Aire fresco {Kirtash}

Aquella mañana había nevado y me apetecía volar con Alastor, el pegaso negro que me había regalado mi abuela. Como no aquel día no había ni torneo ni entrenamientos de Quidditch, decidí que pasaría allí el día, jugando con Alastor. Normalmente no había nadie en el campo cuando no ocurría nada especial.

Llegué al centro del campo junto a Alastor y solté sus riendas. No me gustaba verlo atado; bastante atada me sentía yo en este colegio... Solté las riendas de mi pegaso en el suelo y miré hacia las gradas. Nadie.

-Por fin solos -le murmuré a mi caballo alado, acariciándolo. Lo abracé y luego monté sobre su lomo, alzando el vuelo.

Estuvimos largo rato volando alrededor del campo hasta que aterrizó para que descansáramos un rato. Me senté en el suelo, junto a Alastor, que se echó en el suelo, junto a mí, apoyando su cabeza en mis piernas para que acariciara su cabeza.

-Quisiera estar contigo en un lugar donde nadie pueda encontrarnos nunca... -murmuré tras un suspiro-. Pero eso aquí es imposible... -añadí sin dejar de acariciarlo.

Una voz a mis espaldas me distrajo y giré hacia el lugar de donde provenía la voz. Me dio tiempo a ver al chico resbalar con el hielo y caer al suelo. Me reí, mientras me levantaba para acercarme a él y ayudarlo.

-Deberías andar con más cuidado -le dije, ofreciéndole mi mano para ayudarlo a levantarse-. ¿Qué estás haciendo aquí si hoy no hay partido?

Mi pegaso no se había movido del sitio, mirándonos con indiferencia; poco le importaba si había alguien o se quedaba solo. A mí sí que me importaba, pero ya había aprendido que estar solo en este colegio era bastante difícil. Acabé resignándome a que la gente apareciera sin más, interrumpiendo los momentos en los que estaba sola; aunque en el fondo era lo que más me molestaba.

Estaba atontado en el suelo la vista se me nublo del golpe pero de pronto volvió en si para observar de golpe a una persona moviendo los labios con lo cual me estaba diciendo algo pero no conseguía oírlo hasta que poco a poco mis oídos se destaponaron y pude escuchar su ultima ultima frase mientras me ofrecía su mano para levantarme. La cogí la mano para levantarme tranquilamente y con las manos mover mi pelo mojado.

- Uff... que golpe... ha y ando por aquí porque supuse que no abría nadie - Dije sonriente como de costumbre mientras me rascaba el pelo... - Por cierto... que es ese caballo con alas... - La pregunté espectante con cara de preocupación ya que nunca había visto uno en mi vida.

Me crucé de brazos cuando ya estuvo levantado.

-Pues te equivocabas... estoy yo -dije, pensando en que ojalá no hubiera nadie.

Me giré hacia mi pegaso, que se había levantado. Sonreí y me acerqué al animal, acariciándolo mientras él abría y cerraba sus alas negras.

-Es mi pegaso -dije con naturalidad. A veces se me olvidaba que algunos alumnos no habían estado anteriormente en este mundo, por lo cual no habían visto antes un pegaso.

Me giré hacia el muchacho.

-¿Y tú quién eres? -le pregunté, mirándolo con curiosidad.

La mire extrañado por sus caracteristicas tanto en la vestimenta, su pelo y sobretodo su maquillaje me di cuenta de que era una de las pocas chicas que había visto por este colegio que se la podría considerar como "Gótica". Ella se fue a ver a su Pegaso, un nombre muy extraño para mi pero a su vez me sonaba un poco.

- Bueno... Soy Kirtash... un chico que vino nuevo hace unos días... - La respondí mientras seguía observando su cabello rojizo. - Por cierto... tu cabello es bastante raro, no se ven muchos por el colegio se podría decir que casi todos los del colegio son ... muy estirados ... -La dije con total naturalidad mientras me acercaba al pegaso. - Una cosa, como as "obtenido" si se puede decir así un animal tan extraño... - Termine diciendo.

Lo miré. Un chico nuevo; claro, por eso no lo conocía.

-Yo soy Lydia -dije, sonriendo. Me cogí un mechón de pelo, enroscándolo en mi dedo-. Bueno, no me gusta ser como los demás. Como has dicho tú, son unos estirados... Y unos superficiales. A veces me pregunto qué hago en este colegio. No lo soporto.

Volví a acariciar a Alastor, que me estaba empujando con su cabeza, pidiéndome atención. Escuché sus paso acercarse a nosotros.

