Por un maldito guisante [Sebastián][Libre]

Le miré, sorprendida ante sus palabras. Creo que fue la mirada más inocente que había regalado en mucho tiempo. Con Sebastián me era imposible cubrirme tras ninguna fachada, si sabía buscar en ellos, con mirarme a los ojos sabría todo lo que pasaba por mi mente y mi corazón. Yo por mi parte me perdí en sus ojos unos segundos antes de hablar con voz temerosa.
- Es que... ¿A caso te arrepientes? -Buscaba en su mirada algo que me impulsase a seguir hablando... y lo encontré. Era como un pequeño destello, como esa luz al final del túnel...- Creo que he dejado claro lo que pienso... y en parte lo que siento...- me sonrojé. No entendía cómo aquel chico, en tan poco tiempo, había conseguido que se sintiese como nunca antes se había sentido con nadie. Incluso le había confesado que sentía algo por él. La razón le decía que no era posible, que no se podía sentir aquello por alguien a quien conoces desde hace tan solo... ¿cuánto?¿diez minutos? Pero un sentimiento, como una pequeña mota de aquella luz, se había hecho un hueco en mi corazoncito y no permitía que me preocupase por lo que la razón me dijese. Lo único que pude hacer, fue acercar mi silla a la de él y abrazarle. Fue algo que hice sin pensar y aún no sé si fue una estupidez, pero sentí que era lo que tenía que hacer.

Durante unos segundos de indecisión por ambas partes, pensé en el rechazo, aunque Angie ya me había demostrado que sentía un cariño especial hacia mi, siendo apenas como quien dice "un desconocido". Era el momento de pensar en la situación, pero no podía, los sentimientos afloraban en mi cabaza y fue en ese momento en el que recorde una frase que hasta entonces me había hecho mucha gracia, y ahora me hizo reflexionar "El corazón tiene razones que la razón no entiende", en realidad era totalmente cierto.
Escuchar su reacción me hizo sonrojarme -Como me voy a arrepentir de haber besado a una chica como tú- dije un poco tenso -Soy tímido, no loco- agregé para quitarle un poco de hierro a la conversación, ¿o tal vez si estaba un poco loco por haber iniciado la repentina situación minimamente escandalosa? Lo único que podía pensar es que nuestra relación tuviera un final feliz, era lo único que me importaba, no todos los días conoces a personas maravillosas y que conquiesten tu corazón con el único arma que no es dañina "el amor".
Ella se acercó de nuevo a mi y me dió un abrazo que yo correspondí, ya estaba totalmente tranquilo y la tensión acumulada desapareció como por arte de magia (nunca mejor dicho =)) -Eres fascinante, apartir de hoy ocuparás un sitio especial en mi corazón- la susurre al oido mientras nos abrazabamos.

Escuché aquellas dulces palabras de los labios del chico, que acariciaron mis oídos como una brisa de verano y, sin romper el abrazo, le susurré:
- Me alegro, y te aseguro que tú tienes asegurado un lugar en el mío cuando lo quieras - Sonreí y, tras unos segundos, al fin me separé del chico. Me dolió un poco hacerlo, pero volví a sonreír cuando nuestras miradas se cruzaron de nuevo.- Me alegro de haberte conocido.- de nuevo, con toda la sinceridad de mi corazón, regalé al chico la sonrisa más dulce que pude. No podía apartar la vista de sus ojos y en aquellos momentos, para mí no existía el resto del comedor. Simplemente estábamos Seb y yo. Y no quería que aquello cambiase, por nada del mundo, solamente deseaba que el chico siguiese hablando de aquel modo que me hacía sentir especial.

Al escuchar mis palabras y sin dejar de abrazarnos, ella se alegró mucho al igual que yo, en ese momento estabamos subidos en una nube de la cual ni ella ni yo queríamos bajarnos. Existía una conexión especial en nuestras miradas, que eran como dos imanes que no podían separerse el uno del otro. Yo también me alegré de que ella hubiera estado justo aquella hora, en el gran comedor y en la mesa en la que yo me sentaba, el caprichoso destino había querido juntarnos entre tanta gente, a los dos más parecidos entre sí. -Y bueno, ahora que será de nosotros, que podemos hacer?- dije espernado una muestra de amor en sus palabras -Podríamos intentar...- agregé tembloroso sin apartar la mirada, todo aquella situación me pillaba de imprevisto.

