Brindando [Alexandra]

Después de que Alexandra se hubiera ido de vuelta al castillo me había quedado un rato pensando si estaba haciendo bien o no. No podía negar que me sentía atraído por ella, pero era mi alumna y encima diecinueve años más joven. Por el contrario estaba que ella ya era mayor de edad y, por tanto, libre de hacer lo que quisiera. Además sólo le quedaba un año para acabar Hogwarts.
No tenía nada, nada claro, salvo que quería que estuviera a mi lado por bastante tiempo.

Meditando aún el tema me había ido a arreglar, aquella noche habíamos quedado y lo iba a aprovechar.
Me aseé a conciencia y me vestí con uno de mis mejores conjuntos; un pantalón negro que me sentaba como un guante y una camiseta de color gris, pero no uno cualquiera, si no exactamente el de mis ojos.
Luego me peiné como pude - ya me estaba empezando a crecer demasiado el pelo - y salí.

No me quise transformar en perro para no ensuciarme, pero abría sido mucho más fácil salir de Hogwarts de haberlo hecho. Sin embargo, lo logré y una vez fuera pude desaparecerme.

Ya estaba frente a la puerta de la Discoteca Desire. No sabía si habría llegado ya, porque no habíamos dicho si quedábamos fuera o dentro. Finalmente opté por esperar fuera un rato y si veía que no llegaba, meterme dentro a buscarla.

Me recargué en la pared, inquieto, notando como la gente que pasaba, sobre todo mujeres, me miraba.

A pesar de haberle dicho a Sirius que quería hacer unas cosas antes de la noche, lo que había hecho nada más llegar a mi Sala Común había sido arreglarme.
Tras unas horas el resultado había sido bastante aceptable, aunque no podía negar que había usado un poquito de mis habilidades metamórficas al momento de arreglarme el pelo.

Luego me había encaminado a los exteriores del castillo para poder desaparecerme. Y ahora me encontraba caminando hacia la discoteca.

Iba bastante sencilla en comparación con lo que se acostumbraba en aquellos lugares. Llevaba una camiseta verde azulada con una manga resbalando sutilmente de mi hombro, un pantalón pitillo negro noche y unos tacones, no muy altos, del mismo color.
El pelo lo traía suelto pero con unos mechones recogidos, de manera que me despejaran un poco el rostro, y me había maquillado, pero muy naturalmente.

Llegué hasta la puerta y busqué a Sirius con la mirada, encontrándomelo recargado en una pared. Sonreí y me acerqué hasta él.

- Buenas noches - le saludé simpáticamente - ¿Llevas mucho rato esperando? - le pregunté.

Estaba mirando el suelo cuando oí una voz a mi lado. Levanté la vista y reparé en Alexandra. Estaba preciosa, pero preferí no pensarlo mucho ya que no me parecía correcto por mi parte.
Había tomado la decisión de que lo mejor era mantenernos como amigos.

- Buenas noches - le devolví el saludo, sonriendo - No, prácticamente acabo de llegar.

- ¿Has tenido problemas para salir de Hogwarts? - le pregunté.

Negué con la cabeza.

- No, qué va - respondí - ¿No recuerdas que fuiste tú mismo el que dijo que ya debo de ser una experta en escabullirme sin que nadie lo note? - le recordé, sonriendo.

- Y tú, ¿Has tenido algún percance? - inquirí.

Era cierto, yo había dicho eso y, por lo visto, no me había equivocado.

- Bueno, no sé si me habrá visto alguien - respondí - Pero no me he encontrado con nadie.

- Esperemos que no - comenté, mientras observaba cómo un grupo de adolescentes entraban a la Discoteca.

- ¿Habías venido ya alguna vez? - le pregunté, volviendo a mirarle.

- No - respondí, mirando al mismo grupo que ella. No sabía si se había dado cuenta, pero un par de chicos de ese grupo le habían sonreído apreciativamente. Fruncí el ceño antes de preguntarle : ¿Tú?

Me percaté de su gesto, pero no entendí la razón.

- Tampoco - respondí, sonriendo - Así que nos toca ahora aventurarnos en lo desconocido - bromeé - ¿Entramos?

Sonreí.

- Claro - acepté, cogiéndola de la mano y llevándola hasta la puerta. El portero nos dejó pasar sin problemas y entramos al local.

La música resonaba fuertemente, las brillantes y parpadeantes luces desconcertaban a cualquiera, pero la gente seguía bebiendo y bailando sin problemas.
No solté a Alexandra en ningún momento, y no estaba muy seguro de si era por evitar que se perdiera o por otra razón que no quería pensar.

- ¿Vamos a un sitio más apartado o te apetece bailar ahora? - le pregunté, hablando fuerte para que me escuchara.

Sirius me cogió de la mano y me llevó con él al interior de la Discoteca. Me sentía un poco como una niña pequeña siendo llevada por su padre, pero no me quejé. De todos modos, era cierto que aquello estaba tan abarrotado de gente que no hubiera sido extraño si nos hubiéramos separado de no haber estado Sirius agarrándome.

Escuché su pregunta.

- Prefiero sentarme en un sitio apartado - respondí, alzando la voz al igual que él.
La verdad es que, aunque bailaba bien, me daba algo de vergüenza hacerlo en público.

Sonreí y asentí, llevándola a una zona más tranquila, donde la música no se oía tan fuerte y se podía conversar mejor. Aunque lo cierto era que ese sitio estaba lleno de parejas.
Hice una mueca y me giré hacia Alexandra, aparentando tranquilidad.