-Fue un trato. Me lo regaló mi abuela a cambio de estudiar aquí -le contesté sin dejar de acariciar al pegaso.

Miré a Kirtash de reojo.

-Dime, ¿por qué has entrado tan tarde en el colegio? -pregunté con curiosidad.

Como se enroscaba el pelo en el dedo me dio a pensar algo que no debía pero seguí con lo mio, hoy su pregunta hacia un porque entre tan tarde y la respondí con facilidad - Pues... soy hijo de un Muggle y una Maga, mi padre no quería que entrar pero mi madre si en un principio no iba a entrar... al colegio pero mi padre tubo un accidente en el cual murió. Y mi madre quiso que entrara para alejarme de todo eso - La respondí sin contarla toda la verdad ya que había entrado especialmente para afrontar y controlar el "estado licantropo" del que había estado huyendo desde niño y con el que conseguí el "miedo irracional" a la noche.

Después de contestarla mire a la grada para comprobar lo amplio que era este estadio - Me gustaría ser jugador del quidditch... - Dije en un tono leve mientras miraba el estadio .

Lo miré, escuchando con atención.

-Así que... eres mestizo... ¿cómo es el mundo muggle? -pregunté. La conversación, que en un principio me estaba empezando a parecer aburrida, estaba cambiando. Nunca había estado en el mundo muggle, y todo lo que perteneciera a éste me interesaba.

Escuché el comentario que dijo sobre ser jugador de Quidditch.

-Puedes intentarlo. Pero antes tienes que saber volar... -murmuré. Seguro que no había estudiado magia anteriormente, así que era posible que no supiera volar.

Escuché con atención, intentando ocultar el asombro que me causaba el mundo no mágico. Terminó de explicar y volví a mis pensamientos, acariciando a Alastor. Luego volvió a hablarme, esta vez sobre que no sabía volar.

-¿Y cómo vas a aprender a volar sin escoba? -pregunté después de reírme. Yo hacía años que no usaba la mía. Ni siquiera sabía si la tenía en el colegio.

Miré hacia mi pegaso y sonreí. Volví a mirar a Kirtash sin dejar de sonreír.

-¿Quieres volar? -le pregunté, sin dejar de sonreír-. Podrías volar, si quieres.

- Me compraría una Escoba pero no tengo suficiente dinero, con todas las cosas del colegio me e quedado sin dinero... - Decía mientras la observaba acariciar a su Pegaso, de pronto me soltó una pregunta muy rara... - He... te dije que no tengo escoba, a mi me encantaría volar pero ... que se le va ha hacer cuando consiga mas dinero la comprare - Dije mirándola a la cara sin quitarla ojo.

El día se veía esplendido, había niebla en el ambiente y eso me hacia sentirme bastante bien y lo mejor de todo es que estaba todo lleno de nieve, blanco y con hielo por todas partes haciendo que me pudiera divertir si viera a alguien resvalarse como me paso a mi.

-No me refiero a ninguna escoba... -dije, subiendo en el pegaso de un salto-. Súbete -añadí, ofreciéndole mi mano para ayudarlo a subir.

Acaricié el largo cuello del caballo alado. Sabía que a Alastor no le molestaba montar a desconocidos, siempre que yo estuviera con él; le transmitía seguridad.

Alastor abría y cerraba sus alas, esperando la orden para despegar.

Me quede atónito, no sabia muy bien que hacer pero la seguí esto era una experiencia que no podía perderme o sino nunca me lo perdonaría. - De acuerdo... subo pero me da mal rollo no me líes ninguna... - Dije mientras me acercaba con algo de miedo, agarre fuertemente su mano y me subí en aquel caballo alado, me encontraba detrás de ella.

- Bueno... no seas muy bruta... que me esta entrando un cosquilleo... - Dije con algo de preocupación ya que nunca antes había montado en nada parecido.

-Tranquilo, pero agárrate fuerte... -murmuré, dándole la orden de despegar al caballo.

El animal despegó con fuerza, alzándose por los aires. Sonreí.

-¿Ves? No es para tanto. Es muy divertido... -dije, mirándolo todo desde las alturas.

Me gustaba estar allí. Podía verlo todo desde esa altura. Apenas había gente; se escondían del frío. Todo estaba blanco. Parecía una gran sábana cubriéndolo todo. Solté las crines de Alastor y respiré profundamente.

Sonreí ante las palabras de Kirtash. El muchacho estaba alucinando.

