Conejos (Beatrice)

Estaba en la sala común harto de hacer deberes, esto de estar en Séptimo curso era más difícil de lo que yo había previsto, te mandaban cosas hasta para Navidad. Habían pocos alumnos en la sala común, no más de diez. Yo no había querido volver a mi casa, para congelarme en mi cuarto, mejor me quedaba en el colegio, por muy aburrido que resultara, siempre era mejor que las cenas familiares.

Estaba pensando qué hacer, cuando vi un hechizo en mi libro si enxplicación, Lapifors, así que decidí buscarle un sentido por mí mismo. Apunté a un pergamino de un niño pequeño.

-Lapifors- el pergamino se convirtió en un pequeño conejo y no pude evitar reírme por la cara que puso el enano, quien me miró ligeramente furioso, pero no iba a enfrentarse a mí, era demasaido grande para él. Sin poder evitarlo, hechicé otro objeto de la sala común, que se convirtió en un conejo también, un poco más grande que el anterior. Sonreí otra vez.

Me sentí observado por alguien a quien no parecía importarle que hubiese hechizado dos objetos para convertirlos en conejos, me giré y ví a una chica, lo cual me sorprendió, porque la chica en cuestión era la prefecta de Slytherin y me extrañaba que no me regañara o algo por el estilo.

-¿Qué?, ¿no vas a decirme nada?, yo esperaba algo por el estilo "Devuelve esos conejos a su forma inicial o llenarán la sala común de bolitas marrones", por decirlo de una manera elgante- dije sonriendo.

Enarqué las cejas, ¿había dicho que le parecía gracioso?, genial, de buena me había librado, realmente no sabía nada de la chica, pero había supuesto que reaccionaría de semejante manera por su puesto de responsabilidad.

-Yo no te tengo por un ogro, de echo pensé que raccionarías así porque eres la prefecta y los de tu condición suelen reponder así, pero no es nada personal- le dije. Cun un giro de varita hice desaparecer los conejos y me incorporé un poco.

-Soy Ewan- me presenté.

Sonreí, no era verdad y no me gustaría que lo creyera, así que me apresuré a corregirla, no me gustaría que se mantuviera en un error.

-No, la verdad es que no tenía ni idea, pero ahora sí, y te aseguro que no lo olvidaré- le dije con una sonrisa.

-¿Y qué te ha hecho volver tan pronto de tus vacaciones querida prefecta?- pregunté interesado, no era demasiado normal.

Reí ante su pregunta, ¿por qué me había quedado en Hogwarts cúando podía disfrutar de la presionante, constante e incómoda presencia de mi familia?, por no hablar de la comida y el frío que hacía en mi casa. Pero decidí quitarle importancia al asunto.

-Esencialmente porque en mi casa más frío que en el polo norte y mi familia no me puede aportar mucho más que otros años, así que para oír lo mismo que otros años y comer lo mismo que otros años, prefiero quedarme aquí- expliqué con una sonrisa.

Sonreí, seguro que no habría sido un mal plan pasar con ella las vacaciones, por desgracia acababa de conocerla y ya era tarde para eso.

-Habría sido un buen plan, me gusta la idea si te digo la verdad, por desgracia te acabo de conocer, si hubiésemos tenido esta conversación unos días antes, quizás hubiese funcionado- le dije riéndo. Dio un par de palmadas y apareció una elfina doméstica, a la que pidió cervezas de mantequillas y algo para picar. La elfina parecía aterrada, así que le eché una ojeada a mi acompañante desde otra perspectiva. No parecía que la amabilidad que me mostraba fuera algo muy común de ver...

Reí cuando se disculpó por sus "venazos", en cualquier caso, no tenía intención de rechazar sus planes, quizás si eran demasiado absurdos me lo pensaba. Pero no tenía la pinta.

-No te preocupes, me gusta tu entusiasmo- le aseguré riendo- Brindemos, porque aunque no nos hemos conocido a tiempo para pasar las vacaciones juntos, todavía podemos pasar grandes momentos- dije con una sonrisa mientras alzaba la botella de cerveza de mantequilla.

