Medianoche [Sirius]

Me quedé pensando mi edad. Los años en Azkaban me habían hecho perder la cuenta del tiempo.

- Treinta y seis - respondí finalmente, mirándola cierta tristeza - Te saco diecinueve años, incluso más de los que llevas viva.

Algo ausente me aparté de ella y me apoyé en el balcón de piedra, mirando los jardines a la luz de la luna.

Sirius se apartó de mi, apoyándose en el balcón. Me giré a mirarle.
Parecía triste por la situación, y no era para menos. Él decía que tenía treinta y seis años, pero de vida, de verdadera vida, tenía muchos menos.

Le puse una mano en el hombro para darle ánimos.

- No es cierto, Sirius - negué - Parte de esos años no los has vivido; te has perdido toda la juventud.

Me crispé por sus palabras y me alejé algo bruscamente de ella.

- ¿Que te crees que no lo sé? - le pregunté, molesto - No necesito que nadie me recuerde que llevaba años pudriéndome en Azkaban.

Al darme cuenta de lo que había dicho me llevé las manos al rostro, con tristeza.

- Lo siento, no te tendría que haber hablado así - me disculpé - Pero es que ahora que soy libre también me he dado cuenta de cuántos momentos irrecuperables he perdido, y de cuánto he envejecido...

Me dolió cuando se apartó así de mí, pero comprendí su molestia.
Me acerqué nuevamente a él y le cogí suavemente las manos, quitándoselas del rostro para mirarle.

- No pasa nada, discúlpame tú a mi por mi poco tacto - le dije, sonriéndole con cariño - Pero no te preocupes, ahora la vida te ha dado la oportunidad de recuperar el tiempo perdido.

- Además, no pareces en absoluto viejo - añadí con simpatía - Yo no te echaría más de treinta.

La miré a los ojos.

- La vida no, tú me has dado la oportunidad de ser libre nuevamente - respondí. Realmente había tenido suerte al encontrarme con alguien como Alexandra.

Luego, sonreí con tristeza.

- Y supongo que gracias, pero treinta años ya son muchos... A mi me encerraron con veintiuno.

- Qué injusto... eras tan joven - murmuré.

- Pero a mi no me importa la edad que tengas - le dije sinceramente, sonriéndole.

Sonreí con tristeza.

- Gracias por intentar animarme - le dije - Pero, ¿Quién querría a alguien como yo?

- Mírame bien, soy un expresidiario que ha pasado casi la mitad de su vida en la cárcel, estoy viejo, ya no soy lo que era... incluso me han salido arrugas, cuando la última vez que me miré al espejo era poco más que un adolescente... - suspiré, pasando una mano por mi cara y notando, efectivamente, las marcas del tiempo en ella.

Oí tristemente como hablaba de sí.

- No estoy tratando de animarte - respondí - Sólo digo lo que pienso.

- Yo cuando te miro no veo lo que tú dices. Lo que tengo frente a mi es un hombre que ha sufrido, por el que ciertamente han pasado los años, pero que estos no le han hecho perder encanto - rebatí mientras ponía suavemente una mano en su rostro y recorría con mis dedos sus líneas de expresión - Y no sólo ya tu aspecto, si no que también eres una persona maravillosa, y eso es lo importante.

- Yo si que te querría - confesé finalmente, y me sonrojé por mis actos, retirando avergonzada la mano que segundos antes acariciaba su piel.

Sentí mi cara arder por sus palabras, hacía tiempo que no me sonrojaba, pero hacía aún más que no me decían nada así.
Además, sus manos se habían sentido correctas en mi piel, como si no importara que una alumna tratara así a su futuro profesor.

Sonreí y la tomé de la barbilla, besándola en la frente.

- Muchas gracias - dije sencillamente - Por todo. Siempre logras hacerme sentir mejor.

Sonreí al ver que agradecía lo que había había hecho en vez de molestarse.
Me apoyé en la balaustrada del balcón, pero en vez de observar el paisaje lo miré a él.

- Tú también me animas siempre - le dije - Hacía tiempo que no me sentía tan bien en compañía de alguien.

La suave brisa nocturna agitó mis cabellos. Me aparté algunos mechones de pelo de los ojos, llevándomelos tras la oreja, y miré los jardines.

