬¬' y solo por eso, no vas a ir a mesa principal. JUUUUM)