He encontrado a alguien (Corvi)

Acababa de salir de Las Tres Escobas y al contrario que mis pies, tenía el estómago calentito. Llegaría a casa con los pies sucios por ir descalza pero no pasaba nada. Ya iba de vuelta cuando oí un llanto. Corrí hacia el lugar. Había una niña de unos cinco o seis años llorando cerca de la casa de los gritos.

-Hola, pequeñita.-sonreí agachándome frente a ella.-¿Qué te ocurre?

-Oh...-ella miró hacia abajo.-¿Por qué estás descalza?-preguntó con una vocecilla preciosa.

-Bueno... Es que se me han olvidado los zapatos. Jijiji.

-Jijiji.-rió ella también. Saqué un pañuelo y le sequé las lágrimas.

-¿Qué te sucede? ¿Por qué lloras?

-Mi mami me dejó pasear mientras ella se quedaba en el salón de té y he escuchado ruidos en esa casa.

-Pero no debes asustarte, ahí sólo hay cosas fantásticas.-dije con tono místico.-Vamos a llevarte con tu mamá, ¿Vale?

-Sí.

Iba paseando por la calle, pensativo, cuando oí algo. Parecido a un llanto.
Me acerqué. Una niñita lloraba, mientras una chica trataba de consolarla.

- ¿Necesitas ayuda? - le pregunté.

No siempre era tan servicial, pero hoy tenía un buen día.

Miré al chico que acababa de hablar.

-Oh, no, no. Sólo la llevo al salón de té con su mamá.-respondí.

-¡Regina!-gritaba una voz.

-¡Mami!-chilló la niña y corrió hacia la mujer.

-¡Adiós, Regina!-exclamé despidiéndome con la mano.

-¡Adiós...! Eh...

-¡Robin!

-¡Adiós, Robin! ¡Muchas gracias!-la niña aún hablaba trabando las palabras.

Me quedé mirando el lugar por el que se iban madre e hija.

Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón.

- Parece que... ya la ha encontrado - sonreí.

-Sí.-sonreí. Qué niña tan mona. Me senté en el suelo con las piernas cruzadas como los indios. El camino de vuelta a casa iba a ser largo y quería estar con muchas energías.

Miré sus pies descalzos.

- Tal vez podría... hacer algo con eso - se los señalé. Ni siquiera pregunté la razón por la que no llevara calzado.

Miré en la misma dirección que él.

-Oh, no hace falta.-sonreí.-Me gusta caminar descalza.

Supongo que por eso olvido siempre los zapatos.-pensé.

-Muchas gracias por el interés.

Me encojo de hombros y, sorpresivamente, me siento a su lado.

- Eres... hufflepuff, ¿cierto? - pregunto.



(OFF: lamento la tardanza. El correo no me avisó de que hubiera una nueva respuesta >_<)

(No te preocupes, yo me fui, lo avisé en el otro tema)

-Sí, ¿Cómo lo sabes?-pregunté con curiosidad. Me hice hacia un lado cuando se sentó, sólo por cortesía porque allí había suficiente espacio para diez personas.

Sonreí.

- Digamos que... lo intuí.

-Oh...-murmuré.-¿Y a qué casa vas tú?-pregunté.

Arqueé una ceja. ¿Realmente me estaba preguntando aquello?

- Slytherin - siseé.

-La casa de los astutos.-sonreí. Al oírlo sisear no pude evitar soltar una risita por lo bajo recordando a Alex, que también lo hacía.

¿Álex? ¿Quién sería ése tal Álex? ¿Tal vez se refería a Peverell o... a alguien más?

- Exacto - sonreí de medio lado.- Y... ¿por qué estás aquí?

-Quería dar un paseo y luego decidí beber algo en Las Tres Escobas antes de volver a casa.-respondí con una sonrisa.

- Entiendo... - musité y miré al frente.- Yo hice exactamente lo mismo, a excepción de lo de tomar algo.

Me reí.

Sonreí.

-Hogsmeade es un lugar muy bonito. Y al menos no está lleno de contaminación como el Londres muggle.-dije mirando a mi alrededor.

Contaminación no, desde luego, pensé para mí. Pero lo que es otras cosas... hay a patadas.

- Tienes razón - coincidí.- Me gusta pasear por aquí. Ver escaparates... No sé. Es... un buen sitio

-Sí, aunque el Londres muggle también es bonito. ¿No has ido nunca?-pregunté emocionada, yo podría llevarlo.

¿Llevarme ella a mí?, pensé tras utilizar mi poder sobre ella. Reí suavemente.

- Si, he estado alguna que otra vez - dije.- Y me traje uno de sus vicios. Por lo demás, me gustan las películas muggles, sus libros y su música.

-Eres uno de los pocos slytherin que no tiene prejuicios contra los muggles. ¿Eres sangre pura? Es decir, como se llaman así mismos.

- A decir verdad, sí que los tengo - me giré a mirarla.- Te enumeré lo único que me agrada de ellos. Y, si, soy sangre pura.

-Ah.-miré al suelo, azorada.-Pero... No todos los muggles son iguales. Algunos son muy buenos y respetuosos.

- Puede ser... pero a mí eso no me importa - la miré intensamente.

Lo miré con el ceño fruncido, inquisitiva. Él me miraba de forma fija y no sabía por qué.