Una nueva varita mágica

Aparte de las demás cosas, necesitaba otra varita pues la muy tonta de mi hermana la aplastó por buscar algo en mi cuarto. Quizás no debería dejarla encima de la cama...
Entré en la tiendam hacía un calor espantoso fuera y dudaba si pudiese hablar con la boca tan seca, parecía que la saliva se había esfumado. En un principio no ví a nadie, así que llamé en voz alta para buscar.
- ¿Hola, hay alguien?- pregunté con voz pastosa-.

Sin dudarlo, tomé aquel vaso de agua de un trago y me aparté el sudor de la frente con la mano sobrante. Ahora sí.
- Vaya, hola de nuevo, parece que trabajas mucho- reí-. Vengo a por una varita, evidentemente, ¿que estilo me recomiendas?- le pregunté-.
Rápidamente volví a notar la boca seca.
- Em... ¿otro vaso sería mucho pedir?
No me había fiado, pero la chica hizo un conjuro sin varita, ¡guau!

- Gracias- sonreí y tomé, esta vez, un sorbo-.
Mientras tanto, le eché un vistazo a la varita que ella me indicaba. Fruncí los labios.
- La verdad es que no me gusta mucho- contesté. Seguí mirando modelos hasta ver uno bastante chulo-. Este me gusta, el número cuatro- sonreí abiertamente-.

Probé las dos varitas, comenzando por la de pluma de fénix. No me fue muy bien: reventé la jarra de agua, esparciéndose toda encima del mostrador. Además me quedaba un poco corta.
- ¡Lo siento, fue sin querer!- dije lamentada por el incidente-. No era mi intención, lo juro.

Agité la varita de pelo de unicornio, a pesar de que no hizo falta pues enseguida noté un cosquilleo en mi mano que pasó por mi brazo hasta llegar al hombro. Sonreí al ver como lanzaba chispas verdes, un conjuro sencillo por el que no te pueden expulsar.
- Esta, sin duda- le dije a la dependienta-. ¿Cuanto es?- pregunté mirándola-.
Ahora que me daba cuenta, parecía joven, más o menos de mi edad, quizás mayor.

Le dí los galeones mientras ella se bebía el vaso de agua.
- Aquí tienes- la miré durante un rato, atentamente-. Pareces muy joven, ¿vas a Hogwarts? Yo soy Dawn Summers, encantada- le tendí la mano sonriente-.

- Encantada Alexandra- le estreché la mano-. En efecto, también voy a Hogwarts, soy de Gryffindor- dije sonriente-. ¿Y tú?- pregunté-.
Peverell... con su apellido me vino a la memoria aquel cuento para niños magos.

En un principio me tensé, uesto que si fuese de Slytherin lo normal sería que hubiese comenzado a despreciarme. Sin embargo, al ver que no le importaba, sonreí aliviada.
- Menos mal, normalmente no son muy educados con los emás. Aunque claro, los demás tampoco lo somos con ellos...- pensé en voz alta-. ¿Tan malos son los de la casa Slytherin? No sé, nunca me he dejado llevar por los rumores- le dije amigablemente-.

- Oh, no me ofendo, ciertamente he escuchado a algunos de mi casa que eran demasiado. Sin embargo, nunca he oído a ningún Ravenclaw o Hufflepuff hablar mal- dije tranquilamente-. Y sí, tu eres muy simpática- sonreí-.
Después Alexandra dijo eso sobre la cantidad de magos oscuros que pasaron por su casa y, no pude negarlo.
- Tienes razón, han sido bastantes- le di la razón-.