-¿Qué más me cuentas de tí Beatrice?- pregunté deseoso de conocerla más a fondo.

Me interesaba mucho eso de que vivía sola cuando no estaba en Hogwarts, pero las razones de esa soledad no podían ser buenas y no las iba a preguntar ahora. Acababa de conocerla y me parecía un exceso de confianza, quizás más adelante, cuando fuésemos más amigos se lo preguntaría.

-Un poco de todo, tampoco es necesario que me reveles tu oscuros secretos, si es que los tienes- le dije con una sonrisa irónica. ¿Qué oscuros secretos podría tener una niña de 16 años?, me pregunté, pero luego me acordé de la cara de la elfina y mi sonrisa disminuyó su tamaño.

-También puedes preguntarme a mí si te sientes incómoda en un momento dado- le aseguré.

Reí tras lo que dijo sobre los oscuros secretos. Ciertamente no era buena época para tener uno, aunque por desgracia ese era mi caso. Mi condición era desconocida por todos los alumnos del castillo, incluyendo a mis amigos más íntimos, y no me interesaba que saliese a la luz. Que el mundo sabiese que era un hombre lobo no era una idea que me atrayera. Seguro que todos correrían despavoridos en mi presencia.

-Hanson me suena, va a nuestra casa, ¿verdad?- le pregunté. Me la había cruzado un par de veces por la casa.

-Pues no tengo ningún amigo especialmente cercano en mi grupo de amigos con el cual comparta todos mis secretos... Me gustan Transformaciones y Criaturas Mágicas y no tengo ni idea sobre qué haré en el futuro. Espero que sea algo relacionado con las dos cosas que te he mencionado antes. Eso es todo lo que se me ocurre ahora- dije con una sonrisa.

Sonreí pensando que mi mayor preocupoación no era que se chivara o algo por el estilo, que de todos modos era una opción horrible. Lo que más me importaba era que probablemente se asustaría y recelaría de mí, como cualquier persona más o menos normal.

-Quizás lo ocupes más adelante, pero está claro que te lo tendrás que ganar, no voy por la vida contando mis secretos a la primera persona que se me cruza. Entonces ya no serían secretos- le dije.

Beatrice se acercó a mí con un pastelito de chocolate en la mano, y me lo acercó a la boca. No iba a rechazarla en semejante situación, así que con una sonrisa le pegué un mordisco al pastel, tras lo cual ella lo dejó el mi mano.

-Ya ves que no le he hecho el feo a nadie- dije una vez que tragué el bocado- y me alegro, porque está bastante bueno. Espero que no tengas novio, y si lo tienes que esté de vacaciones, porque no soy muy bueno en los duelos- añadí riendo. Comí otro poco del pastelito.

Reí al darme su explicación sobre su novio, y me alegró que no estuviera muy presente en su vida, una preocupación menos. Al oír lo que dijo sobre quedar bien con las personas sonreí para mis adentros. Yo no tenía intención, ni mucho menos, de caerle bien a las personas, pero si no los insultabas y los tratabas con un respeto indiferente tampoco pasaba nada malo.

-No pretendo caer bien, pero según lo que me enseñaron mis padres, está mal rechazar un pastelito de chocolate, y doblemente mal si te lo ponen en la boca- expliqué riendo, la norma no era así exactamente, pero servía para darle a entender mis motivos- pero no te creas que soy un experto en eso de no meter la pata. Hay veces que pienso en alto cosas que no debería o comento cosas que supuestamente no debería saber y que los demás creen que es un secreto muy bien guardado.

Me pasó más comida y aproveché que estaba hablando para darle un bocado a lo que me había dado. No lo había mirado, así que su sabor me sorprendió gratamente y me alegré del buen gusto de la chica.

-Si me dices que es un secreto muy secreto no se me escapará. A lo que me refiero, es que soy bueno descubriendo secretos que la gente se cree que esconde muy bien, y cómo no sé que son secretos, se me escapan- expliqué con una sonrisa. Me gustaba hablar con ella, me hacía reír, pero como de costumbre, no solían ser risas demasiado escandalosas o abundantes, sólo pequeñas risitas.