Aligerando el estrés (Arianne Sinclair)

Arianne sale a los jardines a disfrutar del frío. Hoy se sentía especialmente bien. ¿Motivo? No lo tiene claro, como tampoco le interesa andar investigando ese tipo de cosas. Simplemente una pérdida de tiempo para ella. Camina por el lugar, sintiéndo el frío calar sus huesos y no pudo evitar sonreír por aquello.

En una ocasión su padre le había dicho que no entiende como le gustan tantos esos días helados y ella sólo pudo decirle que la comodidad que estos le brindan son inigualables. ¿Loca? Para nada, Arianne se encuentra un persona cuerda.

En su andanzas por los casi desiertos jardines, se encuentra con una chica sentada bajo un árbol. Desde su lugar, a un par de metros, la reconoce como un miembro de la casa de Ravenclaw. Había escuchado hablar de ella, pero realmente no se acordaba de lo que era.

―¿Qué haces ahí? ―le pregunta retóricamente―. Te vas a congelar, debes moverte un poco para que no te de hipotermia, querida.

¿Esa fue ella? Arianne se sorprendió ligeramente por lo que salió de su boca, pero en ese momento tan propio de ella, no quería ser tan arrogante como siempre. Al menos que la chica la llevara a caer en eso.

Arianne sonríe por los movimientos de la chica, y estrecha la mano que le extendía un poco reacia aún al ver que ésta ya estaba limpia.

―Pues yo soy Arianne Sinclair ―le dice, con una pequeña sonrisa en su rostro―, un placer conocerte, Meredith.

Sí, de verdad que no deseaba ser molesta. Y no comenzaría a serlo en ese momento, cuando estaba tan relajada y tranquila. Porque aunque muchos no crean, Arianne también se cansa -de ves en cuando- de ser una insufrible serpiente.

―¿Y qué haces tan sola por acá? ―le dice, luego de invitarla a caminar―. Si es que puedo saber, claro.

Ante la respuesta de Meredith, Arianne asintió. Insistir no es de ella, sabe que de todas formas se terminará enterando de lo que ocurre.

―Pues yo necesitaba un momento de paz ―le responde, tranquilamente―. Y el frío es un buen lugar para no toparse con tanto... niñito.

La ultima palabra salió de una forma algo desdeñosa de ella, pero de verdad que no puede evitar despreciarlos. Nunca ha tenido claro el motivo de eso, pero si se es sincera, tampoco le importa enterarse.

―Además, me agrada el frío, me hace sentir cómoda y puedo pensar con claridad. ―Se encoge de hombros y le sonríe a la chica.

El silencio que se había hecho era cómodo, no era necesario tratar de romperlo. Arianne seguía caminando, sumida en sus pensamientos, tratando de arreglar su mundo, cuando escucha a Meredith hablar.

―Dieciséis ―responde automáticamente, falta mucho aún para su cumpleaños, algo que de cierto modo le agradaba―. ¿Y tú? ―pregunta por instinto.

La ve soltarse el cabello y se da cuenta de lo poco abrigada que va la chica, frunce levemente el ceño, tal vez no sabía que ese día estaba especialmente helado.

―¿Por qué estás tan desabrigada? ―le pregunta al ver que su cabello tampoco terminaba por ayudar a combartir el helado viento.

Arianne le sonríe, comprendiéndola, actuar impulsivamente siempre es un error, desde pequeñas cosas como la de la Ravenclaw hasta el nivel de amenazar a alguien en un momento de ira. La chica vuelve a mirarla y suspira.

―Si quieres te acompaño a que busques algo con qué abrigarte ―le dice al ver que si seguía así terminaría con una gripe de aquellas que te tiran a la cama―. Es mejor que andar por el frío de esta forma, además, si no lo haces, luego recibirás un regaño de la enfermera por no cuidarte.

Ni siquiera ella sabe el porqué dijo todo eso, pero lo hizo.

―Por cierto, nunca te había visto en clases antes, ¿vas a sexto, cierto?

OFF:

―Gracias ―repuse―. Pero de verdad no es necesario. No suelo enfermarme ―dije, convencida―. Además, antes de la cena me pasaré por la Enfermería para pedirle una poción para el resfrío, y algo para mi padre ―agregué, involuntariamente.

No entendía a la gente. Siempre me habían llegado rumores sobre Arianne, que era mejor no tratar con ella, porque era seguro que te ganaras un enemigo. Pero estaba siendo realmente simpática.

