¡Nieve! [Abigail, Sebástian]

Me aburría mucho en la Biblioteca. El ambiente estaba cálido allí, a pesar que casi no había gente. Ni sabía sobre qué estaba estudiando ya.

Miraba por la ventana con anhelo. Quería ir a los Jardines y tirarme en la fría nieve. Bufé, tiré todos los pergaminos y los libros en mi mochila, esa negra de Ozzy Osburne, y bajé corriendo al aire libre.

Allí, me recosté en la nieve y casi suelto un gritito de alegría. Adoraba la nieve.

Estabamos en pleno inverno, la época de la nieve, y como no podía ser menos, Hogwarst estaba repleto de ella. La sala común estaba completamente vacia y en ella hacía mucho calor, asique decidí ponerme la chaqueta y salir a tomar un poco el fresco.

Cuando llegé, observé a todos aquellos chicos de primer año jugando con las bolas de nieve, y fue entonces cuando recordé melancólico mi infancia. Pero sobre todo había una chica recostada en la nieve que me llamó mucho la atención. Me acerqué donde ella estaba, la miraba fijamente (parecía que se divertía mucho) -Hola, soy Seb, y tu eres?- pregunté alegremente mientras soltaba una pequeña carcajada.

Abi estaba fastidiada. Muy fastidiada. Había intentado leer algo, pero se había aburrido rápido, así que dejó de lado el libro y bajó a la Sala Común. No había nadie allí. Bufó con resignación y salió.

Paseaba por un pasillo cercano a la entrada, cuando creyó ver el cabello rubio platinado de Meredith, su mejor amiga.

Salió corriendo y casi atropelló a una Gryffindor, que la miró de mala manera. Ella le devolvió una mirada algo cruel y siguió caminando. No era Mer quien había visto, pero la veía entonces allá, cerca de esos chicos de primero tirando bolas de nieve. Eso le dio una idea. Con sus manos, hizo una bola de nieve y se la tiro a la rubia.

Impactó con un chico de su misma casa, Slytherin, que estaba al lado de su amiga.

―¡Lo siento! ―exclamó, sinceramente―. Era para ella ―se acercó, señalando a Mer―. Abi Adams ―se presentó.

Al oír una voz cercana a mí, me senté. Debía parecer una loca tirada en la nieve, casi carcajeandome.

―Hola ―saludé. Era un chico que se presentó como Seb―. Soy Mer.

Una bola de nieve impactó al chico, no muy fuertemente y oí la voz de Abi disculparse. Volteé y allí estaba, acercándose y diciendo que era para mí. Bufé.

―Abigail ―la reté, tendiendo una mano en su dirección―. Ayúdame a levantarme. Y mejora tu puntería, que es asquerosa.

Solté una suave risita ante su rostro.

Mer, así era como se llamaba aquella simpática y alegre chica que estaba tumbada encima de la nieve. Estabamos hablando cuando de repente y sin esperarlo otra chica me lanzó con una bola de nieve y lugo se disculpó, al parecer no tendría que haber sido yo el que recibiría el golpe, sino la bella chica de cabellos rubios que estaba rezagada en el suelo.

-Ah, hola Abi, no importa- salude con una risa un tanto sarcástica que adornaba mi rostro. -Os conoceís?- dije totalmente convencido tras las palabras de Mer, parecía que existía una ligera tensión de rivalidad entre las chica, y yo no sabía que hacer.

Abi sonrió inocentemente en dirección al chico, mientras tomaba la mano de la águila y tiró de ella.

―Sí, nos conocemos ―respondió. Estaba alegre―. Desde antes de nacer ―aclaró―. ¿Ustedes? ―inquirió, curiosa.

―Mi puntería no es tan asquerosa, querida ―repuso Abi, ahora en dirección a su amiga―. Solo que ―buscó una excusa― la bola se descontroló.

Una excusa perfectamente creíble, que la haría quedar como una loca. Vale, su puntería era malísima, tenía que admitirlo. Pero no en voz alta.

Abi tiró de mi mano y me levanté de un salto. Tenía la túnica empapada, pero no me importó ni un poco.

―Ahám ―secundé la afirmación de mi amiga―. Nosotros tenemos juntos un par de clases, ¿no Seb? ―estaba segura de haberle visto en alguna clase.

―Seh, claro Adams ―me quejé―. Tu puntería no es mala ―dije, burlona―. La mía sí tiene problemas ―continué―, pero es por eso que no ando tirando bolas de nieve por allí.

Pobre Seb, antes de terminar el día notaría que, juntas, éramos dinamita.

Buscando el el baúl de mi memoria me acordé de que era cierto lo que Mer decía, ya la había visto en alguna de las clases de la escuela, pero nunca había tenido el gusto de hablar con ella.

-Es cierto Mer, tú cara me resulta familiar- dije alegremente mientras observaba como Abi la ayudaba a levantarse. Tenía la túnica totalmente mojada, seguramente llevaba ya algún tiempo retozandose en la nieve.