-Sabía que te iba a gustar -dije, cogiendo de nuevo las crines del pegaso-. ¿Quieres ir a algún lugar en especial? -pregunté, mirándolo.

No sabía a dónde ir. Había tanto sitios que me gustaba visitar con Alastor. Pero ahora que había alguien con nosotros, no sabía qué lugar escoger. Moví con cuidado el cuello del animal, haciendo que el caballo también se moviera, comenzando a sobrevolar el campo. Solté las crines, dejando que eligiese a dónde le gustaría ir; dejándome llevar por el pegaso.

Observe como claramente hacia que su caballo eligiera el lugar donde a él le gustaría ir, me pareció muy curioso pero con tal de volar me valía. - Vale, Alastor... donde nos vas a llevar - Pregunte cuando de pronto Alastor salio de golpe volando por la zona, sobrevolando el castillo y dando una vuelta a este para dirigirse al Lago que se situaba al lado del castillo, creo que Alastor tenia sed y por eso había elegido dirigirse hacia ahí.

- Creo que va al lago - Dije mientras descendía rapidamente, una vez hay parecía que tendríamos que bajar de este, así que un poco desanimado ya que me encantaba volar baje de el. - A si, una cosa tu sabes hacer magia, es por si me enseñabas algún conjuro que como e venido en "fiesta" y no hay clase no e aprendido nada. - La pregunte una vez abajo de Alastor y al lado del gran lago.

Alastor nos llevó hasta el lago. Seguramente tenía sed y quería beber agua, aunque el lago era una pista de hielo.

Bajé del animal después de que Kirtash se hubo bajado. Alastor se acercó a los altos pinos, de cuyas ramas colgaban estalactitas de las que goteaba agua helada.

Me acerqué a la orilla del lago, sentándome en la nieve helada.

-Sí. Pero no me gusta hacer magia -respondí a su pregunta-. Además, no tengo mucha paciencia como alumna, mucha menos tendré como profesora.

No me gustaba usar la magia. Eso demostraba que no sabría valerme por mí misma. En cambio, a todos los alumnos les gustaba eso de hacer magia.

- Guau, no te gusta hacer magia que extraño... - Sonreí mientras caminaba tranquilo hacia el lago helado para comenzar a tocar lentamente el borde para comprobar si el hielo era lo suficientemente fuerte como para no romperse si me subía. Así era, el hielo podía sostenerme así que me puse de pie en el hielo mientras seguía hablando con Lydia.

- Y me puedes decir por que no te gusta... - Pregunte mientras la miraba fijamente y me medio deslizaba a la vez que perdía el equilibrio pero no llegaba a caerme del todo. Poco a poco el sol se iba escondiendo pero aun había luz y al parecer no me estaba dando cuenta de que el sol se estaba escondiendo.

Lo miré mientras hacia esfuerzos por no caer al hielo.

-Pues porque no me gusta depender de la magia -dije, tumbándome en la nieve con las manos en la nuca-. La gente que usa la magia, prácticamente la usa para todo... Sólo la utilizaré en caso de emergencia.

Miré hacia el cielo. Estaba atardeciendo. Me importaba poco si no se podía estar fuera del castillo de noche. No pensaba entrar hasta bien entrada la noche. Estaba a gusto allí. Probablemente me castigarían, pero me daba igual. No sería la primera vez.

Me levanté para decirle que quizá deveríamos irnos ya para el colegio, cuando lo vi de rodillas en el suelo.

-¿Qué te pasa? -pregunté, observándolo alucinada como su aspecto cambiaba.

Me quedé quieta, sin saber qué hacer cuando vi lo que era realmente. Un licántropo. Saqué mi varita del bolsillo de mis pantalones, apuntántole con ésta.

-Más vale que no te acerques a mí... -murmuré, tratando de mantener la calma, aunque mi mano me delataba, temblando sin parar.

Caminé hacia de espaldas, sin dejar de apuntarlo con mi varita, buscando con la otra mano a mi pegaso.

Logré topar con Alastor y montar en él. Pero cuando Kirtash cayó al agua helada bajé de nuevo. No podía dejarlo así. Seguía siendo una persona. Di un paso hacia él cuando logró salir del agua, lanzándose hacia mí. Quedé paralizada por un instante, mirándolo despavorida.

-¡Demaius! -grité, agitando mi varita hacia él al conseguir recordar que la tenía en la mano.

Subí de nuevo en Alastor a gran velocidad, haciendo que éste despegase. Se quedó a unos metros del suelo y miré al hombre-lobo, aún con la varita en mi mano temblorosa.