―Cuéntame algo de tí ―le pedí―. Si no te molesta, claro ―agregué, rápidamente.

(off: Jaja, don't worry. Te entiendo. Lo importante es que te recuperaste^^. Debe ser difícil ser mala, siendo tan simpática rol off n.n)

Arianne piensa un poco. Hay muchas cosas de ellas que su padre le tiene estrictamente prohibido hablar, como por ejemplo, la condición de él o comentar algo de su madre. Suspira levemente, no es algo que sea facil de hacer, por lo que decidió irse a lo obvio. Ella.

―Pues no sé ―comienza a decir―, me crié sólo con mi padre, algo que me sirvió bastante pues me consiente aún en todo. Pues sí, creo que soy una de las personas más caprichosas de este colegio gracias a él. ―Ríe un poco antes de encogerse de hombros―. No es algo que me moleste en realidad. ¿Y qué hay de tí? ¿Puedo saber qué es lo que le ocurrió a tu padre?

OFF:

Sonreí ante lo que dijo la serpiente que iba a mi lado.

―Lo mío no es tan distinto ―repliqué―. Mi madre es como un año bisiesto: aparece cada cuatro años. Mi padre solía ser un gran mago, pero ahora está bastante débil de salud. Un tumor, o algo así ―expliqué―. Y yo... bueno, no soy una chica precisamente fácil de criar ―añadí con una risita―. Solo para que te des una idea, el año pasado, de rebelde, dejé de comer y me tuvieron que internar por anorexia.

No estaba segura por qué había dicho todas esas cosas, ninguna mentira, claro, pero lo dicho estaba dicho. Y no me arrepentía, en realidad.

"Rebeldía", repite ella mordiéndose el labio inferior. Muchas veces ella trata de comprender esa necesidad de la gente que trata de mostrar libertad dañándose a sí misma. Tal vez sea porque ella primero se preocupa de sí misma, de sobrevivir a toda situación, como sea necesario; a Arianne nunca se le hubiese ocurrido hacer algo por el estilo.

―Vaya, lo siento mucho ―dice ella con un pequeño nudo en su estómago, de solo pensar que a su padre le pase algo―. No sé como lo llevas, yo estaría con algún ataque de histeria como mínimo ―se sinceró―. Mi padre es todo para mí, puesto que a mi progenitora no a veo de los diez años, y aunque me cueste aceptarlo, soy muy dependiente de él. No sé qué es lo que haría si algo le llegase a ocurrir.

Cuando conoció a Beatrice se dio cuenta de esa situación, si algo le llegase a pasar a su papá, ni siquiera está segura de que se enteraría a tiempo. Posiblemente, lleguen las sanguijuelas de sus tíos tratando de reclamar el patriarcado de la familia Sinclair.

Sonreí ligeramente, apreciando de todo corazón las palabras de la chica.

―Pues, estoy bastante cercana a un ataque de histeria ―repuse―. Pero lo llevo dentro de todo bien ―añadí―. Aún no colapsé, y eso es bueno. De todas formas, te entiendo. Mi padre también lo es todo para mí. Tenemos nuestras diferencias, y nos peleamos mucho, pero... ―mi voz se quebró un poco, pero casperreé para que volviera a la normalidad.

―Y si cualquier cosa le pasara ―le dije―, Merlín no lo quiera, pues... aquí me tienes ―comenté.

Arianne podría ser varias cosas, muchas de las cuales aún no había conocido, pero no era ni de lejos la chica fría y cruel que muchos decían que era.

Arianne la miró sorprendida y aunque no tenía previsto que la conversación con esa chica cambiara tan radicalmente de importancia, no pudo evitar sonreir sinceramente. Si fuese una chica común y corriente, de esas que son muy de piel hubiese abrazado a la rubia de Ravenclaw.

―Gracias ―dice―, y por supuesto, lo mismo digo, querida. Aunque si es posible que la enfermera sepa algo para combatir lo que tu padre tiene... además, la enfermedad que tiene es muy muggle, ¿no? Por lo que en San Mungo es posible que lo sanen.

La voz de la serpiente comenzó a disminuir convirtiendo sus palabras en lo que en un comienzo eran, ideas... simples pensamientos que en un momento normal, nunca saldrían de su boca.

―Bueno, es sólo una idea, siempre he creído que en ese hospital tienen la solución a todo. ―Se encoge de hombros, quitándole importancia a ese hecho que nunca había comentado antes.