La tensión se palpaba en el ambiente, no solo las chicas se conocían, también parecía haber una gran rivalidad entre ellas. Ellas estaban hablando, fue ese momento cuando aproveche para agacharme y hacer dos bolas de nieve, que sujete una con cada mano.

Me levanté y habilmente lanzé las bolas a cada una de ellas. -Um, lo siento, perdonadme, se me han resbalado de las manos- dije con cierto descaro, en realida lo había hecho a propósito.

Mer repuso que el chico, Seb, y ella se conocían de clases, a lo que él asintió.

Cuando la Ravenclaw insultó su excelente (con un extra sarcasmo en esa palabra) puntería, Abi se enfadó y estaba a punto de insultarla cuando una bola de nieve le golpeó. No había sido fuerte, pero la dejó helada.

Al oír el comentario del chico, la serpiente soltó una carcajada. No solía hacer ese ejercicio, pero aprovechaba mucho cuando tenía la oportunidad.

―Creo que es lo justo ―repuso, con los ojitos brillantes―. Pero acabas de firmar tu sentencia de muerte ―añadió, agachándose a hacer otra bola de nieve. Ésta vez si golpeó al objetivo por la cercanía. Abi se rió fuertemente.

Seb me dio la razón: íbamos juntos a clase. Claro, ahora lo recordaba mejor. Por eso se me hacía bastante familiar.

Alcancé a ver al Slytherin haciendo las bolas de nieve que, segundos más tarde impactarían contra nosotras, pero no tenía los reflejos de mi madre, y no pude evitarla. Tampoco era como si quisiera. Estaba deseando una guerra de nieve.

Abi comentó que Seb había firmado su sentencia de muerte, y se me escapó una risita. El rostro de mi amiga era intimidante.

Aproveché que estaban distraídos e hice varias bolas de nieve. La primera de ellas fue para mi amiga.

―Que yo no me quiero quedar afuera ―alegué entre risas, cuando impactó con ella. Al instante, tomé otra y se la tiré a Seb. Al fin y al cabo, mi puntería, como ya había dicho, era mala pero solo haría que me descostillara más.

Al final parecía ser que me iba a arrepentir de haber tirado las bolas de nieve. Abi me había mirado de safiante diciendome que había firmado mi sentencia de muerte, Aunque porque no podía ser divertida una pelea de nieve con las chicas.

Estaba pensando en otras cosas cuando de repente impactaron en mi cuerpo dos bolas de nieve, procedentes de dos direcciónes diferentes.-A si que teneis ganas de jugar- dije riendo a la vez que me agachaba por una segunda vez a por más bolas.

-Ahora veréis, vais a recibir vuestro merecido- bromeé mientras observaba sus caras y lanzaba de nuevo una de las bolas contra Mer y después otra contra Abi. Todo aquello me divertía mucho, y encima había acabado de conocer a dos chicas simpáticas.

La bola de Meredith golpeó a Abigail en las piernas. La Slytherin la miró divertida, mientras la águila exclamaba que no quería quedarse fuera de la batalla de nieve. Abi pensó en ese momento que no había tenido nunca mejor idea que bajar a los jardines unos minutos atrás.

Estalló en risas al oír las palabras del chico. Pocos segundos más tarde, recibió otro golpe de nieve y sus risas volvieron a hacerse oír.

La serpiente, que estaba en ligera desventaja por ser sus dos rivales mayores que ella, se arrodilló en el suelo y desde allí comenzó a hacer esferas de nieve y tirarlas a diestra y siniestra, tanto hacia Mer como hacia Seb.

―No les tengo miedo ―repuso, mostrando todos sus dientes―. Aunque sea más pequeña que ustedes ―añadió, tirando una bola en dirección a Mer, aunque golpeó a un niño de primero varios metros por detrás y a la derecha de su amiga. Ni se disculpó, ni amagó a hacerlo. No tenía ganas.

Su mente voló rápidamente a Siberia, cinco años atrás, a la última pelea de nieve que había tenido. Había sido con su padre, Mer y el padre de su amiga. Volvió tan velozmente como se había ido. Esto estaba siendo mucho más divertido.

La bola que me tiró Seb me dio en un brazo. Estallé en carcajadas dos segundos antes que Abi comenzara a descostillarse por segunda vez.

Vi como mi amiga se tiraba al suelo y comenzaba a hacer bolas de nieve, para tirarlas indistintamente tanto a mi dirección, como en dirección de Seb. Y de cualquiera que paseara en los terrenos de Hogwarts, ya que estamos.

―Lo siento ―grité yo, en dirección al niño que Abi acababa de golpear. Sabía que no lo haría ella―. Pobrecita ―repuse, mirándola otra vez―, es una víctima ―reí. Y es que no había nadie menos víctima que Abi, sobre todo en ese momento, teniendo en cuenta que ella había comenzado todo.

―Waaaaaaaaaaaaaaaaahiaaaaaaaaa ―grité, tirando una esfera, mi última antes de reponer municiones, en dirección al chico. Era muy simpático y esperaba de todo corazón que no se asustara demasiado.