Parecía como si nuestras mentes funcionasen como una sola, pues justo yo estaba pensando cundo él lo decía... Una parte de mí decía que aquello era una locura, pero mi corazón latía como si quisiese salirseme del pecho y gritaba desesperado por que siguiese su alocado consejo. De aquel modo, dejé que aquel sentimiento guiase mis actos.
- Bueno... sí, podríamos intentar...- las mejillas me ardían. No era de vergüenza, si no más bien porque en parte no acababa de creerme que un chico como aquel existiese... parecía una broma pesada, una broma del destino que se caería de un momento a otro. No podía creer que por una vez la suerte estuviese de mi lado y algo tan maravilloso como lo que parecía estar pasando fuese real... Pero cada vez, la luz de los ojos de Sebastián, me convencía de que sí lo era. Que aquello no era ninguna broma y que aquella luz brillaba en su mirada solo para mi.

Las mejillas de Angie se sonrojaron timidamente. -Sí, prodriamos intentar...- volví a repetir, tenía una lijera sensación a que estaba haciendo el ridículo, mientras estaba temblando como un flan -... salir juntos- agregé sin apartarle la mirada de su rostro, esperando una respuesta afirmativa a mi atrevida questión. Lo cierto era que si me diría que sí, no descartaría la opción de ponerme a saltar como un loco en mitad del comedor, y eso si que sería realmente penoso. Pretendía no pensar unuicamente es su bello rostro, pero me era imposible. Definitivamente era la chica más maravillosa, divertida y guapa que jamás había visto en mi vida, y creo que ella podía intuir lo que pensaba, las mujeres para eso tienen un sexto sentido. El tiempo se había pasado volando, ya había pasado casi una hora desde que ví por primera vez a Angie, él tiempo había pasado sin que nos enteraramos mientras nos mirabamos como dos enamorados.

Aún sin creer del todo que aquello no fuese más que un sueño, sonreí ampliamente al oír las palabras del chico y, sin poderlo evitar, me lancé a sus brazos.
- Eres especial. No perdería a alguien como tú por nada del mundo.- un simple "sí" no hubiese bastado para responderle. Por ello susurré aquellas palabras en su oído, atragantada por la emoción. Aún pensaba que en cualquier momento la luz entrando entre las cortinas de mi cama me despertaría del bello sueño. Pero me daba igual. Solo quería aprovechar aquel precioso sueño hasta el último minuto.

Angie se lanzó a mi brazos y yo como no podía ser de otra forma, la correspondi el abrazo. -Eres muy chica muy especial- dije alegremente, lo había consegido, estabamos juntos, ahora podríamos dar rienda suelta a nuestro repentino amor, incluso hacer que creciera aún más. No podía contener la emoción, incluso se me saltó alguna lágrima de alegría, aparte con suavidad mi cuerpo de su cuerpo, la miré fijamente, y la di nuestro tercer beso, y a mi parecer el más especial, porque estabamos los dos sentimentales. No podía perder ni un solo minuto, estaba seguro de que la relación iba a ser más bonita con el tiempo.

Sonreí al ver que al chico se le había escapado alguna lágrima indiscreta y correspondí a su beso. Esta vez no fue como los otros, no fue tímido. Ahora ambos teníamos confianza con el otro y no dudamos en demostrarlo. Pasé de nuevo los brazos alrededor de su cuello y le besé dulcemente, cerrando los ojos para disfrutar del momento. Ambos llorábamos sin sentido, de felicidad y amor. No quería que el momento acabase, pero me separé de él unos segundos para susurrar.
- ¿Sabes? Creo que te quiero...- y volví a juntar mis labios con los suyos.

Pude ver como a ella también se la saltaba alguna lágrima, y no era para menos el momento de ilusión, la relación se había consolidado y ambos nos queríamos. -Yo también te quiero- dije cuando ella me confesó sus sentimientos, y nuestros labios volvieron a fundirse en un interminable y agradable beso que parecía no tener fin, esta vez si la gente del gran comedor si nos miró. Tal vez estabamos armando mucho alboroto, aunque yo me siguí esforzandome en intentar olvidarlos, en solo pensar en Angia como había hecho hasta ahora.