- Ni yo tampoco - respondí mirando su perfil, ya que en ese momento ella estaba mirando el paisaje - Sin embargo, lo mío es más normal teniendo en cuenta que llevo años aislado del mundo - sonreí - Pero ¿tú? ¿No tienes buenos amigos? ¿Pareja?

Me encogí de hombros, volviendo a mirarle.

- Si, si que tengo amigos, pero ninguno de ellos parece preocuparse por mi en serio - respondí - Aunque sé que tú tampoco has pasado de las palabras, creo que... no sé, pienso que puedo confiar en tí.

- Y pareja... - aparté la mirada, observando ningún punto en concreto.

- Sí que puedes confiar en mí - dije seriamente, con absoluta sinceridad - Estaré siempre ahí para lo que necesites, no son sólo palabras.

Luego vi como apartaba la mirada.

- ¿Qué ocurre? - le pregunté.

Si, confiaba en Sirius, por eso medité qué responderle a su pregunta.
Finalmente suspiré.

- Nunca he tenido - confesé sin mirarle - No lo que se entiende por pareja. Sólo he estado con gente sin compromiso, sin sentimientos involucrados.

- Al menos por la otra parte, yo si tengo tendencia a enamorarme. Supongo que es porque no me siento querida y siempre anhelo que alguien lo haga pero... - guardé silencio unos segundos - creo que no estoy destinada a estar con nadie.

Me di cuenta de que quizás a Sirius no le interesaba todo aquello, así que me disculpé:

- Lo siento, no debería de haberte dicho todo eso...

No entendía como alguien podía no querer a Alexandra habiendo tenido la oportunidad de estar con ella.

- Eso es porque son tontos - solté sin más - Nadie con un mínimo de cerebro habría despreciado la oportunidad de estar contigo, yo no lo habría hecho.

Hice una mueca, eso lo había dicho sin pensar.

- Además, todo el mundo acaba encontrando a alguien al final, sólo date tiempo - añadí para disimular.

- Y no vuelvas a disculparte por decirme algo, yo quiero escucharte y aconsejarte en lo que pueda.

Sonreí por sus palabras y me acerqué a él, apoyando mi cabeza en su hombro mientras miraba el paisaje.

- Gracias, Sirius - agradecí simplemente. Tenía la certeza de que él no necesitaría más para saber lo que significaba para mi que me animara de esa manera.

Alexandra apoyó la cabeza en mi hombro y yo pasé un brazo tras su espalda, abrazándola.
Ambos observábamos la escena ante nuestros ojos en silencio, pero no era incómodo, porque entre nosotros sobraban las palabras para el entendimiento. Estábamos a gusto así y eso era lo importante.

Sabía que Alexandra necesitaba apoyo, y yo estaba dispuesto a dárselo.

Sonreí al notar cómo Sirius me abrazaba. Me sentía protegida a su lado.
Los minutos pasaron y yo sólo disfrutaba del momento.

- ¿Algún día saldrás a dar un paseo conmigo por los jardines? - le pregunté suavemente al cabo de un rato, para no romper el encanto.

Bajé la mirada para mirarla cuando me habló.

- Por supuesto - respondí sonriendo - Pero que sea de día, que no sé si te habrás dado cuenta pero hasta ahora sólo te he visto de noche.

Reí por su respuesta.

- Es cierto - admití - Pues en eso quedamos, tenemos que salir a pasear de día - sonreí.

- Pero ahora debería irme, es bastante tarde y mañana hay clase - comenté, aunque en verdad tenía ganas de quedarme allí.

- Tú sólo dime cuando y allí estaré - le dije, sonriendo. Me preguntaba si la luz del sol le favorecería aún más que la luz de la luna a Alexandra.

- Y tienes razón, ambos tendríamos que irnos, porque tú tienes que ir a clase, y yo tengo que dártelas - respondí divertido.

- ¡Es verdad! - exclamé - Se me había olvidado que me vas a dar clases...

- Qué raro se me va a hacer tenerte de profesor - reí.

- Pues anda que a mí... - respondí. No sabía cómo le iba a dar clases sin que me influyera la creciente amistad que tenía con ella.

- Pero no quiero favoritismos ¿eh? - bromeé, sonriendo - Quiero que mi nota me la gane yo. Además, tu asignatura me gusta y creo que no me costará mucho esforzarme.

- Qué honrada - le seguí la broma - Aunque me alegro de que al menos a alguien le guste Historia, porque lo que es a mí...