- Elige sitio - le ofrecí.

Al ver el sitio a donde habíamos ido a parar no pude más que sonrojarme. No porque me diera vergüenza ver aquello, ni mucho menos, si no por el hecho de que quien estaba a mi lado era Sirius.

- Eh... ese de allí - elegí, señalando unos sofás situados en una esquina apartada del resto.

Caminamos hacia allí y me senté, esperando a que él hiciera lo mismo.

Nos acercamos a donde había dicho Alexandra y nos sentamos. Algo cohibido miré el panorama a mi alrededor; iba a ser difícil no pensar en lo que no quería ni nombrar.

- ¿Vas a pedir algo? - le pregunté, cogiendo la carta de bebidas que había sobre una mesilla.

Cogí yo también la carta, intentando aparentar normalidad, y miré las bebidas disponibles.

- Si, si pediré - respondí - Mm... voy a parecer un polluelo recién caido del nido pero... ¿Aquí viene alguien a traernos las cosas o tenemos que ir nosotros a la barra?

- Es que cuando yo trabajo de camarera hago las dos cosas, y no sé si en este local...

Me hizo gracia su expresión, pero me sorprendió lo último que dijo.

- Un momento... ¿pero no me dijiste que trabajabas en Ollivander's? - le pregunté dudoso - ¿También atiendes un bar?

- Y tampoco te creas que yo estoy muy seguro - respondí, sonriendo - Así que podemos esperar a ver si viene alguien y, si no, ir nosotros.

Sonreí.

- Si, trabajo en Ollivander's y en un bar - respondí - Pero no son los únicos sitios, también me ocupo de más tiendas - añadí, aún sabiendo que apenas parecía posible.

Luego miré la barra.

- Bueno, creo que iré yo - me ofrecí - si me dices que quieres lo pido.

- Creo que no sería caballeroso de mi parte dejar que fueras tú a por las bebidas - repliqué, sonriendo - Dime qué quieres tú y yo lo traigo - respondí.

Me había intrigado lo que había dicho sobre sus trabajos, pero dejaría el tema de conversación para cuando tuviéramos las bebidas.

Alcé una ceja pero, en vez de seguir por ese camino, opté por cambiar mi expresión a una inocente y dulce.

- Es que quería ir yo... - le pedí en un suave tono de voz.

Abrí los ojos, sorprendido, ante el cambio de actitud de Alexandra. Y lo peor, es que no me podía creer que aquello estuviera funcionando en mí. ¡Era muy buena actriz!

- Vale... - cedí sin más remedio, mirando de nuevo la carta - Tráeme un manhattan - le pedí.

Esbocé una sonrisa al lograr que Sirius cediera. Así pues, me levanté y caminé elegantemente hacia la barra, aunque después apoyé los codos despreocupadamente en ella, reclinándome hacia delante, mientras esperaba a que vinieran a atenderme.

Entretanto, giré el rostro y le sonreí a Sirius, luego paseé la mirada por la Discoteca, observando tanto a las parejas como a la gente que bailaba. También vi al grupo de gente que había visto al entrar, parecían simpáticos, pero sólo si hubiera venido sola me habría acercado a ellos.
Fui sacada de mis pensamientos por el camarero, muy apuesto por cierto, que me iba a atender.

Le pedí lo que quería, entregándole el dinero correspondiente, y esperé de nuevo a que me sirviera todo.

Me maldecí interiormente por haberla dejado ir a ella, porque, aunque me daba la impresión de que no se daba cuenta, llamaba la atención por donde iba.
Sus movimientos me recordaban a los de un gato - me temía que en ello tenía que ver sus habilidades metamórficas - y encima, eran acentuados por los ajustados pantalones que llevaba.

Luego me sonrió, acto que le correspondí, y vi como miraba a su alrededor. No, no se podía estar dando cuenta de lo que hacía, porque eso era una manera de invitar a alguien a acercarse.

Inquieto, vi cómo el camarero se acercaba - demasiado guapo y joven, pensé para mí molesto - y cómo Alexandra le pedía las cosas.

Porfavor, que se diera prisa en regresar o me veía compartiendo mis bebidas con el grupo de antes.

El camarero me fue colocando amablemente todo en una bandeja. Cuando hubo terminado le sonreí, agradeciéndole su atención, y me di media vuelta, llevándome conmigo las bebidas.

Había pedido el Manhattan de Sirius, pero también un Mojito, un Cosmopolitan, un Sex on the Beach y un Vampiro.

Dejé todo con cuidado sobre la mesa y me senté, sonriendo.

- Ya está - concluí felizmente - ¿Me echaste de menos? - bromeé.

Como vi que el par de chicos del grupo aún tenían la vista en Alexandra, a parte del demasiado guapo y joven camarero, en cuanto ella dijo si la había echado de menos, me tiré a abrazarla fuertemente.

- Sí, no te imaginas cuanto - respondí, tratando que sonara de broma, mientras le lanzaba una mirada molesta a aquel trío de buitres.

Reí un poco por lo que me pareció una broma de Sirius mientras le correspondía el abrazo.

- Bueno, pues para animarte te he traído lo tuyo - le informé divertida, señalándole su Manhattan.

Me separé de ella para ver mi bebida, pero además habían cuatro vasos más.

- ¿El resto son para tí? - le pregunté alarmado, no me imaginaba cómo podría acabar Alexandra si se bebía todo eso seguido.