Miré a Arianne, con un sincero agradecimiento en los ojos. Pocas personas entendían mi situación.

―Gracias ―susurré―, de veras ―añadí.

―Sí, es muggle ―repuse, en voz un poco más alta―, pero ni los magos aún hemos encontrado la solución ―solté un bufido―. Así que mi padre está tomando unas píldoras para disminuír el efecto del cáncer, pero no lo combate ―Merlín sabía las horas que había gastado con la nariz enterrada entre libros de medimagia, cosa que no entendía ni mú, leyendo sobre eso.

Fijé mi vista en la nada, recordando esos libros.

(off: ¿te puedo añadir en las relaciones de Mer como Confidente?^^ Es que a nadie le había contado que su padre tenía cáncer u.u)

Un suspiro escapó de los labios de la chica y cerró los ojos, tratando de entender como es eso posible. ¿Los magos aún no le encuentran la solución a una enfermedad muggle? "¿Cómo es eso posible?" piensa. Vuelve a mirar a Meredith y se fija en la mirada de ella, perdida, pensando en algo que sólo ella sabe.

―No lo puedo creer ―susurra, más para ella misma que para su acompañante. Espera unos segundos para poder, por lo menos, salir de la sorpresa y cuando vuelve a hablar ya su voz sonaba más... viva―. Bueno, ya, eres lo unico que tu padre tiene, necesita que estés fuerte... y perdiéndote en tus pensamientos no lo ayudas.

Le sonríe ampliamente y piensa un poco, en algo que pueda animar a la Ravenclaw un poco.

―Dicen que lo dulce sube el ánimo ―piensa en voz alta―. ¿Te parece ir a buscar algún postre al castillo? Tal vez podemos hablar un poco más sin caer en la enfermería, luego.

OFF:

Las ganas de darle un abrazo eran demasiado fuertes. Pero logré controlarme a tiempo. Si lo pensaba bien, hacía relativamente poco que la conocía, y la chica podría... reaccionar mal. Pero Arianne era, definitivamente, un sol.

―Lo sé ―respondí, con un suspiro―. Pero es que tampoco haya una guía: "Cómo ayudar a tu padre, el centro de tu universo, cuando tiene cáncer" ―repuse. En ciertos momentos, fantaseaba con escribir tal libro. Luego lo pensaba mejor, y mejor que no. No se vendería mucho.

Vi la amplia sonrisa que me dedicaba la serpiente, y la respondí con una que dejaba bastante que desear. Al oír su sugerencia, di un respingo. Siempre que se mencionaban postres, mi subconsciente clamaba "¡por favor!".

―Me agrada esa opción ―dije, sonriendo ahora más animadamente―. ¿Vamos? ―pregunté, echando a andar en dirección al castillo.

―Siempre doy buenas opciones ―dijo con un tono arrogante, que hasta ese momento no recuerda haber utilizado―. Bueno, cuando quiero, no siempre me da la gana de ser simpática con la gente.

Y no había más verdad en sus palabras, a veces la rubia chica de Slytherin es demasíado desagradable hasta para su propio gusto. A veces, palabra clave. Arianne da media vuelta, siguiendo a Meredith que por lo menos había mostrado una sonrisa más verdadera al momento de escuchar la idea de ir por algo dulce.

―Vamos, chica ―dice. Sí, es verdad, a ella no le gustan los dulces pero de todas formas puede pedir algo más de su agrado―. ¿Crees que los elfos se apiaden de estas pobres chicas y nos den de comer algo? ―Y ahora que lo piensan, como reaccionarán esos mismos seres al verla de nuevo.

Caminan por los pasillos hasta el cuadro de la pera y sonríe, antes de hacerle cosquillas y que se muestre una puerta. Antes de entrar, Arianne suspira.

Reí suavemente. En su comentario, había un matiz de arrogancia, pero realmente no me importó mucho. La serpiente me caía muy bien. Punto.

―Me siento honrada ―dije, en parte en broma, en parte, de veras― que hayas tenido ganas de ser simpática conmigo. Y agradecida ―añadí. Otra vez, pura verdad. Como siempre en mí.

―Claro que sí ―respondí―. Los Elfos son simpatiquísimos ―repuse, antes de agregar―, y dóciles. Nuestros deseos, son órdenes para ellos.

Caminamos por los pasillos, hasta llegar al cuadro de las frutas. La Slytherin se me adelantó y cosquilleó la pera. Al abrirse la puerta de las Cocinas, entré en ellas rápidamente. No pude evitar sentir la diferencia de temperatura entre los helados Jardines, y las cálidas Cocinas.

Al ver pasar a uno de los huesudos seres, le pregunté por algo dulce. Él, me ofreció pasteles. Y a los pasteles no se les puede decir que no.

―Una porción grande de pastel de chocolate, ¿si? ―pedí, haciendo ojitos. Me volteé a ver a mi acompañante―. ¿Qué quieres tú? ―le pregunté.

Al entrar a ese lugar no pudo evitar hacer una mueca por el cambio de temperatura, le desagrada el calor y pensar que queda tan poco para que la primavera vuelva a aparecer. Ve como Meredith le pide a uno de los elfos algo de chocolate y ella sólo se mordió el labio inferior pensando en qué podría pedir.

―Con algo agridulce me basta―dijo, dándole una pequeña sonrisa al elfo que no la mirada del todo agradable y que se marchaba rápidamente a buscar lo pedido. Mira a la Ravenclaw y agrega―. No me gusta el dulce en sí, es más o evito lo máximo posible siempre. ―Comienza a caminar a una mesa cerca de la puerta y se sienta mirando a Meredith―. Y bueno, ¿qué más ahi de tí, chica?

La Slytherin pidió algo agridulce, y el Elfo se marchó. Luego, me explicó que no le gustaba lo dulce en sí. No pude evitar sentirme extrañada. Pero los gustos no dejaban de ser gustos, así que me limité a sonreir. Se sentó en una mesa cercana a la puerta, y me acerqué a ella.

―La verdad, no mucho ―dije―. Mi padre es un aficionado a ciertas cosas muggles ―comenté―, y desde pequeña, me crió con música o juegos de naipes muggles, así que soy admiradora de esas actividades. Tambiééén... me gustan los idiomas, y la Equitación. Y cuando era más pequeña, gané varios trofeos de Natación ―afirmé―. ¿Y tú? ―pregunté. No era pregunta de cortesía sino de verdadera curiosidad.

Arianne la escucha y asiente ligeramente, no entiende como es que hay magos que le agraden los muggles; ella, por ejemplo, o que sabe de ellos se deben básicamente a uno de sus amigos que cree que para poder hablar sobre ellos hay que conocer sus costumbres. Una pérdida de tiempo si le preguntan.

―Pues no soy muy aficionada de los muggles en realidad ―le dice a Meredith, mientras busca con su mirada al elfo doméstico que va a llevarle las cosas―. Es más, sé de qué se tratan la equitación y la natación gracias a un amigo que cree que son... interesantes.

Mira por unos segundos a Meredith y vuelve a posar su vista en el elfo que, en ese momento, se acercaba a ellas con su comida. Al llegar, deja frente a Arianne un mediano trozo de pie de limón y ella agradeció ese hecho.

―Bueno, yo sí que no he hecho cosas, sé algo de francés porque mi familia materna viene de allí pero... si te soy sincera no es algo que me emocione. ―Piensa por unos segundos y suspira―. Aunque las pociones se me dan muy bien, algo raro, ya que mi padre las desprecia creyéndolas innecesarias. ―Ríe un poco y vuelve a pensar antes de hablar nuevamente―. ¡Qué bah! Lo mejor que hago es mirarme al espejo. ―Una carcajada sale de ella, al pensar en ese hecho―. Según mi padre se sorprende de que tenga amigos... dice que no me ve dejando mi espejo de lado para socializar.

Reí suavemente. En realidad, Arianne y yo no teníamos mucho en común, pero realmente disfrutaba de la charla.

―Te recomiendo que alguna vez probaras la Equitación ―sugerí―. En realidad, se lo recomendaría a todo el mundo. Tranquiliza tu mente.

El Elfo trajo la comida, para mí un trozo de pastel de chocolate. Para la Slytherin, uno de pie de limón, y antes que pudiera al menos agradecer, se marchó.

―Francés es un idioma al que nunca pude dominar ―el recuerdo de las pésimas clases del idioma latino aún me acosaba. Al oír el comentario de Arianne y los espejos, solté una suave carcajada.

―Los padres no nos comprenden ―afirmé―. Nos aman, nos consienten, pero no comprenden... ―dejé la oración en el aire, para finalizarla con un―: que hay espejos portátiles para socializar y estar en un espejo.

Bien, quizás no fue mi comentario más inteligente, pero había que admitir que era bastante cierto.